El vaciamiento y cierres de salas de cine en todo el mundo por la crisis sanitaria del COVID19, han provocado un enorme impacto en miles de trabajadores y trabajadoras, junto con productoras y productores independientes relacionados a la industria del cine, la circulación de films, y exhibiciones. Por el contrario, las plataformas de streaming han sacado provecho casi duplicando el nivel de suscriptores a nivel internacional, haciéndose cada vez más presentes en los hogares ¿Nos acercamos acaso a una nueva crisis de la experiencia audiovisual?
Es un hecho que la crisis sanitaria abierta por el COVID19, ha significado la readecuación de nuestra vida en una serie de aspectos, y donde el denominado “distanciamiento social”, se ha constituido como la respuesta más generalizada para evitar su contagio.
Frente a esto, el confinamiento –haciéndolo más drástico- se instaló como una de las primeras medidas utilizadas por los gobiernos burgueses en todo el mundo, que tras las negligentes medidas que permitieron la extensión del virus, no vieron una mejor forma de evitar la propagación.
Esto llevó a que una serie de locales y negocios que no son considerados como “esenciales” para la economía tuvieran que cerrarse, y llegando en algunos casos a la clausura, evitando la concurrencia y circulación de personas, en toda clase espacios públicos.
Uno de estos espacios fueron las salas de cine, que relacionadas a la entretención, han sido de los sectores más golpeados por la cuarentena y las medidas restrictivas sanitarias a nivel mundial, viéndose mermadas las ganancias de todo el engranaje relacionado a la distribución y circulación de películas, que van desde las grandes productoras e independientes, hasta los trabajadores y trabajadoras de las salas de cine. Incluso en Estados Unidos la cuna de Hollywood, se reportan las peores cifras en 40 años en taquillas, acumulando junto a Canadá apenas 2.300 millones de dólares, una reducción del 80% si es que se toma en cuenta que el año 2019, alcanzaron 11.400 millones. (1)
Sin embargo, si bien para las salas de cine ha significado un problema catastrófico la crisis de la concurrencia, por el contrario las plataformas de streaming han podido sacar bastante provecho de esta situación, reforzando sus parrillas de contenidos, y saliendo nuevos competidores a la hegemonía de la nueva forma de ver cine.
¿Es acaso que la experiencia de la butaca comienza su agónico adiós?
La muerte del cine ¿otra vez?
Cada cierto tiempo vuelve a surgir la misma machacada pregunta “¿Ha muerto el cine?”. Un buen ejemplo de esto son las películas del director alemán Wim Wenders “El Estado de las Cosas” y “Chambre 666”, ambas de 1982.
En la primera, un director de cine abandonado a la suerte de una película que parece destinada al fracaso por la desaparición de su productor; En la segunda, La opinión de distintos realizadores sobre una probable muerte del cine, producto del videocassette y la televisión. Ambas bastantes ilustrativas del precipicio en el que se encontraba la industria cinematográfica en aquel entonces, desde los más escépticos a los más confiados.
Sin embargo, las salas de cine sobrevivieron, y por la implementación de nuevas tecnologías tanto en imagen como en sonido junto a la remodelación de la cadena de merchandising, lograron reinventarse. No desplazando a la circulación casera de producciones audiovisuales, ya sea por medio de la señal televisiva o el video, sino diversificando los nichos del mercado del entretenimiento, y actuando de manera complementaria, agregando mayores ganancias a los capitalistas.
Pero la emergencia del streaming, con Netflix a la cabeza resulta de una complejidad mucho mayor que otras tensiones antes vistas, en que el internet y las nuevas tecnologías digitales van de la mano de la volatilidad de la información que se descarga y consume de manera prácticamente simultánea. Y con producciones que pueden ser vistas desde una televisión, hasta un computador, una Tablet e incluso el celular. Vale recordar que las suscripciones a estas plataformas pasaron de los 320 millones de suscriptores, a los 560 millones en tan sólo un año a nivel mundial, es decir, casi duplicando su cantidad. (2)
El arte, el aura y el streaming
Tal nivel de despersonalización entre la obra y el espectador, resulta aún más conflictiva en un contexto en que prácticamente la norma es quedarse en la casa, y el peligro inminente es ir al cine.
Es así como entramos a un nuevo ciclo crítico del cine. Sobre la digitalización del arte y el reduccionismo técnico a un nivel particular sobre la cinefilia, en que la experiencia cinematográfica del espectador, se traslada hacia la futilidad por el acceso indiscriminado al consumo de imágenes fluctuantes, donde pareciera que aquella pérdida de aura (3) de las obras que refería Benjamin por su reproductividad técnica, se intensifica aún más en la era de la “globalización”.
