Un acuerdo a tres permite la investidura de Jaume Collboni. Los Comunes venden su apoyo a un gobierno que aplicará políticas de derechas y en clave españolista para oponerse a otro gobierno de derechas de los exprocesistas. El callejón sin salida del malmenor tiene en Barcelona su mejor escenificación.
Sábado 17 de junio de 2023
Finalmente, Jaume Collboni será el nuevo alcalde de Barcelona. A primera hora de la tarde de este sábado, apenas una hora antes del inicio del pleno de investidura, se conocía la noticia de que los Comunes de Ada Colau votarían al candidato del PSC, aceptando las condiciones exigidas por el PP de no integrarse en el gobierno municipal.
La ya exalcaldesa ha tratado de negar la existencia de un acuerdo entre PSC, PP y Comunes, alegando que ellos no habían negociado con nadie. Unas palabras poco creíbles y que no explican el cambio de postura de último momento. Hasta el mediodía, su posición era la de mantener la candidatura de Colau, que ha sido retirada al comienzo del pleno, junto a la de Sirera del PP.
La dirigente de los Comunes ha querido iniciar su discurso con un alegato contra la presencia de regidores de la extrema derecha de Vox. Pero solo unos segundos más tarde trataba de justificar un acuerdo que incluye al partido que en esta misma jornada ha llegado a pactos de investidura o de gobierno con Vox en más de 200 municipios de todo el Estado y pretende hacer lo mismo en varias Comunidades Autónomas y posiblemente el gobierno central.
Este acuerdo tripartito sui generis ha truncado los planes de la derecha catalana de Xavier Trias, quien aspiraba a volver a la alcaldía que ocupó entre 2011 y 2014 por medio de un pacto con la ERC de Ernest Maragall. Los socios catalanes de Yolanda Díaz se han sumado así a una nueva operación de Estado para evitar un alcalde independentista, tal y como ha reivindicado el portavoz del grupo municipal del PP, Daniel Sirera.
No es la primera vez que los Comunes y el PSC acuerdan una investidura con la derecha españolista. La misma Ada Colau arrebató la alcaldía a Maragall en 2019 gracias al apoyo de Ciutadans, entonces encabezado por el exprimer ministro francés, Manuel Valls. El perfil de partido del régimen del neorreformismo ibérico - aunque formalmente digan defender el derecho a decidir o ser “republicanos” - queda patente cada vez que son necesarios como pieza auxiliar del búnker. Así lo demostraron también en 2017 las semanas previas al 1 de octubre.
En esta ocasión, el acuerdo beneficia especialmente al que ha sido hasta ahora el socio del gobierno de Colau, el PSC. Así pues, la suma al bloque españolista no puede siquiera justificarse como un peaje para mantener un gobierno “del cambio”. El acuerdo entre PSC y PP incluye no solo vetar a los Comunes del gobierno. Según se ha filtrado a varios medios de comunicación, también se recogen medidas como retomar los planes de ampliación del aeropuerto, relajar aún más las medidas de control del turismo, los planes de pacificación urbanística en favor del vehículo privado y un refuerzo de Guardia Urbana y Mossos d’Esquadra en la ciudad. Muchas de ellas, por cierto, coincidentes con las propuestas del acuerdo fallido entre Junts y ERC.
El PSC es el partido que gobernó la capital catalana ininterrumpidamente entre 1979 y 2011 y se considera el padre de la conocida como “Marca Barcelona”, un modelo urbanistico signado por el turismo masivo, los grandes eventos, la especulación urbanísitica y políticas securitistas y represivas. De los 8 años del gobierno de Colau, 6 han mantenido a este partido en su gobierno, controlando áreas económicas clave, el transporte urbano o la Guardia Urbana, entre otras. Collboni toma ahora las riendas para ponerse a la cabeza de un gobierno abiertamente social-liberal y aún más represivo, como demuestra la decisión anunciada de poner a la cabeza del distrito de Ciutat Vella - uno de los más empobrecidos - a Albert Batlle, responsable de la Guardia Urbana y artífice, entre otras cosas, de la guerra contra los manteros.
Así pues, la lógica del “mal menor”, que ha sido abiertamente reivindicada por Colau en su discurso, lleva, nada más y nada menos, a apoyar un gobierno de derechas, para frenar la otra alternativa de derechas representada por el tándem Trias-Maragall.
En las redes ERC ha querido poner el grito en el cielo tratando de señalar esto. El diputado en las Cortes Gabriel Rufián, ha twiteado utilizando el lema de la CRT para pedir el voto nulo en las elecciones del 28M de “no se puede enfrentar a la derecha de verdad, con una izquierda de mentira”. Un ejercicio de cinismo solo a su altura, cuando su alternativa es la de un gobierno liderado por la herencia de convergencia, el partido oficial de Foment del Treball y el Cercle de Economia mientras desde la Generalitat aplica las mismas recetas social-liberales que defiende el PSC y en las mismas Cortes se ha convertido en una muleta fundamental del gobierno de coalición.
También la CUP ha salido a criticar la decisión de los Comunes con una posición correcta de denunciar que tanto un gobierno del PSC como uno de Junts eran gobiernos de derechas y contrarios a los intereses populares. Sin embargo, esta postura correcta para Barcelona parece que no ha aplicado para los casos de Girona - donde gobernarán con el apoyo de ERC y Junts - o municipios como Sant Celoni, Tàrrega o Sarrià de Ter donde lo harán con el apoyo del mismo PSC.
Hoy en Barcelona se dirimía la cuestión entre dos gobiernos que aplicarán políticas de derecha. La mayor parte de ellas, aunque los Comunes hayan querido venderlo diferente, no supondrán ninguna ruptura con los 8 años de Colau. Dos legislaturas en las que la masificación turística ha seguido avanzando, los alquileres se han disparado un 50%, no se han internalizado ninguno de los servicios que se prometía en 2015 y se ha reforzado la presencia y los abusos policiales contra los sectores más pobres.
Es urgente construir alternativa política que defienda nítidamente un programa en favor de las mayorías sociales y que mantenga una clara posición de independencia de clase, sin ser muleta de ninguno de los partidos capitalistas. La clase trabajadora, la juventud y los sectores populares tenemos que tomar esta tarea en nuestras manos para romper la trampa del mal menor y construir una izquierda socialista y revolucionaria capaz de enfrentar a la derecha de verdad y todas las políticas de derecha, las aplique quien las aplique. Para imponer desde la movilización un programa que dé respuesta a todas las reivindicaciones sociales y democráticas que el neorreformismo dejó en un cajón hace ahora una década.