El empleado basura llega 5:55 am para asegurarse de marcar tarjeta a las 6 am, ni un minuto más, no sea cosa que su estómago basura reciba unos pesos menos de comida al final de la quincena o el mes.
Miércoles 20 de mayo de 2015
Bosteza un poco y, luego, como buena basura, se ubica en la línea para comenzar la jornada; nunca mejor dicho: en la línea, o en línea, como lo necesita el patrón. El empleado basura entonces escucha atentamente y sin levantar la mirada (no sea cosa que sus ojos de basura se inunden de humanidad al mirar a los ojos con la frente en alto) al supervisor que lo amenaza de suspensiones o hasta de despido y que viste diferente para no confundirse entre tanta basura, entre tantas líneas.
Lo amenaza porque, al fin y al cabo, no es más que basura, no es más que un contrato, no es más que un número y por ende, no es un ser humano de la puerta para adentro.
El empleado basura camina con paso aplomado esperando que las agujas del reloj que cuelgan del final de la línea se apuren, y es una gran bolsa de consorcio que vagabundea 8 hs, cuando no 10 o 12. Y, entre tanta caminata, el empleado basura se asfixia de algodón que hay en el aire y tose recordando aquel cuento de Cortázar en el que se vomitan conejitos, y entonces ríe sintiéndose reflejado en el mismo; al menos no pierde el humor. Un dato no menor, parece basura, pero ríe y recupera cierta humanidad.
Cuando recupera la humanidad es justo cuando se hace el horario de ese mínimo descanso de comida que da el patrón para que la basura pueda seguir otras horas más produciendo. Decide ir al baño entonces, aunque entiende al entrar con su tarjeta magnética, que no es tanto lo que decide, ya que ese baño no tiene inodoro para que no se pierda ni un minuto de más de producción, ya que la tarjeta es otro mecanismo de control.
Durante la comida, cabizbajo escucha la cadena nacional: “Y así es que crearemos 1000 puestos nuevos de trabajo…” y por lo bajo susurra: “Y sí, una vez más, flexibilización de la flexibilización”.
A pesar de todo, luego de volver del almuerzo y antes de terminar la jornada, esta gran bolsa de basura pasa las horas que quedan charlando y discutiendo con los otros empleados basura a escondidas del patrón y el supervisor. Las horas así vuelan, y se reconocen como si estuviesen mirándose en un espejo que refleja la bronca de saberse basura, y son conscientes, y se matan pensando como dejar de ser basura.
Así es que a la salida organizan juntarse a charlar profundamente fuera de la fábrica, y ya no son la basura normal, son una basura molesta que empieza a acumularse en el providencial jardín del patrón de turno. Basura para el patrón que es quien crea el empleo basura en consonancia con el Estado, pues esta basura no es escoria en si misma (mucho menos ahora), son obreros, compañeros de clase.