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El periodismo integral y la nueva intelectualidad comunista según Antonio Gramsci

Simon Verdun

El periodismo integral y la nueva intelectualidad comunista según Antonio Gramsci

Simon Verdun

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Compartimos para el interés de nuestras y nuestros lectores, una traducción de esta reseña de Simon Verdun publicada hace algunas semanas para la revista francesa Contratemps, de una compilación de artículos que giran sobre prensa revolucionaria del dirigente y teórico marxista Antonio Gramsci. El original en este link

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Acerca de: Antonio Gramsci, Le Journalisme intégral, París, Éditions Critiques, 2022.

« Autant dans mon parler je veux être âpre » (Dante)
(“Así como en mi charla, quiero ser duro”)

Con la reciente publicación de una pequeña colección de textos de Gramsci sobre Periodismo Integral, Editions Critiques publica un conjunto de siete textos en los que el político italiano expone su teoría de un periodismo político bien entendido. Estos valiosos textos, que proceden de su actividad como redactor de varios periódicos (L’Avanti!, al que se incorporó en 1915, y luego L’Ordine Nuovo a partir de 1919) y de sus reflexiones en el Cuaderno de la cárcel nº 24 de 1934, dedicado por entero a la cuestión del periodismo, son todos ellos indicaciones estratégicas que esbozan las tareas, aún hoy muy vivas, del nuevo tipo de intelectualidad que debe encarnar el intelectual comunista, entendido como un teórico-práctico. El periodismo integral se presenta como una actividad eminentemente política, "la emanación de un grupo que busca a través de su actividad profesional propagar una concepción general del mundo" [1], preparatoria del "factor subjetivo" que es la conciencia de clase, sin la cual no puede haber revolución.

Gramsci parte de un hecho simple: el desarrollo del capitalismo, de la industria a gran escala y del trabajo moderno, cuyos aparatos técnicos y productivos están constantemente llamados a revolucionarse, ha producido una formidable armada de aparatos de transmisión y comunicación. El colosal desarrollo de la prensa (y de la radio, que Gramsci ve desarrollarse y generalizarse) ya no puede ser ignorado, pues la máquina de difusión de la propaganda burguesa ha alcanzado ritmos verdaderamente industriales, exponiendo al proletariado a un riesgo de intoxicación generalizada nunca antes conocido. Esta importancia estratégica primordial de la prensa es aún más marcada en la Italia del periodo inmediatamente posterior al Resurgimiento, donde la fragmentación partidista aparece durante un tiempo como un hecho estructural y donde, en ausencia de partidos políticos modernos centralizados, los órganos de prensa de las distintas facciones burguesas ocupan el lugar de los partidos políticos, en su lucha constante y recíproca por la supremacía.

Este nuevo estado de cosas, determinado por el propio desarrollo del capital -que sigue siendo desproporcionado con respecto al peso de las verdaderas hidras mediáticas contemporáneas, y la desproporcionada importancia que adquieren las nuevas tecnologías de la comunicación, las redes sociales e Internet, que hacen que el punto sea aún más relevante- manda lógicamente la inversión total de este nuevo campo de batalla que es el periodismo informativo-educativo, llamado a elevar y estabilizar constantemente la conciencia general de la clase explotada hasta el nivel de un "edificio cultural completo y autosuficiente" [2].

"Periodismo integral" será el nombre de este nuevo tipo de práctica periodística. Aunque el término "periodismo integral" sólo apareció en la época de los Cuadernos de la Cárcel, cuando el líder del Partido Comunista Italiano languidecía en las cárceles fascistas de Mussolini, puede utilizarse para designar la visión de las tareas y el lema que habían sido suyos desde su contribución a L’Avanti! hasta su asunción de la dirección editorial de L’Ordine Nuovo.

"Integral", el periódico socialista es integral ante todo en la medida en que encarna, una vez superada la necesidad material de ser económicamente viable (en la que Gramsci como teórico-organizador no deja de insistir), el negativo absoluto del periódico servido por la clase dominante, que es esencialmente un periódico-mercancía, donde todo su contenido es mistificación de las relaciones reales, un trasto adornado con todos los artificios llamativos de la concupiscencia burguesa, a los que Gramsci opone esta salva despiadada: "¡Boicotearlos, boicotearlos, boicotearlos!" [3]

A la mistificación de las relaciones reales que transmite la prensa de la clase dominante, el periodismo integral opone como tarea primordial la desmitificación de esas relaciones. Al tratamiento servil de un lector tomado por un niño eterno, un simple "tiempo cerebral disponible", el periodismo integral opone la resolución de tomar al lector como lo que es: un adulto responsable, ya en busca de la verdad, capaz de subir por sí mismo las cadenas del razonamiento para sacar toda la ciencia de su situación.

Por ello, el doble mandamiento de la calidad y la accesibilidad recorre todas las recomendaciones de Gramsci, en un espíritu de guerra incesante al filisteísmo y de exhortación al verdadero trabajo lingüístico. Ir tras cada franja de la clase explotada una por una, establecer un nuevo lenguaje político depurado por el racionalismo pero capaz de desarrollos creativos, anclarse en los problemas inmediatos y en las situaciones reales de cada rama del grupo, para elevar el nivel de conciencia general y llegar así a una homogeneización de pensamientos y prácticas: tal debe ser la preocupación principal de la revista socialista. El periódico socialista no parte de teorías etéreas y abstractas que expondría incansablemente en el mismo tono y lenguaje, sino que se arraiga en el terreno concreto de los modos de expresión particulares, de las experiencias reales, de los problemas y tareas históricas reales que se presentan aquí y ahora. Esta es la condición metodológica primordial para permitir la transformación de un "sentido común" aún vago pero vivido (del que se parte) en una visión coherente y general, capaz de constituir un nuevo bloque nacional-popular hegemónico, "un edificio cultural autónomo y autosuficiente" [4] capaz de resistir los embates del enemigo y que debe acompañar la toma revolucionaria del poder político.

Por estas razones, la práctica periodística integral aparece necesariamente como el crisol en el que debe fundirse y formarse el intelectual de nuevo tipo. Las recomendaciones prácticas de Gramsci dibujan en todo momento la figura de una nueva intelectualidad que, si quiere convertirse en "orgánica" y acompañar el ascenso en el poder y la autonomía de la clase ascendente de los explotados, debe reformarse de arriba abajo y deshacerse de todos los adornos y formas arcaicas que caracterizaban al intelectual tradicional, a los clérigos de las universidades y a otros aristócratas de "espíritu". La actividad periodística integral es la actividad concreta purificadora que permite esta reforma, el lugar donde se suprime la diferencia esencial entre la teoría abstracta y la práctica, entre la filosofía y la política: es el acto crítico por el que la práctica se vuelve racional y necesaria, y la teoría realista y racional.

Este destino del intelectual, el de convertirse en un teórico-practicante, en cuanto se toma en serio la tarea que la vida le ha asignado, proviene enteramente de la concepción antiindividualista de la actividad filosófica que defiende Gramsci. Esto, en contraste con cierta visión aristocrática que preferiría que la teoría siguiera siendo el coto exclusivo de una banda de bandoleros, sólo puede ser colectivo:

"Producir una nueva cultura no significa sólo hacer descubrimientos ’originales’ individualmente [...] que una masa de hombres sea llevada a pensar de manera coherente sobre la realidad presente es un hecho ’filosófico’ mucho más importante y original que el descubrimiento hecho por un ’genio’ filosófico de una nueva verdad, que queda como patrimonio de un pequeño grupo de intelectuales"
 [5].

Althusser mencionará esta "protesta" de Gramsci contra "esta aristocracia del pensamiento y sus pensadores", esta llamada cien veces repetida a abandonar la torre de marfil del clérigo instalado (el joven socialista italiano renuncia a toda carrera académica a partir de 1915 para vivir exclusivamente de sus actividades como periodista) en favor de la escuela dura y fortificante de la lucha político-ideológica:

"... es un recuerdo directo de la práctica, de la acción política, de la transformación del mundo, sin la cual el marxismo sólo sería presa de los ratones de biblioteca o de los funcionarios políticos pasivos" [6].

Sobre la función de este nuevo intelectual orgánico, la vuelta a la polémica contra Angelo Tasca dentro de L’Ordine Nuovo sobre la dirección a seguir es sin duda una de las partes más interesantes de la colección. En este artículo ("El programa de L’Ordine Nuovo"), publicado en dos partes en dos números de L’Ordine Nuovo en agosto de 1920, Gramsci retoma su "golpe de Estado" editorial, realizado junto a Palmiro Togliatti, a partir de la publicación del artículo "La democracia obrera" del 21 de junio de 1919. Tras esta publicación, L’Ordine Nuovo se convirtió realmente en el "Diario de los Consejos de Fábrica", en contra de los deseos de Tasca, que inicialmente quería confinar el periódico al gueto de la simple animación cultural socialista.

