“El partido de Bregman y Del Caño educó a su militancia en un rumbo absolutamente racista frente al movimiento piquetero” es el título de una extensa y extraña entrevista publicada en un medio afín a Grabois y su corriente política. Quien hizo semejante afirmación fue la dirigente del Partido Obrero Vanina Biasi, precandidata a jefa de gobierno de la CABA por la lista del FITU encabezada por Gabriel Solano. ¿Un punto de no retorno?
Sábado 5 de agosto de 2023 10:47
En el cuerpo de la entrevista Biasi afirma lo siguiente: “el debate interno de la izquierda es el profundo racismo que transitan los comentarios del partido de Bregman y Del Caño, el cual decidió educar a la militancia en un rumbo absolutamente racista frente al movimiento piquetero de nuestro país”. La “rareza” de esta entrevista, publicada sin firma en un portal con pauta publicitaria del gobernador Kicillof y los intendentes camporistas Mayra Mendoza y Ariel Sujarchuk, es que quien entrevistaba a Biasi siguió de largo con otras preguntas variopintas sin detenerse a repreguntarle cómo podía sindicar a un partido socialista revolucionario como el PTS, que fundó el FIT junto al PO y a Izquierda Socialista doce años atrás, como propagador del racismo y seguir perteneciendo al mismo frente.
Biasi ratificó sus dichos en la nota publicándola con agradecimiento incluido en su cuenta de Twitter, con muy pocos “me gusta”, como el de Carla Deiana, candidata a gobernadora de Santa Fe, la ex legisladora de CABA Amanda Martín, la precandidata a legisladora Tatiana Fernández Martí, entre otros cuadros y dirigentes del PO.
Del otro lado, el insólito ataque provocó sorpresa y el repudio de cientos de militantes y simpatizantes de la izquierda, incluidos muchas y muchos del propio Partido Obrero, y también de Jorge Adaro de Izquierda Socialista, de Convergencia Socialista y de Manuela Castañeira del Nuevo Mas.
¿Discusión política o invalidación del “enemigo”?
El PO, y a su zaga el MST, decidió justificar su decisión de ir a las PASO en el FITU a través de una campaña que fue in crescendo a medida de que Solano necesitó aparecer de alguna manera en los medios. Pareciera que un electoralismo febril permitiría decir cualquier ridiculez: “neokirchneristas” (reprimidos una decena de veces en la Panamericana por el ministro de CFK, Sergio Berni, con varios dirigentes reprimidos -como Nicolás del Caño y José Montes-, presos entre los que encontraba quien escribe esto, denunciadores del Proyecto X de la ministra Garré, y decenas de etcéteras), “no están en las luchas” (Zanon, Brukman, Jabón Federal, Subte, Kraft, Mafissa, Pepsico, ¡Jujuy!, y un larguísimo etcétera) , “casta de izquierda” (700 candidatas y candidatos trabajadores entre los que se encuentra el primer diputado coya, recolector de basura y trotskista en Jujuy, impulsores de la consigna de que los funcionarios ganen como un docentes…) ...
Como es público y notorio, el PO y sus candidatos utilizaron la campaña electoral esencialmente para denostar al PTS, mucho más que a los partidos del ajuste y sus candidatos que preparan nuevos zarpazos contra el pueblo trabajador. Por el contrario, nuestras candidatas y candidatos se negaron en todas y en cada una de las intervenciones públicas a responder a una sola de las múltiples patrañas que se emiten desde Prensa Obrera y reproducen Solano y sus laderos del MST. Y no porque no tengamos diferencias (que no son menores) en cuanto a la estrategia y la práctica política, cuestiones que hemos debatido en no pocas oportunidades desde este medio, sino porque consideramos que la tribuna electoral debe tener como eje una agitación de masas para enfrentar al enemigo de clase, sacarle el velo a sus colectoras como Grabois y agitar la necesidad de organizarse y luchar para derrotar el consenso del ajuste e imponer un programa obrero y popular.
Al racismo se lo combate en la calle y en todos los terrenos
Y nos vamos a detener un poco para entender que no se trata de una joda, de que el aire no es gratis, de que no se puede decir cualquier cosa entre partidos que nos reivindicamos socialistas de la clase obrera.
