Jesús Reyes Heroles fue el principal ideólogo del PRI durante las décadas de los 50, 60 y 70, reivindicador del liberalismo mexicano y uno de los principales referentes para quienes el PRI representaba la continuidad del liberalismo clásico mexicano (el juarismo en sus distintas manifestaciones) en el México moderno posrevolucionario, pretendiendo dar sustento teórico al Estado moldeado por el PRI.
El pasado 13 de marzo, durante su conferencia matutina, López Obrador hizo la siguiente alusión al ideólogo principal del PRI. Ante la pregunta de si pretende heredar algún elemento de contratos leoninos a la administración sucesora, respondió: “No, no, no, ningún problema; al contrario, va a quedar ya desbrozado el camino, el cómo hacerle, y van a poder decir, quienes me sustituyan, como decía el maestro Reyes Heroles en una comparecencia: ‘No es conmigo —decía—, es con la ley’”. ¿Quién fue el “maestro” Reyes Heroles que reivindica AMLO?
Lenin expuso, en una conferencia en 1919, que “lo más seguro, cuando se trata de un problema de ciencia social, [...] lo más importante para abordar el problema científicamente, es no olvidar el nexo histórico fundamental, analizar cada problema desde el punto de vista de cómo surgió en la historia el fenómeno dado y cuáles fueron las principales etapas de su desarrollo y, desde el punto de vista de su desarrollo, examinar en qué se ha convertido hoy”. [1]
Desde ese aspecto, debemos partir de ese nexo histórico fundamental (como decía Lenin): Jesús Reyes Heroles fue el principal ideólogo del PRI durante las décadas de los 50, 60 y 70, reivindicador del liberalismo mexicano y, como veremos en próximas líneas, uno de los principales referentes para quienes el PRI representaba la continuidad del liberalismo clásico de México (esto es, el juarismo del siglo XIX en sus distintas manifestaciones) en el siglo XX y el México moderno posrevolucionario, pretendiendo dar sustento teórico al Estado moldeado por ese partido. Fundador además de una escuela política en la cual se formó López Obrador (como explicaremos al final de este artículo).
No podemos tampoco dejar pasar la realidad incontestable de que ha pasado más de un siglo desde que el régimen mexicano cimentó sus bases con crisis políticas y económicas, las que ha enfrentado, con diversos usos del consenso y la coerción; con transformaciones y escisiones, todas ellas dignas de reflexión. Carece de sentido plantearse un balance de una coyuntura crisis orgánica tan fuerte sin preguntarse cómo es que se ha podido sostener a lo largo del tiempo el sistema contra el que ésta se levanta y en qué se basa esa capacidad de desvío y cooptación, operación de la cual es parte activa y preponderante la 4T en tanto corresponde a un sistema que se cae y levanta de tanto en tanto sin ser volteado y puesto contra las cuerdas por el descontento de las masas.
Es en ese sentido que uno de los intelectuales más importantes que ha tenido el Estado mexicano, y que explica su razón de ser, es Jesús Reyes Heroles (1921-1985), el principal y más importante intelectual y político del PRI. Reyes Heroles, cuya trayectoria inició en 1944 con la publicación de su tesis convertida en libro, Tendencias actuales del Estado, realizó un trazo muy útil y explícito de lo que era el Estado mexicano a lo largo de su vida.
El Estado mexicano según Reyes Heroles
Según lo señala Silvio Frondizi en su introducción a dicha obra, la emergencia del Estado Moderno (como lo denomina Reyes Heroles) y la crisis de éste terminó “llevando [a los hombres] a una activa participación de la vida política, en la mayor parte de los casos el hombre se lanzó a la tarea sin la sólida preparación que exigía la magnitud de la empresa”, [2] ante lo cual se planteaba “el estudio de la crisis política por la que atraviesa el Estado burgués-liberal, es decir, una de las formas —la actual— del Estado moderno, la que, precisamente, debe ser superada para que éste continúe en su marcha ascendente”. [3]
Pero para Reyes Heroles, el papel del Estado, siguiendo el esquema liberal, es el de una institución neutral la cual, como veremos, está en constante reforma y en el cual las clases sociales no parecen actuar de manera activa y explícita, sino que es a través del partido de la revolución que se suscitan estos cambios. Reyes Heroles plantea que “el Estado debe ser visto como una individualidad, localizándolo concretamente en sus reales motivaciones”. [4] ¿Qué motivaciones tendría el Estado mexicano? En otras obras, como veremos, Reyes Heroles responde a esa interrogante en repetidas ocasiones y con énfasis.
