El Gran Círculo de Obreros de México se ligó por un breve periodo a la Primera Internacional, influenciados por los anarquistas, quienes, si bien dotaron a los trabajadores mexicanos de una perspectiva independiente, carecían de una estrategia para la revolución socialista.
El Gran Círculo de Obreros de México, fue la organización proletaria más importante del siglo XIX en nuestro país y se vinculó casi desde su fundación con la Asociación Internacional de los Trabajadores o Primera Internacional. Los vínculos que la clase obrera mexicana tuvo con el movimiento obrero europeo comenzaron desde 1870. Cuando los anarquistas mexicanos encabezados por Plotino Rhodakanaty tuvieron contacto con los seguidores de Bakunin en Europa, este acercamiento permitió crear una alianza de la clase obrera mexicana con los trabajadores al otro lado del Atlántico.
Los hechos estaban también encuadrados en los problemas nacionales (que necesariamente siguieron cruzados por la cuestión internacional) del México de aquel momento, tal como la república restaurada, que derrotó a las tropas de Napoleón III y terminó con la imposición del emperador Maximiliano de Habsburgo, lo cual trajo un periodo de una relativa estabilidad para el gobierno liberal. Es en este contexto que se desarrollaron con cierta rapidez organizaciones obreras que se propusieron defender los intereses de un incipiente y naciente movimiento de los trabajadores; como las asociaciones mutualistas que fueron clave para la clase obrera en este periodo.
La coyuntura estaba en este punto cruzada por el hecho de que al interior del movimiento obrero mexicano ocurrían dos cuestiones importantes la primera fue la crisis que trajo consigo la muerte de Santiago Villanueva, principal dirigente del Gran Círculo y quien fuera el referente más importante de la histórica huelga de la Fama Montañesa, hecho que ocurrió algunos días después de la muerte de Benito Juárez. La segunda, es que frente a esta situación dirigentes conciliadores del movimiento obrero se apoderaron de la dirección de la asociación obrera, para tener pactos con el Estado liberal encabezado por Sebastián Lerdo de Tejada.
Por su parte Rhodakanaty y Zalacosta se mantuvieron al margen del proceso de crecimiento del Gran Círculo. Su política los llevó a fundar el Gran Círculo Reformista el 20 de marzo de 1872, en oposición al Gran Círculo de Obreros, negándose a disputar la dirección política de la organización mayoritaria, con la cual se identificaba el grueso de los trabajadores y de hecho aglutinaba a la mayor parte de las organizaciones mutualistas. Posteriormente, ante su fracaso, los anarquistas terminaron por volver al Gran Círculo, para encarar el Congreso Obrero de 1876, del cual hablaremos a profundidad en otro momento.
Ahora las preguntas clave para entender a los libertarios, ala radical del movimiento proletario son: ¿De dónde venía esta orientación? ¿Cuál era el proyecto que sostenían los anarquistas frente a estos acontecimientos?
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Debate entre marxismo y el anarquismo: resonancia internacional
En el Congreso Obrero de 1876 en México existió un proceso político interesante: los anarquistas locales fueron influidos por las discusiones que se daban en el seno de la Primera Internacional, por la lucha entre el ala encabezada por Marx y Engels contra Bakunin. Este último renegaba de la dirección central de la organización, pregonaba un socialismo “antiautoritario” o libertario y catalogaba de autoritaria la línea de los socialistas científicos.
La posición de los anarquistas era de federalizar la Internacional de manera que no existiera autoridad en ella. A la par, negaban la necesidad de la conquista del poder político como sostenía Marx, además la expulsión de Bakunin, acusado de malversación de los fondos para editar El capital en ruso exacerbó las posiciones políticas de los libertarios. Lo que implicaba un rechazo completo a construir asociaciones que centralizaran la fuerza de la clase obrera, línea que fue adoptada en los países donde tenían mayor peso. Lo cual impactó fuertemente en México, donde los anarquistas locales adoptaron esta posición y reprodujeron en su totalidad estas directrices, cuyo único acierto era defender la independencia política (lo cual compartían con los comunistas), a partir de lo cual se abrían las diferencias estratégicas ya planteadas.