Bajo el capitalismo como nuevo sistema de explotación, el racismo intentó ser un fundamento “natural” del colonialismo, la esclavitud y el sometimiento de los pueblos. El color negro de las personas habitantes en África fue la “justificación” de las clases explotadoras para secuestrar y traer engrillados a millones de hombres, mujeres y niñes a América -la mitad moría en los putrefactos sollados de los buques negreros- para convertirlos en una mercancía sujeta a la más cruel e inhumana explotación. Las metrópolis europeas justificaron su colonialismo a través de la diferenciación étnica de los pueblos sometidos, como sucedió con la colonización española de América. Desde aquel entonces, continuó y continúa cumpliendo hasta el día de hoy un papel fundamental en el sostenimiento de la dominación capitalista e imperialista.
El racismo es absolutamente incompatible con el socialismo revolucionario, una verdad de Perogrullo que Biasi y sus compinches parecieron olvidar. Por el contrario, las y los socialistas, que luchamos para acabar en todo el planeta con toda explotación y opresión, lo combatimos a muerte. Por eso vibramos junto al movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos [1], con las imágenes de miles de jóvenes tirando abajo estatuas de racistas y colonialistas, que se vieron en Estados Unidos y Europa en 2020, o las movilizaciones antirracistas que se acaban de producir en distintas ciudades de Francia –en las que intervinieron nuestrxs compañerxs de Revolution Permanente–, cuestionando profundamente no solo la represión policial sino también el racismo institucional. Por eso apoyamos incondicionalmente la lucha del pueblo palestino contra el Estado racista de Israel y cada lucha contra la opresión y explotación en cualquier rincón del planeta. Y en la Argentina no sólo tenemos una tradición de más de tres décadas de ser defensores incondicionales de la clase trabajadora más explotada (contratados, precarizados) que sufre el racismo en las propias fábricas y establecimientos, por parte de una ideología burguesa que cala en sectores del proletariado, sino que luchamos por soldar la unidad de ocupados y desocupados: la clase obrera es una y sin fronteras. Somos orgullosos socialistas revolucionarios internacionalistas.
¿Qué hay detrás de este insólito ataque al PTS?
La respuesta es muy sencilla, detrás de las acusaciones de “racismo” el PO quiere provocar un incidente con fines presuntamente electorales, distorsionando groseramente una diferencia estratégica que venimos teniendo hace tiempo -y en forma cada vez más creciente- sobre la política que debe tener la izquierda clasista en el movimiento piquetero y para la construcción de un partido revolucionario. Como debe reconocer cualquier observador de la realidad honesto, es tradición del PTS la defensa incondicional frente a los ataques del Estado y el régimen del movimiento piquetero que existe en nuestro país desde hace más de 25 años. Pero nos opusimos a que la izquierda que se reivindica revolucionaria organice colaterales para gestionar la administración de los planes sociales del Estado. Planteamos, en cambio, la necesidad de un movimiento único de trabajadoras y trabajadores desocupados y precarizados que tenga en su interior libertad de tendencias políticas, para sean lxs propixs desocupadxs autoorganizados, que son las y los destinatarios directos de estos planes, quienes administren y decidan, por ellos mismos. También la más estrecha unidad entre ocupados y desocupados y un programa de reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario que suelde aquella unidad, que popularizamos con la consigna de la reducción de la jornada laboral a 6 horas.
Desde el PTS, en el marco de las dificultades que imponen las colaterales partidarias para impedir la existencia de tendencias en su interior, somos parte de experiencias en las que impulsamos su autogestión en asamblea. Con esta política venimos siendo parte de las Asambleas Permanentes en Guernica, luego de la emblemática lucha por tierra para vivir, en Rafael Castillo, en La Plata, asentamiento Magaldi (Rosario), etc. A su vez, participando codo a codo en las diferentes manifestaciones que protagoniza el movimiento piquetero por sus justos reclamos, buscando siempre la unidad con las luchas del movimiento obrero ocupado (aun cuando Grabois o los referentes del Movimiento Evita son tratados por dirigentes del PO de mucha mejor manera que los referentes del PTS en el FITU).
El PO, por su parte, ha defendido históricamente una política opuesta: formar “colaterales” identificadas con cada corriente política, en su caso con las mismas siglas, incluso, que su partido (PO). Esto tiene diversas implicancias. Por un lado, como ya dijimos, hace que no haya libertad de tendencias. Por ejemplo, en la concepción del Partido Obrero, ¿el Polo Obrero es una agrupación política o un movimiento social? Si fuera un movimiento social tendría que ser posible organizar otras tendencias políticas en su interior –así como debería suceder en cualquier sindicato democrático–. El argumento de que existiría la libertad de tendencias porque cada partido pudo hacer su propia colateral es directamente absurdo. Es obvio para cualquier militante o activista que la libertad de tendencias políticas implica que diferentes corrientes pueden apelar, incidir y tratar de convencer sobre su política y orientación a los miembros que se reúnen, por ejemplo, en una asamblea y esta decide cuál política es mejor. Esto, obviamente, no sucede con la organización por “colaterales”, cuyo fin último termina siendo engrosar actos políticos partidarios que muchas veces no tienen nada que ver en forma directa con la lucha por las reivindicaciones del movimiento social, como puede ser un acto electoral.
