La historiografía norteamericana ubica el 24 de enero de 1848 el inicio del fenómeno conocido como “La fiebre del oro” en California. El 21 de enero de 1883 tiene lugar la Huelga de mineros en Pinos Altos, Chihuahua (3 años antes del 1 de mayo de los mártires de Chicago).
En un breve repaso a la prensa norteamericana, a propósito de la Guerra México- EE.UU. de 1846-48, se pueden encontrar expresiones como la siguiente: “Es bien sabido que el general Taylor era partidario de retener todo el territorio que conquistó en México, hasta la Sierra Madre; y parece que el señor Clay y otros ganadores destacados están decididos a mantener la no adquisición. Sin embargo, los amigos del general Taylor, en el sur y el suroeste, irán por la adquisición del territorio (…). La adquisición de la mayor cantidad de territorio posible —como se atestigua en la adquisición de Florida, Louisiana y Oregon— siempre ha sido popular; ¿por qué deberíamos rechazar California, con su hermoso y cómodo puerto o Nuevo México, con sus minas de oro, además de darnos un camino desde Oregón?” [1].
Como se lee en la cita anterior, las motivaciones de esta guerra no fueron diferentes a las siempre conocidas en cualquier otra: apropiarse de los recursos naturales y de lugares militar y económicamente estratégicos en los nuevos territorios despojados (el interés en las minas de oro de estos territorios, en cuyo centro estaba la llamada Apachería, no era algo nuevo, venía desde las primeras exploraciones españolas de finales del siglo XVI con Fray Marcos de Niza, en su búsqueda de de las míticas ciudades doradas de Cíbola y Quivira).
Así, en plena guerra con su vecino del sur, la prensa norteamericana publicaba: “La gran división occidental del ejército de Missouri, Illinois, Iowa, Wisconsin, etc. procederá directamente a la región aurífera de Santa Fe y Nuevo México, enviando un destacamento a California por la ruta corta descubierta por el capitán Fremont. Esta será una columna de cazadores, tramperos, vagones, colonos, tribus errantes armadas [¿apaches?], que luchan con el rifle en una mano y trabajan con el arado en la otra. El "mormón" probablemente estará en esta columna” [2].
El avance estratégico hacia el oeste que alentaba la naciente potencia norteamericana aspiraba a asirse de nuevas rutas comerciales, puertos y de las riquezas naturales previamente identificadas.
La guerra iniciada en 1846 terminó, como sabemos, con la imposición del tratado de Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, mediante el cual nuestro país cedió más de la mitad de su territorio al norte del río Bravo.
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Unos días antes de la firma del tratado, ya siendo California territorio ocupado militarmente por los norteamericanos, estalló la llamada “Fiebre del oro”. La existencia de grandes vetas de oro en California era algo conocido desde tiempos de los primeros colonizadores y evangelizadores jesuitas. Estas noticias fueron conocidas por los primeros exploradores enviados por los norteamericanos, pero las limitaciones tecnológicas y de comunicación hicieron su explotación una empresa arriesgada y poco costeable, tanto para españoles y después mexicanos, como para los primeros gambusinos angloamericanos.
La historiografía norteamericana ubica un 24 de enero de 1848 (hace 173 años) el inicio del fenómeno conocido como “La fiebre del oro” en California (impresionante por el impacto económico, migratorio y tecnológico que desencadenó y que se extendió como “boom” hasta 1860). El lugar, el rancho del general John Sutter, en Coloma, CA., donde un capataz de nombre James Marshall y sus hombres, construyendo un molino de harina, terminaron encontrando pepitas de oro.
Ya en posesión de los nuevos territorios despojados a México, enormes caravanas de migrantes atravesaron el continente de este a oeste en busca del sueño dorado, como en su momento lo hicieron los españoles de sur a norte por el Camino Real Tierra Adentro. El desplazamiento de decenas de miles de familias, provenientes de distintas partes del mundo (chinos, alemanes, italianos, latinos), alentados por los hallazgos de oro en el lejano oeste, anunciados por las autoridades norteamericanas, levantaría centenares de nuevos poblados mineros y entorno a estos una gran industria de suministros de todo tipo. La explotación del oro de California financiaría la construcción del primer ferrocarril transcontinental con todo lo que esto implica y un gran mercado marítimo e industrial igualmente fructificó.
