El cuarto viernes de noviembre se conmemoran a las víctimas del llamado Holodomor, una hambruna que golpeó en especial a Ucrania a principios de la década de 1930.
El cuarto viernes de noviembre es la conmemoración del llamado Holodomor. Derivado del ucraniano “moryty holodom” (matar de hambre), se refiere a una hambruna que golpeó en especial a Ucrania a inicios de la década de 1930. En medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, sectores del nacionalismo ucraniano han usado este evento como propaganda para agitar contra el enemigo ruso, a la vez que sectores de la derecha internacional lo han puesto de ejemplo para mostrar la inviabilidad del socialismo, sistema que presuntamente causaría hambrunas y que sería responsable de la situación ucraniana.
La versión del nacionalismo ucraniano
Según la historiografía ucraniana, así como de la derecha, el Holodomor sería una hambruna deliberadamente provocada por el régimen de Stalin en contra de sectores del nacionalismo ucraniano. Es, por ejemplo, lo que sostienen historiadores como Timothy Snyder.
Cada una de [esas políticas implementadas por el gobierno soviético] puede parecer una medida administrativa anodina, y ciertamente cada una de ellas fue presentada como tal en su momento, y sin embargo cada una tuvo que matar. [1]
De igual forma, al decretar la conmemoración internacional del Holodomor, el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, declaró que “recordar a las víctimas de la catástrofe deliberada del Holodomor nos da la oportunidad de reflexionar sobre la situación de todos los que han sufrido las consecuencias del extremismo y la tiranía en todo el mundo”. [2] Con esto la derecha pretende señalar al Holodomor como una catástrofe provocada deliberadamente por el gobierno soviético (al que asocian indistintamente con Rusia) [3] y como un ejemplo de la tiranía a la que lleva el socialismo, cuya consecuencia inevitable sería el hambre y las crisis crónicas.
Los historiadores ucranianos, después de la restauración capitalista en las repúblicas que constituían el Estado obrero degenerado [4] que fue la URSS, no han dejado pasar la oportunidad de sacar provecho de esta comparación para sostener una falsa continuidad entre el régimen de Lenin y la pesadilla burocrática y dictatorial de Stalin. Es el caso del historiador ucraniano Stanislav Kulchytsky, quien ha señalado:
El experimento comunista se impuso por la fuerza y, por tanto, no constituyó más que una serie casi continua de crímenes contra la sociedad. Dos décadas de terror y propaganda por parte de los dirigentes del partido crearon un orden social que, en general, era coherente con su idea del comunismo. […] El objetivo de la política de nacionalidades del Kremlin era transformar la unión de países, que era la Unión Soviética antes del Holodomor de 1932-33 y el terror de masas de 1937-38, en un estado centralizado con algunas relajaciones lingüísticas y culturales para las "naciones titulares" de las repúblicas soviéticas. [5]
Asimismo, el Holodomor sería la versión “comunista” del Holocausto judío en el nazismo, queriendo hacer una falsa comparación entre ambos regímenes totalitarios. Según esta línea, impulsada principalmente por el exmaoísta Stéphane Courtois, autor del Libro negro del comunismo, el comunismo sería “igual de criminal” que el nazismo. Como ya hemos explicado anteriormente, [6] este razonamiento se basa en cifras infladas y una paupérrima metodología de investigación para alegar que supuestamente el marxismo habría causado 100 millones de muertes a lo largo del siglo XX.
La hambruna, desatada en 1932, habría matado entre 2 a 4.5 millones de personas. El evento es considerado por 16 países como un genocidio, seis lo consideran un acto criminal de Stalin y cinco organizaciones internacionales la consideran ya sea una tragedia o directamente un crimen contra la humanidad.
La versión del estalinismo
Por el contrario, sectores en la izquierda afines al estalinismo, así como lo hicieron en su momento las autoridades soviéticas, sostienen que la hambruna fue producto de una contribución de factores, entre los que se encuentra principalmente la sequía y la sobre extensión del área de siembra. [7]
Asimismo, enlistan entre las causas de la catástrofe la actitud de sectores ricos del campesinado (conocidos como kulaks) en realizar una campaña contra el gobierno. Así, historiadores como Ludo Martens plantean que “ante todo, fue provocada por la verdadera guerra civil iniciada por los kulaks y los elementos reaccionarios nostálgicos del zarismo contra la colectivización de la agricultura”, así como “el desorden inevitablemente provocado por la desorganización de la agricultura y el trastorno tan profundo de todas las relaciones económicas y sociales: falta de experiencia, improvisación y confusión en las directrices, falta de preparación, el radicalismo izquierdista de ciertas capas de los más pobres y de ciertos funcionarios”. [8]
De igual forma, esto sectores plantean, contra la narrativa del nacionalismo ucraniano, que el término “Holodomor” fue originalmente utilizado por aquellos que, durante la ocupación nazi, fungieron como miembros de las fuerzas ucranianas que se unieron al ejército alemán en contra del Ejército Rojo y el gobierno soviético, pero bajo la noción de que cualquiera que utilice el término “Holodomor” lo hace porque “cayó en la propaganda fascista”, pretendiendo minimizar el papel jugado por Stalin y enfatizando las medidas de éste una vez se enteró de la hambruna.
