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Economía. El dólar y las presiones devaluatorias de cara a las elecciones

¿Puede descartarse una devaluación antes de fin de año? Y si sucediese, ¿ocurriría antes o después de las elecciones generales? Las presiones del capital concentrado, el acuerdo con el Fondo y las consecuencias sobre el pueblo trabajador que hay que enfrentar.

Lucía Ortega

Lucía Ortega @OrtegaLu_

Miércoles 6 de octubre de 2021 23:21

💵 PANORAMA ECONÓMICO | La creciente inestabilidad del dólar hacia las elecciones generales - YouTube

La Comisión Nacional de Valores (CNV) y el Banco Central aplicaron este miércoles medidas para limitar la operatoria de los dólares financieros (contado con liquidación y MEP). Sin embargo las tensiones en el mercado cambiario paralelo siguieron en respuesta en la misma jornada, con fuerte volatilidad.

¿Puede descartarse una devaluación antes de fin de año? Y si sucediese, ¿ocurriría antes o después de las elecciones generales? ¿Cuáles son las consecuencias para el pueblo trabajador? Algunas claves.

1- Suele escucharse que la tensión en el tipo de cambio es esperable en cualquier campaña electoral. ¿Por qué?

La incertidumbre de lo que pueda ocurrir con el resultado en las urnas, la debilidad de la economía y la crisis política aceleran la expectativa de devaluación. Esta, a su vez, genera más presiones en el dólar porque ante la incertidumbre se demandan más dólares y eso tiende a subir la cotización.

Esa expectativa de devaluación está en gran parte apoyada en la experiencia histórica reciente, en donde ya sabemos que usualmente elecciones y devaluación van de la mano: lo que sucedió después de los resultados de las PASO en 2019 con Macri. Anteriormente la devaluación post elecciones de 2015, que Prat Gay (el que fue el primer Ministro de Economía de Macri) denominó “sinceramiento” y aumentó de un golpe el precio del dólar un 50%, anteriormente la devaluación de enero de 2014, y así podemos ir para atrás.

Pero hay cierta inclinación de los analistas en depositar mucho, o demasiado, la explicación en la propia expectativa devaluatoria y en el comportamiento de “la gente” en general (esto último sin distinguir a los grandes jugadores del mercado y a los pequeños ahorristas).

2- No alcanza la experiencia, la incertidumbre política y la expectativa de devaluación en si misma para asegurar que puede haber tensiones cambiarias, es decir, presiones a la devaluación o una devaluación misma, esto es, un salto rápido del tipo de cambio.

Decir que es una tensión propia del período pre-electoral busca bajarle gravedad a problemas reales y profundos en la gestión económica.

Se trata de saber con qué capacidad de intervención en el mercado cuenta el Gobierno, o más específicamente, el Banco Central, para evitar una devaluación. Pero también si tiene la voluntad de evitarla o no, o hasta qué punto.

Por su parte, la crisis política puede acelerar los tiempos y desencadenar giros en la situación que sacudan el débil equilibrio de las variables macroeconómicas.

Hay elementos objetivos a tener en cuenta:

  • El Gobierno llega a este momento del año mejor parado de lo que esperaba en materia de reservas, gracias al ingreso extraordinario de dólares por exportaciones del agro por el alza del precio de los commodities, y por lo ingresado por el “aporte solidario” de las grandes fortunas. Así como por los U$S 4.355 millones en Derechos Especiales de Giro que repartió el FMI en agosto a los países miembro.
  • Sin embargo, con ello no alcanza. El Banco Central vio por otro lado una sangría de dólares, porque continuó realizando pagos de deuda externa, especialmente con organismos internacionales. Entre otras cosas, el Gobierno esperaba tener cerrado un acuerdo con el Fondo, pero debió posponerlo precisamente, por cuestiones de “agenda electoral” (o mejor dicho, para ocultar al electorado las consecuencias que ello implica).
  • A pesar de las extraordinarias entradas de divisas, las reservas crecieron muy lentamente. Sólo puede observarse un salto marcado el 23 agosto por la entrada de los DEG, que inmediatamente sufren una nueva reducción tras el propio pago parcial al FMI.
Fuente: La Izquierda Diario en base a Banco Central de la República Argentina
Fuente: La Izquierda Diario en base a Banco Central de la República Argentina
  • De acuerdo al periodista Javier Lewkowicz en Página 12, el nivel actual de reservas netas (de "libre disponibilidad") es de apenas unos U$S 6.200 millones.
  • También las dificultades aparecen por las propias intervenciones del Banco Central para contener el dólar “paralelo”, que en todo el año bajaron su capacidad de acopio de dólares. En septiembre el BCRA perdió U$S 950 millones en la plaza oficial y otros U$S 300 millones (según estimaciones de la consultora Equilibra) en la compra de bonos en dólares para sostener la cotización de referencia del “dólar financiero”. Algunos plantean que es “poco” lo que perdió el Central en comparación con otros septiembre anteriores. Sin embargo, omiten decir que fue una pérdida que ocurrió aún a pesar de que la liquidación de divisas ese mes fue la más alta desde que arrancó el siglo, un récord de U$S 2.400 millones.
  • También debe considerarse que desde septiembre en adelante no hay liquidación de dólares del campo, recién en diciembre empezaría a entrar algo por la venta de trigo, pero lo fuerte es en marzo con la cosecha gruesa de soja.
  • Antes de que finalice el año restan pagos por U$S 2.300 millones el FMI, lo cual preocupa si tenemos en cuenta que equivalen al 37 % del nivel actual de las reservas netas.
  • Que ante la crisis política y la debilidad del gobierno los sectores concentrados aprovechan para buscar presionar, a través de su presión en el dólar y la amenaza que eso representa en las urnas, hacia una determinada orientación del rumbo económico, y de las llamadas “reglas de juego”, que por lo general refieren a las relaciones laborales y el sistema impositivo.