Un tipo de experiencia que no podría estar más alejado de lo que señala Bellour:
“Vivir la proyección de una película en una sala de cine, a oscuras, durante el tiempo inalienablemente prescrito de una función más o menos colectiva sigue siendo la condición para una experiencia única de memoria que cualquier otra situación de visión altera más o menos. Esto supone una regla de fe cuya encarnación sería el espectador, en el desarrollo de una liturgia unida a la película, al cine, a la película en la situación de cine”. (4)
Y que más allá esta formulación dotada de cierta metafísica religiosa, resulta bastante necesaria cuando la experiencia audiovisual se encuentra manejada por el control remoto, la mensajería instantánea, o las más diferentes formas de distracción e interrupción sobre lo que vemos y oímos.
¿A caso nos estamos dirigiendo a una nueva forma de experiencia audiovisual en que ni el tamaño, ni la oscuridad, ni el espacio social y mucho menos la continuidad del film se ha vuelto indispensable? ¿Una nueva cultura de la experiencia audiovisual?
Nolan, la traición de Warner y la incertidumbre del 2021
Tratando de escapar de cualquier conservadurismo frente a la utilización de plataformas nuevas, es inevitable visualizar los miles de millones de dólares que se encuentran en juego en el mundo del cine y el audiovisual, en que las grandes cadenas y compañías relacionadas cinematográficas, de manera transicional o directa, están comenzando a apostar por las exhibiciones a través del streaming.
Ya hace una semana Warner Media manifestó que todas sus producciones se estrenarían en simultáneo tanto en el cine como a través de su plataforma HBO Max con 17 largometrajes de por medio, lo que para muchos y muchas de las personas que trabajan en la industria cinematográfica, significaron una traición. Entre ellos el reconocido director de la Trilogía Batman (Begins, Dark Night, Rises), Christopher Nolan, quien siempre se ha mostrado muy crítico frente al visionado de sus películas fuera del cine, ya que la utilización de lenguajes y técnicas cinematográficas se viven de manera muy distinta al interior de una sala, que en la televisión del hogar. (5)
Sin embargo no es de extrañar estos lineamientos de la industria cinematográfica que lejos de abocarse a la integridad de sus trabajadores y trabajadoras, o a la calidad de sus producciones, lo que está de por medio son las ganancias que están juego, y no el futuro de la enorme cantidad de personas que trabajan en el desarrollo de filmografía, su distribución, y su circulación. Una incertidumbre que golpea con fuerza a los miles de trabajadores y trabajadoras del cine
Crisis capitalista, y la cuestión de la experiencia en el marco de la era digital
Está más que claro que en este sistema capitalista, y sobre todo en esta enorme crisis económica y sanitaria en que nos encontramos producto del COVID19 desde marzo, el problema de la experiencia se encuentra desdibujado absolutamente del ideario colectivo de la industria cinematográfica, que por cierto ha sido su tendencia histórica, sobre todo de que aquel cine hollywoodense y comercial basado en la buena recepción de la taquilla, por sobre alguna forma de expresión cualitativa de su estética.
Frente a las altas cifras en el desempleo, suspensiones laborales y la precariedad de la vida en su conjunto, que golpean a cientos de miles de familias en todo el mundo, la industria del cine no es la excepción, como tampoco es la excepción que los trabajadores y trabajadoras, son quienes terminan pagando la crisis, mientras los magnates y multimillonarios buscan como salvaguardar sus bolsillos.
Sin embargo en esta era en que nos encontramos, en que el capitalismo nos sumerge en la digitalización de nuestra cotidianeidad, a través del teletrabajo y las formas de contacto no presenciales, el nivel de inmersión en aparatos cada vez más reducidos y sintéticos, resulta peligroso si al mismo tiempo no combatimos la alienación a la que estamos expuestos en nuestros lugares de trabajo e incluso en el hogar.
Una experiencia cualitativa ya sea por las maravillosas películas que podemos ver en las salas de cine, con su oscuridad y su complicidad colectiva frente a la pantalla grande, o por aquellas producciones que podemos visualizar en la comodidad de nuestra casa, sólo cobran todo su sentido si no nos remitimos a la mera mercantilización de las imágenes y sonidos que consumimos diariamente. Sino por el contrario, se vuelven una fuente inagotable de nuestra cultivación personal y colectiva, en perspectiva de nuestro desarrollo intelectual y emocional como sociedad.
Y que el cine o el audiovisual no sean algo por lo que debamos pagar, sino que podamos experienciarlo y practicarlo constantemente, sin restricciones, ni límites para el mejoramiento de nuestra vida.
NOTAS
(2) Fuente: https://hipertextual.com/2020/12/streaming-wars-suscriptores-2020
(3) Walter Benjamin en su célebre ensayo "La Obra de Arte en la Época de su Reproductibilidad Técnica" refiere al concepto de aura como "la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse".
(4) En "El Espectador de Cine: Una Memoria Única", Pg. 441.
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