La Paternal fue una fiesta el pasado sábado 26 de octubre cuando recibió en su casa al power trío que se lució en el escenario. Hubo invitados de lujo y un mensaje que no dejó lugar a dudas: la universidad pública se defiende.
Daniel Lencina @dani.lenci
Lunes 28 de octubre 20:53
Fotos: @natalia.s.bidondo
La del sábado fue una noche mágica. El aura del barrio de La Paternal te recibe con los murales dónde ves la sonrisa del pibito de Villa Fiorito que cambió la historia del fútbol mundial. Pero también es un barrio cargado de una rica historia, como la de las grandes barricadas obreras en la gran huelga general de 1936 que hizo temblar a la burguesía. El alto barrio de inmigrantes llegados del viejo mundo, que trajo anarquistas, rebeldes, socialistas, perseguidos y exiliados proletarios. Y como hace más de un siglo esa clase obrera explosiva se adueñó del fútbol, los anarquistas y socialistas fundaron el club de fútbol “Los Mártires de Chicago” que luego fue la Asociación Atlética Argentinos Juniors. Ese estadio, tan mítico fue el que alojó a miles de almas que fueron a ver a Divididos. Un estadio que tira lujos en el campo de juego, en las tribunas, que vió el debut de Diego Armando Maradona y que vió las últimas luces fugaces del último 10, Juan Román Riquelme.
Ya entre la muchedumbre, escucho al papá de un amigo decir “Yo en este estadio vi jugar a Bochini y a Maradona, Argentinos Jrs. contra Independiente” recuerda y a más de uno le dió cierta envidia por haber visto a semejantes astros.
Pasadas las 21.30hs, veíamos en pantalla gigante, el paso a nivel de la línea San Martín, el mismo ramal que transportó a miles de fans hasta el estadio. En la imagen vemos el ir y venir de autos y bondis, mientras cae el sol en lo que pareciera ser “un atardecer de acordes”. Luego los trenes y los rieles metálicos que lo soportan, transportaron a todo el estadio como si fuera el furgón de un día de semana laboral, hasta las manos. El tren hace el recorrido desde Hurlingham a La Paternal, y cuando llega a la estación un drone recorre el barrio del “Bichito” hasta que se posa sobre un mural del D10GO mientras el estadio explota y corea su nombre. En ese climax empezó a sonar ese bajo detonado de Diego Arnedo con “Cajita Musical” que fue el temazo elegido para abrir un concierto a lo grande.
Todo lo demás fue un lujo de recital, el sonido impecable, sutil y demoledor. La puesta en escena que cada vez es mejor y se supera a sí mismo y una lista de invitados que fue de lujo.
Ahora sí, hablemos de los invitados. Subieron al escenario para tocar “El embudo” los artistas Adriana Varela, Facundo Toro, Nadia Larcher, Willy Bronca y “el León bueno” como lo presentó Ricardo Mollo a León Gieco. Nuestras orejas escucharon la voz entrañable de Gieco y su armónica que repartió sentimientos para todo el barrio. El pibe Willy Bronca aportó en su métrica un mensaje tan claro como su linda remera “Educación pública siempre” y ya el ambiente se iba calentando para empezar a agitar en defensa de la universidad en medio del ataque que está recibiendo de este gobierno cipayo. Pero decíamos, los invitados hasta acá ya eran de primera.
Sin embargo, vale recordar que la semana pasada se cumplió un año sin Ricardo Iorio, fundador de V8, Hermetica y Almafuerte, tres bandas icónicas del Heavy Metal. Por ello el tema elegido para recordarlo fue “Se vos” con Claudio “Tano” Marciello como invitado que se lució con una guitarra de 12 cuerdas mientras, Mollo le puso la voz y una gran interpretación. Antes que empiece el tema, el público cantaba apoyando a los pibes que toman las universidades en todo el país y Ricardo Mollo dijo “Aguante la universidad pública”. Bajo una luz azulada, la poesía sobrevoló el estadio y fue emocionante el abrazo entre el Tano Marciello y Ricardo Mollo, que duró lo suficiente como darnos cuenta de que se habían tocado fibras muy íntimas con esa canción.
Pero la cosa no termina acá, porque en un momento Diego Arnedo dijo que se venía “El monstruo de tres cabezas de La Paternal” y tuvo razón porque se sumaron al escenario Machi Rufino que tocó con Spinetta en esa gran banda llamada “Invisible” y también se sumó Javier Malosetti que también compartió escenario con Luis Alberto. Lo que siguió fue una versión de “Despiertate nena”, temazo de Pescado Rabioso, muy bien zapada, sin la viola de Mollo que solo se dedicó a cantar. Es para destacar que Malosetti hizo sonar a su bajo como si fuera una recontra viola, y no fue el Wah wah que usó, sino el talento de un grande y -como notaran en el video que compartimos en esta nota-, nunca estuvo mejor puesto el nombre: el monstruo de tres cabezas removió los cimientos del barrio.
La lista seguía arrojando un clásico detrás de otro cuando fue invitado Alambre González quien acompañó al Carpo, oriundo de La Paternal. Y nuevamente subió el Tano, esta vez con una Gibson Les Paul, como le hubiera gustado a Norberto “Pappo” Napolitano, para interpretar nada más ni nada menos que “Sucio y desprolijo”. Lo que escuchamos ahí fue una colección de solos que estuvo a la altura de un homenaje al más grande de las seis cuerdas.
Los cánticos que corearon las masas fueron desde el clásico “La aplanadora del rock and roll es Divididos…”, pasando por “El que no salta votó a milei” y se sumó “Universidad de los trabajadores, al que no le gusta se jode!” como tema nuevo que rápidamente se volvió un hit popular.
El set list de Divididos fue increíble e incluyó un solo de batería de Catriel, que fue demoledor, además lució una bellisima casaca en alusión a Norma Plá que decía "La única norma que voy a seguir".
Durante casi tres horas, la banda ofreció lo mejor que tenía para salir a la cancha y no dejar dudas de la potencia y vigencia de los muchachos que buscaban la eternidad, de Hurlingham a Palomar. Lo dejaron todo para que el público retorne a sus pagos totalmente empachado. ¿Dije empachado? ¡No! Recontra empachado del más puro y ardiente rock de este país.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.