Una tercera visión del Holodomor: la crisis de desabasto
Lo que estos últimos personajes no mencionan es que esta situación catastrófica se debió nada menos a las políticas defendidas por Stalin hasta ese momento y que hoy en día en cierto sentido siguen siendo defendidas.
La hambruna ucraniana no debe verse si no es explicada previamente la crisis que la antecedió: la crisis del desabasto de 1928. Luego de tomar el poder, los bolcheviques, viéndose asediados por el asalto de más de 14 ejércitos al recientemente creado Estado obrero, tuvieron que instaurar la política de “comunismo de guerra” en la que el conjunto de la economía planificada giró en función de las necesidades militares para hacer frente al enemigo y la contrarrevolución.
Pero pronto se hicieron notar los límites de esta situación. Comenzaron episodios como la rebelión de Kronstadt, en la que, si bien hubo interferencia del imperialismo y la contrarrevolución, [9] dejaba en claro que la situación era insostenible y era urgente un giro, ya que, de no hacerse, se rompería la alianza entre los obreros y el campesinado que habían impulsado los bolcheviques. Ya desde diciembre de 1919, Trotsky había pasado sus días recolectando información en los Urales, finalmente presentado en febrero una serie de medidas ente el Comité Central bolchevique donde planteaba a través de un memorando que “la política actual de requisa de los productos alimenticios, de responsabilidad colectiva para la entrega de estos productos y de reparto equitativo de los productos industriales provoca la decadencia progresiva de la agricultura, la dispersión del proletariado industrial y amenaza con desorganizar totalmente la vida económica del país”. [10] Como propuesta de solución, Trotsky sugería “reemplazar la requisa de los excedentes por un descuento proporcional a la cantidad de la producción (una especie de impuesto progresivo sobre el ingreso) y establecido de tal modo que siempre sea ventajoso aumentar la superficie sembrada o cultivarla mejor”. [11]
Finalmente, en 1921 Lenin aprueba la Nueva Política Económica (NEP), en la cual se daban ciertas concesiones al campesinado para hacer frente a la hambruna provocada por los siete años de guerra mundial y guerra civil que el territorio del otrora imperio ruso había sufrido. Sin embargo, una de las consecuencias no previstas fue el del paulatino enriquecimiento de los campesinos ricos (kulaks) en detrimento de los campesinos pobres (llamados muyiks), permitiendo a los primeros acumular capital. Desde 1926 y en especial en 1927 (después de la muerte de Lenin en 1924), las políticas de la NEP habían llegado a su límite, llegando a generar escasez e inconsistencias entre los precios oficiales y aquellos del libre mercado, sobre todo en los productos agrícolas.
Pronto esto derivó en un fenómeno denominado “las tijeras”, en el que los productos creados en las ciudades eran vendidos en el campo a precios altos, a la vez que los kulaks no necesitaban vender sus productos para poder subsistir. Con ello, la posibilidad de que regresara la hambruna a asolar las grandes concentraciones poblacionales era cada vez más fuerte.
Una de las medidas que el gobierno soviético llevó adelante fue la creación de granjas colectivas llamadas koljoses, en las cuales los campesinos debían producir de manera conjunta sus cosechas para así abastecer a las ciudades. Pero pronto comenzaron a presentarse dos visiones contrapuestas de cómo llevar adelante la economía soviética, cada una ligada a estrategias opuestas y ligada a intereses materiales.
De un lado estaban Stalin, Bujarin y la naciente burocracia que se había fortalecido con las medidas de la NEP. Si bien en su momento Lenin había aprobado la NEP para hacer frente a los estragos de la guerra, era solamente una medida temporal para recuperar la economía. Sin embargo, el progresivo aislamiento del Estado obrero [12] sometía a la población a diversas presiones en las que la burocracia se fortalecía mientras ese aislamiento se hacía cada vez más evidente. Stalin y Bujarin impulsaron entonces una política de “industrialización a paso de tortuga” bajo la consigna de “campesinos, enriquézcanse”.
Para Bujarin, la industrialización tendría impuestos altos a los kulaks, para lo cual la industrialización paulatina era una “concesión” y un “sacrificio” de la clase obrera a los campesinos. La intención sería la de “asimilar al kulak como clase” a través de la propaganda, bajos impuestos y sacrificios en las ciudades.
La otra postura era la de Trotsky, quien proponía una industrialización acelerada y un incremento en los impuestos al campesinado, sólo que mediante incrementos progresivos. Para Trotsky, la asimilación del kulak debía hacerse con hechos y no con palabras (o propaganda), demostrando la superioridad de los koljoses y con ello que los kulaks voluntariamente accedieran a éstos, apoyados por la industria pesada.
Trotsky con esto ponía el centro de gravedad en el proletariado. Como él mismo planteaba: “la clase obrera puede mantener y fortalecer su rol dirigente, no mediante el aparato del Estado o el ejército, sino por medio de la industria que le da origen al proletariado”. [13] A su vez, las ciudades deberían vender productos baratos al campo para compensar la carga impositiva.
Internacionalismo marxista vs (neo)menchevismo
La posición de Bujarin y Stalin se complementaba con su pseudo-teoría del “socialismo en un solo país”. Simultáneamente, mientras insistían en que la URSS debían tener una industrialización lenta, retomaban la postura menchevique de que había países “maduros e inmaduros” para la revolución proletaria y que en varios de ellos la tarea inmediata era la de una revolución democrático-burguesa para derrocar al “feudalismo”. Dentro de este espectro se encontraban la mayoría de países de África, América Latina y Asia, en particular China, que en ese momento experimentaba una revolución.
“Coherentes” con esa postura, el bloque de Stalin y Bujarin planteaba al recientemente creado Partido Comunista de China mantener una alianza con el Partido Nacionalista Chino (Kuomingtang o KMT), el cual tenía entre sus filas a empresarios y señores de la guerra y era encabezado por Chiang Kai-Shek. Con ello, sin embargo, rompían con la teoría leninista, la cual plantea que el imperialismo, como fase superior del capitalismo, expande por el mundo este modo de producción, subordinando naciones y formas específicas de producción en función de las necesidades del mercado capitalista. A este fenómeno Trotsky lo denominaba la Ley de Desarrollo Desigual y Combinado. [14]
Stalin y la burocracia que éste favorecía, por el contrario, alegaban que la Revolución Rusa era excepción histórica en un mar de feudalismo. Bajo esta lógica es que varios partidos comunistas terminaban apoyándose en sus respectivos partidos capitalistas locales, [15] como ocurrió en México, donde el PCM apoyaba al PRM-PRI, el PSP cubano apoyaba a Fulgencio Batista, el PCF apoyaba al gobierno imperialista francés, lo mismo que el PCE durante la guerra civil española, etc.
La posición de Trotsky, por el contrario, era coherente con la Ley de Desarrollo Desigual y Combinado y la teoría de la Revolución Permanente. Trotsky insistía en que el Partido Comunista de China actuara por fuera del KMT y en contra de éste, pero la fortaleza numérica de la burocracia de Stalin, combinada con el prestigio que el PCUS había ganado ante las masas trabajadoras, impidió que esta postura se desarrollara, llevando a eventos trágicos como la masacre de obreros y comunistas en Shanghái a manos del KMT. Tras esta derrota, la burocracia de Stalin en la Tercera Internacional ordenó la insurrección, lo que derivó en la Comuna de Cantón, pero ésta terminó aislada y asediada por los ejércitos capitalistas chinos.
Los eventos internacionales tienen correlato en el plano nacional
Todo el apartado anterior lo explicamos ya que la derrota de la revolución china fortaleció a la burocracia de Stalin, que impulsó la industrialización lenta. Incluso se llegó al ridículo de afirmar que era innecesaria la construcción de una presa en el río Dniéper porque sería el equivalente a “darle un gramófono a un campesino sin vaca”, a lo que Trotsky respondía que, dadas las condiciones de la URSS, la política de Stalin y Bujarin era errada y que "no se crea un gran barco de vapor juntando muchos barcos de pesca".
Pero la política del bloque Stalin-Bujarin pronto estalló: los kulaks se rehusaron a vender sus productos, incluso llegando a quemar sus cosechas; con ello también el bloque de Stalin y Bujarin se deshizo y el primero ordenó la represión de los Kulaks. Se pasó de “la asimilación del kulak como clase” a “la eliminación del kulak como clase” y a las colectivizaciones forzosas.
