El planteo de que los salarios son los causantes de la inflación, que comparte los empresarios, el gobierno y todos los partidos políticos patronales, no es nuevo. Ya Karl Marx, autor de El Capital, libro que ofrece la mirada más incisiva sobre la explotación bajo el sistema capitalista, se enfrentó a este planteo, en un memorable texto.
Mónica Arancibia @monidi12
Martes 12 de mayo de 2015
Estas semanas están cruzadas por múltiples debates alrededor de las paritarias. El gobierno poniéndole techo a las paritarias, y exigiendo a los trabajadores calma a la hora de reclamos que se excedan y a los empresarios les solicita que no trasladen los aumentos de salarios a los precios porque vienen llevándosela en pala como les recordó la presidenta. Por su parte las cámaras empresariales ya afirmaron que son capaces de sacar corriendo a cualquier trabajador que ose pedir 40% de aumento como lo dijo Héctor Méndez el titular de la UIA.
El debate acerca de los aumentos de salarios y su relación con los precios es muy viejo, y Marx fue parte de este intercambio. “Salario, precio y ganancia” es un célebre folleto de Marx que fue la conferencia que pronunció en la Asociación Internacional de Trabajadores, más conocida como la I Internacional, los días 20 y 27 de Junio del año 1865.En aquella conferencia Marx le respondía a un obrero llamado John Weston. El escenario de fondo de este debate, era una gran huelga que se extendía por el viejo continente, huelga que exigía aumento de salarios y reducción de la jornada laboral, un reclamo que aún hoy nos suena familiar. El obrero Weston argumentaba que no tenía ningún resultado pelear por aumento de salario, ya que una vez conquistado este incremento, los patrones lo trasladarían a un aumento de precios y de esta manera ese aumento de salario quedaría neutralizado.
¿Dónde surge la ganancia?
Veamos por qué tanta resistencia de los empresarios a otorgar aumentos de salarios. En la sociedad la mayoría de la población no tiene capital para invertir, ni es dueña de máquinas ni herramientas para producir, con lo único que cuenta la mayoría son sus brazos, su cerebro y su cuerpo, es decir su capacidad para trabajar o lo que también llamamos fuerza de trabajo. Esta capacidad de trabajar o fuerza de trabajo es la que vende el obrero en el mercado y a cambio recibe un salario. El empresario o capitalista cuando contrata al trabajador no compra todo el trabajo que él produce, sino que compra su capacidad de trabajar, o su fuerza de trabajo. Esta mano de obra la va a utilizar junto a las maquinarias y materias primas durante una jornada laboral, por ejemplo de 8 horas. Con una parte de esta jornada laboral, supongamos 3 horas, el trabajador repone lo que el capitalista gastó en su salario.
Luego de estas 3 horas el trabajador no puede regresar a descansar a su casa. “¡Alto ahí!-grita ahora el capitalista yo he alquilado al obrero por un día entero. De modo que ¡a seguir trabajando hasta cubrir las otras 5 horas, sólo entonces estaremos en paz! Y en efecto, el obrero no tiene más remedio que someterse al contrato que “voluntariamente” ha pactado, y en el que se obliga a trabajar 8 horas enteras por un producto de trabajo que sólo cuesta 3 horas.” (Friedrich Engels “Trabajo Asalariado y Capital”, se modificaron las horas acorde al ejemplo).
Esto sucede porque el trabajador vendió su capacidad de trabajar, donde 5 horas que trabaja son apropiadas por el empresario sin darle nada a cambio. Estas horas, por encima de la cantidad necesaria de horas para reponer su salario, es la única fuente de la ganancia de los empresarios o capitalistas.
¿Qué ocurre con los precios si aumentan los salarios?
El obrero Weston defendía su teoría diciendo que “si una sopera contiene determinada cantidad de sopa, destinada a determinado número de personas, la cantidad de sopa no aumentará porque aumente el tamaño de las cucharas” a lo que Marx le respondió que Weston se olvida de “que la sopera de que comen los obreros contiene todo el producto del trabajo nacional y que lo que les impide sacar de ella una ración mayor no es la pequeñez de la sopera ni la escasez de su contenido, sino sencillamente el reducido tamaño de sus cucharas”.
Tanto los salarios, como la ganancia de los capitalistas provienen de una misma fuente, del trabajo del obrero. En el texto mencionado Marx mostraba que “como el capitalista y el obrero sólo pueden repartirse este valor, que es limitado, es decir el valor medido por el trabajo total del obrero, cuanto más perciba el uno menos obtendrá el otro, y viceversa. Partiendo de una cantidad dada, una de sus partes aumentará siempre en la misma proporción en que la otra disminuya. Si los salarios cambian, cambiarán, en sentido opuesto, las ganancias. Si los salarios bajan, subirán las ganancias; y si aquellos suben, bajarán estas. Una subida general de salarios determinaría una disminución de la cuota general de ganancias”.
