El anuncio de Lacalle Pou, lleno de demagogia y retórica, recorta salarios medios, pero mantiene beneficios para los sectores más poderosos. La solidaridad mal repartida esconde el cinismo de perpetuar los privilegios de clase.
Viernes 27 de marzo de 2020
En conferencia de prensa, ayer el presidente Luis Lacalle Pou anunció formalmente la decisión de un recorte salarial a la plantilla laboral estatal para crear el Fondo Coronavirus y así contribuir a paliar la situación de los sectores más vulnerados.
El recorte será de un 10 % en salarios a partir de $80 mil y de un 20 % a partir de los $100 mil por dos meses, y abarca tanto al funcionariado público como a los cargos políticos y a las jubilaciones militares.
El presidente aclaró que “no es una medida simpática, pero es una medida solidaria”. “Esto es solidaridad pura” sentenció, y así bajaba el martillo en la reducción compulsiva de un porcentaje de los salarios estatales.
La medida tiene mucho de demagogia, y fue presentada como un esfuerzo que debemos hacer todos, mostrando que, si el sector privado ya venía afectado, ahora también le tocaba el turno al sector público. Con esta medida, el gobierno busca enfrentar a los trabajadores públicos con los privados y desempleados o no registrados, e impone la “solidaridad” de quienes tienen ingresos medios hacia quienes no llegan a fin de mes.
Sin embargo, es una medida que, mientras ataca el ingreso de los sectores medios, mantiene sin tocar la ganancia de los grandes empresarios, la renta del gran capital, o las utilidades de las grandes patronales que, en estos momentos de terrible crisis, siguen beneficiándose – o por lo menos no pierden – ya que el gobierno las ha exonerado de impuestos y permitido los seguros de paro en todas las ramas y sin causa.
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La clase trabajadora debe ser – y es – solidaria, pero, ¿y los grandes empresarios?
Sabemos que siempre que hubo momentos de crisis económica y social, fueron los sectores de la clase trabajadora organizada los que salieron solidariamente a montar ollas populares, merenderos y comedores para colaborar con quienes están peor.
Cientos de ejemplos podemos mencionar donde este tipo de iniciativa solidaria se realiza de forma casi espontánea y desde los mismos sectores de base de las organizaciones sindicales y territoriales. Son reacciones lógicas y necesarias que pretenden mantener los lazos de solidaridad en el conjunto de las clases populares, y refuerzan la identidad (de clase) y la conciencia social.
Pero la solidaridad así planteada por el gobierno liberal de Lacalle Pou es utilizada para ocultar que hay grandes ganadores en momentos de crisis, y que se han venido beneficiando durante todos estos años.
¿Cuáles son estos sectores que se siguen beneficiando, y hasta lucran en el medio de la crisis?
Podríamos mencionar a los laboratorios y las grandes cadenas farmacéuticas, a los fabricantes de insumos para la salud, a las cadenas de supermercados, a las arroceras y toda la agro-industria destinada a la exportación, a la banca extranjera, y a otros sectores como las empresas de logística, las que operan en el puerto, etc.
Todos estos sectores se han venido beneficiando en tiempos del Frente Amplio en el gobierno, y ahora lo hacen también en tiempos de crisis del Coronavirus. Pero parece que para el presidente Lacalle Pou, estos sectores no deben hacer ningún esfuerzo ni gesto de solidaridad. Es que Lacalle Pou gobierna para ellos, y siempre va a legislar para que las crisis las paguen los trabajadores y el pueblo, y así preservar la ganancia capitalista.
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Ajustar a la ganancia, y no al salario
Desde sectores del PIT-CNT han salido a objetar que la medida viola el espacio de negociación colectiva, pero siguen manteniendo su condescendencia con la mayoría de las medidas del gobierno blanco, que se ha basado en habilitar a las patronales la posibilidad de mandar al seguro de paro a toda la plantilla laboral, inyectar una suma de dinero para fortalecer los dispositivos de asistencia social a los más pobres, mientras ha exonerado y reducido impuestos a los empresarios y protege sus ganancias - que no son del orden de un salario de $100 mil, sino que estamos hablando de grandes sumas de dinero.
Frente a la parálisis del PIT-CNT, es necesario que la clase trabajadora se plante firme en proteger el salario, impidiendo en primer lugar que sigan avanzando los despidos, que la cuarentena se realice con el salario al 100 % pagado por las empresas, que los seguros de paro en las ramas afectadas sea al 100 % del salario y que se garantice el ingreso del sector informal de la economía que, según algunos registros, llega a unos 300 mil personas que tienen distintas formas de precariedad laboral.
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Es necesario exigir que se ajuste a la ganancia capitalista, y que nadie se beneficie con esta crisis: que los grandes laboratorios, tanto extranjeros como nacionales, pongan sus instalaciones y capacidad logística para la producción de insumos, y que estén controlados por sus propios trabajadores para evitar que los capitalistas retaceen la ayuda. Se debe ajustar a los capitalistas a partir de imponer mayores impuestos a las grandes fortunas, y que verdaderamente pague más quien tiene más.
Hay que poner todos los recursos disponibles al servicio del combate al Coronavirus: por eso hay que aumentar los impuestos a las exportaciones de los monocultivos como la soja, a los grandes frigoríficos que también exportan, o al capital financiero que sigue moviéndose en función de la especulación y la renta usurera.
Hay que dejar de pagar la deuda externa y destinar esos fondos a subir el sueldo a las trabajadoras y trabajadores de la salud que se están exponiendo a la pandemia pero que siguen firmes sosteniendo el (colapsado) sistema de salud, y aumentar el presupuesto de la salud. Hay que privilegiar la deuda con el pueblo trabajador, y no con los organismos internacionales que lucran con nuestra necesidad. Esto es exactamente lo contrario a lo que viene haciendo el gobierno que hoy nos endeuda nuevamente.
El capitalismo merece ser cuestionado
Es mentira que “salimos todos juntos de esta”. La historia nos enseña que, en tiempos de crisis, las clases poderosas descargan los costos sobre las clases más empobrecidas, y el capitalismo logra capear los vaivenes económicos destruyendo fuerzas productivas, arruinando la vida de importantes sectores, hundiendo en la pobreza a franjas de trabajadores y trabajadoras y, como el ave fénix, las clases más poderosas consiguen “resurgir” – de forma senil y más concentrada – y proteger sus privilegios de clase.
Este sistema capitalista, basado en la desigualdad social y económica - a la vez que en múltiples opresiones (de género, de etnia, etc.)- no puede darnos otra salida que esta: miseria para muchas y muchos, y privilegios para las y los de siempre.
Este sistema merece ser cuestionado: el daño a la naturaleza, al medio ambiente y el atentado a la vida de millones de personas y de seres vivos no tiene por qué ser un destino inevitable. Es un desafío para los sectores de la izquierda instalar la necesidad de superar este sistema social. El Frente Amplio, que es parte de este régimen político, que gobernó durante 15 años gestionando responsablemente el Estado, no se plantea este cambio societal. Sin embargo, es hora de pensar en una verdadera izquierda anticapitalista y revolucionaria que plantee una alternativa, antes que el capitalismo nos lleve a la barbarie.
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