El pasado sábado se celebró en el Teatro Olympia de Valencia un acto que anticipa la posible candidatura electoral de Frente amplio liderado por Yolanda Díaz. En el acto estuvieron Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra y Fátima Hamed. Un acto que dio mucho que hablar, en el que participaron solo mujeres.
Lucía Nistal @Lucia_Nistal
Jueves 18 de noviembre de 2021
Junto a la ministra Yolanda Díaz estaban otras figuras de la izquierda institucional como la “alcaldesa del cambio” Ada Colau, la líder de Más Madrid Mónica García, la Vicepresidenta de la Generalitat Valenciana con Compromís Mónica Oltra y la diputada de Ceuta con Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía Fátima Hamed. Con este acto Díaz trataba de mostrar un perfil “feminista” y ponía muy al frente esta idea de combatir a la extrema derecha desde “el respeto”. Y por supuesto, solo desde las instituciones.
Otras políticas
Atravesó todos los discursos la idea de huir del ruido y la política “testosterónica”, oponiéndole una política feminista y en femenino, de cuidados, afectos y amor. Oltra, por ejemplo, animaba en su intervención a sus compañeras a "caminar juntas desde la diferencia, desde la escucha y el amor". Un discurso un tanto vacío y, en realidad, bastante añejo. ¿Qué es esto de reducir lo femenino a una serie de características fijas y esenciales al ser mujer relacionadas con los cuidados, el respeto, el amor…? ¿No era esta la vieja trampa que nos recluía en casa cuidando de los familiares dependientes y haciendo las tareas de reproducción “por amor”? La misma trampa que feminiza los trabajos más precarios ligados a los cuidados. Flaco favor nos hace a las mujeres volver a discursos del feminismo de la diferencia, siempre predilecto por los sectores más reaccionarios.
Por otra parte, este razonamiento en el que solo por el hecho de ser mujer se hace política de igualdad o de cuidados, por usar sus términos, resulta poco creíble en la comunidad autónoma presidida por Ayuso, desde donde escribimos este artículo. Un ejemplo, el de nuestra presidenta, que se suma a una larga lista de políticas neoliberales a las que solo les preocupan las mujeres si son CEOs, como Esperanza Aguirre, Ana Botella, o incluso Angela Merkel o la mismísima Margaret Thatcher. Peligroso hablar de política de mujeres, o de “otras políticas”, el lema que presidió el encuentro, que tan fácil puede ser utilizado por la mismísima Ana Botín para hablar de lo feminista que es mientras se hace millonaria a costa de explotar a sus trabajadoras o, por otra parte, por un gobierno que se dice progresista o feminista mientras aplica medidas neoliberales, represivas, antiinmigrantes… Existe de hecho un término, acuñado por la teórica estadounidense Nancy Fraser para referirse a esta operación: neoliberalismo progresista.
Da la sensación de que ese énfasis en emplear términos maleables que se pueden llenar de uno u otro contenido, ese discurso vacío y esa insistencia en dejar atrás las siglas -"hay que olvidarse de la batalla de siglas" planteaba por ejemplo Colau- lo que pretende en realidad es hacer parecer como nueva y social una política que no lo es tanto y desvincular la nueva propuesta del historial como gestoras de las presentes. De hecho, frente a la pregunta sobre las experiencias de gobierno con el PSOE, de las que todas saben bastante, Mónica Oltra afirmó "Se lleva así, estirando y a veces aflojando, y sabiendo que hay líneas rojas por las que no vas a pasar" y la propia Yolanda Díaz directamente evitó contestar. Y es que claro, reconocer que se afloja más que otra cosa y que esas líneas rojas acaban por no serlo, y profundizar en el tema de que están gobernando con un partido imperialista, monárquico y neoliberal, uno de los dos pilares del régimen desde hace más de 40 años, es difícil de hacer pasar por “otra política”.
Otra vez una izquierda edulcorada incapaz de frenar a la extrema derecha
Por otra parte, en los discursos pudimos ver su idea de una respuesta “feminista” a la extrema derecha. Fátima Hamed afirmó: "Optamos por contestar a la extrema derecha desde el respeto. Cualquier demócrata basa su forma de hacer política en convencer al otro. Hay que escuchar para tratar de entender al otro, y cuando solo sueltan bulos y soflamas, hay que desmontarles. Vamos a contestar desde el respeto, desde el sosiego absoluto y vamos a plantarles cara".
