El Morena ha organizado diversas actividades de difusión del marxismo, entre ellas las llamadas “semanas rojas”, esto como parte de fortalecer su perfil político, que se ha presentado como “progresista” y antineoliberal, pero ¿qué tan cercano es Andrés Manuel López Obrador a las ideas de Marx?
En repetidas ocasiones la 4T ha organizado eventos en donde hace referencia a la obra de Karl Marx, como un ejemplo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nombró autoridades en el CIDE para que siguieran su línea ideológica, organizando eventos en los cuales intenta apropiarse de la obra de los fundadores del socialismo científico en un contexto donde muchos jóvenes universitarios han tomado interés por las ideas revolucionarias; por ejemplo, el 14 de septiembre de 2022, se realizó el seminario “De vuelta a Marx. Una lectura crítica del capitalismo contemporáneo”, que fue duramente criticado por los medios de la derecha, como la reacción furiosa del periódico Reforma, mientras que el presidente rechazaba al diario conservador.
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Otro ejemplo de estos intentos de apropiación del marxismo los encontramos en Marx Arriaga, actual director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que editó el texto polémico Un libro sin recetas para la maestra y el maestro, el cual fue duramente criticado, nuevamente por la derecha, porque cometió el sacrilegio de recomendar a los maestros la lectura del Capital de Karl Marx y el ¿Qué hacer? de Lenin; por lo que cabe preguntarse: ¿son compatibles el marxismo y la 4T?
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¿Qué es el marxismo?
Para contestar a la pregunta principal es necesario responder primero: ¿qué es el marxismo? Es la doctrina cuya aportación fundamental a la humanidad es el esclarecimiento del papel histórico del proletariado (o la clase trabajadora) a escala internacional como el sujeto social que, con su trabajo, pone en marcha la sociedad capitalista; lo que le permite ser el creador de la sociedad socialista, a partir de su acción revolucionaria y acaudillando al conjunto de los oprimidos y explotados. [1] Lo que se traduce en la superación de este sistema por medio de la revolución socialista para dar paso a un nuevo tipo de sociedad que le dé fin a la explotación y opresión generadas por el afán de ganancia de la burguesía.
El avance de la lucha del movimiento obrero a mediados del siglo XIX en Europa tuvo un importante apoyo en los críticos liberales radicales del orden existente, quienes, con el desarrollo de los acontecimientos se convirtieron en ideólogos y organizadores del socialismo como fue el caso de Karl Marx y Friedrich Engels. En ese sentido, una de las organizaciones más importantes de aquel periodo fue la Liga de los Justos, después llamada Liga de los Comunistas, la cual encargó la escritura de su programa a Marx y Engels. [2]
Este programa es el Manifiesto del Partido Comunista donde los dos revolucionarios alemanes establecieron los principios fundamentales del socialismo científico, los cuales están formulados de forma sencilla y clara para que los trabajadores pudieran hacerlos suyos; entonces, se explica cómo emergió el poder de la burguesía, a partir de revolucionar las fuerzas productivas y encabezar los procesos económicos y políticos, que hundieron a la sociedad feudal para dar paso a una nueva.
También desarrollan el papel del Estado moderno como “una junta de hombres armados que administra los negocios comunes de toda la burguesía” [3] creada por esa clase para conservar e incrementar sus ganancias, generadas a partir del trabajo de los obreros, valiéndose del uso de la violencia políticamente organizada para reprimir cualquier intento de movimiento, que atente contra la acumulación del capital, pues la burguesía se mueve sólo por el interés de conservarla. Por supuesto, desde la teoría del marxismo no se ve al Estado sólo como un aparato que usa la fuerza física, también lo hace con el consenso mediante el voto universal, la educación, la prensa y hasta la cultura.