A través de esta polémica, Gramsci nos muestra dos tipos de práctica periodística, que corresponden respectivamente a dos tipos diferentes de pedagogía.

En primer lugar, la práctica de una revista puramente cultural que roza la "antología" de artículos generales y fuera de lugar, sin coherencia ni pertinencia; un ensamblaje barroco desprovisto de programa concreto, hostil a toda intervención directa en la nueva vida política abierta en los años 1919-1920 por el período de los consejos de fábrica italianos tras la revolución bolchevique rusa.

Esta práctica está asociada a una visión infantilizadora de un público obrero que sería necesariamente vulgar e inculto, y al que habría que educar "recordándole", como hace Tasca, episodios de la historia del socialismo, sin ninguna relación directa con sus necesidades del momento, y sin prestar atención a las tareas históricas que tiene ante sí.

En segundo lugar, la concepción gramsciana de una práctica periodística que toma nota de los acontecimientos reales; que, lejos de pretender inseminar desde el exterior frías construcciones intelectuales todas ellas con casco y armadas, puede, por el contrario, seguir paso a paso la marcha de las voluntades y pasiones de una fracción de la clase localizada en un lugar preciso (Turín), enfrentada a un problema preciso (la irrupción de la nueva forma de institución orgánica de la clase obrera que es el consejo de fábrica). Lejos de ser una simple antología cultural, la revista integral era un órgano de debate y liderazgo.

Por ello, la pedagogía asociada a este tipo de prácticas sólo puede ser fundamentalmente antipaternalista. Los redactores, lejos de estar destinados a convertirse en los pastores de un rebaño al que hay que hacer pastar los pastos de la nueva verdad, se ven envueltos en un permanente movimiento de ida y vuelta con sus lectores, cuya reacción, considerados como "socios ideológicos, filosóficamente disponibles, responsables, flexibles y abiertos", [7] debe ser capaz de provocar la modificación de las premisas.

Esta concepción contrasta con otro tipo de práctica periodística que podría considerarse una subrama de la pedagogía paternalista, a saber, el puro periodismo de propaganda, en el que el órgano del partido se limita a multiplicar eslóganes que sólo requieren una recepción pasiva, como el dinero acuñado que hay que cobrar. Lejos de proponer conclusiones prefabricadas, el periódico socialista debe ser capaz de presentar las cadenas de razonamiento que las hacen necesarias.

"El tiempo del Evangelio ha terminado", martilleaba Gramsci ("La obra de la propaganda"), una forma de decir que el bloque histórico que debe constituirse para dirigir el asalto no puede conformarse con corderos baladores.

La conocida fórmula gramsciana de que "sólo la verdad es revolucionaria" tiene graves consecuencias metodológicas y prácticas. "En la política de masas, decir la verdad es la necesidad política" [8]. Si es cierto que las masas son las únicas que hacen su propia historia y que el periodismo político, una vez que se toma en serio, se convierte en integral, debe contribuir a que sean capaces de dominar políticamente, entonces es natural que decir la verdad, aunque sea inmediatamente desagradable, debe ser el primer requisito:

"... no queremos ocultar ninguna dificultad, creemos que la clase obrera es ya consciente hoy de la magnitud y gravedad de las tareas que le corresponderán mañana, creemos que estamos tratando honestamente a los trabajadores como hombres a los que se les habla abiertamente, sin tapujos, de las cosas que les conciernen." [9]

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Simon Verdun es estudiante de doctorado en filosofía en la Universidad de París 1.


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NOTAS AL PIE

[1Cité dans MACCIOCCHI Maria-Antonietta, Pour Gramsci, Editions du Seuil, Paris, 1974, p. 37.

[2GRAMSCI, Le journalisme intégral, Editions Critiques, Paris, 2022, p. 76 (« Cahier 24 (XXVII) 1934 Journalisme », §1.)

[3Lo hace dos veces en los artículos de L’Avanti ! « Les journaux et les ouvriers » y « Qu’est-ce qu’un journal bourgeois ? » (GRAMSCI, 2022, p. 33 et 39.)

[4GRAMSCI, 2022, p. 76.

[5Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino, 1949, p. 5. Cité dans MACCIOCCHI, 1974, p.19.

[6Louis Althusser, Lire le Capital, PUF, Paris, 2014, p. 324.

[7GRAMSCI, Cahiers de prison, t. III, Gallimard, Paris, 1990, p. 77.

[8GRAMSCI, Passato e presente, Torino, 1952, p. 53. Cité dans MACCIOCCHI, 1974, p.40.

[9GRAMSCI, 2022, p. 50-51.
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