Parece bastante escasa una respuesta basada en la escucha y el respeto y orientada a desmontar bulos frente a una extrema derecha que crece a nivel internacional, que gobierna países como Brasil, que habla de defender las fronteras frente a los migrantes, que quiere avanzar contra los derechos de las mujeres y LGTBI, que defiende a ultranza intereses imperialistas y banderas manchadas de sangre.
Pero desde luego, un feminismo que pretenda plantarle cara a la extrema derecha tiene que pasar no solo por confrontarla con dureza, sino también enfrentar las políticas social-liberales que lleva adelante el propio gobierno del que la ministra Díaz forma parte y que todas las presentes en el acto apoyan o pretenden reeditar en diversas formas.
Estas opciones políticas que tratan de presentarse como una alternativa a la extrema derecha lo hacen en clave de “mal menor”. Una idea que responde a una preocupación real de las mujeres, los migrantes y de los distintos movimientos pero que como hemos visto en estos últimos años, no solo no es eficaz a la hora de enfrentar a la derecha, sino que abre el camino para su avance.
Las propuestas del “mal menor” defienden que el “neoliberalismo progresista” del PSOE y el “neorreformismo” de UP son la única alternativa frente al fantasma de la extrema derecha. Pero esconden el hecho elemental de que es el propio gobierno actual el que defiende políticas reaccionarias que en estos dos años no han hecho más que abrir el camino a la radicalización y avance de la derecha. La respuesta ante la crisis migratoria en Ceuta, la no derogación de la ley de extranjería, el que no hayan tocado casi ni una coma de la ley mordaza, o el hecho de que voten a una antiabortista, Concepción Espejel, para la renovación del TC son solo algunos ejemplos.
Si de verdad quieren “apostar por los cuidados”, deberían empezar por denunciar las devoluciones en caliente del gobierno, luchar por el cierre de los CIEs, por ampliar el derecho al aborto a las migrantes sin papeles y las menores, otorgar derechos laborales plenos a las trabajadoras del hogar, derogar las dos reformas laborales que perjudican a toda la clase trabajadora pero especialmente a los sectores más vulnerables y precarios como son la juventud, las migrantes y las mujeres y un largo etcétera. Así se frena a la extrema derecha y no dándole una pátina progresista o feminista a las políticas de derecha, lo cual, como decimos, sólo acaba por dar alas a estos sectores de la extrema derecha.
Y no solo abren la puerta a la derecha, sino que desarman toda resistencia que pueda venir desde los movimientos autoorganizados como el de mujeres, el antirracista, el lgbti… Hemos visto cómo el Gobierno en alianza con las burocracias sindicales, y los sectores afines a los partidos de gobierno en los movimientos sociales han operado para desmovilizar.
Hemos visto cómo en estos dos años de Gobierno “progresista” PSOE y UP se llenaban la boca con un discurso feminista, pero como comentábamos al inicio ¿cuál es la situación de las mujeres en este momento post pandemia? A la mayoría de nosotras nos sigue precarizando la Reforma laboral (en la realidad las dos reformas, las del PP y la del PSOE) que la ministra no va a derogar, muchas de las mujeres migrantes siguen sufriendo el racismo institucional. Muchas de nuestras mayores van a seguir recibiendo pensiones de miseria, aún peores, con los nuevos ajustes anunciados que profundizarán aún más la brecha de las jubilaciones.
Por una izquierda feminista que no se integre el régimen y un feminismo de clase
Las mujeres están al frente, en la primera línea de la lucha contra la precariedad, por nuestros derechos, contra la represión… Hablamos de las valientes trabajadoras de la Plataforma Unitaria de Sociosanitarias de Atención en Domicilio (SAD) que por cierto denuncian que la Ministra de trabajo se niega siquiera a reunirse con ellas, de las Kellys, de las que desafiamos la prohibición de salir a manifestarnos el pasado 8M, las limpiadoras del Museo Guggenheim en huelga, las jóvenes que salen junto a otros sectores movilizándose contra el desastre climático al que nos aboca el capitalismo, contra las agresiones LGTBIfóbicas y un largo etcétera.