Por otra parte, en el Manifiesto se explican los fenómenos que cuestionan el poder de la burguesía como las grandes crisis comerciales de sobreproducción, las cuales hacen que el capitalismo se estremezca profundamente, dando paso a las movilizaciones sociales y, en especial, al despertar de la clase trabajadora como sujeto de la historia. Más adelante se expone el papel de ese proletariado para mover los engranes de la economía, además del proceso para constituirse como sujeto histórico, que comienza a organizarse para defenderse de los abusos patronales y, después con el desarrollo de organizaciones revolucionarias, el movimiento obrero comienza a luchar contra la explotación capitalista misma. [4]
El debate del marxismo con la 4T
Como dijimos antes, el uso que da la 4T a las ideas de Marx está íntimamente ligado a la imagen “progresista”, que el gobierno busca construir para mostrarse como alternativa al neoliberalismo, con el fin de dialogar con sectores que ven con simpatía a las ideas de izquierda, incluso a partir de considerar que el gobierno de AMLO es de izquierda, para mantenerlos como parte de su base social; sin embargo, la estrategia y el programa político del Morena, al momento de entrar en práctica no coinciden con la estrategia y el programa político planteados por el marxismo revolucionario, veamos porqué.
El propio AMLO ha dejado clara su postura al respecto “cuando nosotros estudiábamos la universidad (…) se hablaba mucho en las clases —y en las clases se enseñaba— que se acumulaba el capital porque se producía la explotación del trabajador, porque el dueño de los medios de producción, el burgués se quedaba con la plusvalía (…) Eso fue lo que se enseñó durante mucho tiempo y es una teoría válida, pero que no aplica del todo en el caso de México, porque en nuestro país no se dio necesariamente por la explotación del burgués (…) la acumulación de capital en México se dio por la corrupción”. [5]
Esta afirmación no es correcta, ya que el proceso de acumulación de capital en México se dio sobre la base de la explotación capitalista (como en cualquier otro país), como lo hemos demostrado en el libro México en llamas 1910-1917, Interpretaciones marxistas de la Revolución, [6] desarrolla que se trata de una revolución que mostró tendencias anticapitalistas, particularmente en el accionar de las fracciones radicales encabezadas por Villa y Zapata y, por tanto, puso en cuestión el modo de producción capitalista que se desarrolló en el porfiriato.
En Chihuahua, los grandes terratenientes mexicanos Luis Terrazas y Enrique Creel construyeron Imperio político y banquero, consolidado una oligarquía familiar que gobernaba sobre todas las cosas y gentes del estado. Ambos propietarios pertenecían al llamado grupo “científico” allegado a Díaz, que jugó un papel crucial en la formación de la ideología porfirista. [7]
Asimismo, yendo a una discusión mas actual, según los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE-N) actualizados al 4T2022, durante el último trimestre de 2022, en México se registró una población ocupada de 60.5 millones de asalariados de los cuales 32.4 millones pertenecen a la economía informal, mientras que 26.1 millones a la economía formal insertados en industrias como la automotriz, de telecomunicaciones o minoristas, en su mayoría pertenecientes al sector privado que, por supuesto, extrae ganancias del trabajo de la clase obrera; por ejemplo, en 2021 empresas como América móvil tuvo ganancias por 855,534 millones de pesos en ventas, Walmart de México obtuvo ganancias por 736,044 millones, General de Motors de México 349,504.4 millones de pesos, pero ¿acaso eso podría hacerse sin la explotación de los trabajadores? La respuesta es no.
Evidentemente, la corrupción es intrínseca al capitalismo y juega un rol para ampliar las ventajas y oportunidades de nuevos negocios capitalistas a expensas de la población, pero el corazón de las ganancias está en la apropiación de lo que producen los trabajadores, de lo que el marxismo denomina “extracción de plusvalía” la cual es posible gracias a que, por un lado, existe la propiedad de los medios de producción y, por el otro, de la fuerza de trabajo. Dicho en otras palabras, es la riqueza que el proletario produce con su trabajo y que no le es remunerada, sino que el burgués se apropia, y para lograrlo cuenta con la complicidad de la casta política del Estado.
Incluso, además de la demostración empírica de la aplicación de la teoría de la plusvalía en México, que es parte del capitalismo como sistema histórico mundial, hay que decir que poner el discurso anticorrupción por delante es para negar la extracción de plusvalía y por tanto, de la tradición marxista, que busca organizarse para liberarse del sometimiento que genera esa extracción; ya que, ni el discurso de la 4T ni sus medidas económicas, aunque en algunos casos puedan ser vistas como progresivas o distintas de los anteriores gobiernos neoliberales (en tanto que en otros casos las continúan y hasta profundizan), tienen nada que ver con la expropiación de la gran propiedad burguesa para que quede en manos de los trabajadores y terminar con la explotación.