Una clave silenciada: el acuerdo con el FMI y los pagos que no se cuestionan

Usualmente, el canal para “activar” la llave de las presiones devaluatorias que tienen “los mercados” (eufemismo para referirse al capital financiero y concentrado) suele ser el mercado oficial de cambios. Como está prácticamente cerrada la operación de compra y venta particular o para atesoramiento (quienes más operan son exportadores e importadores), ahora esa tensión se movió a los llamados “dólares paralelos”, que son el “blue” (o compras y ventas no registradas o ilegales), el “dólar financiero” que incluye al CCL y al MEP (o “dólar bolsa”) pero que pocos entienden cómo funciona.

El dólar blue suele decirse que es un mercado chico y que puede estar afectado volátilmente por pocas operaciones, tiende a girar en torno a las cotizaciones del solidario y el financiero. Entonces la atención se dirige al “financiero”, en donde, otra vez, sólo unos unos pocos fondos de inversión internacionales acreedores de la deuda soberana concentran la mayor cantidad de bonos.

Horacio Verbirsky describía en su columna del domingo cómo el Fondo Templeton, por ejemplo, era el mayor tenedor del bono BONTE 21 que vencía el martes, con el 17%.

El gobierno intenta ajustar el torniquete y evitar que se ensanche la brecha entre el oficial y el paralelo con medidas más restrictivas para operar allí(por ejemplo, redujo el monto operable por semana y la cantidad de operaciones que se pueden realizar con bonos para aguantar hasta noviembre). El problema es que no puede mantenerlas por siempre, y se sabe que las liberará eventualmente, sobre todo porque las restricciones al dólar va en contra de los pedidos del FMI de gradualmente ir levantando incluso el cepo.

Pero hay una clave fundamental de las tensiones con el dólar que es la negociación con el Fondo Monetario Internacional. El 22 de diciembre vence un nuevo pago de capital que sacará otros U$S 1.900 millones de las arcas del Central. El Gobierno, ¿podrá cerrar un acuerdo con el organismo antes?

El resultado electoral de las generales podría entorpecer (aunque de ninguna manera impedir, todos salvo el Frente de Izquierda adelantaron que apoyarán un acuerdo con el Fondo) las negociaciones entre los bloques patronales en el Congreso, aumentando la incertidumbre y las presiones de los mercados a que se acepten condiciones más restrictivas, mayores exigencias de reformas estructurales como la laboral y la tributaria.

El Gobierno, por otro lado, amenaza con que es inevitable el acuerdo con el organismo porque sino “hay” vencimientos impagables el año que viene. Como si un desconocimiento soberano basado en una investigación de los fraudes y de la ilegitimidad de la deuda no fuese otra alternativa posible (y la única en favor de las mayorías sociales) para cortar con este círculo vicioso.

Consecuencias de la devaluación: un nuevo golpe al bolsillo

En estas condiciones no pueden descartarse una creciente inestabilidad y volatilidad cambiaria, e incluso alguna corrida contra el dólar próximo a las elecciones motivado por saltos o giros en la crisis política.

En el dólar se concentra una llave mágica para permitir una transferencia de recursos en una u otra dirección, para modificar rápidamente la distribución del ingreso en favor de los sectores concentrados de la economía, en especial los exportadores, los acreedores de deuda, los bancos.

Las devaluaciones tienen un efecto demoledor sobre los salarios y los ingresos populares. Tanto por su capacidad de compra en términos de dinero mundial, como por el efecto sobre la inflación de los bienes y servicios que se consumen a diario.

Para evitar estas maniobras especulativas y devaluatorias, además de rechazar el pago al FMI y el acuerdo que intentarán cerrar con el organismo, hay que controlar las divisas disponibles. Para ello, es necesario disponer de las herramientas que hoy están en manos de un puñado de grupos económicos: la operatoria de la banca y el comercio exterior, y ponerlas en manos del Estado bajo gestión de los trabajadores.

Con la nacionalización de la banca en un banco estatal único se preservaría el ahorro nacional y los los depósitos para los pequeños y medianos ahorristas, que hoy en ningún modo están seguros. Asimismo, se permitiría canalizar el ahorro nacional hacia el crédito que permita desarrollar las actividades más urgentes para responder a las más acuciantes necesidades sociales.

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Lucía Ortega

Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.

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