Los sindicatos en México fueron cooptados y estatizados a principios del siglo XX. Han sido los garantes de la pax capitalista y de los de los planes imperialistas en el país. Hoy, ante la gran crisis del PRI, entran en una nueva fase de su rol entreguista, pero ahora en una situación muy desfavorable y a punto de ser absorbidos por el aparato sindical que el morenista López Obrador está impulsando.
El Día Internacional de los Trabajadores en México, siempre fue una “fiesta” donde las direcciones sindicales —supuestamente a nombre de sus representados— agradecían al presidente en turno las “conquistas” defendidas por el “régimen de la revolución”; el Zócalo era el territorio propio de las centrales sindicales agrupadas en el Congreso del Trabajo (CTM, CROM, CROC, FSTSE, etc.) para pasar lista de asistencia. Trabajador que no asistiera dar las “gracias”, era sancionado hasta con tres días sin trabajo y sin sueldo.
Las grandes sindicales, como la CTM surgida en los años treinta al calor de un ascenso del movimiento obrero y de importantes conquistas que arrancaron a los gobiernos (su primer lema durante un tiempo fue “Por una sociedad sin clases”), se convirtieron en abiertos aliados de los patrones y pusieron su fuerza al servicio de la política laboral y económica de los gobiernos del PRI en turno. Cualquier disidencia que se expresara en el “desfile” del 1° de mayo ante el balcón presidencial era fuertemente reprimida, también los intentos de organización independiente de corrientes sindicales en esas organizaciones.
Eran los años en que el PRI dominaba totalmente la vida nacional y ejercía su hegemonía política en el Congreso sobre los débiles partidos de oposición. Los dirigentes de los sindicatos —todos ellos militantes priístas— obtenían senadurías, diputaciones y gubernaturas, como recompensa al férreo control que ejercían sobre sus “representados” y por la continua entrega de las viejas conquistas de los trabajadores.
Ello dio lugar a que los 70s y 80s surgiera una tendencia a romper con las organizaciones tradicionales y a la formación de sindicatos independientes bajo la consigna “¡charro, gobierno y patrón, son el mismo ladrón!”, dando importantes batallas en el período conocido como la “insurgencia sindical”. Esta tendencia, que finalmente fue derrotada, expresaba no solamente la impotencia de revertir el ambiente antidemocrático y gansteril que existía en los sindicatos oficialistas, sino que renunciaba a la lucha —pese a lo difícil de tal empresa— por recuperar los sindicatos y convertirlos en verdaderos instrumentos de lucha contra el ataque del capital y la política del gobierno.
Sin embargo, este auge de luchas obreras y la polarización política, alentó a las organizaciones independientes a recuperar el Zócalo a inicios de los ochentas, imponiendo el derecho a expresarse en la principal plaza símbolo del poder político y económico nacional. Al mismo tiempo, la crisis del boom de posguerra iniciado en los setentas —que se expresó con más fuerza en los años ochenta y noventa—, desgastó más al PRI, abriéndole una crisis que sería profundizada por el alzamiento de los indígenas y campesinos del EZLN, y que repercutió también al aparato sindical charro.
Posteriormente, la crisis escaló a medida que se imponían los planes neoliberales y crecía el descontento que causaban en la clase trabajadora ver como se reducía su nivel de vida, en tanto la burocracia sindical se convertía cada vez más en una millonaria clase empresarial. Fue bajo esta fase de explotación capitalista que la contención del descontento por el charrismo, se vio rebasada por los trabajadores que, en 1995, ante la abstención de la CTM de participar en la jornada del 1° de mayo, cientos de miles de trabajadores organizados por fuera de los sindicatos tradicionales, tomaron el zócalo dando paso al nacimiento de la Coordinadora Intersindical 1 de mayo (CIPM).
Lamentablemente, al ser muy pronto cooptada por el Partido de la Revolución Democrática —y por esa vía, al régimen político—, la CIPM que por varios años encabezó la marcha del Día Internacional de los Trabajadores, sufrió un proceso de vaciamiento y de pérdida de independencia política además de negarse a luchar por atraer a los trabajadores de las organizaciones controladas por la vieja burocracia sindical.
En esta Coordinadora, el PRD, como la pata izquierda del régimen, desempeñó su rol como mediación para mantener la estabilidad a política y las ganancias de los patrones. Empezaba así la influencia de este partido en algunos sindicatos, ante la ausencia de organismos sindicales independientes. Para 1997, el PRD gobernaría ya la capital del país para administrar los negocios capitalistas.
Se perdía así una gran oportunidad para reorganizar al movimiento obrero sobre bases democráticas y para arrancarle a las organizaciones del Congreso del Trabajo el control gansteril que ejercían sobre sus bases trabajadoras. Por su parte, centrales sindicales opositoras como la UNT (algunos de sus sindicatos que habían roto con las viejas centrales) y que aglutinaba a grandes organizaciones como el sindicato del Seguro Social, el de telefonistas y el STUNAM, entre otros), se fueron adoptando cada vez más a la política del régimen, y colaborando con el ataque a los Contratos Colectivos de Trabajo, respetando los hambreadores topes salariales e imponiendo la productividad.