Por consiguiente, tampoco es parte del programa político y económico de la 4T, pues como lo afirmó el propio presidente en uno de sus libros, en su proyecto de gobierno “se postula el respeto al derecho de propiedad”; [8] lo que, como desdoblamos, la propiedad implica no sólo los medios de producción sino la fuerza de trabajo, así que la explotación tampoco es algo que esta actual administración cuestione.
Este aspecto ahistoricista en el discurso de AMLO muestra que no está dispuesto a hablar de clases sociales ni de modos de producción y mucho menos de lucha de clases, los cuales son fundamentales para la teoría marxista. Se limita a hablar de “gobernar para ricos y pobres”, discurso que venía anunciando desde 2011. [9] ¿Qué significa esta declaración que ha sido repetida durante su gobierno? Es, por una parte, una manera de marcar distancia con los gobiernos previos, odiados por las masas laboriosas del país y mostrándose como algo distinto a los ojos de la población; pero, a la vez, significa que no hay intención alguna de cuestionar el poder de los capitalistas nacionales ni extranjeros en México ni los lazos de subordinación que se guarda con la burguesía imperialista.
Esto último se evidenció cuando el gobierno de la 4T firmó el T-MEC, que más allá de que en su administración no se haya renegociado, lo ha aplicado imponiendo mayores ventajas comerciales para Estados Unidos, situación que México aceptó para seguir promoviendo la entrada de capitales. Lo que ha llevado a las industrias a que dependan cada vez más de la inversión extranjera trasnacional, pues no existe una inversión apropiada por parte del Estado en la economía nacional, ya que se está aplicando la “austeridad republicana”. [10]
Lo que se muestra es que, en México, aun y a pesar del discurso progresista del presidente y de algunas medidas sociales que son vistas con simpatía por amplios sectores, las pautas económicas las siguen poniendo los grandes organismos financieros, basta con ver lo que fueron las declaraciones que se emitieron de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) con el paquete económico del 2020, cuando se expresó que fueron definidas por ser “un presupuesto realista y responsable para que así lo perciban los mercados” y se añadió que el superávit fue del 0.7 % del PIB “como sugirieron las calificadoras”. [11]
Por otro lado, otro aspecto clave que es que la 4T ha favorecido enormemente a los militares, que es parte de esa “junta de hombres armados que administra los negocios comunes de toda la burguesía”; [12] sin embargo, no podría entenderse la economía y política de la 4T sin analizar a profundidad sus estrechos vínculos con esta institución, a quienes AMLO desde el principio de su sexenio, e incluso cuando todavía era presidente electo, catalogó como “pueblo en armas”. Como fue en un discurso pronunciado el 25 de noviembre de 2018 en el Campo militar N. 1 de la Ciudad de México, López Obrador declaró: “Que vivan las Fuerzas Armadas, viva México”.
Para el marxismo, los ejércitos (y la policía) de los Estados burgueses son destacamentos especiales que tienen a su servicio cárceles, armas y otros elementos para cuidar de los intereses de la clase dominante al constituirse como un aparato especial de represión, pero que se presentan como una fuerza pública, la cual es constitutiva de todo Estado capitalista. Por eso Lenin expresó que “’ya no es’ la población armada, su ‘organización espontánea’, pues están situados por encima de la sociedad y separados de ella”; [13] por lo que, para el marxismo, de ninguna manera pueden ser catalogadas como pueblo armado.
Como puede verse, no existe compatibilidad entre el marxismo y la 4T porque, mientras el marxismo busca la emancipación de la humanidad mediante la revolución proletaria, la 4T busca preservar a esa sociedad valiéndose de la conciliación de clases y a lo sumo limitarse a mejorar o “humanizar” el capitalismo; ante eso es fundamental recrear el marxismo como una guía para la acción, que nos ayude a comprender el convulsivo mundo actual para transformarlo de raíz, para lograrlo se requiere construir una herramienta política de las y los trabajadores, un partido socialista y revolucionario que ponga de pie esa estrategia y programa político defendido por el marxismo. Ésta es la labor que hacemos desde la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional a través del accionar de nuestras organizaciones en la lucha de clases en distintos países de América Latina, Estados Unidos y Europa, y que plasmamos en la publicación de nuestros libros, los suplementos, etc.
