La elección del pasado 27 de octubre confirmó la lógica de dos bloques. La derecha, que había sido vetada para gobernar luego de la crisis del 2002, no solamente gobernó, sino que se mantuvo competitiva. Hay una guerra de relatos a instalar. El MPP se consolidó como la fuerza hegemónica en la centroizquierda, absorbiendo al astorismo. Las incorporaciones desde los partidos tradicionales a la campaña de Orsi, las perspectivas del balotaje y el próximo período.
Viernes 15 de noviembre
Las recientes elecciones se desarrollaron en un escenario de estabilidad económica, aunque con un bajo nivel de crecimiento económico, y una redistribución regresiva de la riqueza, a lo que se suman los casos de corrupción que resonaron en los últimos años.
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La guerra de relatos y el ánimo de la militancia
En la noche de la elección y en los días posteriores hubo una guerra de relatos. Por un lado, el FA buscando instalar que es el partido político más votado del país, y ensayando un discurso componedor para captar votos de los demás partidos. Por otro, el Partido Nacional intentó instalar (bastante exitosamente en la noche de la elección) que el bloque “coalicionista” fue el más votado de la elección. Ambas afirmaciones tienen aspectos de verdad. De todos modos, la composición del parlamento hacia la segunda vuelta, donde el Frente Amplio ostenta una clara mayoría en la cámara alta, puede ser un elemento que incline la balanza hacia un lado.
El clima de triunfalismo de la dirigencia y la base frenteamplista, que se palpaba hasta días antes de la elección, recibió un primer golpe la noche del 27 de octubre, con el correr de las horas, se atemperó. El FA esperaba votar un par de puntos por encima, y si bien obtuvo la mayoría absoluta en el Senado, nadie obtuvo mayoría en la cámara baja. En caso de ganar la coalición de derecha, se daría la inédita situación de un gobierno con un partido que no solamente no tiene mayoría propia en el senado, sino que el partido opositor controla la cámara.
Plebiscito
El plebiscito, que fue impulsado por los sectores a la izquierda del PCU en la central obrera, generó una crisis en el FA y lo tensionó al extremo. El PCU, que inicialmente había estado en contra de la propuesta, terminó tomándola y haciendo campaña como forma de ponerse a la cabeza de la central y no perder el control sobre el proceso. El MPP y los sectores neoliberales de izquierda (el "astorismo") salieron a coro con la derecha y los bancos a repudiar el plebiscito. En esos marcos se desarrolló la campaña.
El 40%, por lo tanto, es un buen resultado si tenemos en cuenta que prácticamente todo el sistema político, excepto una pequeña parte del Frente Amplio, se colocó en contra del mismo, y que la militancia la desarrollaron los sindicatos y grupos de izquierda extrafrenteamplista. Fue una campaña que cuestionó el sistema de lucro de las AFAP’s, el cual configura un pilar del sistema económico, y demostró que el consenso alrededor del sistema previsional no es tal.
Los 34 mil votos en blanco hacia partidos con la papeleta del plebiscito de la seguridad social configuran un dato interesante de la elección.
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La estrategia de moderación del FA
Una de las lecciones de la noche del 27 de octubre y de la campaña electoral realizada por el Frente Amplio en general es que quedó demostrado que la estrategia de la moderación extrema, sumada a la táctica de “esconder” al candidato y mostrarse sin propuestas, tiene un límite claro.
Hay estadísticas que muestran que dos tercios de votantes del FA votaron el plebiscito, incluso contra toda la primera plana (Mujica incluido), que fueron parte de la campaña terrorista contra el pueblo trabajador, diciendo que si el plebiscito ganaba iba a haber un "caos", el dólar se iría a las nubes y Uruguay entraría en una crisis económica.
El MPP se consolida como fuerza hegemónica de la centroizquierda
En lo que respecta a la interna del Frente Amplio, se consolidó el MPP no solamente como sector más votado, sino como sector hegemónico. El Espacio 609 (MPP y aliados) logró 9 senadores y 36 de los 48 diputados del FA. Para graficarlo de otra forma, el 75% de la bancada quedó en manos del MPP. Esto es relevante porque anticipa una dinámica de funcionamiento de un eventual gobierno de Orsi, recostado sobre sí mismo y en su “mesa chica”. El tema de los desbalances a la interna siempre fue un punto de crisis en el Frente Amplio. Además, debemos tener en cuenta que el próximo gobierno puede tener focos de conflicto con los sindicatos y movimientos sociales como el ambientalismo. En este punto es interesante preguntarse por la relación entre el MPP y el resto del Frente Amplio en un futuro gobierno y la relación con la dirigencia sindical, centralmente con el Partido Comunista.
Un sector que se vio fagocitado por el MPP fue el astorismo, quien pagó el costo de su oposición férrea al plebiscito de la seguridad social. Además, se desdibujó al ir dentro del mismo sublema del MPP, y, posiblemente fue perjudicado por el ingreso de Blanca Rodríguez en la 609. Recordemos que en la conferencia de prensa donde anuncia su ingreso dice explícitamente reconocerse como “cristiana, de izquierda, feminista y seregnista”.