Al mismo tiempo que sus dirigentes se eternizaba en sus cargos y se convertían en flamantes diputados del Congreso de la Unión, vía su militancia en el PRI y el PRD. En este aspecto, hicieron suyos los “usos y costumbres” del viejo burócrata Fidel Velázquez y otros dirigentes del aparato sindical oficialista.
De esta manera, el “1° de mayo opositor” se convirtió en un acto rutinario, con discursos incendiarios pero sin ninguna medida concreta para enfrentar efectivamente los planes que avanzaban cada vez más sobre los trabajadores. Incluso la tendencia al frente único, que en un momento se mostró en pláticas entre la UNT y Frente Sindical Mexicano-SME (en tiempos en que la CNTE se movilizaba por miles en las calles con métodos radicales), no pudo avanzar hacia una sólida central opositora que disputara al Congreso del Trabajo la hegemonía sobre los trabajadores organizados. La impotencia de estas organizaciones permitió al régimen imponer sus condiciones a la clase trabajadora y el avance del neoliberalismo.
Ninguna dirección orientó a los trabajadores hacia una política que fortaleciera las distintas luchas y reclamos e impusiera una especie de huelga general. Un precedente de eso fue aquella que encabezó el SME en julio de 1936, donde los electricistas lograron la mayoría de sus demandas, en el marco de la movilización solidaria de los principales sindicatos en esa época.
Es decir, que movimiento obrero del siglo XX, ha sufrido retrocesos no solamente por la política traidora de las direcciones sindicales oficialistas, sino por el conservadurismo y la política no combativa en las direcciones opositoras.
La caída del PRI, la transición política y el reacomodo del charrismo
Con la pérdida de la presidencia por el PRI, se debilitó aún más el aparato charro, el cual se puso al servicio del panista Vicente Fox. Así, la burocracia exhibía su fidelidad al capital sin importar el gobierno en el poder; pero también era la forma en que el PRI mostraba la importancia de su aparato sindical construido desde 1919 inicialmente con la CROM. La transición política que muchos alabaron en ese entonces, demostró no ser tal pues se mantenía intacto el aparato de control corporativo sobre la mayoría de sindicatos del país.
Así, el PRI y el PAN (y a la cola del PRD que dirigía sindicatos como telefonista, universitarios, seguro social, tranviarios, entre otros) impusieron condiciones más desfavorables para la clase trabajadora. Es durante el régimen de la “alternancia” que se imponen las reaccionarias reformas a la Ley del Seguro Social, la del ISSSTE, la reforma laboral y la reforma educativa. Un avance mayor incluso al que impuso el priato.
Pese a ciertos momentos de fuerte movilización por algunos sectores sindicales (entre ellos la CNTE), las marchas del 1 de mayo durante “la alternancia”, mostraron a los sindicatos plegados a los planes del régimen nacido en el 2000. Los pactos y treguas de las direcciones sindicales opositoras se convirtieron en la característica principal de su política.
De esta manera, no solamente no lucharon por la unificación de la clase trabajadora para fortalecerla, sino que impusieron en ella una moral no combativa, es decir, conservadora, en importantes sectores de trabajadores. Una vez más, el 1 de mayo de convertía en una jornada rutinaria, donde las direcciones sindicales priorizaban la lucha por… escaños y curules.
Pero es falso que los movimientos tienen las direcciones que se merecen. El movimiento obrero popular mexicano en las últimas décadas, ha dado muestras de gran combatividad y heroicidad, como la movilización de las y los trabajadores del Seguro Social en 2004-2005 en defensa de su Contrato Colectivo de Trabajo; o la huelga de SICARTSA en abril de 2010 en Lázaro Cárdenas, Michoacán (“La Batalla de SICARTSA”); o la de los trabajadores y sectores populares organizado en la APPO (“La Comuna de Oaxaca); o el plantón de la CNTE en el Zócalo, en septiembre del 2013, que fue brutalmente desalojado por el gobierno perredista de la ciudad de México.
Incluso, las grandes movilizaciones del 2013 contra las reformas a las leyes sobre educación, energía, telecomunicaciones y hacienda, fueron orientadas a la vía impotente de presión y confianza en el Congreso de la Unión. En ningún momento se planteó el Paro nacional como herramienta de lucha.
Todavía, en el 2015, los y las trabajadoras de Cd Juárez, hicieron paros con toma de fábricas, cuyas demandas centrales eran aumento de salarios, reparto de utilidades, contra el hostigamiento sexual, echar a la burocracia y por independencia sindical. Es decir, las direcciones no estuvieron a la altura de las tareas que les correspondían. Por el contrario, varios sindicatos opositores se pusieron al servicio del nuevo régimen de la alternancia.