Esto llevó por un lado a los anarquistas en México a negarse a apoyar al gobierno de Lerdo de Tejada, lo cual fue una posición correcta, ya que este presidente era representante del Estado liberal y garante de los intereses de la burguesía industrial naciente. Ahora, si bien era correcto negarse a la colaboración de clases, el resto de su perspectiva los llevó a ser incapaces de responder a los acontecimientos del próximo periodo, que implicaban la lucha política dentro del Gran Congreso Obrero.
En este espacio los libertarios mexicanos defendieron hasta el cansancio la línea del Congreso de Saint-Imier, también conocida como Internacional Anarquista, fundada tras la expulsión de Bakunin y sus seguidores de la Primera Internacional. Sin darse cuenta que esta estrategia los llevaba a la derrota, en primer lugar, porque los incitaba al sectarismo y a la desconfianza respecto de la convocatoria “política” hecha por la dirección del Gran Círculo de Obreros de México. Desde Saint Imier, Bakunin llamaba a rechazar las acciones y convocatorias “políticas”.
Los anarquistas mexicanos se delimitaban de la dirección mutualista del Gran Circulo, aduciendo que la misma respondía al Estado liberal. Este aspecto era correcto, pero a la par no diferenciaba entre la base y la dirección, es decir, se rechazaba la posibilidad de recuperar este organismo obrero de las manos de los sectores más oportunistas. Porque construir una nueva dirección hubiera implicado hacer “política”, además de buscar la construcción de un organismo unitario y no uno federalizado y descentralizado.
Los anarquistas no rechazaban la necesidad de construir una organización política independiente de los partidos de la burguesía que fuera amplia, pero si rechazaban la idea de estar sujetos a un programa y acuerdos comunes, a tener que acatarlos, por el repudio explícito a la posición de Marx y Engels. La Internacional de Saint-Imier, precisamente velaba por una federación donde no se sujetarán a este tipo de acuerdos, el resultado de esa política fue que su organización internacional desapareció a finales de 1877 después de celebrar en septiembre los Congresos de Verviers y el ampliado de Gante, los cuales resultaron un fracaso.
Finalmente, el movimiento obrero mexicano quedó aislado y alejado de lo más avanzado del movimiento obrero europeo, del que vivió la Primavera de los pueblos de 1848, del que fundó sindicatos independientes y combativos en Inglaterra, del que sacó importantes lecciones de la Comuna de París, sin esas discusiones los proletarios mexicanos no pudieron sacar mejores lecciones. Fue por esa razón que los congresos obreros posteriores celebrados en México perdieron la orientación política independiente, ante la incapacidad de los anarquistas de construir organizaciones dotadas de una política y un programa basado en el socialismo científico y la lucha por el poder para los trabajadores, que contrarrestará la influencia que irían alcanzando las direcciones que fueron precursoras del moderno reformismo.
Estrategia y anti-estrategia
La perspectiva de los anarquistas mexicanos, inspirados por Bakunin, rechazaban la estrategia planteada por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista y sus elaboraciones posteriores, planteando la necesidad de construir una organización política de la clase obrera, basada en su independencia política respecto a la clase dominante bajo el capitalismo, buscando la conquista del poder político, es decir tomar el poder del Estado, como precondición para lograr la emancipación económica doblegar a la burguesía y expropiar los medios de producción.
El socialismo es una necesidad para la mayorías explotadas y oprimidas por el capitalismo. Eso es lo que formularon Marx y Engels, sacando las mejores lecciones de la historia. Crear una sociedad nueva pasa por derrotar a la burguesía por medio de la violencia revolucionaria organizada. Imposible crear esa sociedad nueva sin tomar el poder: un movimiento revolucionario que no lo hace permite a la clase dominante recomponer su fuerza para volver a doblegar a las mayorías. El anarquismo resulta ser una anti estrategia, es una estrategia que no se apuesta a ganar, sólo a resistir.
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