Un relato en primera persona de una joven trabajadora de call center que también fue ferroviaria y vive su sexualidad por fuera del cinto de la heteronorma.
Jueves 7 de marzo de 2019 12:20
“La tortas obreras existen y resisten” es una consigna que no existe plasmada en alguna bandera, algún cartel o algún escrito que pueda llegar fácilmente a manos de aquellas lesbianas en los lugares de trabajo o a manos de niñas y adolescentes que cuestionan su heterosexualidad en escuelas católicas y en escuelas públicas pero donde no se implementa la Ley de Educación Sexual Integral.
Sólo sé que es una frase que este 7M como Día de la Visibilidad Lésbica me gustaría gritar, sin reprimirme, pero también dejando un poco en mi garganta para salir el 8M también a las calles en el marco del paro internacional. Porque entre el glitter y el pantalón de grafa se cuecen historias que merecen ser contadas.
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La frase es una conclusión a través de los año pude sacar de mis experiencias de vida, del laburo, de mis relaciones sexo afectivas pero sobre todo del terreno de la lucha y la organización y por eso me cuestiono profundamente que al igual que mi sexualidad ya no puede ser guardada sino que es hora que las tortas de la clase trabajadora, que vamos al frente y que peleamos por otro tipo de sociedad podamos ser el faro para otras pibas. También para otras compañeras de trabajo y estudio que hoy estén sufriendo la represión y persecución por ser lesbianas, al igual que también lo padecen gays, bisexuales y personas trans y travestis aún en un modo más brutal.
¿Pero por qué pararse sobre nuestra orientación sexual para no sólo resistir, sino combatir? Porque tipos como Bolsonaro o Trump están en el poder. Porque las políticas de odio, no sin también un fuerte peso del movimiento de mujeres a nivel internacional junto con sectores LGTBI que les responde, crecen en la región y en todo el mundo.
Acá en Argentina, la misma iglesia de Bergoglio que condena la homosexualidad y compara a personas trans con bombas nucleares y a las mujeres que luchan por el derecho al aborto de nazis, obliga a nuestras niñas a parir. Porque nos dicen que hay que aliarse con esos sectores de pañuelos celestes para sacar al gobierno.
Pero de ninguna manera. Nos paramos sobre nuestra sexualidad porque son los mismos que nos condenan al hambre también los que nos quieren someter a un régimen heteronormativo en todos los ámbitos de nuestra vida para conservar los valores de la familia tradicional que necesita el capitalismo. Por eso es vital también hablar desde acá, desde nuestro lesbianismo, el que pelea por ejercer el pleno derecho al goce y contra la discriminación pero que sabe que es imposible sino vamos contra todo. Porque hay ejemplos de que estas peleas pueden ir de la mano y es ahí desde vi a las tortas obreras en pleno combate.
Veo parada frente a la policía, agarrada del brazo junto a sus compañeras y compañeros a mi amiga. Están por desalojar la fábrica. Vienen de un acampe de 20 días, donde lograron la solidaridad de todo el barrio y de distintos sectores en lucha, de duras acciones donde denunciaron al gobierno, al sindicato y a la empresa. “La flaca” se prepara para el combate, y su compañera de vida me llama desesperada porque recién sale de laburar y no llega a bancar los trapos.
La recuerdo cargándola, diciendo que siempre le gustó como le queda la ropa de la fábrica, y también recuerdo a la primera chica con la que salí con mucha ternura mientras me acomodaba los puños sucios de la camisa después de bajarme del tren. La policía descarga la furia sobre las y los laburantes, se torna un escándalo sobre el que continúa la lucha por la reincorporación que hoy se vuelve fallo de reinstalación para “la flaca” y sus compañeros, a los días concurre como un gran ejemplo a charlar con una decena de pibas y pibes secundarios, su compañera le dijo “me siento profundamente orgullosa”.
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Me recordó también, otras compañeras que estuvieron al frente de otros procesos contra los despidos en la zona norte, que comenzaron por defenderse en la fábrica por ser “la torta” y terminaron recibiendo la admiración de muchos por dirigir la lucha contra los despidos, incluso en los gobiernos nac&pop tan inclusivos que hablaba de las personas LGTBI pero la dejaba en la calle y le enviaba la caballería en la panamericana.
“Yo no supe ni tuve ningún ejemplo para reconocer que me gustan las mujeres, iba a una escuela técnica y no me gustaba ir a bailar”, me decía una compañera. Y pensaba en todas hijas de la clase obrera que no solo no les gusta sino que no pueden o jamás llegan a conocer los espacios disidentes que ofrece la noche de Buenos Aires, ni hablar en el interior. O que pasa cuando esto es sólo un sábado, que con todo el esfuerzo del sueldo que no alcanza se destina al disfrute pero luego se regresa a la realidad de los lugares de trabajo donde “lo bien que lo pasé con aquella piba” es palabra prohibida. No queremos que pase más, queremos la libertad sexual y las condiciones de vida para aprovecharla y pelear por aquellas a quienes se la arrebataron. Este 7M elegí escribir sobre esas lesbianas que luchan, y mañana en las calles se harán carne en esa frase que imaginé y que pueden ser ejemplo no solo para miles de pibas, sino para sus compañeros de la pelea contra todo tipo explotación y opresión.