Pero el problema no se limita a la política que tienen hacia el movimiento piquetero. Como es esperable, esta orientación tiene consecuencias –a ojos vista– para el conjunto de la construcción política que lleva adelante el PO. Últimamente ha sustituido la idea de construir un partido revolucionario por la consigna de “movimiento popular con banderas socialistas”; ha contrapuesto sistemáticamente la idea del reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados con la lucha por las reivindicaciones inmediatas del movimiento de desocupados, como si la tarea de los revolucionarios no fuera unirlas; y, con excepciones puntuales, ha retrocedido notablemente en su inserción en los sindicatos. Allí se ha negado sistemáticamente a promover instancias de coordinación entre ocupados y desocupados. Otro retroceso cualitativo del PO fue en el movimiento estudiantil, donde prácticamente han desaparecido de la mayoría de las universidades en todo el país. De conjunto ha visto menguar su fuerza militante partidaria, lo que se mostró recientemente en Jujuy, cuando el enorme proceso que se dio los encontró sin militantes partidarios en docentes (donde se libraron las batallas claves contra las corrientes conciliadoras), estatales o el movimiento estudiantil. Su única militancia se limita a construir el Polo Obrero.
Por otro lado, como ya hemos descripto en numerosas polémicas, el PO, como partido, ha abandonado todo trabajo internacionalista, incluso el que tenía antes de la ruptura con Altamira, con todos los límites que hemos señalado en repetidas oportunidades. No hace prácticamente ningún trabajo teórico, no se sabe a esta altura cuál es la teoría que fundamenta sus giros de aquí para allá.
Esta es la discusión de fondo. Es decir, contra lo que quiere hacer creer el PO –y ocultar con sus estruendosos epítetos, que ahora coronan con lo de “racismo”–, nuestra crítica principal no es al PO (Polo Obrero) sino a la dirección del PO (Partido Obrero) que lo conduce. Los ataques del PO (del “partido”, porque la realidad es que de allí vienen los ataques, no de trabajadoras y trabajadores desocupados y precarizados que se organizan en el Polo) buscan impedir que al interior del Polo haya sectores que puedan criticar libremente la orientación que le imprime el aparato del partido o, por ejemplo, que se expresen corrientes de simpatía por Myriam Bregman, Nicolás del Caño o Alejandro Vilca, a quienes cualquier trabajador ocupado o desocupado que lucha los reconoce como dirigentes que estuvieron y están en toda lucha de los trabajadores, las mujeres y la juventud por sus reclamos; y, dicho sea de paso, ese es un importante capital político del FITU ganado a pulmón.
El PO decide
En el mismo reportaje en que afirma que el PTS educa en el racismo, Biasi dice que “nosotros (el PO) vamos con lista de unidad cuando pasan las primarias” (SIC). Tienen una “pequeña” contradicción en los términos que más temprano que tarde deberían dilucidar.
Desde el PTS estamos orgullosos de haber impulsado la creación del Frente de Izquierda, en el que se sumó el PO en 2011, luego de experiencias previas con Izquierda Socialista y el Nuevo MAS, y que en 2019 se pudiera incorporar el MST. El FITU es la única coalición política nacional que tiene un programa anticapitalista y socialista, opuesto por el vértice al ajuste sobre el pueblo trabajador que sostienen todos los partidos subordinados al FMI. A diferencia de otras variantes de izquierda que se asimilaron al kirchnerismo y desaparecieron como tal, los partidos que integramos el FIT nos mantuvimos bajo la bandera de la independencia política de los trabajadores. Más allá de las diferencias que tenemos entre los distintos componentes del FITU, el PTS seguirá apostando en desarrollar un polo de independencia política, clave para que las luchas por venir puedan esta vez llegar a la victoria. El PO deberá definir si continúa o no con este curso rupturista basado en epítetos calumniosos y no en un debate real.
[1] El 2 de junio de 2020, en medio de las restricciones de movilidad por la pandemia, el FITU se movilizó en Buenos Aires en favor de la rebelión del pueblo yanqui exigiendo justicia por George Floyd. Vean los términos del discurso de Gabriel Solano y su caracterización del FITU y sus partidos en una marcha contra el racismo imperialista hace apenas tres años atrás.