“Mas, ¿hay algún elemento del Estado Moderno —se pregunta Reyes Heroles— cuya necesidad de conservación ayude a no abjurar de esta estructura política, sino simplemente revisarla adecuándola a las nuevas realidades? Así lo creemos tomando en cuenta para ello el sentido personalista del liberalismo y en el supuesto de vigencia de los factores que originaron el Estado Moderno”. [5] Su postura no es casual, aunque ya se adelanta a lo que posteriormente sucedería en el seno del partido dos años después de escribir este texto. Al momento de escribir su tesis, en 1944, el mundo aún se encontraba en guerra —si bien en sus análisis sobre el Estado ya plantea que el Estado nacional-socialista y fascista ya no son vigentes al haber sido derrotados militarmente—, pero particularmente en México, el país se encontraba encabezado por Manuel Ávila Camacho, aún como presidente por el entonces Partido de la Revolución Mexicana que refundara Cárdenas en 1938.
Dos años más tarde, el entonces PRM sería refundado como se le conoce actualmente: el Partido Revolucionario Institucional en 1946 —razón por la cual, legalmente, el PRI es el segundo partido más viejo de México después del PAN (1940)—. A pesar de que el cambio se suscitaría posteriormente, Reyes Heroles ya apuntaba a que "la consignación del derecho de libertad como inherente al individuo que brinda la escuela del Derecho Natural, [ha] formado la convicción de que el hombre es libertad y que por tanto, al atacar ésta, se niega la existencia misma del hombre, su entidad espiritual de persona. Ello supone la subordinación del Estado al hombre, su justificación personalista en última instancia y la existencia de una frontera infranqueable para el organismo político. Es este pensamiento integrado en el Estado Moderno el que hay que salvar y el que obliga a tomar la construcción del Estado Moderno a beneficio de inventario". [6]
Con estas líneas, Reyes Heroles apunta en dos sentidos: por un lado, justificar y explicar por qué en México, como señalaba la película La Ley de Herodes (1999), “la gente siempre vote por el PRI”, el cual es encabezado por la figura del presidente, el “bonaparte sexenal” que acaudilla a las masas a través del partido (la “justificación personalista del Estado”). El traspaso de los caudillos hacia las instituciones que “fundara” la Revolución Mexicana de 1910, elemento del cual se enorgullece hasta nuestros días el régimen. [7]
En segundo lugar, Reyes Heroles anticipa ya la reorientación que sufriría el PRI a manos de Miguel Alemán; dice el refrán que “en el pecado lleva la penitencia”: la transformación de Partido de la Revolución Mexicana a Partido Revolucionario Institucional planteaba que ya no habría necesidad de futuras revoluciones, sino que el propio partido haría las “reformas revolucionarias” necesarias para contener el descontento a través de las instituciones; es “la revolución que se institucionaliza”, por contradictorio que suene el nombre (y cuyo efecto es justamente el rescate del “pensamiento integrado en el Estado”). Sobre ese eje es que apunta:
“Nuestra sugerencia parte de considerar que se puede obtener un Estado unificador de grandes voluntades populares —sociales y políticas— en que reine el respeto a la esencial dignidad del hombre”. [8] Pero, al mismo tiempo, reivindica (como veremos más adelante) los aspectos sociales y las contribuciones de otras escuelas. Afirma que:
“Creemos en un socialismo que no es —según Radbruch— Fatalismo, sino Verbo, Profecía, Programa y Política; pero que también es Doctrina. Radica nuestra convicción en un socialismo receptivo, que halla su presentimiento en la brillante ingenuidad de los utopistas, una sólida aportación científica en Carlos Marx, pero que permanece abierto a las inquietudes que el devenir histórico se manifiesten". [9] Una idea que Reyes Heroles denomina "socialismo receptivo".
