Una noche histórica que nadie se la quería perder. La Aplanadora dió un concierto intergeneracional, como una tormenta eléctrica estallando desde el océano del público que deliró en el José Amalfitani.
Daniel Lencina @dani.lenci
Domingo 14 de mayo de 2023
Fotomontaje | Daniel Lencina
La manija venía creciendo hace rato pero se incrementó cuando atravesamos las calles de Liniers en las inmediaciones del estadio José Amalfitani. Una noche ideal para ir a un estadio, y muy bien acompañado, a escuchar el Gran Rock argentino. Medio mundo haciendo la previa y la otra mitad formando gruesas y compactas columnas en las puertas de ingreso para dar el presente en una cita imperdible.
Con las plateas colmadas, pero colmadas posta y el campo bien lleno donde no cabía un fernet, digo un alfiler. Al fin se llenó la cancha de Velez. En las vallas un flaco le dice al otro, casi en tono premonitorio, anticipando que el pogo iba ser bestial: “menos mal que hoy es sábado… ¿te imaginas si mañana teníamos que ir a laburar?” a lo que el amigo respondió lógicamente “pedimos médico, no vamos”. Oh sí, qué lindo sería el mundo si hubiera más tiempo libre para disfrutar del arte y esto Myriam Bregman, presente entre las masas, lo sabe.
La Aplanadora del Rock and Roll
La espera duró más de la cuenta, al menos para lo que las almas sedientas, muy sedientas de rock podían esperar y promediando las 22 hs. salieron a la cancha, con los botines de punta. Una introducción acompañada por un video en una gigantesca pantalla donde se lo veía a Ricardo Mollo subirse a una gran máquina, una aplanadora que encendía su rugiente y vil motor. El suelo comenzó a vibrar, la emoción crecía al galope de los corazones amontonados, la aplanadora maniobra y encara a toda velocidad de frente hacia el público que se vuelve loco y explota… Divididos ya en el escenario abrió la noche con “Paisano de Hurlingham”.
En un repertorio lleno de clásicos, con un sonido demoledor, la viola de Ricardo Mollo bien afilada, la bata recontra power de Catriel Ciavarella -el hombre de los cuatro brazos- y el bajo de Diego Arnedo estuvo bien detonado como corresponde para que te vuele la peluca. Así sonó toda la noche, como diría el Flaco Spinetta, demostrando por qué son una “verdadera máquina sonora” o como canta la hinchada dejándolo todo: “la Aplanadora del Rock and Roll”.
Como en todo cumple tiene que haber invitados de lujo. Y así apareció Gustavo Santaolalla, que fue el productor del primer disco, una verdadera leyenda de la música y nos deleitó con “¿Qué ves?” acompañado por el gran violinista Javier Casalla.
Y si se trata de pilotear los matices con la maestría que lo hacen los grandes, y pienso en Led Zeppelin, llegó el momento coplero con “Vientito de Tucumán” acompañado por la dulce voz de Nadia Larche. Luego “Guanuqueando” junto al grupo “Tres Mundos” a cargo de los vientos. Leticia Lee canto “Amapola del 66” tema que le da el nombre a un discaso… Y para empezar a subir de a poquito el voltaje la violera Nana Arguen subió invitada a tocar, haciendo la intro de “Despiértate Nena” de Pescado Rabioso y después la descosió toda con “Sisters” –un reggae hermoso para zaparlo toda la noche ¿o no?- y le mostró a las masas como se hace sonar bien una Strato.
El final es en donde partí
En un momento Ricardo dijo que estábamos muy cerquita de la Paternal. Pensé en Maradona, Argentinos Jrs. y obviamente en “el Carpo” y dijo que fue “un guitarrista que me voló la cabeza... Yo pensaba solo en Jimi Hendrix y de pronto apareció Norberto Napolitano. Yo tenía 12, 13 años... ¿Eso se puede hacer acá? Pensé. Pappo fue el faro que me marcó el camino” y público estalló al compás de “Sucio y desprolijo”.
Arnedo agradeció amorosamente al público, dijo que acá estaban presentes los conocidos de los años ´80s, los hijos, los padres y los nietos, un recital “junto a la familia y amigos”. Era verdad, un público atravesado por varias generaciones.
Para ponerle más emoción, por si hacía falta a esa altura, subió al escenario el Chizzo de La Renga… y qué mejor tema que “Sobrio a las piñas” para invitarnos a beber el vino de la gran copa del Rock: ¡Salud!
El final estaba muy cerca luego de la aparición del Chizzo. Pero para sorpresa de todos, Ricardo dijo que hacía mucho que La renga no tocaba en Capital.. y pregunto en tono picante: “¿Y si tocan ahora?” acompañando la pregunta con una carga de emoción que la gente no terminaba de caer, mientras algunos se agarraban la cabeza y una piba gritaba “¡Jodeme que va tocar La Renga locoooo!!!”. Y apenas perceptible la voz, dado el rugir de la leonera, se escuchó al Chizzo contar que “ésta guitarra me la prestó Ricardo cuando grabamos Despedazado por mil partes” una hermosa SG roja, como la sangre caliente que a esa altura corría por las venas y empezó a sonar “El final es en donde partí” convirtiendo al estadio en un verdadero huracán. Ricardo Mollo, luego de ceder el escenario a La Renga dijo que esto había sido “un tiro para el lado de la justicia”. Cuanta felicidad y toda junta.
Ya promediando la una de la madrugada del domingo, luego de tres horas de puro Rock, del Gran Rock que hizo delirar a más de 45 mil personas la banda se despidió a puro festejo con “El ojo blindado”. Tres décadas y media lo ameritaba, con un Mollo recorriendo las vallas, en contacto con la gente, amagó con decir “Gracias totales”, frase que inmortalizó Gustavo Cerati, otra leyenda. Decilo, porque el público también agradeció rompiéndose las manos para aplaudir a la banda que otra vez lo dejó todo en el escenario.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.