El buscador de oro australiano Edward Hargraves vió cierta similitud entre el terreno de california y el australiano. Dedujo que en Australia podría existir oro, en cantidades y depósitos similares. Cuando Hargraves volvió a Australia descubrió oro y detonó la segunda fiebre del oro internacional, esta vez en Australia.
El proceso de apropiación vía despojo, acumulación y concentración de la riqueza en California daría inicio, paralelamente, al crecimiento y desarrollo de un gran proletariado, sobre todo minero, que nutriría las filas de los sindicatos obreros del suroeste norteamericano de finales del siglo XIX, proceso de organización que avanzó igualmente gracias al ferrocarril construido en gran medida con mano de obra migrante. El ferrocarril y el sindicalismo internacionalista del Industrial Workers of the World (IWW) cruzarían la frontera hacía las zonas mineras del norte de México.
Los costos humanos y ambientales de “la fiebre del oro” no fueron menores. Para los nativos epidemias, hambrunas y exterminio. En 1845, la población nativa de California se estimada en 150,000 habitantes; para 1870 quedaban 30,000. Se promulgaron leyes xenófobas contra los migrantes chinos y latinos. Uno entre cada doce forty-niners (gambusinos) pereció; la criminalidad se disparó y el medio ambiente se deterioró por los desechos de la minería.
Para 1896, el periódico californiano The San Francisco Call publicaba un artículo titulado “Muchos Millones en las minas” donde se daba cuenta de las inversiones y ganancias capitalistas en los depósitos de oro y plata en California y ahí también se escribía:
Toda la región desértica, que comprende una parte de los siete condados del sur de California y Nevada, junto con el oeste de Arizona y la Baja California, fue identificada de alguna manera desde hace quince años [1881], pero en ese momento la minería de plata y plomo era más atractiva tanto para el capitalista como para el explorador que las minas de oro de baja ley. A principios de los años ochenta no era seguro alejarse demasiado de un asentamiento debido a los apaches, que resistían cualquier intrusión dentro de cientos de millas de sus reservas.
En esta misma nota de 1896 leemos respecto al avance de la minería en el suroeste americano: Hubo muchas otras desventajas en los primeros días, como el alto transporte por carreta, la escasez de combustible y agua, el alto precio de la mano de obra y la vida y el desconocimiento de los procesos para trabajar los minerales rebeldes. Todas estas dificultades han desaparecido ahora, los distritos mineros están conectados con el mundo exterior por ferrocarriles, el descubrimiento de petróleo en grandes cantidades en el sur de California ha resuelto la cuestión del combustible, y se ha descubierto agua en casi todas las localidades donde se ha realizado una búsqueda inteligente, ya sea por tuberías de manantiales o ríos o por perforación. Las disposiciones laborales son tan razonables ahora en el suroeste como en cualquier otro distrito minero. Los numerosos procesos nuevos que se han descubierto en los últimos diez años permiten trabajar minerales con beneficios. El motor de gasolina ha sido un gran factor en el desarrollo de las minas del desierto, ya que requiere poco combustible y no requiere caldera ni un gran suministro de agua para el vapor. Las disposiciones laborales son tan razonables ahora en el suroeste como en cualquier otro distrito minero.
Al concluir la Guerra de 1846-48 gran parte de la llamada Apachería quedaría del lado estadounidense. Sabemos que los nuevos colonos norteamericanos de inicio negociaron con los apaches, quienes tal vez fueron parte de las mencionadas “tribus errantes armadas” aliadas en la guerra contra los mexicanos, tribus que en otro momento se aliaron con los mexicanos para combatir a los Comanches.
Los norteamericanos mantuvieron relaciones “pacíficas” con los apaches por poco más de una década. A los Chiricahuas de Cochise se les otorgó una considerable extensión de territorio al sureste del estado de Arizona, en la frontera con el Estado Mexicano de Sonora. Desde ahí, Cochise y sus guerreros podían incursionar libremente en territorio mexicano para robar ganado y provisiones que sin ningún impedimento comercializaban en Arizona y Nuevo México con los nuevos colonos. Las protestas del lado mexicano no se hicieron esperar reclamando el acuerdo suscrito de detener las incursiones.