Reyes Heroles propone entonces “un Estado que vaya a la economía, que intervenga decididamente por medio de una planificación que conforme los fines de lucro del capitalismo con las necesidades de las clases trabajadoras. Una estructura política y social, que permita la participación de las masas en el Estado y acelere el mejoramiento de ellas, garantizando la elevación de su nivel de vida, liberándolas de la necesidad. En suma, un Estado social que respete al individuo y se someta a normas pre-establecidas" [10] y por tanto pretende "una adecuación del Estado Moderno" enfatizando "la necesidad de lograr una simbiosis entre las masas y el Estado" y "el respeto a la dignidad del hombre en su cabal integridad". En ese sentido, alerta en que "urge incorporar a las masas como entidades generales con sus pretensiones sociales y políticas específicas en la estructura del Estado". [11]
En una nota al pie, Reyes Heroles reivindica el enfoque de Piero Gobetti, pues aquél “veía en la lucha de clases la realización plena del liberalismo, su fuente de realización”. [12] En un sentido similar, Reyes Heroles tiene acuerdo con esta concepción del Estado. De hecho, y como no podía ser de otra manera, reivindica la redacción de la constitución alemana. Dice Reyes Heroles: “El texto surgido de esta Asamblea [Constituyente del 6 de febrero de 1919] posee un contenido social iniciador en Europa del Constitucionalismo social, y fruto de esa Asamblea, de transacciones sutiles y de la extraordinaria habilidad del jurista Preuss”. [13] El texto de la Constitución de Weimar, irónicamente, se inspiró muy enfáticamente de la Constitución carrancista de 1917, pues ésta fue leída por el sociólogo Max Weber, quien fue parte del comité redactor de la Carta Magna germana. Por tanto, su lógica parte del análisis institucional y técnico del desarrollo del liberalismo y no es casual que sea simpatizante de las ideas de Gobetti y Weber.
Reyes Heroles reivindica en el Estado mexicano una tradición de constitucionalismo social. Según él, “los rasgos característicos más salientes” del liberalismo mexicano “radican en la modalidad social que el liberalismo mexicano reviste desde su nacimiento, y como inherente a ella, una especial concepción de la propiedad”. [14] Reyes Heroles concuerda con Lucas Alamán cuando éste comenta que “los socialistas y comunistas de nuestros días, a cuyos sistemas propendía bastante Morelos, reconocerían plenamente sus principios”. [15] Agrega Reyes Heroles que “esta preocupación por el estado de la propiedad y por mejorar a las clases sin recursos, este liberalismo social, se mantiene en prácticamente todo el proceso de gestación del liberalismo mexicano”. [16] En ese sentido, en la lectura de Reyes Heroles, Porfirio Díaz se habría vuelto conservador, sentenciando que “el proceso del liberalismo social mexicano se ha mantenido como ley histórica de nuestro pueblo”. Y siguiendo esta premisa lógica, el hilo de continuidad se plasmaría en que “los constituyentes que en 1917 propugnan por medidas sociales, se consideran a sí mismos, y no sin razón, como liberales”, [17] estableciendo un lazo entre el juarismo y la Revolución de 1910.
