Acerca de los alcances y los límites de la educación virtual en un contexto marcado por la privatización de la educación pública.
Jueves 14 de marzo
Educación virtual / PH: Nessma Elaassar
La popularización de la educación a distancia, la enseñanza virtual y las plataformas educativas desde cursos y talleres de libre acceso en YouTube y sitios como educ.ar, hasta programas acreditados por prestigiosas universidades extranjeras en plataformas como Coursera, Udacity, LinkedIn Learning y FutureLearn han experimentado un crecimiento fenomenal en los últimos años. Este crecimiento alcanzó un pico durante la pandemia de Covid-19, cuando las instituciones educativas cerraron sus puertas para prevenir el contagio.
El formato virtual se adecúa a los horarios de estudio y hábitos en línea. Las clases no requieren desplazamientos, y las lecciones asincrónicas se ajustan a las agendas de los estudiantes. Al estar la mayoría de los usuarios familiarizados con los espacios en red, la modalidad virtual puede facilitar el trabajo en equipo y la relación personalizada con las y los docentes.
La profusión de las herramientas digitales y redes sociales también ha facilitado la distribución y apropiación de conocimiento, debido a sus características multimediales, hipertextuales e interactivas. Simultáneamente, la masificación del uso de la inteligencia artificial (IA) ha permitido la organización y creación de contenido, representando un salto significativo en la generación de recursos educativos. La relación entre usuarios, las tecnologías digitales y la IA, convoca a la reflexión sobre la educación desde una perspectiva integral [1]. La virtualidad se presenta así como un campo ávido de investigación en relación a los diferentes niveles del proceso enseñanza-aprendizaje en tanto el uso de la tecnología para enseñar y para aprender, requiere una constante actualización y formación de docentes, educadores, familias, trabajadores y la sociedad en su conjunto.
A lo largo de esta nota intentaré aportar algunos elementos para enmarcar el fenómeno de la educación virtual en el contexto actual de Argentina: la educación virtual y el mercado laboral; la relación entre la institución educativa y la educación virtual; la virtualización arancelada como expresión del vaciamiento y del ataque a la docencia y algunas consideraciones sobre la mercantilización de la educación. Hacia el final, una propuesta para seguir debatiendo y encontrar una salida de conjunto al avance privatizador sobre la educación pública.
Adaptarse al mercado o morir en el intento
Las bondades de la educación virtual son especialmente valoradas en un mundo donde el tiempo libre es escaso y las condiciones laborales se encuentran cada vez más flexibilizadas: nos encontramos trabajando más que en décadas anteriores para mantener iguales niveles de ingresos, y en relaciones laborales cada vez más desiguales con los empleadores.
En la actualidad, las promesas de la educación virtual se proyectan hacia la capacitación y actualización del conocimiento frente a un mercado laboral caracterizado por la precariedad, la competencia y la fragmentación de las masas trabajadoras. La multiplicidad de cursos y áreas temáticas disponibles en línea se enfocan en la formación en campos específicos, ajustados milimétricamente a las demandas del sector privado [2].
En este contexto, cada individuo se ve forzado a asumir la responsabilidad de invertir en su propia formación para subsistir, o incluso a crear y comercializar sus propios cursos para esquivar las cuchillas licuadoras de salario. Este fenómeno subraya la contradicción entre las promesas de inclusividad de la educación virtual y la realidad marcada por las condiciones que impone el mercado laboral en el Capitalismo.
¿Puede la educación virtual reemplazar a las instituciones educativas públicas como la escuela y la universidad?
La pandemia en nuestro país ha dado cuentas de la necesidad de la presencialidad en el proceso educativo. La educación pública ha sido tanto testigo como víctima de brutales recortes presupuestarios, de escasez de materiales, de falta de coordinación en áreas pedagógicas, de carencia de apoyo psicoemocional. También ha expuesto la realidad de que son los propios docentes quienes muchas veces batallan contra la precariedad de recursos de su propio bolsillo. Por el contrario, la imposición de una presencialidad forzada como ocurrió en CABA, con estudiantes y docentes tapados hasta los dientes y muertos de frío en pleno invierno, mostró una realidad educativa en la que la discusión sobre recursos digitales y pedagogía quedó relegada frente a las urgencias de los estudiantes y las familias. Las carencias se han profundizado aún más después de la pandemia, y ante el colapso inminente de la educación pública por falta de presupuesto, comienzan a tomar fuerza alternativas de capacitación en el ámbito privado, más orientadas a demandas específicas del mercado laboral, como se mencionó anteriormente.
La experiencia reciente muestra entonces que no hay lugar para falsas polarizaciones: se plantea la necesidad de integrar la presencialidad con la virtualidad. La orientación y jerarquización de determinados contenidos y áreas temáticas parten de la base de requerimientos sociales (o al menos eso sería lo deseable). Los objetivos de enseñanza y aprendizaje para una determinada población, en un determinado contexto social, cultural, institucional e histórico anteceden al uso de la herramienta: ella existe porque hay una necesidad real en un contexto determinado por condiciones materiales particulares. Así, las clases grabadas facilitan el estudio y permiten a estudiantes que no pueden asistir a clases por trabajo o enfermedad, estar en igualdad de condiciones que el resto. Discord es una herramienta útil para interactuar y compartir información en comunidades jóvenes, las plataformas virtuales tipo MOOC permiten el trabajo colaborativo cuando hay muchos estudiantes, etcétera.