En 1861 la paz norteamericana firmada con el jefe Chiricahua, Cochise, llegó a su fin. La historiografía norteamericana ubica el estallido de la última fase de las guerras Apaches (que oficialmente terminaría en 1886 con la rendición de Gerónimo) en la inexperiencia de un mando medio militar (incidente Bascom) quien responsabilizaba a Cochise de un robo de ganado y del secuestro de un niño. Para los norteamericanos todo fue un mal entendido. Pero si seguimos la pista del oro tal vez podamos entender el interés de desestabilizar la reserva de los Chiricahuas, quienes rechazaban la minería por ser una grave trasgresión y causa de calamidades.
A diez años de concluidas las Guerras Apaches (1886) leemos: En Arizona, cuyo comercio es tributario de esta costa [California], la extensión y riqueza del país minero es muy grande. El condado de Mohave es el líder en la producción de oro y plata, mientras que Yavapai, el próximo condado, está poniéndose rápidamente al frente. La mina Congress, uno de los productores de oro más importantes del suroeste, se encuentra en el condado de Yavapai. Las grandes compañías de cobre —Jerome, Big Bug, Bumble Bee, Crown King, Tip Top y Yarnell, todos los grandes campos productores de minerales— también están en el condado de Yavapai. El condado de Yuma, que linda con el condado de Diego por el este, contiene muchos distritos mineros buenos (…). Pinal, Cochise, Graham, Apache y Coconino son otros condados ricos de Arizona que están produciendo una gran riqueza y prometen mucho desgaste en la extensa prospección que se está llevando a cabo. En la República de México, las posibilidades mineras están en una escala casi inconcebible. Los Estados de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango y Baja California son enormemente ricos y todavía son un territorio prácticamente virgen, aunque ahora se están explotando muchas minas ricas [3].
En esa misma nota se hace un llamado a retener para los norteamericanos la inversión extranjera que se está haciendo en minería en México. En efecto, la presencia de capitales europeos, sobre todo ingleses, en la minería contravenía la doctrina Monroe de “América para los americanos”.
El 18 de julio de 1873, en The Daily New Mexican de Santa Fe, Nuevo México se publicaba en su primera página una carta, dirigida a su editor, de un explorador americano en suelo mexicano donde entre otra cosas decía: Admirando el espíritu y el genio de los capitalistas estadounidenses y especialmente la audacia y el éxito sin paralelo de aquellos que han gastado sus millones en descender a las entrañas de la tierra en busca de los metales preciosos, y así haber abastecido a los EE. UU. y podría decir que al mundo (…) que inevitablemente sellará toda la historia comercial del período de la llamada "edad de oro", ahora propongo ex aequo et bono, (…) el beneficio de información confiable que he ganado gracias a mi posición y una investigación larga y cuidadosa.
Continúa: Los amplios campos de oro de California dieron vigor y tono a estos espíritus audaces y en ascenso. Australia apoyó y desarrolló su mediana edad, y confíe en mi palabra, que los estados mexicanos de Chihuahua y Sonora coronarán su matemática con la plenitud de un éxito notable y extraordinario en los anales del descubrimiento y la minería. La cadena de la Sierra Madre divide los estados antes mencionados y son los más famosos por sus ricas minas de oro y plata, de todas las montañas de México. La moderna ciudad de "Casas Grandes" se encuentra en el estado de Chihuahua, al pie de la Sierra Madre, a unas 150 millas al suroeste. Esta parte de las montañas, digamos, ochenta millas al norte y al sur de Casas Grandes, es el bastión del indomable y belicoso Apache, qué tanto durante la paz como la guerra, ha impedido que incluso los mexicanos más decididos penetraran o subsistieran en las montañas con fines mineros. (…) Hasta ahora me he referido a una sección de la Sierra Madre que desde la extinción del virreinato nunca se ha desarrollado y solo se ha explorado de manera casual.
Y concluye: estos son hechos conocidos por unos pocos astutos, millonarios, en Nueva York y Washington, y de ahí el rumor de que ciertos partidos adinerados están formando un fondo para comprar los dos estados antes mencionados.