Sin embargo, la caída electoral del astorismo no grafica su peso e impacto en la forma en que se piensa la política económica en el Frente Amplio. En el reciente homenaje realizado a Danilo Astori al cumplirse un año de su fallecimiento, no tardaron en aparecer las reivindicaciones al gran conductor de la economía uruguaya durante 15 años. No solamente la fórmula presidencial frenteamplista, sino personalidades de los diversos sectores, rindieron homenaje a Astori, y con él, a la línea de conducción económica. Es que el astorismo como corriente política tuvo el mérito de leer (por derecha) el contexto político mundial pos caída del Muro de Berlín, pasando del desarrollismo cepalino al consenso neoclásico en economía. Es la corriente política de la izquierda uruguaya que expresó mejor el consenso neoliberal uruguayo por izquierda, o dicho de otra forma, fue su intérprete por izquierda. No solo eso, sino que hegemonizó con su visión de la economía y la política al resto del Frente Amplio, al punto de que la candidata “de izquierda” en la interna frenteamplista, postulaba como posible ministro de economía a Pablo Ferreri, un astorista de la primera hora. La prueba más cabal del astorismo como sentido común económico en el Frente Amplio es la designación de Gabriel Oddone como eventual ministro de economía de un gobierno de Orsi. Si el homenaje a Astori pudiera asemejarse a una obra teatral, el título podría ser, parafraseando a Juan Perón: “Astoristas somos todos”.
Los posibles escenarios favorecen al FA en segunda vuelta
En lo que respecta a la campaña hacia el 24 de noviembre, desde la noche de la elección, y como recomiendan los manuales de márketing político, el FA cambió su bandera por la bandera uruguaya y suavizó aún más su discurso en busca del electorado centrista. En los días posteriores a la elección fueron presentados en nacionalista Victor Bjorgan, ex representante del Partido Nacional en temas de seguridad; y Zaida González, quien había acompañado al “Coalicionista” Andrés Ojeda. Recordemos que hace cinco años, en 2019, el FA iniciaba el tramo 15 puntos abajo de la coalición de derecha y terminó perdiendo el balotaje por 1,5%. Este año tiene la ventaja de que la distancia a recortar es menor (43,9 a 47), y que tiene todavía posibilidad de traccionar el voto de los partidos chicos, que junto al voto en blanco y anulado (que tuvo su máximo histórico en 5%), conforman cerca del 9%. En este punto, analistas como Óscar Bottinelli sostienen que existe un universo de unos 120 mil votos de personas que votaron al SI de la seguridad social y en blanco a partidos, o votando a los partidos chicos (centralmente PERI, UP, IS). Este voto es claramente más captable por el FA que por la coalición multicolor.
Otro punto fuerte que indica una ventaja táctica para el FA en la segunda vuelta es la situación de las cámaras del parlamento. La mayoría frenteamplista en el senado plantea un escenario de “ingobernabilidad” en caso de que sea electo el gobierno del Partido Nacional. Como dijimos anteriormente sería inédito un gobierno de un signo político y un senado controlado por el partido opositor. Esto plantea la situación de que, o el FA gobierna, o el FA incide en el gobierno, ya que no podría aprobarse nada sin el acuerdo del conjunto del FA. Distinta sería la situación en un gobierno del Frente Amplio, que, a pesar de no contar con la mayoría en la cámara baja, podría negociar con fragmentos de la coalición ley a ley. Es probable que si el actual oficialismo pierde no haya coalición “republicana”.
La desventaja en este punto para el FA es que después de un periodo de gobierno sin grandes quiebres, la coalición "republicana" de centro-derecha aparece más homogénea, ahora con el 91% de los votos concentrados en los históricos partidos blanco y colorado, lo que disminuye la posibilidad de traspaso de votos desde los aliados de la coalición al Frente Amplio (situación común en otros balotajes). El desafío para la coalición de derecha es retener y fidelizar el 100% de sus votos en la primera vuelta.
En los últimos días las encuestas publicadas le otorgan una diferencia de entre dos y cuatro puntos al FA por encima del candidato del Partido Nacional.
Perspectivas para la clase trabajadora organizada y los movimientos sociales
En un mundo donde las democracias liberales aparecen a cada paso cada vez más degradadas y con grandes crisis de representación - lo que se expresa en el surgimiento de extremas derechas - en nuestro país vamos hacia una contienda entre dos variantes extremocentristas, que expresan, a su forma, el consenso neoliberal construido posterior a la dictadura. Es decir, el país primarizado, dominado por unos pocos monopolios trasnacionales, y que da rienda suelta a los proyectos extractivistas y contaminantes. En lo que va de campaña hacia la segunda vuelta, la competencia se centra en cuál de los candidatos es más dialoguista y de centro.
La moderación por parte del FA, tanto en lo económico como en la política local e internacional, propondrá un escenario donde el futuro gobierno tendrá muchos reparos en otorgar concesiones o satisfacer demandas de recomposición laboral, condiciones de trabajo, preservación de los bienes comunes naturales, aumento del presupuesto social, etc.
En este sentido, es probable que el futuro gobierno - sea del color que sea - tienda a chocar con las aspiraciones de quienes quieran defender los derechos conquistados o ir por más.
La tarea consiste, entonces, en prepararse para estos futuros momentos, donde podrán desarrollarse luchas que sea necesario rodear de solidaridad, organizar, coordinar y extender.
Frente a la política del mal menor, y a las expectativas frustradas, volveremos a poner sobre la mesa la necesidad de construir una fuerza desde abajo, independiente de cualquier variante del régimen, que desarrolle un perfil anticapitalista, porque ya no hay forma de seguir emparchando al sistema, y es necesario cuestionarlo. Una fuerza que frente a la política de la resignación retome lo mejor de la tradición de izquierda y revolucionaria de las generaciones pasadas, y que esta vez se proponga derribar al capitalismo y luchar por otra sociedad que, no solo es posible, sino es necesaria.