Según la “famosa” definición de Macri, los argentinos se adecuaron a vivir de acuerdo a sus “posibilidades”, y el ajuste sigue sin funcionar. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9.
Fernando Rosso @RossoFer
Jueves 23 de febrero de 2023 23:40
Escuchá esta nota
- Desde que Mauricio Macri pronunció —allá lejos y hace tiempo— la famosa frase que decía que “los argentinos están acostumbrados a vivir por encima de sus posibilidades” mucha agua pasó bajo el puente. Su premisa era que había que bajar el nivel de vida de las mayorías, había que “adecuarlo” a las “verdaderas” posibilidades mediante aumento de tarifas, más flexibilización laboral, menos sindicatos, menos salarios, menos gasto público, etc.
- Esta hoja de ruta con mayor libertad para los inversores y empresarios provocaría el despegue de la economía, la reactivación, la lluvia de inversores que generaría, la vez, un shock de confianza y un nivel de oferta y producción que harían bajar la inflación y forrar a la Argentina en dólares.
- Veamos qué pasó. Se recortaron las jubilaciones, la AUH y los salarios: entre 2015 y 2022 los trabajadores formales acumularon una pérdida del 23,2 % en su poder adquisitivo; comenzaron hace tiempo los tarifazos en los servicios públicos; se acordó con el Fondo Monetario un programa en los términos que quería el Fondo Monetario; se ajustó el gasto público sobrecumpliendo las metas del acuerdo. Como siempre, no quiero abrumar con números, pero se entiende fácil la ecuación. El Estado se beneficia con los aumentos tanto de los precios en general como de las tarifas, en particular porque recauda más: no es sólo el IVA (que es el impuesto más regresivo de los impuestos), también los servicios tienen impuestos que aumentan de manera directamente proporcional al incremento de precios y tarifas. Mientras que las erogaciones (lo que el Estado gasta) se recortan porque ni los salarios, ni los presupuestos aumentan de manera proporcional a la inflación.
- Otra forma de verlo y creo que acá valen los datos: tomando como parámetro las canastas elaboradas por el Indec, quienes no pueden cubrir sus necesidades básicas pasaron de ser el 28,6 % de la población en 2017 al 36,5 % en 2022. Quienes ni siquiera pudieron acceder a una alimentación mínima pasaron a su vez del 6,2 % al 8,8 %. Viven en el tercer subsuelo de “sus posibilidades”.
- ¿Cuál es el resultado? Lo tenemos a la vista: inflación anual de cercana al 100 %; las arcas del Banco Central al borde de un ataque de nervios todos los días; y una economía entre el estancamiento y la recesión.
- ¿Qué responden ante estos resultados? “Ah, no, lo que pasa es que falta ajuste”, y así en un círculo vicioso hasta la eternidad. Falta un “verdadero plan de estabilización” que fortalezca el plan de estabilización que ahora no da resultados.
- En el comentario del programa pasado hablé del “fantasma de la menemización”, pero incluso, la actual administración del Frente de Todos o la que le toque hacerse cargo el año que viene (todos se mantienen dentro del “consenso del ajuste”) tienen obstáculos más grandes de los que tenía, por ejemplo, Carlos Menem.
- El ajuste menemista es presentado como un “plan de estabilización exitoso”. Y lo fue dentro de sus propios parámetros: al costo de, como se decía en esa época, rematar hasta “las joyas de la abuela”, endeudar salvajemente al país y avanzar sobre derechos estructurales de los trabajadores y trabajadoras, Menem logró domar la inflación y cierta expansión económica por unos años (que es distinto y, a veces, contrario, a desarrollo). Esto le permitió la reelección de 1995, por ejemplo. Flexibilización laboral y reforma del Estado fueron sus caballitos de batalla.
- ¿Con qué “ventajas” contaba Menem? Bueno, con las joyas de la abuela (los recursos estratégicos y servicios luego privatizados) y con un entramado de derechos laborales y sociales conquistados históricamente sobre los que podía avanzar (82 % móvil en jubilaciones, educación y salud nacionales etc.).
- Fijensé que el ajuste duhaldista (el de los años 2002-2003) basado en la larga recesión que vivía el país desde 1998, fue esencialmente “monetario”, es decir, la devaluación que depreció el salario. Quiero decir más limitado.
- Hoy en una Argentina partida, con salarios pulverizados y muchas conquistas perdidas, 40 % de pobreza, 35 % de informalidad laboral, hay mucho menos margen (en la ley de los grandes números) para el ajuste que todos pregonan y nadie reúne las condiciones para hacerlo efectivo. Obvio, existe un entramado sindical importante, organizaciones sociales, pero en un país mucho más latinoamericanizado hay menos margen.
- ¿Por qué razón? Siempre se puede estar peor, pero las consecuencias sociales serían de una gravedad extrema y las posibles consecuencias políticas, imprevisibles.
- Esta contradicción es la que transforma a la larga o a la corta a todos en “moderados”: aplicadores de un ajuste cada vez más crónico que agravia demasiado a las mayorías y nunca alcanza para despegar la economía. Es decir, no funciona ni en sus propios términos. La pregunta sería ¿y si probamos con ajustar a los ajustadores?
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.