Asimismo, en un discurso pronunciado en el IMSS el 28 de noviembre de 1962, con motivo del 52vo aniversario de la Revolución Mexicana, señala que “ningún joven puede imputar su angustia a orfandad ideológica nacional. La doctrina de la Revolución Mexicana vive y es receptiva y susceptible de autoperfeccionarse”. [18] Posteriormente, en una conferencia acerca del programa a adoptar por el PRI en 1963, planteaba que “del constitucionalismo social derivó el intervencionismo social del Estado mexicano, que convirtió a éste en protector de las clases económicamente débiles, revisando y superando una de las partes del liberalismo”. [19] Enfatizaba, además, que el PRI “es el partido del desarrollo económico” y que en él, las distintas clases sociales e incluso sectores subalternos “no tienen lugar en ningún otro partido que no sea el nuestro, si actúan congruentemente y persiguiendo sus verdaderos intereses”. [20]
¿Qué estaba detrás de ese “actuar congruentemente”? Como se puede ver, a pesar de los cambios de administración y de orientación económica, a pesar del paso de la sustitución de importaciones al desarrollo estabilizador, Reyes Heroles traza una continuidad entre el liberalismo juarista y el PRI. La sentencia del intelectual priísta es una justificación y advertencia de no salirse de los caudales “democráticos” de las instituciones que el PRI fundara a lo largo de las décadas. Al momento de pronunciar esas palabras, ya habían transcurrido las represiones a los henriquistas en los 50, a la huelga ferrocarrilera de 1958-59 que encabezaran Demetrio Vallejo y Valentín Campa, y ya se había asesinado al zapatista Rubén Jaramillo. Detrás de sus discursos intelectuales está la intención de explicar el monopolio del PRI en los espacios de organización y toma de decisiones, su corporativismo como tenaza para impedir la organización independiente de los trabajadores y las masas y el uso de la represión, “los destacamentos especiales de hombres armados” que “suprime por los peores medios” las críticas al llamado “PRI-gobierno”.
En contraste con el Estado mexicano, Reyes Heroles afirma que "el fascismo en su empezar no es un movimiento político que obedezca a una ideología; es más un actuar que un pensar". [21] En ese sentido, el Estado mexicano actuaría de manera más “racional” al ser éste el que soluciona, mediante una suerte de “autorreforma” (según el esquema priista) los conflictos sociales. Pero en ella también se puede apreciar su enfoque liberal. "Durante un tiempo en que el fascismo se gestaba —escribe Reyes Heroles—, Giolitti y los gobernantes italianos asumieron una actitud de neutralidad ante la lucha librada por el fascismo y partidos de la más diversa extracción, pero principalmente socialista. Se comprenderá que a un partido violento y militar como el fascista, de poco habría de servir la resistencia de un partido socialista que era completamente civil". [22] No casualmente, en el análisis de Reyes Heroles no hay ni una línea sobre la lucha de clases en la península, sobre el “bienio rojo”, los comités de fábricas sobre los que escribía Gramsci, donde en cinco minutos más de 10 mil obreros frenaban la producción de la Fiat.
Otro elemento del liberalismo de Reyes Heroles es su incomprensión de la filosofía materialista dialéctica. Según él, ésta se basa en “la ley de la penetración de los opuestos”, donde “todas las cosas, todos los fenómenos, todas las ideas, llegan finalmente a una unidad absoluta. No existe ninguna contradicción o diferencia que no sea susceptible de reducirse a unidad polar: todas las cosas son a la vez tan absolutamente distintas y opuestas como iguales entre sí”. [23] Pero esta en realidad es una caricaturización, pues la dialéctica materialista plantea no “la penetración de los opuestos”, sino la unidad de los contrarios, donde una aparente unidad encierra contradicciones que pueden o no estar resueltas. No se trata de una unidad absoluta a la que se llega a priori, sino que es un progreso hecho a base de avances y retrocesos. Por ende, no resulta casual que el proceso del "bienio rojo" no sea siquiera mencionado en el análisis de Reyes Heroles y que para él el fascismo sea "más un actuar que un pensar" y no la reacción de la burguesía al movimiento revolucionario del proletariado, al que la pequeñoburguesía arruinada confronta mediante un movimiento de masas con métodos de guerra civil para destruir las organizaciones de la clase obrera (partidos, sindicatos, comisiones, etc.).
A diferencia de Reyes Heroles, hubo quienes correctamente vieron en el proceso no un resultado de progreso donde el PRI liberal se seguía enfrentando políticamente “a través de las instituciones” (y no de los caudillos) al PAN católico y conservador. Cinco años antes de que Reyes Heroles escribiera su tesis, el trotskista Octavio Fernández escribía en las páginas de la revista Clave elementos que desentrañan el misticismo con que el PRI justificaba sus gobiernos.
