En la República de Chechenia, parte de la Federación Rusa, el 4 de abril comenzó a difundirse la noticia sobre la existencia ilegal de una base militar utilizada como campo de concentración para personas homosexuales.
Domingo 16 de abril de 2017 21:00
El medio Novaya Gazeta denunció la existencia de al menos 100 homosexuales detenidos y 3 asesinados, así como también la práctica de torturas sistemáticas llevadas a cabo por fuerzas represivas comandadas por el ejército.
Como supuesta negación de los secuestros, el presidente de la República de Chechenia, Ramzan Kadyrov, declaró que “si gente así existiera en Chechenia, las fuerzas de seguridad no tendrían que preocuparse de ellas: sus propias familias se encargarían de enviarlas donde no pudiesen volver”.
El clima opresivo es tal que Grozny, capital de la república con una población de 276 mil habitantes fue escenario de una movilización de 15 mil personas convocada por Kadyrov para apoyar su gobierno, donde declaró “enemigos de nuestra religión y patria” al medio y los periodistas que difundieron la noticia.
Un régimen islámico al servicio de Putin
Este clima reaccionario explica la impunidad con la que son capaces de manejarse. La existencia de un homosexual en la familia es considerada una mancha negra que solo un “Crimen de Honor” puede saldar. Los activistas denuncian que algunas familias se encargan de asesinar a sus parientes liberados, envalentonados por el discurso de odio y presionados socialmente para “salvaguardar” su honor.
El régimen de Kadyrov se basa en un acuerdo de convivencia con las autoridades de Moscú, apoyado en los restos de la milicia de su padre para garantizar estabilidad en una región que sufrió en la década del 90 dos guerras separatistas. Esta milicia, que en la primera guerra combatía el dominio ruso de Chechenia para luego cambiar de bando y convertirse en el representante de la autoridad central, es acusada de múltiples violaciones de derechos humanos, persecución y asesinato de opositores políticos. Se ha implementado además el islamismo más conservador, con un claro retroceso del rol de la mujer en la sociedad y un fortalecimiento del discurso religioso homofóbico.
Ya es conocida mundialmente la persecución estatal en Rusia contra las personas LGTBI, desde que se promulgó la ley “contra la propaganda homosexual” en el 2013, que criminaliza a cualquier manifestación de homosexualidad en público, desde un beso a una bandera del orgullo. La persecución a la oposición política también es frecuente, el mismo medio Gazeta Novaya denuncia el asesinato de 6 de sus periodistas desde el 2001.
Humanismo Imperialista
La intervención de los organismos internacionales se limita a expresar su repudio y preocupación frente a la violación de los derechos humanos. El Departamento de Estado estadounidense emitió una declaración en ese sentido, pero difícilmente veremos a Trump ofrecer asilo político a los homosexuales perseguidos en Chechenia, cuando discrimina expresamente a las personas LGTBI de su país y les niega refugio a miles de sirios que sufren la devastación de la bombas con las que “exportan democracia”.
Mientras Chechenia es hoy la muestra extrema de una realidad mundial para los LGBTI en la cual aún decenas de países penalizan la homosexualidad, en aquellos donde se conquistaron derechos democráticos avanzan los discursos que reproducen la moral conservadora y la opresión por sexualidad, género o raza.
Lejos estamos las personas LGTBI de obtener un cambio real en nuestra vida limitando la pelea a la obtención gradual de derechos o a combatir la cultura patriarcal, mientras los políticos burgueses refuerzan y utilizan los prejuicios religiosos y raciales para aumentar la capacidad represiva de sus gobiernos y dividir a los explotados, garantizando así la desigualdad y la explotación de la mayoría trabajadora.
Nada le debemos al capitalismo
Pero hay una nueva generación que no le debe nada al capitalismo, y en una época donde los derechos sociales conquistados son amenazados, solo la lucha y la organización se muestra como una salida realista. Contra la hipocresía de los Estados y sus gobernantes surge la solidaridad internacional.
Así como millones se manifiestan contra el fortalecimiento de la represión estatal, contra la violencia machista y contra la desidia que condena a miles de refugiados a morir y vivir en condiciones deplorables de explotación, debemos enfrentarnos también contra la homofobia que este sistema se esfuerza tanto por reforzar.