El arte de la docencia, por su parte consiste en gran medida en alcanzar exitosamente los objetivos propuestos para que un grupo particular de estudiantes, con historias, lugares de pertenencia y recorridos, aprendan significativamente los contenidos acordados por la comunidad. Por ejemplo, si los estudiantes pasan mucho tiempo jugando videojuegos y poco tiempo de estudio, los docentes tratamos de integrar ambas cosas para facilitar el aprendizaje de áreas consideradas “duras” como la física y la matemática. La virtualidad se entiende como un recurso más que permite expandir y facilitar el aprendizaje. Sin embargo, la pertinencia de su uso requiere un trabajo enorme de investigación, discusión entre pares y elaboración por fuera de las aulas que la mayoría de las veces es "invisible", pero sin lo cual las potencialidades del e-learning descansan en una mera declaración de buenas intenciones, o peor, en un neoconductismo.
Arancelamiento y virtualización de la educación pública
La universidad, la escuela y la educación pública en general han sido objeto de acusaciones de todos los gobiernos durante los últimos treinta años: de generar pérdidas económicas, de estar rezagadas, de no lograr que los estudiantes aprendan. Sin embargo, el desfinanciamiento crónico de la institución pública, así como los continuos ataques a la docencia por parte de distintos gobiernos: desde el famoso "trabajan 4 horas por día y tienen 3 meses de vacaciones" de la ex presidenta CFK, pasando por María Eugenia Vidal y ahora también Patricia Bullrich con su 0-800 para denunciar el “adoctrinamiento”, y las amenazas de Massa en campaña diciendo que si hacen paro no cobran, hasta la voucherización de Milei, han contribuido a un sostenido desprestigio que busca por un lado encubrir el vaciamiento sistemático en todos los niveles y por otro, atacar el derecho a huelga.
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Se desarrolla así un ritmo acelerado de vaciamiento de la estructura educativa, sostenido en un discurso que hace recaer sobre sus trabajadores el origen de su "mal" funcionamiento y deslegitima los reclamos.
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En la universidad, junto con el cierre de cursadas, la falta de apertura de materias y los recortes de recursos y presupuesto, surgen nuevas ofertas educativas aranceladas impulsadas desde el seno de las mismas instituciones públicas.
Este arancelamiento se apoya en contradicciones como el congelamiento salarial, presupuestario y los despidos. En algunos casos, esto llega incluso a la extorsión de los docentes, a quienes se les exige elaborar cursos virtuales arancelados sin ofrecerles nada a cambio, salvo la posibilidad de conservar su empleo. De este modo, los docentes no reciben ninguna remuneración por los cursos que ellos mismos desarrollan y ponen en práctica, en un tenor de ataque y desprecio hacia los trabajadores que refleja la crueldad que el gobierno de Milei intenta normalizar.
Antes mencioné que la educación virtual requiere de investigación en el área y la participación de distintos actores sociales para que realmente se traduzca en un salto cualitativo respecto de la enseñanza tradicional. Esto significa que cualquier camino que derive en una virtualización forzada en pos de la privatización de la educación va en detrimento de la calidad educativa de las grandes mayorías. ¿Qué formación reciben los docentes para la elaboración de recursos virtuales? ¿Entre quiénes se discuten y deciden las consideraciones pedagógicas? ¿Existe un espacio compartido entre docentes, estudiantes y autoridades para debatir los planes de las carreras?
Cuando la virtualidad pasa de ser un instrumento, una herramienta necesaria y potenciadora, a la vía unidireccional por la cual se realiza el proceso de enseñanza, se vuelve a las viejas concepciones de la escuela que parecen no haberse ido nunca. En tal caso, ni siquiera se trata de pensar al “alumno” como una tabula rasa a rellenar, porque la memoria que funciona es la del dispositivo móvil [3].
Por supuesto, lo público es también un espacio de discusiones y tensiones políticas, pues ésta es la forma que tiene la sociedad de resolver sus grandes problemas. ¿Cómo se puede entender el concepto fuerza, el concepto sustentable o el concepto energía nuclear dejando por fuera discusiones acerca de sus orígenes, sus impactos y sus contradicciones históricas? ¿Cómo se puede aprender un concepto si ese concepto que referencia a un objeto o fenómeno real, no es puesto en discusión en base a la historia, a los fenómenos y modelos que se originan en un marco social e históricamente determinado?