La perspectiva de la revolución
En el Manifiesto Comunista se establece la perspectiva de los comunistas: destacar por encima de principios especiales los intereses de la clase trabajadora; su papel es trasmitir las lecciones históricas al proletariado para la construcción de organizaciones obreras que tengan como perspectiva el derrocamiento revolucionario de la sociedad capitalista mediante la conquista del poder político, con la finalidad de abolir la propiedad burguesa y cualquier tipo de propiedad sobre los medios de producción y así terminar con la explotación del hombre por el hombre creando una sociedad de nuevo tipo. [14]
Estas premisas no se las inventaron Marx y Engels de la nada, ya que son el producto del estudio del movimiento dialéctico de las gestas que dio el proletariado a lo largo de su historia, que arranca con los procesos de resistencia de los obreros ingleses con el movimiento ludista, pasando por la fundación de los primeros sindicatos, hasta llegar al movimiento cartista. No obstante, el análisis y la perspectiva de lucha no se quedarían ahí, ya que hubo acontecimientos que darían luz acerca de la lucha por el socialismo, como la Primavera de los Pueblos o revoluciones de 1848, que demostró que la burguesía ya no podía cumplir ninguna función emancipatoria, [15] sólo los trabajadores acaudillando a las clases aliadas pueden cumplir las tareas democráticas y conducir el objetivo final, la emancipación de la humanidad.
En obras como Las luchas de clases en Francia, Marx expresa el programa que los trabajadores fueron desarrollando a lo largo de su lucha para librarse del dominio de la burguesía; en primer lugar, no mostrar ninguna confianza en ésta por muy progresista que se presente, en referencia a que algunos socialistas de la época opinaban que la clase capitalista podía fungir un papel revolucionario frente a la aristocracia reinante. [16] La conclusión aquí fue que no se podía confiar en la república burguesa, que se proclamaba como defensora de todas las clases, lo que mostró la imbricación entre la revolución nacional y la democrática que sólo la lucha de los trabajadores llevada a cabo de forma independiente del Estado y sus instituciones podía llevar adelante.
Así, los procesos analizados por Marx y Engels en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX dan cuenta de la mecánica de la revolución, sus altas y bajas expresadas en lo que fue el reinado de Napoleón III y el alzamiento de la Comuna de París, la cual era según Marx “esencialmente un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo”. [17] Fue así, que Marx comenzó a formular el concepto de “dictadura del proletariado” que significaba que, de manera transitoria para llegar a un nuevo tipo de sociedad, los trabajadores debían usar la fuerza para dominar y acabar con la clase opresora.
Lo que sentó las bases de la Teoría de la Revolución Permanente (TRP), que sería trabajada y fortalecida por Trotsky, llegando a la conclusión de que “la dictadura del proletariado se convertiría en el instrumento para la realización de las tareas de una revolución burguesa históricamente retrasada”; [18] pero la TRP no es una simple continuación de las ideas planteadas por Marx y Engels, sino que llevó la perspectiva de la revolución proletaria mucho más allá, en la medida que respondió a la nueva época imperialista, que hoy tiene actualidad sobre la base de las condiciones producto de la crisis capitalista y de la capacidad de esta teoría de dar una respuesta revolucionaria a esas condiciones.
El marxismo fue recogiendo los aprendizajes de las luchas llevadas adelante por la clase obrera, que van desde la Comuna de París, la Revolución rusa de 1917, las revoluciones que se dieron en el siglo XX y llega hasta los nuevos acontecimientos, revueltas y aprendizajes actualizados a la luz del siglo XXI, ya que el marxismo no es un dogma, sino que es una teoría viva que se alimenta de las experiencias de lucha hechas por la clase obrera y las masas explotadas, que busca responder a una realidad que ha cambiado mucho desde 1848, ideas que hoy son necesarias para luchar contra la precarización laboral, la inestabilidad laboral, la crisis ambiental, la violencia etc., que cruzan por el mundo y por México Para eso es fundamental construir organizaciones revolucionarias en México y en el mundo y recrear al marxismo como una guía para la acción, debatiendo con las ideas dominantes y apostando a interpretar los nuevos fenómenos en clave revolucionaria, para transformarlos.
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