Nota del Editor: Esta es la transcripción íntegra de la edición que extrajimos de la página gramsci.org.ar, incluidos sus pies de página; nuestros pies agregados estarán marcados con la sigla NdE, Nota del Editor.
Este artículo lleva el mismo título que tiene uno de 1920, donde Gramsci da cuenta de primero, de la lucha por la orientación del periódico, y segundo, el rol protagónico del L´Ordine Nuovo en la dirección de los Consejos de Fabrica italianos durante el bienio-rojo [1]
En este artículo, publicado en abril del 24, 4 años después, vuelve a discutir el programa del diario, pero esta vez con las banderas de la Internacional Comunista, reubicando el programa con las lecciones del bienio rojo y de la revolución rusa, en un periodo de ascenso del fascismo en Italia, con Mussolini ya a la cabeza del Estado.
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[1/15-IV-1924; L.0.N.; 2000 I; 720-725]
Empecemos por una comprobación material: los dos primeros números ya publicados de L’Ordine Nuovo [2] han tenido una difusión (una difusión efectiva) que ha sido superior a la difusión más alta conseguida en los años 1919-20. De esa comprobación podrían obtenerse bastantes consecuencias. Aludiremos sólo a dos: 1) que una reseña del tipo de L’Ordine Nuovo representa una necesidad intensamente sentida por la masa revolucionaria italiana en la situación actual; 2) que es posible asegurar a L’Ordine Nuovo las condiciones de una vida económicamente autónoma respecto de la contabilidad general de nuestro partido; basta para ello con organizar el consenso que se ha verificado espontáneamente, organizarlo para que pueda seguir manifestándose aunque la reacción, como es probable, quiera intervenir para sofocarlo, para impedir toda relación entre L’Ordine Nuovo y sus lectores, o incluso para no permitir que la revista siga imprimiéndose en Italia.
La difusión conseguida por los primeros dos números tiene que depender de la posición que L’Ordine Nuovo había adoptado en los primeros años de su publicación, y que consistía esencialmente en lo que sigue [3]: 1) en haber sabido traducir al lenguaje histórico italiano los postulados principales de la doctrina y la táctica de la Internacional comunista. En los años 1919-20 eso quería decir la consigna de los Consejos de fábrica y del control de la producción, o sea, la organización de masa de todos los productores para la expropiación de los expropiadores, para la sustitución de la burguesía por el proletariado en el gobierno de la industria, y, por tanto, y necesariamente, del Estado. 2) En haber sostenido dentro del Partido Socialista, que entonces quería decir la mayoría del proletariado, el programa íntegro de la Internacional comunista, y no sólo una parte de él. Por eso, en el II Congreso Mundial, el camarada Lenin dijo que el grupo de L’Ordine Nuovo era la única tendencia del Partido Socialista que representaba fielmente a la Internacional en Italia [4]; por eso también las tesis redactadas por la redacción de L’Ordine Nuovo y presentadas al Consejo Nacional de Milán en abril de 1920 por la Sección de Turín fueron explícitamente citadas por el II Congreso como base para la reorganización revolucionaria en Italia.
Nuestro actual programa tiene que reproducir en la situación hoy existente en Italia la posición adoptada en los años 1919-1920. Tiene que reflejar la situación objetiva de hoy, con las posibilidades que se ofrecen al proletariado para una acción autónoma, de clase independiente; tiene que continuar, con los términos políticos actuales, la tradición de intérprete fiel e integral del programa de la Internacional Comunista. El problema urgente, la consigna necesaria hoy es la del Gobierno Obrero y Campesino. Se trata de popularizarla, de adecuarla a las condiciones concretas italianas, de demostrar que se desprende de cada episodio de nuestra vida nacional, que resume y contiene en sí todas las reivindicaciones de la multiplicidad de partidos y de tendencias en la cual el fascismo ha disgregado la voluntad política de la clase obrera, pero especialmente la de las masas campesinas. Eso no significa, naturalmente, que debamos descuidar las cuestiones más propiamente obreras e industriales, sino al contrario. La experiencia ha probado, también en Italia, la importancia que tienen en el período actual las organizaciones de fábrica, desde la célula del partido hasta la comisión interna, hasta la representación de toda la masa. Creemos, por ejemplo, que hoy no hay ni un reformista dispuesto a sostener que en las elecciones de fábrica no tienen derecho al voto más que los organizados; todo el que recuerde las luchas que fueron necesarias para imponer este punto contará con elementos para medir el progreso que la experiencia ha obligado a hacer hasta a los reformistas. Por tanto, volveremos a poner en discusión todos los problemas de la organización de fábrica, porque sólo a través de una potente organización del proletariado, conseguida por todos los sistemas posibles en régimen de reacción, puede evitarse que la campaña por el gobierno obrero y campesino se transforme en una repetición de... la ocupación de las fábricas.
