El negocio de los muros fronterizos refleja la lógica capitalista contra la clase trabajadora más pobre, priorizando la represión y el lucro de las grandes corporaciones, mientras arremete contra nuestros hermanos y hermanas migrantes.
Miércoles 13 de noviembre
El negocio de los muros fronterizos y los sistemas de vigilancia es una clara manifestación de la desigualdad estructural que engendra el sistema capitalista. Mientras millones de personas buscan refugio en los países más ricos, huyendo de la pobreza, la guerra, la violencia y el cambio climático, grandes corporaciones de defensa y tecnología, como Magal Solutions, Northrop Grumman, Elbit Systems, General Atomics, Lockheed Martin y Senstar forjan enormes fortunas a través de la construcción de barreras físicas, digitales e ideológicas.
Estas empresas no invierten en sectores clave para la clase trabajadora, como la educación, la salud pública o el acceso digno al trabajo, sino que destinan más de 4900 millones de dólares anuales a fortalecer las fronteras, perpetuando la explotación de los migrantes y profundizando las condiciones de precarización laboral en todo el mundo.
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Un mercado millonario basado en la criminalización y el control
El gobierno de los EE. UU. ha convertido la militarización de la frontera en una prioridad estratégica, destinando miles de millones de dólares a la construcción de muros físicos y digitales, además de fomentar un “muro mental” basado en la xenofobia y el racismo. Estas políticas que criminalizan a los migrantes alimentan una ideología de exclusión que justifica la dominación imperialista.
La mano de obra migrante es profundamente explotada y ejerce presión sobre el conjunto de la clase trabajadora estadounidense y del mundo. Aunque los migrantes son esenciales para muchas economías, los capitalistas se aprovechan de su situación de vulnerabilidad para imponer condiciones de trabajo extremas, que luego se extienden al resto de la clase trabajadora; puesto que, aceptan trabajar bajo condiciones de semiesclavitud, sin acceso a derechos fundamentales como a la salud y educación, viviendo además la constante amenaza de deportación.
Esto lleva a que los trabajadores locales también enfrenten salarios más bajos, menos derechos laborales y mayor precarización, ya que muchas veces las empresas optan por contratar mano de obra barata a través de los migrantes. Esta situación es aún más grave para ciertos sectores, por ejemplo, los trabajadores negros ganan sistemáticamente menos que los blancos y, las mujeres, independientemente de su color, enfrentan una brecha salarial.
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El muro como instrumento del capitalismo depredador
El muro no es solo una barrera física, sino una manifestación del poder económico y militar de las grandes corporaciones, que priorizan sus ganancias sobre la dignidad humana. Mientras millones de personas son desplazadas por las políticas imperialistas de expoliación en los países subordinados de América Latina, África y Medio Oriente, el capitalismo ha encontrado en la militarización y control de las fronteras un nuevo nicho de explotación.
Este negocio se nutre de la pobreza global, profundizando las condiciones de explotación de millones de migrantes, quienes, al carecer de documentos, son tratados como ciudadanos de segunda clase, privados de sus derechos fundamentales. Además de las barreras de concreto y acero, las fronteras son enjambres de tecnologías de control social.
Corporaciones como Elbit Systems, multinacional israelí, proveen a EE. UU. con muros y alta tecnología de monitoreo, como radares, cámaras de alta resolución, drones y sensores, todos diseñados para detectar el más mínimo movimiento en las cercanías de la frontera. Estas tecnologías son más que simples productos: son contratos de largo plazo que garantizan ingresos constantes para estas empresas multimillonarias.
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Un sistema de represión al servicio del capitalismo
El lucrativo mercado de las fronteras beneficia a las grandes empresas y refuerza la militarización de los países, una de las estrategias más eficaces del imperialismo para mantener el control y perpetuar la desigualdad global. En tiempos de crisis capitalista, donde los recursos para las clases trabajadoras se reducen, el sistema invierte en tecnologías de represión para controlar a los desposeídos y asegurar que los grandes capitales mantengan intactas sus fortunas.
El capitalismo encuentra en el control de los migrantes una base para su reproducción, alimentando el descontento social con discursos xenófobos sobre el “robo de empleos y recursos” por parte de los migrantes. Sin embargo, son los mismos intereses capitalistas los que explotan tanto a los trabajadores locales y como a los migrantes. Estas políticas xenófobas y racistas buscan desviar la atención de los verdaderos responsables de la precarización de las condiciones laborales y sociales: las grandes corporaciones.
Así, los muros fronterizos no son sólo infraestructuras de control, sino un símbolo de un sistema decadente que prefiere invertir millones en tecnología de represión antes que en soluciones humanas y justas para los migrantes y para la clase trabajadora, que ya enfrentamos la precarización.
Las fronteras deben ser un puente, no una muralla racista y xenófoba
La respuesta debe ser la lucha antiimperialista, que se levante en cada rincón del mundo contra la violencia, la explotación y la opresión impuestas por este sistema que expolia nuestras tierras, nuestros recursos y hasta nuestras vidas. Es necesario organizarnos de manera independiente de los gobiernos capitalistas, de la derecha y ultraderecha para construir un partido obrero que pueda realmente levantar nuestra lucha y avanzar hacia nuestras justas demandas: un mundo socialista donde el derecho al libre tránsito no dependa de precios inaccesibles para los más pobres.
Sólo siendo miles en las calles, donde la solidaridad y la cooperación entre la clase trabajadora y campesina y los pueblos oprimidos de ambos lados de la frontera supere las lógicas imperialistas de explotación y control, es como podemos imponer nuestras demandas. Exigimos paso libre para todo el que migra donde el libre tránsito sea un derecho universal, que los militares regresen a sus cuarteles, que los recursos destinados a los muros fronterizos vayan al sector educativo y de salud pública, así como la reunificación de las familias.
No te pierdas la entrevista hoy miércoles, 13 de noviembre sobre Diálogos binacionales sobre el triunfo de Trump y las repercusiones para México y Estados Unidos, en punto de las 19:00 horas (México).
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx