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Red Internacional
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Teatro // Caba. Desaparecidos en democracia: El teatro que no olvida

El colectivo ‘De arrugas y juguetes’ invita a ver en su obra de teatro “Pasillos. Viaje al centro del carnaval”. Un recorrido por el colectivo teatral, su nacimiento, su método de trabajo y la idea del arte como herramienta para desnudar la violencia y represión estatal.

Miércoles 13 de septiembre de 2017

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Fotografías: Enfoque rojo // El colectivo ‘De arrugas y juguetes’

Cuerpo ausente. Un cuerpo que lo desaparecieron ¿Cómo habitar ese cuerpo? Una trama entre la impunidad y el arte teatral como práctica política. Desaparecidos en democracia y gatillo fácil. A través del lenguaje grotesco, una dramaturgia onírica y poética es lo que El colectivo ‘De arrugas y juguetes’ invita a ver en su obra de teatro “Pasillos. Viaje al centro del carnaval”.

El colectivo se formó hace ya más de 6 años en los pasillos de la escuela de teatro ‘Andamio 90’. Actores fueron, actores vinieron, hasta conformar el staff actual: Josefina Basaldúa, Ignacio Blanco Delía, Facundo Buggiani, Nicolás Carbó, Agustín Clusellas, Carlos Nahuel Iriondo, Lautaro Duplaa, Florencia López Petruzzi y Rocío Sarpero. No importa el orden de los nombres, las jerarquías no existen entre ellos: priorizan la horizontalidad, lo cooperativo.

En la escuela de teatro Andamio 90, se sentían encerrados y así se lanzaron en una búsqueda incesante sobre qué es lo que querían comunicar. Pero la plata faltaba para pagar los derechos de una obra y fueron arrastrados hacia una opción que más tarde rendirá todos sus frutos: la creación colectiva. Esto no se promovía en la escuela, ya que predominaba la repetición de textos y la formación de intérpretes “muy Stanislavski”, dirían ellos, al estilo “texto centrista”. Y así metieron sus cuerpos de lleno en la investigación y el laboratorio durante largas jornadas, convirtiéndose en dramaturgos cuasi autodidactas.

Dramaturgos, docentes de teatro, estudiantes cercanos a recibirse, talleristas de teatro comunitario, cooperativistas de un centro cultural, componen el Colectivo Teatral “De Arrugas y Juguetes”, que deja entrever un método muy inusual; donde sus virtudes y debilidades se complementan para dar vida a la obra y al espacio. En este relato, las voces diversas se unen en una respuesta colectiva, debatida, consensuada.

Pasillos. Viaje al centro del carnaval

Luciano Nahuel Arruga. Nacido en 1992. Oriundo de Lomas del Mirador, Provincia de Buenos Aires. Se negó a robar para oficiales de la Policía. Desaparecido en enero del 2009, tras ser detenido por la Policía Bonaerense. 16 años. Octubre 2014: apareció muerto enterrado como NN.

En el año 2014, la curiosidad de uno de los actores sobre lo sucedido con Luciano Arruga los invitó a sumergirse de lleno en la investigación sobre el caso. Fueron abofeteados por los relatos de los hechos. Querían hablar de la actualidad, de problemáticas reales: ‘apareció la trata, casos de gatillo fácil o más ligado a la represión. Pero en un momento decidimos enfocarnos especialmente en la violencia institucional, el gatillo fácil. Hubo dos etapas muy distintas. Una primera etapa donde no podíamos más de información y debate. Y otra cuando dijimos basta, pongamos el cuerpo”.

Y así, en el aniversario de su desaparición, conocieron a Vanesa, hermana de Luciano, a madres de víctimas de trata y de gatillo fácil, “escucharlas, ahí es donde empieza a movilizarse los cuerpos desde otro lugar”. Y descubrieron que Luciano no era el primer desaparecido en democracia: también estaba Miguel Bru.

La obra de teatro Pasillos trata sobre la desaparición de un joven por la Policía Bonaerense. Aparece en un plano, la búsqueda incansable de su hermano, y sobre cómo las distintas instituciones tanto del Estado como los medios de comunicación van encubriendo la desaparición forzada, a través de la construcción de sentidos comunes. Y en otro plano, se muestra el transitar del joven desaparecido.

No existían ni existen otras obras de teatro que hablen sobre desapariciones forzadas en democracia, pero para suerte de la memoria, ellos, decidieron hablar de lo que nadie hablaba: “como seres políticos creemos que, a través del arte, tenemos que contarlo”.

La similitud con la historia de Luciano Arruga no es azarosa, esconde la intención de tomarlo como caso testigo entre los miles de casos de gatillo fácil y desaparición forzada de personas que conocieron en el proceso de investigación. Es el gran referente, pero no así el personaje principal; “no quisimos hacer la obra de Luciano, la idea es marcar a todos con su caso. Por eso se llama NN y no Luciano Arruga”.
‘Lo que mostramos en la obra tiene que ver con toda una maquinaria perversa que hace mucho tiempo está estabilizada así’.

Traen también los nombres de Julio López, Miguel Bru y Santiago Maldonado, marcando la posición del colectivo como sujeto político: muestran desapariciones forzadas de personas, más allá de los gobiernos de turno. Mezclar el humor con temas tan oscuros no es para cualquiera y estos jóvenes actores logran hacerlo con mucho respeto a través del teatro grotesco, “mediante la risa salir de tanta oscuridad (…) juego de la poética de causar risa y decir de qué me estoy riendo”. Durante una hora, la obra transmite sentimientos de miedo, incertidumbre, piedad, odio, tristeza, indignación y esperanza.

La obra no termina al bajar el telón, sino que continúa con un espacio de debate circular entre actores y público: “el debate tiene que ver también con una necesidad del grupo. Dentro de la investigación tuvo mucho espacio el debate. Entonces es parte de la obra, es la obra”. El público se convierte en personaje central y los actores un público privilegiado, “en lo posible lo grabamos porque ahí surgen nuevas cosas para poder profundizar en las escenas, agregar, modificar o lo que fuera. Sigue siendo abierto”.

El debate es dinámico y cambiante de función en función. Al principio la discusión giraba alrededor de los desaparecidos en los ´70, de los medios de comunicación y su rol antes estos casos. Pero ahora con el caso de Santiago Maldonado, la discusión se hizo más sentida ante lo que se vive en las calles: “Ahora están hablando de los mapuches y su lucha histórica que vivió un silencio absoluto y a ellos también los asesinaron, les quemaron todo, le desaparecieron personas”.

-¿Se acuerdan cuáles son los debates más interesantes y cuáles son los que más surgen?-

Me acuerdo uno que es cuando estuvo Vanesa (hermana de Luciano Arruga). Después del debate intervino agradeciendo que este el nombre de su hermano en la obra y destacó la importancia de tener memoria para poder cambiar las cosas y que existen estados represores en gobiernos institucionales y que eso se tiene que visibilizar.

Uno de los últimos fue el debate post marcha de Santiago, la primera. La gente venía con el ambiente de la marcha. Con la energía que trajo del acto. Quienes vienen a ver la obra, sin saber a veces qué se espera, ya con toda la información que ocasionó el caso de Santiago vienen distintos.

Otro fuerte fue uno en que vinieron unos investigadores sobre el tema y empezaron hablar sobre la pedagogía del horror, lo comparaban con la dictadura. Para ellos hay una práctica sistemática de instalar la inseguridad con la policía como constructor de la misma inseguridad. En el caso de Luciano Arruga por ejemplo obligando a los pibes a robar y cuando estos no les sirven más, lo descartan o matan.

El estado, la política y el arte

El lenguaje teatral se transforma en una herramienta no para comunicar, sino también para convertirse en influencia en la conciencia del público, una búsqueda por generar “pequeñas revoluciones”: ‘nos tenemos que hacer cargo de transformar esta realidad y eso tratamos de hacer, es un tema de concientización, de debate, del poder de la palabra, independientemente del gobierno de turno’.

Según ellos, no se trata de cambiar a un gobierno por otro, nada cambia de un día para el otro; el cambio es profundo, es social. Y agregan; “el periodista que escribió el libro sobre Miguel Bru decía que desde el período de democracia del ´83 a esta parte, los mecanismos represivos del Estado siguen siendo los mismos de la dictadura entonces estamos hablando de muchos años’.

Intentan mostrar las diferentes maneras de represión del Estado. Muestran cómo el Estado, se materializa en órganos, en cadenas de mandos que disciplinan a sectores específicos de la población: activistas que intentan subvertir el orden actual, como Santiago, jóvenes de barrios populares, como Luciano, hombres que estén a punto de desenmascarar a las fuerzas represivas, como Julio López.

Todo esto decidieron contarlo desde el teatro, mostrando un rol diferente para el actor en la sociedad: ‘Es verdad, con el teatro no vamos a cambiar el mundo pero van a salir de esta obra con esta información. Como activistas elegimos el medio del teatro’. El arte como militancia, como forma de transformar; el teatro como práctica política, como medio de posicionarse frente a una dura realidad.

Detrás del telón, el grupo

El espectador de la obra “Pasillos”, puede enseguida intuir que detrás de esos actores y actrices, hay algo más fuerte que un guion teatral: existe un grupo que se esfuerza para que tanto la tarea como los vínculos humanos, se alimenten mutuamente. En palabras de ellos “hay algo de nosotros que es una base de amistad muy fuerte, una complicidad necesaria, una mística. Ese asado que comes después de un ensayo hace que después cuando pones el cuerpo en acción hay una complicidad por abajo que se arma que es inevitable y que potencia”.

Y así, se ve cómo el grupo se nutre de las individualidades, la formación, la experimentación, el diálogo, el intercambio y hasta “terapia grupal”. El aprendizaje se enriquece cuando los roles van rotando, podes pasar de actor a director y a docente; y de docente a alumno, “donde dramaturgos somos todos, en donde todos proponemos y donde todos decidimos. Más allá que haya un director que quizá tenga la última palabra, pero es un ida y vuelta. Hay roles, pero la creación es de todos. Eso es respetable y a su vez en paralelo con lo humano, con el grupo. Como una familia”.

Pero como todo en este mundo, no todo es paz y amor: la creación colectiva se presenta como un desafío, porque entra a jugar lo intelectual, pero también las emociones, los estados de ánimo y los egos. En la discusión sincera “es donde cada uno empieza a sacar la voz y esto tiene que ver con la creación colectiva. Es darle lugar al otro. Muchas veces tenemos que resignar textos propios por que le da mejor a la obra que eso no esté”.

En el ambiente teatral es muy común caer en la comparación o el querer ser como otro actor o director; pero es poco común buscar referencias en grupos de teatro colectivo. Ellos, son uno de los pocos grupos que están en Buenos Aires: lo más común es ver cómo los grupos se arman para algún proyecto pero que se disuelven cuando el mismo termina.

La creación colectiva fue el disparador de la investigación, buscando lecturas, pero también experimentando, buscando un lenguaje propio, un método a partir de las individualidades de cada uno. En ese camino destacan a Buenaventura en Colombia, un grupo estable que está como hace 40 años, quien crea una metodología de trabajo “buscando generar una identidad de teatro latinoamericano y con esto busca romper toda la tradición de teatro europeo-burgués”; y que invita a que cada grupo busque su propia metodología.

Y justamente en ese camino se embarcó el colectivo Arrugas y Juguetes, marcando su estilo propio. Su casa, su espacio, queda en pleno barrio de Almagro en la calle Mario Bravo al 400. Allí se encuentra el Archibrazo, un espacio cultural que data de muchos años e historia donde conviven una variada carta de actividades artísticas y culturales: teatro, danza, música, comidas y juegos de mesa generan un ambiente en sintonía con el barrio típico de la ciudad.

Este espacio trae la historia de La imprenta de Andralis, donde donde se practicó y difundió el surrealismo durante casi treinta años. Hoy sigue organizado de manera cooperativa siendo una referencia cultural para el barrio. Es aquí donde De Arrugas y Juguetes presentó las obras que tienen hasta el momento. En el año 2013 estrenan “¿Quién mato al gallo?” y hace más de un año presentan “Pasillos: Viaje al Centro del Carnaval” que cada viernes a las 21 hs levanta el telón e invita a un viaje de sensaciones encontradas entre la ficción y la dura realidad.

“Pasillos: Viaje al centro del carnaval”
Viernes 21hs, El archibrazo, Mario Bravo 441, CABA