En el artículo "Contra el pesimismo" [5] , publicado en el número anterior, hemos esbozado la línea que debe mantener nuestro partido en sus relaciones con la Internacional Comunista. Aquel artículo no fue expresión de un individuo solo, sino resultado de todo un trabajo de armonización e intercambio de opiniones entre los antiguos redactores y amigos de L’Ordine Nuovo; antes, pues, de ser el comienzo de algo, ha sido el resultado del pensamiento de un grupo de camaradas a los cuales no se puede ciertamente negar que conozcan por experiencia directa y por larga costumbre de trabajo activo las necesidades de nuestro movimiento. El artículo ha suscitado alguna reacción que no nos ha sorprendido, porque es inevitable que luego de tres años de terrorismo y, por tanto, de falta de grandes discusiones, se haya producido, incluso entre excelentes camaradas, un cierto espíritu sectario de fracción. Esa afirmación podría encabezar toda una serie de consecuencias de la situación: la más importante de ellas nos parece ser la de la necesidad de un gran trabajo para que las masas de nuestro partido alcancen un nivel político igual al conseguido por los mayores partidos de la Internacional. Hoy somos, relativamente, un partido pequeño, por las condiciones creadas por el terror blanco; pero debemos considerar nuestra actual organización, dadas las condiciones en las cuales vive y se desarrolla, como el elemento destinado a organizar un gran partido de masas. Desde este punto de vista tenemos que considerar todos nuestros problemas y estimar también a cada camarada. A menudo se compara el presente período fascista con el período de la guerra. Pues bien: una de las debilidades del Partido Socialista consistió en no haber cuidado durante la guerra el núcleo de 20.000-25.000 socialistas que se mantuvieron fieles al partido, por no haberlos visto como elemento organizador de la gran masa que, tras el armisticio, habría acudido al partido. Así ocurrió que en los años 1919-20 ese núcleo fue anegado por la oleada de nuevos elementos, y con él se hundieron la práctica organizativa y la experiencia adquirida por la clase obrera en los años más negros y duros. Nosotros seríamos unos criminales si cayéramos en el mismo error. Cada uno de los miembros actuales del partido, por la selección que ha atravesado, por la fuerza de sacrificio que ha demostrado, nos debe ser personalmente querido, y el Centro responsable tiene que ayudarle a mejorarse, a obtener de las experiencias tenidas todas las enseñanzas y todas las indicaciones que contienen. En este sentido L’Ordine Nuovo se propone desarrollar una función especial dentro del cuadro general de la actividad del partido.
Hay, pues, que organizar el consenso que se ha manifestado ya. Esta es especialmente la tarea de los antiguos amigos y abonados de L’Ordine Nuovo, Hemos dicho que hará falta conseguir en seis meses 50.000 liras, suma necesaria para garantizar la existencia independiente de la revista. Con este objeto es necesario determinar un movimiento de 500 camaradas, cada uno de los cuales se proponga seriamente conseguir en seis meses 100 liras dentro del ambiente de sus amigos y conocidos. Llevaremos una lista exacta de esos elementos que quieran colaborar con nuestra actividad: ellos serán, por así decirlo, nuestros fiduciarios. Las suscripciones pueden componerse así: primero, suscripciones sueltas, de pocos céntimos o de muchas liras; segundo, suscripciones de sostenimiento; tercero, cuotas para sufragar los gastos iniciales de un curso por correspondencia para organizadores y propagandistas del partido. Estas cuotas no podrán ser inferiores a las 10 liras y darán derecho a un número de lecciones determinado por los gastos de impresión y portes.
