El legendario guitarrista que formó parte de Pink Floyd en el día de hoy cumple 78 años y acá repasamos parte de un legado que sigue vigente.
Daniel Lencina @dani.lenci
Miércoles 6 de marzo
Fotomontaje: @dani.lenci
Nacido en Cambridge, Inglaterra, el 6 de marzo de 1946, David Jon Gilmour se convirtió en una figura para el mundo de la música.
¿Y quién no movió la patita alguna vez escuchando “Another brick in the wall”? Conozcas o no la banda ese tema “te suena”, ya sea porque se convirtió en un hit o bien porque forma parte de una obra maestra llamada The Wall, obra cumbre de la legendaria banda británica Pink Floyd. Y realmente la vida y obra del guitarrista y cantante David Gilmour es inseparable del legado de Pink Floyd.
Resulta que David Gilmour en su adolescencia conoció a otro pibe con sus mismas inquietudes y pasión por la música llamado Syd Barret. Hicieron amistad en la escuela secundaria y luego continuó en los años de estudio universitario que para entonces, cada cual proyectaba e intentaban una y otra vez formar una banda de rock en el país que le regaló a los Beatles al mundo entero.
Por su parte, Syd había formado Pink Floyd junto a su otro amigo, quien fuera una pieza fundamental en la composición, tanto lírica como músical: Roger Waters, que apoyaría a Syd en las voces y el bajo. Acompañados por Richard Wright en teclados y Nick Mason en la batería, quedaría confirmado el cuarteto cuyo primer álbum se llama “A pipper at the gates of dawns” editado en 1967. Rápidamente fue bien recibido, ofrecía un sonido experimental, rompiendo las estructuras de las canciones comerciales de su época y, podemos decir, de la nuestra.
El buen augurio inicial de la banda sin embargo estuvo marcado para Syd por el exceso de consumo de LSD. El palo lisérgico lr jugó una mala pasada y llevó al joven guitarrista y cantante a dejar la banda. Se volvía impredecible en sus actuaciones en vivo, sonaba desafinado y su estado de salud entró en un cono de sombras muy complejo hasta que dejó de brillar, no sin antes grabar dos discos solistas, muy buenos por cierto. Poco antes de que esto suceda, la banda sumó a Gilmour para que apoyara a Syd con la guitarra y, eventualmente, en las voces. La idea era mantener a Syd en la banda, componiendo y siendo parte fundamental pero eso no fue posible. La locura se fue adueñando de él hasta que quedó internado en un hospital de salud mental. La banda perdió a un gran guitarrista rítmico y compositor. Pero ganó a quien, con el paso del tiempo, también se convertiría en una leyenda de las seis cuerdas: David Gilmour.
Una sucesión de discos experimentales, progresivos, en la búsqueda permanente de la originalidad y creación artística fueron el derrotero de Pink Floyd, entre los que se destacan “Meddle” y “Obscured by clouds”.
Hasta que en 1973 el mundo conoció la obra “The dark side of the moon” que, literalmente, rompió todo. Entre los latidos del corazón, las carcajadas de la locura, una nave espacial y la lírica original que cuestionó la vida burguesa que llevan los ricos del mundo, se destacó muchísimo la sutileza de Gilmour en sus solos de guitarra.
Luego la banda publicó otro álbum icónico: “Wish You were here” y ya se empieza a notar el fastidio con los empresarios de la música como bien lo deja traslucir el tema, perdón quise decir: el temazo “Have a cigar” que critica el oportunismo empresarial del negocio de la música, que le importa más cuánto dinero ganarán que el arte en la obra contenida en la banda.
Llegó el turno de “Animals”, cómo dijo Roger Waters en su última visita a la Argentina en 2023, el mismo es un disco homenaje a George Orwell y su novela “1984” y también a Aldous Huxley con su literatura plasmada en “Un mundo feliz”. Es un discazo en el que los solos de Gilmour otra vez son dulces e hirientes, como un cuchillo Tramontina todo oxidado cortajeando las almas que escuchan sus melodías.
Hacia 1979 llegó la hora del disco doble que cambiaría la historia una vez más. Si. Pink Floyd lo había hecho otra vez y volvió a superarse a sí mismo con “The wall” que narra la historia de “Pink” el personaje rockero devenido en pseudo facho, tipo Iorio, pero británico. Mezcla la historia personal de Roger Waters, con aspectos de la vida de Syd que hicieron de esta obra, una especie de “ópera rock” o el nombre que se le quiera dar, un monumento al arte. Ni que hablar de la puesta en escena en vivo, pero eso amerita otra nota especial.
Mientras aumentaba el protagonismo de Roger en la banda crecían las tensiones con Gilmour a quien no le simpatizaba del todo hablar tanto de política en sus discos. A tal punto que cuando llegó el turno del nuevo lanzamiento del nuevo disco de Pink Floyd “The final cut” es por muchos considerado el último disco de la banda o el primer disco solista de Roger debido a las letras antibélicas y a que en lo musical no sorprendió como esperaba la crítica especializada. Vale recordar que en ese disco, a pocos años de haber concluido la guerra de Malvinas, Roger dedica una canción completa de crítica al gobierno conservador de la Dama de Hierro. Algo más que simbólico, mucho más que un simple disco. Y entre idas y venidas se armó “la grieta”: Roger vs Gilmour. La banda optó por quedarse con Gilmour y siguió adelante, ya sin el mismo éxito, ni en lo musical ni en las letras.
Por su parte, Gilmour editó varios discos de estudio y en vivo. Entre los de estudio tenemos al disco homónimo “David Gilmour” (1978) que es muy bueno, según mi humilde opinión. Luego llega el turno de “About face” (1984) ya con un sonido más típico de la década del 80. Más tarde llegó el turno de “On an island” que está muy bueno, con un sonido más potente y composiciones entre sutiles y oscuras, generando muchos climas para que cuando llegue el turno de los solos, el tipo la rompa toda y con dos notas bien puestas te clave un puñal de emoción. Y el último trabajo, llamado “Rattle that lock” (2015) que tiene buenos temas pero, para mi gusto podría ser mejor.
Ese último disco tuvo una gira sudamericana con un único concierto en Argentina. Muchos de los fans, habíamos esperado por mucho tiempo para escucharlo. A esa altura Roger Waters ya había hecho 9 fechas colmadas en el estadio de River Plate, más otras presentaciones previas en la misma cancha y el José Amalfitani de Vélez. Al dejar la vara tan, pero tan alta, la expectativa para con Gilmour eran muy grandes. Llegó el día y, en mi opinión personal claro, el que fue el concierto más esperado de mi vida resultó el más decepcionante de mi vida. Tocó en el hipódromo del cheto San Isidro y los productores quisieron luckear con las entradas del campo vip, razón la cual, el campo parado está colmado y muy lejos del escenario, en un lugar que no está preparado para conciertos de alta gama. Al sonido literalmente se lo llevaba el viento, se vio horrible. En fin, una decepción. Siento que nos deben la plata de la entrada y un sanguche de bondiola por aquella estafa. Si alguien lo ve por ahí, que le avise.
Pero bueno, hoy es su cumple y me despido afirmando que el solo de “Confortably numb” es,por lejos, el mejor de la historia. Y eso que dejo afuera a Hendrix, Vaughan y al mismísimo Slash con el solo de “November rain”. El segundo mejor solo de la historia es el que hace David Gilmour en “Time”. Luego, en el ranking de solos épicos vendra todo lo demás.
Brindo por toda esa montaña de musica, por tantos muros derribados y prismas atraveados con las melodías de tanta pasión. Salud David Gilmour.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.