Como señalan nuestros compañeros Emilio Albamonte y Matías Maiello: “Para Trotsky [el avance al socialismo] no se podía lograr definitivamente dentro de las fronteras de la atrasada Rusia, pero con esta política se podía ‘ganar tiempo’ mientras llegase en auxilio el triunfo de la revolución en algún país central (con alta productividad)”. [16]
La política de Trotsky, a la vez que podría haber llevado al triunfo de la revolución en China, ciertamente no habría detenido la sequía, pero la alta industrialización podría haber mitigado los efectos de la misma y dar más margen de maniobra para hacer frente a la hambruna; es decir, se podría haber tenido medios para reducir el daño, pero la política criminal de Stalin impidió tal desarrollo. Unos años después, ya con Trotsky en el exilio, la hambruna llegó, empeorada por las políticas de la burocracia que exigían “cuotas”, colectivizaciones forzosas y una rápida industrialización en detrimento de la clase obrera.
La postura de Trotsky, además, era congruente con los esbozos de Marx. Ya en su obra La ideología alemana, el comunista de Tréveris apuntaba que el socialismo debía desarrollar todas las fuerzas productivas de la humanidad (es decir, impulsar el desarrollo tecnológico en función de hacer más cómoda la vida del conjunto de la sociedad), ya que de lo contrario, solamente se reproduciría “la misma mierda vieja” (die alte sheisse). Esto sólo se podía conseguir con el triunfo de la revolución socialista en un país imperialista, ya que su alto grado de desarrollo técnico podría acelerar las tareas socialistas de la reducción de la jornada laboral. De ahí el paralelismo de Trotsky de querer hacer un barco a vapor con muchos botes de pesca, refiriéndose al profundo atraso en el que la URSS se encontraba en aquel entonces.
Paralelamente, cada derrota en el plano internacional de la clase obrera y los partidos comunistas solamente fortalecía a la burocracia y se traducía en efectos en el plano nacional. Así, ante el ascenso de Hitler al poder vino el endurecimiento de medidas represivas para hacer frente a la hambruna; con la derrota de la revolución española luego de las Jornadas de Mayo del 37 vinieron los Procesos de Moscú en los que el menchevique Vishinsky, en calidad de fiscal supremo, sometió por órdenes de Stalin a prácticamente la totalidad de los miembros del Comité Central que en 1917 habían dirigido la Revolución de Octubre: Trotsky era forzado a mantenerse exiliado (y posteriormente asesinado en Coyoacán en 1940), Adolf Joffe se había suicidado en 1927, Riázanov, Rykov, Pyátakov, Gevorkian, Zinoviev, Radek, Kámenev y varios más eran enviados a los gulags acusados de colaborar con el fascismo y conspirar contra Stalin.
Lejos de justificar el accionar de la burocracia, como lo hacen los sectores afines al estalinismo al minimizar el papel que tuvieron las políticas previas, y a la vez que combatimos la propaganda de la derecha y el nacionalismo ucraniano que pintan al Holodomor como un genocidio deliberado, es importante enfatizar que la hambruna de 1932-33 se sintió en toda la URSS, pero Ucrania fue particularmente golpeada al ser el principal productor de grano (y como, irónicamente, se pudo ver luego de la invasión de Putin con el encarecimiento de productos al no poder exportar grano, ya que Ucrania sigue siendo uno de los principales productores de cereales en el mundo). Es decir, lo deliberado fue la política de Stalin para hacer frente a la crisis de abasto de 1928, pero para 1932, cuando vino la hambruna, ya era demasiado tarde y las medidas para combatirla se hicieron con un autoritarismo atroz.
Una política de planificación democrática, ligada con una estrategia internacionalista independiente del capitalismo habría podido salvar millones de vidas, a la vez que podría haber permitido que el Estado obrero tuviera un piso más firme para sostenerse temporalmente (aunque fuera mediante otro país atrasado como China) para después coordinar a los partidos comunistas de cada país a hacer frente a sus respectivas burguesías, en especial en los países imperialistas como Alemania, Italia, Francia o España, que venían experimentando el crecimiento de organizaciones fascistas luego del estallido de la crisis de 1929. Con ello se podría incluso haber prevenido la Segunda Guerra Mundial, sus millones de muertos, ciudades arrasadas, el Holocausto y el exterminio de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
El Holodomor, lejos de ser la consecuencia de la pesadilla totalitaria que la derecha asocia con el socialismo, es la consecuencia de no tener una economía democráticamente planificada, a la vez que demuestra la necesidad de que las revoluciones en cada país triunfen para evitar las catástrofes que el estalinismo y su burocratismo monstruoso llevaron adelante durante todo el siglo XX. Nos toca a nosotros aprender de los errores.
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