Mercantilización de la educación
La mercantilización de la educación es el terreno al que las grandes mayorías se ven obligadas a adaptarse y es otra de las claves para entender el boom de la educación virtual on-demand. La querés, la tenés, pero eso sí: pagala. Hoy en día se pueden encontrar cursos de casi cualquier temática con precios en dólares. Esta mercantilización va de la mano de la reproducción de desigualdades sociales porque el que más tiene puede acceder a mejor educación y por lo tanto mejores posibilidades laborales. Sin ir más lejos, a principio de año, en la propia ley ómnibus que cayó, el gobierno de Milei había propuesto entre las cuestiones educativas el home schooling desde el primario, en sintonía con la cantidad de ofertas educativas y negocios de plataformas existentes. Esto también afecta a los propios docentes para quienes la oferta de formación virtual es atractiva: después de trabajar dos o tres turnos deben invertir en cursos carísimos e inaccesibles en esta modalidad, pues no queda más tiempo del día para estudiar del que se dispone en la propia casa.
La educación como "servicio", como paquete, como mercancía desposeída de las vidas y cotidianidades de los sujetos a quienes va dirigida. Al desagregarse el aprendiz del fenómeno educativo, no importa la profundidad del contenido ni el contexto que hace posible que ese sujeto aprenda algo, ni sus vínculos o sus condiciones de posibilidad. La liquidación de la educación pública, la Universidad pública o el desguace y privatización de Conicet (considerado éste el mejor centro de investigación científica de Latinoamérica) expresa justamente este hecho. Se transforma por decreto en servicio algo que nace en el seno de una sociedad y que por tanto es patrimonio público de las grandes mayorías.
La privatización de la educación va en contra de cualquier debate público que ponga en discusión su calidad y las condiciones materiales en que ésta se desarrolla, justamente porque busca reducir el gasto público y que haya más profesionales al servicio del mercado (como en la dictadura de Onganía o en la ofensiva menemista de los ’90).
Pensar por fuera de la caja
El presente en Argentina enfrenta a la educación pública a desafíos monumentales. Las paritarias docentes apenas alcanzan una fracción de la inflación, y se advierte sobre el cierre de instituciones públicas: Conicet, la universidad, educ.ar, Télam, INCAA, etcétera. En este contexto lleno de contradicciones, la educación virtual se presenta como alternativa para reducir costos y limitar el derecho a huelga por parte de las instituciones de educación estatal, a la vez que da cuenta del ímpetu privatizador de la era Milei. La intervención de educ.ar, el cierre de Télam, los despidos a trabajadores estatales, y el plan motosierra tienen como único objetivo el robo de fondos públicos y, en este caso, la liquidación de la educación pública.
Por si acaso vale aclararlo, la educación pública es de todos quienes la sostenemos con nuestro trabajo y el pago de nuestros impuestos. El máximo nivel de desarrollo tecnológico aplicado a la educación podría potenciar a nivel masivo el acceso al conocimiento. Urge una revolución tecnológica en las propias escuelas, pero también afuera del aula para poder garantizar el acceso a la educación de las grandes mayorías. Laboratorios, aulas virtuales, bibliotecas virtuales, liberación de todos los libros de literatura infantil, que cada estudiante tenga su tablet o computadora, wifi liberado en los barrios entre otras tantas demandas. Se necesita que los estudiantes estén bien alimentados, salarios docentes actualizados por inflación. Plata para educación, para garantizar la formación constante de la docencia y no para el FMI.
Los espacios asamblearios, las asambleas barriales, son lugares de lucha y organización, donde llevamos nuestras demandas como comunidad, como estudiantes, padres, madres, familias, docentes, profesionales y trabajadores. Tenemos el derecho y la obligación como trabajadores conscientes y como estudiantes no sólo de defenderla, sino también de mejorarla, de apropiarnos de los recursos tecnológicos y de luchar por la mejor educación posible para nosotros y las futuras generaciones.
A pesar del borroso y desafiante futuro, marcado por la búsqueda del colapso de lo público de parte del gobierno actual, en donde la complicidad de las burocracias en las distintas estructuras juegan un rol central, contamos con nuestras voces, contamos con nuestro conocimiento y con una ciencia respaldada internacionalmente. Tenemos en nuestras manos el poder de la palabra para dialogar, nuestras ideas y nuestro cuerpo para enfrentar los desafíos de una época sin precedentes del desarrollo tecnológico. El paso a la acción y la determinación son fundamentales para reconstruir sobre otras bases bases, verdaderamente democráticas y solidarias, el futuro de la educación pública.
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[1] Crisol-Moya, E., Herrera-Nieves, L., & Montes-Soldado, R. (2020). Educación virtual para todos: una revisión sistemática. Education in the Knowledge Society (EKS), 21, 13.
[2] Héctor Varas-Meza, E. A. (2020). Virtual education: factors that influence its expansion in Latin America. https://doi.org/10.5281/zenodo.4292698
Rosario Escobar
Oriunda de Temperley, es profesora de física egresada de la UBA y doctora en el área de la didáctica de las ciencias naturales (UNICEN). Milita en la agrupación Docentes e Investigadores de Izquierda y forma parte de la redacción de ciencia y tecnología de La Izquierda Diario.