Al celebrarse un año más del natalicio de Benito Juárez, el presidente López Obrador reafirma su fe juarista, al mismo tiempo que busca fortalecer la comparación que hace del gobierno de los liberales reformadores de 1857, con el gobierno de la Cuarta Transformación. Sin embargo, son dos gobiernos distintos, en épocas distintas.
Jueves 21 de marzo de 2019 19:46
Desde los inicios de su campaña electoral hasta su papel como presidente del país, López Obrador se declara seguidor de los pasos del presidente Juárez.
Por ello, y dado que Juárez enfrentó a la reacción conservadora en su momento, AMLO recurre a la forma facilista de descalificar a todo crítico a varias de sus medidas de gobierno, como “conservadores” o “reaccionarios”. Pretende así, establecer dos “campos” en la vida política del país: los “conservadores” (que no están con él) y los “progresistas” que no difieren o critican sus medidas.
Este calificativo vale igual tanto para los que añoran los gobiernos reaccionarios de la alternancia que vivimos desde el 2000 a partir de la transición política, como para aquellos que han visto cómo las expectativas depositadas en un gobierno que se autoproclama “antineoliberal”, han sido echadas de lado.
Muchas de las medidas o decisiones de López Obrador nada tienen que ver con aquel Juárez que promulgó las Leyes de Reforma para acabar con la tiranía de Santa Anna y el poder de la élite política económica -entre ellos la Iglesia-, que dominaban el país a la caída del corto Imperio de Agustín de Iturbide. Sin embargo, es necesario señalar que forzar la historia no necesariamente transplanta una realidad a otra, sobre todo en épocas distintas, con desarrollo económico y formaciones sociales diferentes.
Para empezar diremos que, López Obrador no enfrentó una situación convulsiva como la del México de entonces, que a partir del fin del Primer Imperio, estuvo llena de golpes militares y alzamientos. Una etapa de inestabilidad, donde el bando de los que ansiaban el retorno del Imperio o los favores del oportunista caudillo político militar Antonio López de Santa Anna.
A diferencia, AMLO llegó al poder en un marco favorable para sus proyectos políticos (bajo el régimen de la alternancia), que permitió recambios de poder pacíficos, donde las masas no tuvieron una real intervención, salvo su expresión de hartazgo en las urnas.
Ya desde ahí hay una falsificación histórica que AMLO trata de reafirmar con frases elocuentes y citas del llamado Benemérito de las Américas. Esto, en un país donde Juárez es símbolo de la lucha contra los gobiernos autoritarios o dictatoriales, el poder de la Iglesia, y defensor de la soberanía nacional, como lo mostró desde que era inicialmente un liberal moderado al sumarse a la proclamación del Plan de Ayala contra Guadalupe Victoria, o la guerra de resistencia contra la intervención francesa que impuso un Segundo Imperio extranjero en el país.
Además, Juárez asumió un gobierno débil, apoyado solamente en los estados gobernados por liberales (en todos ellos, con la oposición de la reacción civil y clerical). Allí no hubo un “tsunami” liberal que produjera un gobierno fuerte como el del “liberal” AMLO, que llegó al poder con el apoyo de 60 millones de votos (instalando un nuevo un poder hegemónico), y después de haber sido parte del ala dura del Partido Liberal en el constituyente que dio paso a la Ley de Reforma en 1857.
Por el contrario, la 4ª Transformación es producto de una transición política pacífica pactada en 1999 entre los principales partidos del Congreso de la Unión. Por lo que AMLO trata de vender una idea falsa de la realidad al equipararse con liberales del siglo XIX.
Nada tiene que ver el “gobierno itinerante” (donde el gabinete cabía en un carruaje) que huía por todo el país acechado por el golpista Félix María Zuloaga y las tropas de Miguel Miramón, quien después asumió la presidencia en 1889, fortaleciendo así los intereses y programa del partido conservador.
Las múltiples giras que ha realizado AMLO por el país, en nada se parecen a las correrías del gobierno juarista, que venía huyendo del cerco de las tropas del gobierno usurpador.
Si Ciudad Juárez -la ex Paso del Norte-, se llama así, es en homenaje al Presidente itinerante que tuvo que refugiarse en la frontera con Estados Unidos. Qué hubiera dado Benito Juárez (aunque se desmañanara) por poder todos los días ofrecer la “entrevista mañanera” instalado cómodamente en un auditorio del Palacio Nacional.
El maridaje “liberal” con la reacción eclesiástica
Ya desde las discusiones en el Constituyente iniciado en 1856, los liberales combatieron el poder económico y político del clero a través de leyes como la que inicialmente propuso Lerdo de Tejada -Desamortización de los Bienes del Clero.
Esto llevó a Juárez en 1879 a promulgar la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, que además establecía la separación de la Iglesia y el Estado y la libertad de cultos, con lo que establecía las bases del Estado liberal. Iba más allá de la Ley Lerdo de desamortización, pues nacionalizaba por decreto los bienes del clero.
De ser consecuente con su “ideario juarista”, en esta época, López Obrador tendría que nacionalizar todas las empresas del Estado entregadas al capital privado.
Reseñar esto vale para señalar que, contraviniendo su “liberalismo juarista”, López Obrador en su campaña se alió a un partido clerical evangelista. Y lejos de enfrentar y debilitar el poder de los parasitarios de la fe, AMLO fortaleció y empoderó al reaccionario Partido Encuentro Social que logró, gracias a esta alianza, contar con 56 diputados federales, otros senadores, 115 presidencias municipales y cerca de 5 mil regidores en todo el país.
Este partido que, por no alcanzar el 3% del total de los votos del padrón electoral, perdió su registro, mantiene un poder considerable, como representante del conservadurismo reaccionario, que ya mostró su oposición a los derechos de la mujer (y las minorías sexuales), pues votó la penalización del aborto en Nuevo León.
Por lo tanto no es una coincidencia que el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, el presidente que se define como liberal, se negó a dar su posición sobre el derecho al aborto de las mujeres -sabedor que miles mueren al año por abortos clandestinos penalizados-, argumentando que en ese momento no era importante pronunciarse respecto, pues lo principal era ocuparse de la corrupción (¡!).
Y reafirmando su verdadero carácter conservador -pese a citar a Juárez todo el tiempo-, asistió a una ceremonia católica como padrino de la hija del empresario Miguel Rincón Arredondo, muy cercano al presidente. Donde además, aparece en la foto junto al ex cardenal Norberto Rivera, acusado de proteger a varios curas pederastas, y muy cercano a las huestes de “Pro Vida”.
El presidente López Obrador junto a Norberto Rivera
Es decir, hay un marcado contraste entre el laicismo de Juárez (que siendo católico dictó las Leyes de Reforma) con este presidente “liberal” tan cercano a sectores realmente reaccionarios.
En el día de la conmemoración del natalicio del oaxaqueño liberal Benito Juárez, el tabasqueño conservador López Obrador, incurrirá en omisiones históricas para aparecer como un consecuente liberal.
Mario Caballero
Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.