Un repaso a las incursiones apaches lideradas por Cochise, Mangas Coloradas, Nana, Gerónimo o Juh nos dan cuenta de cómo los enclaves mineros de ambos lados de la frontera fueron constante objeto de su violencia a una actividad que evidentemente los despojaba de su territorio.
Ya al final de las Guerras Apaches, en 1883, el Jefe Chiricahua Juh encabeza junto a Gerónimo una impresionante liberación de la Reservación de San Carlos, Arizona, y cruzan la frontera rumbo a la parte norte de la Sierra Madre, a la zona conocida como Sierra del Carcaj (hoy Carcay). La intención era negociar la paz con los mexicanos; Juh solicitó una reservación en suelo mexicano de alrededor de 20 leguas cuadradas, ubicada al este de Casas Grandes, Chihuahua hasta Bavispe, Sonora [4]. Pero norteamericanos y mexicanos ya se habían puesto de acuerdo sobre “el problema de la Apachería”. En abril de 1883, el General Crook se reúne en Guaymas, Sonora, con los generales mexicanos Carbo y Topela para combatir de manera conjunta a los rebeldes apaches.
Guaymas, 12 de abril. Aquí se ha cooperado con los esfuerzos del general Crook para acordar un concierto de acción con las tropas mexicanas. Las autoridades de Sonora acordaron con él que se estableció un sistema de señales, contraseñas y también guardias, y que, por supuesto, no se puede dar al público, pero que facilitará la persecución de los indígenas. Se cree que mediante una acción conjunta entre las tropas estadounidenses y mexicanas, Juh y sus merodeadores pueden ser aniquilados rápidamente [5].
El jefe nednhi Juh, quien hizo de la Sierra Madre su fortaleza por más de 40 años, muere en 1883 en circunstancias no del todo aclaradas. Ese mismo año se dictamina en México la ley que facultaba a empresas privadas a deslindar “terrenos baldíos”.
Los rancheros y medieros del noroeste del Estado de Chihuahua que habían combatido, en alianza con la oligarquía terracista, dejaron paradójicamente “baldías” las tierras de la parte sur de la apachería por las que ellos peleaban. Empezaron a ser cercadas y apropiadas por las grandes haciendas mexicanas y norteamericanas. Para estos hombres de campo, sus posibilidades de vida libre e independiente se vieron frustradas, sus animales privados de los pastizales, sus familias de la leña de los bosques y de los afluentes de agua. Muchos migraron temporal o permanentemente al norte para trabajar como obreros en las minas de Arizona y Nuevo México.
Los mormones también migraron, pero al sur, llegaron y se instalan en los territorios que anteriormente sirvieron de campamentos a los apaches en los márgenes de los ríos Casas Grandes y Piedras Verdes. Jane Dale Lloyd, en su libro El proceso de Modernización capitalista en el Noroeste del Chihuahua (1880-1910) nos dice que al iniciar el siglo XX, el 96% del territorio del noroeste del estado de Chihuahua quedó repartido casi a partes iguales entre las haciendas (ganaderas, agrícolas y mineras) de la oligarquía chihuahuense (40%) y las de los capitalistas extranjeros (56%).
La crisis económica de principios de siglo haría crecer el descontento entre los rancheros y medieros proletarizados del noroeste del Estado. Las ideas de los anarquistas echaron raíz en esta región, donde el PLM de los Flores Magón tuvo una base social. La conquista del Pan de Kropotkin se empezó a leer en las sotolerías y cocinas de las casas de los habitantes del distrito Galeana, noroeste de Chihuahua [6].
Así, la Revolución de 1910 tuvo entre los rancheros y medieros noroeste de Chihuahua una base de combatientes anarquistas que evidentemente sacaron conclusiones de su nefasta alianza con la oligarquía chihuahuense contra la Apachería (una lección que bien harían en retomar los rancheros que defienden en la actualidad el agua de la presa La Boquilla en alianza con terratenientes y agroempresarios).
También en 1883, año de la alianza de los ejércitos mexicano y norteamericano contra los apaches, en un 21 de enero (3 años antes de la masacre de los Mártires de Chicago) los obreros de la compañía minera de Pinos Altos, en el municipio de Ocampo, Chihuahua, se declaran en huelga contra la compañía británica, siendo la primera huelga de Chihuahua y posiblemente una de las primeras del país. Las causas fueron los cambios en el sistema de raya pasando de semanal a quincenal introduciendo el 50% del pago en mercancía de la tienda de raya de la misma compañía, a esto se sumaba la inconformidad con los empleados principales que actuaban como verdaderos capataces.