Hace más de 20 años que escuchamos caracterizar a la Revolución mexicana bajo todas las formas e intitularse como revolucionarios a gente de todos los matices, desde las "camisas doradas" y los Laborde, hasta los Graciano o Almazán. Todo es "la revolución". Todos son "revolucionarios", desde los que venden las huelgas hasta los que actúan como agentes directos del imperialismo. [...] Frente a hechos de este género, es más que nunca necesario explicar la naturaleza de la Revolución mexicana y apreciar si ella ha sido o no capaz de resolver sus tareas históricas. [24]
Fernández sentencia que “esta es la clave: es precisamente el retraso histórico de la Revolución mexicana, como en el caso de la revolución de 1917, lo que explica el gigantesco aborto que ha sido la revolución mexicana a pesar de los clamores excesivos de los lacayos criollos de las clases dominantes”. [25] Lejos de que la revolución haya creado una doctrina propia que derivara en un constitucionalismo social (que no negamos que éste haya adquirido ese matiz desde su génesis), la redacción y promulgación de la Constitución de 1917 y el posterior surgimiento del PNR-PRM-PRI y sus instituciones, son el resultado de la victoria del carrancismo como ala burguesa de la revolución de 1910 y la derrota del ala izquierda que significaban el villismo en la División del Norte y el zapatismo en la Comuna de Morelos. [26]
Es decir, lejos de poner por delante el hecho de que el Estado es, como lo señalaba Lenin, el “destacamentos especiales de hombres armados que disponen de cárceles y otros elementos”, [27] de un poder de una clase para someter a las otras en su beneficio, Reyes Heroles lo plantea como el resultado de la voluntad individual y que es susceptible de tener una autorreforma. Autorreforma que da continuidad al modo de producción capitalista y a las ganancias de la burguesía dependiente mexicana, que utiliza al Estado y al PRI (y sus órganos corporativos) como su correa de transmisión y su mecanismo para mantener al proletariado a raya.
Del “liberalismo social” al neoliberalismo
El pensamiento de Reyes Heroles se desarrolló en el contexto del “Milagro Mexicano” (1940-1970), en las tres décadas que dan cuenta del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (1940-1958) y la adopción del desarrollismo (1958-1970); esta situación, signada por el telón de fondo que significó el Orden de Yalta, [28] se tradujo en un boom económico como resultado de la gigantesca destrucción de fuerzas productivas luego de dos guerras mundiales. Pero las crisis de 1974 y 1982 significaron el colapso catastrófico del modelo capitalista dependiente del desarrollismo por industrialización y sustitución de importaciones.
Ante ello, por diversos mecanismos, se comenzó a introducir el modelo neoliberal que ya se estaba implementando en Chile; en México inició con la implantación de medidas puntuales en la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988), mismas que posteriormente se multiplicaron en la presidencia de Salinas de Gortari, quien, a pesar de haber firmado el TLCAN en 1992, señala que su administración se guió mediante el “liberalismo social”. [29]
Pero paralelo al modelo económico, su adopción significó también una reforma en el ámbito de la administración pública. Los teóricos de esta rama de la filosofía señalan que “la primera de las fuerzas que impulsan el esfuerzo por remodelar el gobierno es una crisis de confianza que parece impregnar casi todos los sectores de la sociedad”. [30] Esta “crisis de confianza” se refiere a la irrupción de las masas en diversos países, en particular el bloque de “Estados obreros deformados” [31] cuyas burocracias restauraban el capitalismo como lo predijo Trotsky, [32] pero también en países (como en el cono sur) que experimentaban procesos de “democratización” donde paralelamente las instituciones del capitalismo canalizaban las movilizaciones de las masas a través de diversos mecanismos de cooptación.