Un charrismo en picada y el proyecto sindical de AMLO
El triunfo electoral de López Obrador despertó grandes expectativas de las masas, cansadas de los principales partidos del Congreso, del reaccionario “Pacto por México” (PRI-PAN-PRD) y de la pérdida de conquistas a manos de los patrones en complicidad con las direcciones sindicales.
El hundimiento del PRI en las elecciones, terminó por dejar desamparado a su aparato sindical corporativo.
Pero así como en el PRI se están expresando importantes divisiones o rupturas —hay corrientes internas que se proponen fundar un partido distinto—, la otrora poderosa burocracia del Congreso del Trabajo también se está fracturando. Varios de sus dirigentes están buscando reacomodarse en el nuevo escenario político, como lo muestran varios sectores charros que buscan dialogar con el gobierno de AMLO.
Sin embargo, un elemento que profundiza esta la crisis es el surgimiento del fenómeno huelguístico de las maquiladoras de Matamoros, en la frontera con los Estados Unidos. Esa oleada de huelgas contra las transnacionales, mostró a un proletariado que rebasó los fuertes cacicazgos sindicales —impactaron en otros sectores de trabajadores no maquiladores—, y abre la posibilidad del surgimiento de “huelgas locas” y paros espontáneos que pueden repercutir a corto plazo en otras partes del país.
Justo en este marco, se da una tendencia a la fragmentación del charrismo, donde sectores de la burocracia rompen con la CTM para reacomodarse ante los nuevos tiempos y ofrecerse como mejores garantes de los planes capitalistas bajo el gobierno de López Obrador. Hoy, la lucha por desplazar a la CTM de rol histórico, ha empezado desde varios frentes, y nuevos liderazgos buscan ser los nuevos sindicatos de la 4ª Transformación.
La CTM, encabezada por Carlos Aceves del Olmo, sufrió el más grande desmembramiento en su historia con la ruptura del cacique sindical de la maquiladoras en Coahuila, Tereso Medina, que busca crear un nuevo sindicato que aglutinaría a trabajadores de la industria metal mecánica, sidero-metalúrgica, automotriz y proveedoras de autopartes en general.
Está también la CATEM (Confederación Autónoma de los Trabajadores y Empleados de México), dirigida por el senador morenista Pedro Haces, que advirtió “los días de la CTM están contados…”
Incluso, Haces ya recibió la visita de exdirigentes y dirigentes de las centrales afiliadas al Congreso del Trabajo, empezando por el líder hampón Víctor Flores, del sindicato ferrocarrilero.
Pero el principal organismo al servicio del proyecto sindical de AMLO, es la CIT (Central Internacional de Trabajadores, encabezada por el dirigente del poderoso sindicato minero, Napoléón Gómez Urrutia (senador del Morena), que en acuerdo con María Luisa Acalde de la Secretaría del Trabajo, busca debilitar al viejo charrismo y construir nuevas centrales “democráticas” cuya base es el convenio 98 de la OIT que apunta a un nuevo sindicalismo más “libre” y en “armonía con los factores de la producción” (como repiten AMLO y estos dirigentes).
No obstante, con estas direcciones y centrales sindicales se mantiene la relación de dependencia de las organizaciones obreras respecto del gobierno y del régimen. Para empezar, ya avalaron la nueva reforma laboral, cuyo aspecto más destacado es que le quita a la vieja burocracia mecanismos de control, pero favorece el poder de los patrones en los conflictos laborales (con intervención directa del poder judicial) y pone al “nuevo” sindicalismo a tono con los requerimientos de Trum y el T-MEC.
Por un 1 de mayo combativo, independiente y clasista
Este primero de mayo hay mucho por que luchar. Se da en un contexto de carestía de la vida y aumento de la inflación, de recortes al presupuesto debido a la “austeridad republicana”, de despedidos de miles por luchar (como sucedió en Matamos), de una huelga testigo como la del SITUAM —donde la cerrazón de las autoridades (y complicidad del gobierno) muestran que bajo la 4ª Transformación los trabajadores no dejarán de levantar sus demandas—, de la imposición de las reformas laboral y educativa.
Pero existe el riesgo de que muchos trabajadores pueden creerse el discurso oficial de que el discurso de “primero los pobres” requiera darle tiempo a AMLO a que acabe con los “conservadores” y que los “radicales” le den tregua mientras él acuerda con los grandes magnates del Consejo Asesor Empresarial los planes capitalistas. Y si bien las nuevas organizaciones obreras no saldrán a decir “gracias señor presidente” como en el pasado, sí buscarán integrar a los trabajadores en nuevo proyecto sindical, acorde a los planes políticos y económicos. De esta manera —y más bajo las presiones de Donald Trump— la reconfiguración de las organizaciones obreras continuará —bajo nuevas formas— al servicio de los intereses patronales.
Por eso, una demanda central este primero de mayo es por la Democracia e Independencia sindical del movimiento obrero respecto a la 4ª Transformación. De esta forma, los sindicatos podrán enfrentar los planes que se avecinan y que serán impuestos por la mayoría parlamentaria del MORENA.
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