A la paciente, a la amiga, a la compañera firme en la adversidad. La que siempre defendió al Posadas como “su” hospital. Siempre con una sonrisa tan grande como la determinación que la movía. Profundo dolor entre todos los que la conocieron, admiraron y aprendieron.
Lunes 3 de junio 22:28
Ningún sector del Hospital Posadas se privó de estar presente en la despedida de Nora Cortiñas en el Gorki Grana. Era una cuestión de despedir a una incondicional. Estuvieron presentes de enfermería, médicos, técnicos, de cocina, de administración, del jardín de infantes, de mantenimiento, de servicios generales, jubilados, pacientes, integrantes de Cicop y STS, entre otros. Las anécdotas brotaban, al igual que las lágrimas.
“¿Viene Norita?” Era una pregunta clásica ante cada acción que vio el hospital en defensa de los puestos de trabajo; por el juicio y castigo para los genocidas que mataron y torturaron en nuestro hospital; en defensa de la salud pública; por algún reclamo salarial o lo que significara la defensa del hospital y sus trabajadores. “Si, si, ahí viene Norita…” Y con una enorme sonrisa aparecía en el horizonte. Era un plus para salir a pelear. “Si vamos a ganar, no lo sé. Pero esta Norita” se escuchaba.
“Recuerdo que, durante el macrismo, mientras peleábamos por nuestras reincorporaciones, casi vivía en el hospital” se escuchaba como anécdota. Ahí estaba Norita. Para intentar hablar con una dirección totalmente militarizada, que hasta la dejó largas horas expuesta a los rayos del sol para no atenderla. O estrechando brazos preparándose para cortar la autopista y visibilizar la pelea contra los despidos o en cada conferencia de prensa.
Su voz se multiplicaba hablando orgullosamente de su hospital, del municipio donde vivía, donde elegía ser atendida. Su firma acompañó numerosos habeas corpus y exigencias. Con sus años a cuesta, era una fija verla en las rondas que se realizaban en la rotonda en la entrada principal del hospital, levantándole el ánimo a los trabajadores y pacientes, “que íbamos a ganar, porque nuestra pelea era justa”.
También dejó su huella en su pelea por la memoria, la verdad y la justicia, en un lugar donde funcionó un centro clandestino de detención. Pero, ¿por qué hubo un centro clandestino de detención? Por la combatividad de sus trabajadores, que había votado a sus directores, que tenían cuerpos de delegados en común con la comunidad, porque coordinaban con otros sectores en lucha, en fin, porque su hospital, como ella, tuvo una gran tradición de lucha.
Nora es de todos, todas, todes. De ayer, de hoy y de siempre. Eran muchos 28 de marzo que recordaba cómo a cuatro días del golpe genocida, se instaló un Centro Clandestino de Detención en el Hospital Posadas. Más de 100 trabajadores tuvieron que exiliarse y otros cincuenta fueron encarcelados en el país. Once trabajadores del Hospital fueron secuestrados, torturados y permanecen desaparecidos hasta hoy. Con la firmeza que buscó a su hijo Gustavo, exigió el juicio y castigo para los genocidas que actuaron en el Hospital Posadas. Tomar ese legado es una obligación.
Quien escribe, no cree en la vida después de la muerte, pero en algún lugar hoy Norita está junto a Osvaldo Fraga, Ignacio Luna Sanchez, Daniel Calleja, Eduardo Carla Sala, María Ester Gouledzian, Julio César Quiroga, María Angela Garassino, Jacobo Chester, Josefina Pedemonte de Ruiz Vargas, Jorge Roitman y María Teresa García De Cuello. Esas trabajadoras y trabajadores que fueron parte de una generación que no se resignó al sistema de hambre, explotación y opresión capitalista.
Ahora nos toca a otros recrear y rescatar porqué hay que defender ese legado y pelear por un mundo que merezca ser vivido. Defender lo mejor de toda esa generación, sacar las mejores conclusiones y siempre decir orgullosos, yo pelee junto a Norita, ¿se piensan que podemos tener miedo?