En términos de la administración pública, significó un cambio de enfoque mediante la adopción de la llamada “Nueva Gestión Pública”. Explican Christensen y Lægreid:
Desde la década de 1980, la tendencia internacional en la reforma administrativa ha sido neoliberal, abarcando el pensamiento gerencial y la mentalidad de mercado. El sector privado se ha convertido en el modelo a seguir, y la administración pública ha pasado a ser considerada como un proveedor de servicios a los ciudadanos, que fueron redefinidos como clientes y consumidores... Estas nuevas doctrinas administrativas pasaron a conocerse colectivamente como Nueva Gestión Pública. [33]
Según la Nueva Gestión Pública, la adopción de un modelo mercantil y empresarial en la estructura de la administración institucional significaría un modelo de mayor eficiencia en la resolución de las problemáticas sociales de la ciudadanía, donde el Estado se vuelve el proveedor. Sin embargo, los ciudadanos no se vuelven “clientes” en abstracto, sino que se les permite también mayor “autonomía” y participación en la implementación de las políticas públicas. Explica McNabb que “es posible acordar una definición que considere que la organización es un grupo de personas, procesos y objetivos organizados en un sistema y que trabajan para alcanzar un objetivo o varios objetivos comunes”, [34] lo cual puede ser complementado por Pollitt y Bouckaert cuando afirman que “las principales decisiones de reforma suelen ser adoptadas formalmente por los gobiernos nacionales, aunque procedan bajo la influencia de redes más amplias u organizaciones internacionales como la OCDE o el Banco Mundial”. [35]
¿Qué quiere decir esto? Que el movimiento de masas, la llamada “sociedad civil”, “se organiza” por la mediación de organizaciones puntuales con objetivos declarados (defender el medio ambiente, los derechos de las mujeres, etc.); si bien los organismos internacionales son los que dictan las políticas que deben adoptarse, son los Estados nacionales los que las llevan a cabo, como “proveedores” de estos servicios que, si no los lleva a cabo, son las mismas organizaciones de los ciudadanos quienes llenan esos vacíos.
Pero si bien este discurso de participación ciudadana y mayor democratización es reivindicado en diversas latitudes, expresó por una parte que, si de un lado el movimiento de masas estaba sufriendo una fuerte “oenegización”, el Estado burgués se adaptaba a estas circunstancias mediante la Nueva Gestión Pública para crear modelos e instituciones “democráticas” o “democratizadoras” que se encargaran de canalizar el descontento y dar migajas a las masas con el objetivo de mantener la prevalencia del capitalismo.
Esta operación sirvió además para acentuar la división del movimiento de masas en distintas identidades, donde la clase obrera se diluía como “una más” de esas características de las personas, poniendo en un plano de equivalencia el rol que juega la economía en una sociedad de clases, así como eliminar cualquier intento de autoorganización de los movimientos sociales, encadenando su dependencia al Estado burgués. Situación que, en términos generales, continúa hasta nuestros días.
El Estado de Reyes Heroles en tiempos de la 4T
La reivindicación de Reyes Heroles por parte de AMLO es la reivindicación del modelo de “autoperfección” del régimen político. La Transformación a la que alude no tuvo ni siquiera el objetivo de cuestionar la Constitución de 1917, sino, por el contrario, de buscar darle continuidad. Como ya hemos explicado en otros artículos de esta revista, la acción puntual de algunas organizaciones de derechos humanos, actuando como intermediarios durante la crisis de Ayotzinapa, coadyuvó a que el movimiento fuera políticamente canalizado por el Morena.
En realidad, este partido ya existía desde años atrás —más allá de las formalidades del INE—, pues no empezó de cero, sino que López Obrador salió del PRD con cientos de miles organizados detrás de él, quienes, con unas semanas de reflexión y muchas aspiraciones e ilusiones en su discurso, sencillamente cambiaron de bandera de manera tumultuosa. Las ventajas con las que contó Morena fueron, por un lado, su origen a partir de la crisis del Priato en 1988 en el que su composición de frentes luchísticos (Asamblea de barrios, los “chuchos”, la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata, etc) fue gramcianamente transformada en partido electorero por intermedio de Cuauhtémoc Cárdenas, de ahí que inició con múltiples organismos de base en gran parte del país; por otro lado, la crisis de Ayotzinapa fue el detonador de una enorme crisis del régimen de la alternancia del PRI y el PAN, la cual, como dijimos en líneas anteriores, AMLO dedicó todo su esfuerzo por canalizarla a su favor.