Creemos que a través de ese mecanismo podremos volver a crear un aparato que sustituya al que existió en 1919-20 en régimen de libertad, y mediante el cual L’Ordine Nuovo se mantuvo en estrecho contacto con las masas de las fábricas y de los círculos obreros. El curso por correspondencia debe ser la primera fase de un movimiento destinado a crear pequeñas escuelas de partido, adecuadas para formar organizadores y propagandistas bolcheviques, no maximalistas, o sea, con cerebro además de pulmones y garganta. Por eso nos mantendremos siempre en correspondencia con los mejores camaradas, para comunicarles las experiencias que en este campo se han hecho en Rusia y en los demás países, para orientarles, para aconsejarles libros que leer y métodos que aplicar. Creemos que en esta cuestión tienen que trabajar mucho los camaradas emigrados: en todos los lugares del extranjero en que exista un grupo de 10 camaradas tiene que organizarse una escuela de partido: los elementos más veteranos y experimentados deben ser los instructores de estas escuelas, comunicar a los más jóvenes sus experiencias, contribuir a elevar el nivel político de la masa. Está claro que con esos medios pedagógicos no se puede resolver el gran problema histórico de la emancipación espiritual de la clase obrera; pero lo que nos proponemos no es la resolución utópica de este problema. Nuestra tarea se limita al partido constituido por elementos que, ya por el solo hecho de haber ingresado en el partido, han probado haber alcanzado un grado notable de emancipación espiritual. Nuestra tarea consiste en mejorar nuestros cuadros, en hacerlos aptos para hacer frente a las próximas luchas. Prácticamente, esas luchas se presentarán también de este modo: la clase obrera, obligada a la prudencia por la sangrienta reacción, desconfiará en su conjunto, durante cierto tiempo, de los elementos revolucionarios, querrá antes que nada ver qué resultados da su trabajo práctico y poner a prueba su seriedad y su competencia. Tenemos que ser capaces de vencer a los reformistas también en este terreno, pues los reformistas son sin duda hoy día el partido que tiene cuadros mejores y más numerosos. Si no intentamos conseguir eso, no daremos nunca muchos pasos adelante. Los viejos amigos de L’Ordine Nuovo, especialmente los que trabajaron en Turín en los años 1919-20, comprenderán perfectamente toda la importancia de este problema, porque recordarán cómo se consiguió en Turín eliminar a los reformistas de las posiciones organizativas a medida que el movimiento de los Consejos de fábrica formaba camaradas obreros capaces de trabajo práctico, y no sólo de gritar ¡Viva la Revolución! Recordarán también que en 1921 no fue posible arrebatar a los reformistas algunas posiciones importantes, como Alessandria, Biella, Vercelli, porque no teníamos elementos organizativos a la altura de esa tarea; nuestras mayorías en esos centros se dispersaron por nuestra debilidad organizativa. Y, a la inversa, hubo algún centro —Venecia, por ejemplo— en el que bastó un solo elemento capaz para hacernos conquistar la mayoría con un asiduo trabajo de propaganda y de organización de las células de fábrica y de sindicato. La experiencia de todos los países ha probado esta verdad: que las situaciones más favorables pueden invertirse por la debilidad de los cuadros del partido revolucionario; las consignas sirven sólo para poner en movimiento a las grandes masas y darles la orientación general; pero ¡ay si el partido responsable no ha pensado en la organización práctica de esas masas, en crear una estructura que las discipline y las haga permanentemente fuertes! La ocupación de las fábricas nos enseñó muchas cosas a este respecto.
Para ayudar a las escuelas del partido en su trabajo nos proponemos publicar toda una serie de opúsculos y algún libro. Entre los opúsculos prevemos: 1ero. exposiciones elementales del marxismo; 2do. una exposición de la consigna del gobierno obrero y campesino aplicada a Italia; 3ero. un pequeño manual de propagandista, que contenga los datos esenciales de la vida económica y política italiana, sobre los partidos políticos italianos, etc., o sea, los materiales indispensables para la propaganda de detalle, hecha con ocasión de la lectura en común de los periódicos burgueses. Querríamos dar una edición italiana del Manifiesto del Partido Comunista, con las notas del camarada D. Riazánov. En su conjunto, esas notas son una exposición completa en forma popular de nuestras doctrinas. Querríamos también publicar una antología del materialismo histórico, o sea, una colección de los textos más significativos de Marx y Engels, que den un cuadro de conjunto de las obras de nuestros dos grandes maestros.
Los resultados obtenidos por ahora autorizan a esperar que podremos seguir con seguridad y con éxito. Al trabajo, pues: nuestros mejores camaradas deben convencerse de que se trata también de una afirmación política, de una manifestación de la vitalidad y la capacidad de desarrollo de nuestro movimiento, de una demostración, por tanto, antifascista y revolucionaria.
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