Hoy, cuando muchas mujeres conscientes de su potencial como esenciales comienzan a recomponer sus fuerzas, se potencian las posibilidades de construir un feminismo anticapitalista, antirracista, antimperialista y antipatriarcal opuesto al feminismo neoliberal en todas su versiones, ya sea el de la derecha hasta el progresista y neorreformista como el propuesto por Yolanda Díaz. Un feminismo que busque desarrollar los hechos más progresivos de la lucha de clases y todas aquellas luchas de trabajadoras y trabajadores que plantan cara a la crisis actual.
Llamativamente ante la propuesta del frente amplio de Díaz algunos sectores de la izquierda pueden verse atraídos. Es el caso de Anticapitalistas que desde su sección andaluza dirigida por Teresa Rodríguez ya han respondido al llamado de Díaz dejando claro que están dispuestos a integrarse en esta coalición electoral lo que supone en los hechos, en la práctica, una negativa a construir una izquierda independiente del reformismo en el gobierno.
Es necesario, en cambio, un feminismo anticapitalista revolucionario que no separe el discurso “anticapitalista” de la práctica política, que ayude a avanzar hacia la construcción de una izquierda anticapitalista y de clase, que desarrolle la movilización, denuncie las políticas del falso progresismo y enfrente a la extrema derecha.
Estos días en Argentina el FIT-U, una alianza político electoral de la extrema izquierda argentina ha demostrado que se puede construir una alternativa independiente del régimen, con el centro en la lucha de clases, que denuncia el falso progresismo de ese gobierno que defiende los intereses de los grandes capitalistas y lleva adelante ajustes y medidas antiobreras, y que se enfrenta con valentía a la extrema derecha.
Con unos resultados en las elecciones históricos de más de un millón de votos, siendo tercera fuerza son el ejemplo de que puede emerger una fuerza política que no se rinda al mal menor limitándose a justificar sus cesiones por una relación de fuerzas que no se plantea cambiar. Alejandro Vilca, dirigente del PTS y recolector de basura, una voz obrera, socialista y con ascendencia colla ha conseguido un 25 % en la región de Jujuy. Myriam Bregman, también del PTS, ha conseguido disputarle una banca en Buenos Aires a la extrema derecha, una abogada por los Derechos Humanos muy atacada por la extrema derecha, que ha peleado en juicios contra la dictadura militar, siempre en la primera línea junto a los trabajadores, junto a las pibas por el derecho al aborto. Aquí sí podemos hablar de “otra política”.
También podemos referirnos a Francia, donde las y los compañeros de Révolution Permanente están peleando contrarreloj por conseguir los avales necesarios -Francia cuenta con un sistema profundamente antidemocrático por el que no se pueden presentar candidaturas sin previa recogida de quinientas firmas de cargos ya electos- para sacar adelante la candidatura presidencial de Anasse Kazib, un ferroviario hijo de migrantes que pone muy nerviosa a la extrema derecha francesa que ya le ha amenazado en varias ocasiones. Es una candidatura revolucionaria y obrera apoyada por grandes referentes de la lucha antirracista, del colectivo LGTBI, trabajadores en lucha, que se opone al nacionalismo y racismo de la derecha y que, lejos del discurso de que los cambios vendrán por arriba y un electoralismo de integración al régimen, pone en el centro la fuerza de los trabajadores y los y las oprimidas para transformar el mundo.
Estos ejemplos nos muestran que efectivamente, se puede hacer “otra política”, desde abajo, apuntando a los intereses de los capitalistas que se han enriquecido a nuestra costa durante la pandemia, que sea la voz de los y las trabajadoras, de las mujeres, la juventud y todos los sectores oprimidos. Tenemos el reto, en el Estado español, de construir esta alternativa, y para ello tendremos que separarnos de cualquier intento de reeditar una opción que, a pesar del discurso aparentemente progresista, viene a seguir gobernando junto al PSOE, instalarse en el “no se puede” aceptando todas las normas de este tablero amañado que es el régimen monárquico para ricos. Y para ello tenemos que volver a confiar en nuestras fuerzas.