A casi 10 años de que se suscitara la escandalosa desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en el poblado de Iguala la noche del 26 de septiembre del 2014, durante los años siguientes vimos el desvío que significó la crisis orgánica puso en jaque al conjunto del régimen mexicano como no lo estuvo en muchas décadas previas. Desvío al cual coadyuvaron las las direcciones populistas y de la FECSM que privilegiaron la negociación con el Estado, lo cual significó el crecimiento del partido que hoy detenta el poder, canalizado por AMLO de forma electoral en 2018 y que asegura representar los deseos de las decenas de miles que en varias oportunidades antes, durante y después de esa etapa, salieron a las calles contra el sistema neoliberal mexicano.
De esta forma, la presidencia de López Obrador se ha caracterizado por relegitimar las mismas instituciones que hace 10 años eran fuertemente cuestionadas en las calles. Así, la alusión al “maestro” Reyes Heroles, como ideólogo del PRI (elemento que no puede soslayar por lo escandaloso que sería) no es fortuita, puesto que, como hemos visto, Reyes Heroles también se adscribía en una visión binaria de liberalismo (entendiendo éste, a su vez, como el PRI) como “la izquierda”, mientras que “la derecha” serían los sectores políticos cristianos conservadores del PAN. Con esto, no es casual que AMLO llegue a esa misma conclusión, con la diferencia de que “la derecha” ahora también es la defensora del neoliberalismo, mientras que la 4T, como señala el Morena mismo en su programa, [36] pretende volver al sistema liberal combinado con una fuerte intervención estatal (esto es, la economía del desarrollismo y sustitución de importaciones de los años 50 y 60) al que Reyes Heroles le quiso dar sustento ideológico. Por esa razón López Obrador enfatiza que pretende enmarcar la “Cuarta Transformación” dentro de los marcos legales, es decir, en la estructura jurídica de la Constitución de 1917 defendida tanto por Reyes Heroles ayer, como hoy por el propio López Obrador.
Algo de razón tenía Mario Vargas Llosa cuando apuntaba que "México es la dictadura perfecta. Es la dictadura camuflada de tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido; un partido que es inamovible, un partido que concede suficiente espacio para la crítica en la medida en que esa crítica le sirva —porque ’confirma’ que es un partido democrático—, pero que suprime por todos los medios (¡incluso los peores!) aquella crítica que de alguna manera pone en peligro su permanencia. Una dictadura que además ha creado una retórica que lo justifica —una retórica de izquierda— para lo cual, a lo largo de su historia, reclutó muy eficientemente a los intelectuales". [37]
La diferencia es que en realidad, como hemos explicado en otros artículos de esta revista, el régimen mexicano se basaría en un sistema bonapartista sui géneris, en el que el “bonaparte sexenal” (el presidente) actúa como árbitro entre las demandas de la clase obrera y los intereses de los capitalistas, subordinando a los primeros mediante organizaciones de carácter corporativo y con un fuerte aparato charril como correa de transmisión. Por tanto, no se trataría de “la dictadura de un partido”, sino la dictadura de la burguesía dependiente y adaptada al imperialismo estadounidense, sometiendo a la clase obrera y sectores populares mediante los ya mencionados aparatos corporativos (y, como vimos, civiles también, mediante el papel que han jugado determinadas ONG en los últimos años).
Ante la transformación del PRI como partido neoliberal tras la salida de la Corriente Democrática en 1986, la administración de López Obrador ha implicado el retorno de los nacionalistas burgueses de centroizquierda de la vieja guardia priista, defensores de “la familia revolucionaria” y de fuerte ideología liberal. De allí que divida (como Reyes Heroles) la arena política entre los conservadores (“la derecha”) y los liberales (“la izquierda”, en la que se insertaría el Morena). La prioridad del obradorismo bajo el discurso de la 4T es recomponer al régimen y su juego de partidos que la crisis de Ayotzinapa cuestionó, logrando crear una nueva hegemonía que el próximo sexenio de Sheinbaum tendrá el reto de mantener.
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