La noche del 20 de enero de ese año, se verificó un baile en el salón de la tienda de raya, que se extendió hasta la madrugada en que empezaban las manifestaciones de los obreros.
Las puertas de la tienda estaban resguardadas por guardias armados para impedir que pasaran los obreros inconformes. Ahí hubo forcejeos y murieron por disparo uno de los guardias y el minero Jesús Montiel. El Juez local, José Miguel Robredo, armó a 12 hombres para contener a los manifestantes, pero fueron desarmados por los obreros y con estas armas comenzó un fuego cruzado con los guardias de la compañía minera que se prolongó por dos horas. Los obreros se posesionaron de la tienda de Raya, pero sin saquearla ni destruir nada. Buscaban con empeño a los capataces para saldarles cuentas. En ese intercambio también murió Esteban Herrera.
Al medio día, los disparos cesaron, Jhon Buchan Herpub se acercó a uno de los balcones de la planta conocida como “El Hotel”, donde se refugiaba junto a otros miembros de la compañía, mexicanos y extranjeros, con la intención de calmar a los manifestantes; en su intento recibió un balazo en la cabeza, falleciendo horas después.
Los obreros se quedaron con el control de la mina, hasta que el día 23 llegó el presidente municipal de Ocampo, Carlos Conant, con una partida de hombres armados a sofocar la huelga. Los obreros no opusieron resistencia esperando que la autoridad escuchara sus demandas laborales. Carlos Conant decretó el Mineral en estado de sitio y proclamó la ley marcial. Ordenó a todos los obreros que entregaran sus armas e instaló un consejo de Guerra sumario para juzgar a los huelguistas.
Ese mismo día fueron sentenciados a muerte y fusilados en el Barrio de Las Lajas los dirigentes de aquel movimiento de Huelga. Se llamaban Blas Venegas, Cruz Baca, Ramón Mena, Juan Valenzuela y Francisco Campos bajo los cargos de asesinato, lesiones, sedición, conato de incendio y daño en propiedad ajena. 12 mineros más se salvaron de último momento de ser fusilados por la intervención de un oficial que les conmutó la pena y junto a otros prisioneros de la huelga fueron llevados a la capital donde fueron sometidos a trabajos forzados en la construcción del palacio de Gobierno del Estado [7].
La prensa norteamericana informó: Ciudad de México, 7 de febrero. John G. Buchan Hepburn, hijo de Sir Thomas Buchan Hepburn, barón inglés, fue asesinado por mineros el domingo en Pinos Altos, Chihuahua. Cinco de los asesinos fueron juzgados y fusilados el lunes [8].
Una versión tendenciosa, en la misma prensa americana del momento, señaló: El domingo por la tarde unos 200 personajes disolutos, que muchas veces han dado problemas, atacaron una tienda de la empresa Pinos Altos. Los empleados resistieron, y Manuel Anchon, dependiente, fue asesinado. Buchanan Hepburn, el miembro principal de la empresa, fue a la tienda para acallar el tumulto y se dirigió a la parte atacante con un lenguaje femenino conciliador, pero descubrió que su moderación se encontró con insultos y se apresuró a regresar a su casa. En la habitación le dispararon y murió instantáneamente. Cuatro horas después se produjo una pelea entre los empleados y los rufianes, muriendo cuatro hombres. Se convocó la ayuda del anuncio que une las ciudades, las autoridades y los ciudadanos acudieron en masa y capturaron a cinco de los rufianes, entre ellos el asesino de Hepburn. Fueron juzgados y ejecutados el lunes. Hepburn era rico y había invertido mucho dinero en Chihuahua. Se restablece el orden y las autoridades están persiguiendo a los criminales que huyeron a las montañas [9].
Tal vez los obreros de las minas de Pinos Altos que huyeron a las montañas cayeron en cuenta que tenían mucho en común con los irredentos apaches en su lucha contra los acaparadores de la sal de la tierra.
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