Marx da cuenta que los salarios pueden impactar en los precios pero es un movimiento temporal. Ante un aumento de salarios, los empresarios buscan resguardar sus ganancias aumentando los precios. La mejora de salarios genera aumento de la demanda de los bienes que son parte de la canasta de consumo de los trabajadores, los precios de estos bienes aumentan. A la vez, los bienes que no son de primera necesidad no pueden compensar su pérdida de ganancia con aumento de precios porque su demanda no aumenta. Los capitalistas “no podrían resarcirse de la baja de su cuota de ganancia, efecto de una subida general de salarios, elevando los precios de sus mercancías, puesto que la demanda de éstas no aumentaría, sus ingresos disminuirían, y de estos ingresos mermados tendrían que pagar más por la misma cantidad de artículos de primera necesidad que subieron de precio. Pero la cosa no pararía aquí. Como sus ingresos habrían disminuido, ya no podrían gastar tanto en artículos de lujo, con lo cual descendería también la demanda mutua de sus respectivas mercancías. Y, a consecuencia de esta disminución de la demanda, bajarían los precios de sus mercancías”. ¿Qué sucede inmediatamente? Que algunos empresarios ganan más que otros. Por este motivo el capital y el trabajo se irían de las ramas menos rentables a las más rentables aumentando la producción de los bienes que forman parte de la canasta de consumo de los trabajadores y descendería la producción de los bienes de lujo.
“Una vez operado este cambio, la cuota general de ganancia volvería a nivelarse en las diferentes ramas de la industria. Como todo aquel trastorno obedecía en un principio a un simple cambio en cuanto a la relación entre la oferta y la demanda de diversas mercancías, al cesar la causa cesarían también los efectos, y los precios volverían a su antiguo nivel y recobrarían su antiguo equilibrio. La baja de la cuota de ganancia por efecto de los aumentos de salarios, en vez de limitarse a unas cuantas ramas industriales se generalizaría”.
En resumen, Marx admite que pueden variar los precios como consecuencia de los aumentos de salarios pero este aumento es temporal ya que después los precios vuelven al precio inicial. “Por tanto, después de trastornar temporalmente los precios del mercado, la subida general del tipo de salarios sólo conduciría a una baja general de la cuota de ganancia, sin introducir ningún cambio permanente en los precios de las mercancías”.
Los aumentos de salarios no generan inflación, los aumentos de salarios quitan una cuota de la ganancia que quiere embolsar el capitalista y por este motivo el empresario quiere trasladar esta pérdida al incrementar los precios.
Trabajadores en lucha por lo perdido
En Argentina a causa de la devaluación del 2002 los trabajadores perdieron 25% de su salario. Del ingreso total generado en la economía, a inicios de ese año los trabajadores se llevaban tan sólo el 30% mientras que los empresarios el 63,5%.
La devaluación generó ganancias extraordinarias para los empresarios. Este ajuste no benefició a todos los sectores por igual, la puja de los distintos sectores por recuperar sus márgenes de ganancias generaron varios ajustes, los precios aumentaron 30%. Los trabajadores que fueron muy golpeados con la crisis, una vez que la economía creció nuevamente, empezaron a reclamar aumentos de salarios, pero estos incrementos sólo intentaban recuperar algo de lo perdido con la crisis.
Son numerosos los estudios (Gigliani, Maito) que señalan que la devaluación del peso generó niveles muy altos de rentabilidad para las empresas mientras que los salarios si bien se recompusieron nominalmente, desde 2007 hay un cambio en la dinámica y una tendencia a frenarse la recuperación del salario real. De hecho los salarios actuales están apenas por encima de los niveles de 2001.
En el caso de Argentina los trabajadores intentaron obtener parte de lo perdido desde el 2001 y ante esto son acusados de generar inflación. La lucha que dan los trabajadores en época de bonanza se debe a que intentan recuperar lo que los empresarios le quitaron en época de crisis. “La lucha por la subida de salarios sigue siempre a cambios anteriores y es el resultado necesario de los cambios previos…; en una palabra, es la reacción de los obreros contra la acción anterior del capital. Si enfocásemos la lucha por la subida de salarios independientemente de todas estas circunstancias, tomando en cuenta solamente los cambios operados en los salarios y pasando por alto los demás cambios a que aquellos obedecen, arrancaríamos de una premisa falsa para llegar a conclusiones falsas”.
Los aumentos de salarios, no son los responsables de los aumentos de precios y de la inflación en la Argentina, a pesar de los cruces y dichos de las cámaras empresariales o el Gobierno sino que uno de los motivos centrales es la sed de ganancia empresarial que va a defender a capa y espada sus márgenes de rentabilidad. Un elemento que agravó la situación es lo que los economistas llaman “reticencia inversora “, se trata de la conducta de los capitalistas de invertir a poco.
Durante la década kirchnerista la inversión no superó el 25% del PBI, mientras que las ganancias crecieron exponencialmente desde la crisis del 2001. Sus aumentos de ganancias las protegieron y sostuvieron con aumentos de precios para compensar la falta de inversión e incremento de la producción; y con fuertes aumentos de la productividad, es decir con mayor explotación sobre los trabajadores.
Mónica Arancibia
Nacida en Bs. As. en 1984. Es economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario.