Presentada como una empresa innovadora, Glovo es una forma más de explotación y precarización que consume la mejor etapa de las vidas de quienes que caen en ese servicio de mensajería.
Miércoles 5 de diciembre de 2018 01:26
Cuando empecé a escribir este artículo iba por la famosa avenida Alsina del barrio de Banfield. Decir que me llamó la atención la cantidad de negocios cerrados sería una mentira. A estas alturas ya nada sorprende.
Hay miles de historias por ahí que merecen escribirse. Es necesario decir lo que sucede cotidianamente. Para Roberto Arlt, escribir es un acto de violencia, hay que ejercela con gusto, más aún en tiempos como estos donde predomina la violencia social.
Pero eso no es lo que quiero contarles. Sino de mi encuentro con un viejo amigo que trabaja para Glovo, una empresa tildada de innovadora. Lo innovador se esconde en la ausencia de derechos laborales.
Uno sería un freelancer sobre ruedas donde no existe dependencia porque según el discurso no hay jefe y se es tan libre que se prohíbe la afiliación sindical. Todos conocemos las condiciones laborales de ese servicio de mensajería en donde la explotación te vuelve cada vez más anónimo y el laburante pone más el cuerpo realizando viajes interminables, el reloj y el deseo de llegar a tu casa después de pedalear por horas marcan el fin de cada jornada.
El relato siguió como los dos viejos amigos que éramos, a medida que avanzaba la conversación hablaba de su nuevo empleo (que no es lo mismo que trabajo) de su “independencia” en cuanto a horarios como una ficción cuando uno es el esclavo del reloj cada 35 minutos donde quien pidió algo te controla por un GPS.
Según él, era ”el pibe Glovo” (la adaptación a la canción de Almafuerte viene al palo) denominación de la que se siente poco orgulloso.
Cada minuto de retraso te lo hacen pagar en efectivo o en restricciones en las entregas, lanzó el clásico jingle de los resignados, “es lo que hay o lo pude conseguir” me confesó que no esperaba tan malas condiciones y lo peor quizá es sentirse afortunado por pagar por trabajar (paga su canasto y el celular con crédito, además de la bicicleta) la conclusión es la misma. Seguirá hasta donde se pueda o encuentre algo mejor, si es que lo hay.
Esta es una historia más donde la precarización laboral es moneda corriente y la piedra angular del sistema. Los gobiernos y los sindicatos han ayudado a mantenerla y aumentarla como una meta irracionalmente deseable.
Si vamos a INDEC vemos que en “la década ganada” o en tiempos de la revolución de la alegría esto no ha cambiado manteniéndose en tasas superiores al 33% . No hace falta decir que quienes más la padecen son los jóvenes.
Glovo no es una iniciativa nueva e innovadora como se la presenta, es una forma de explotación como tantas otras donde lo único que ha cambiado son los medios para llevar a cabo ese fin en donde los sujetos son absorbidos por las herramientas con las que producen al mismo tiempo que consumen la mejor etapa de sus vidas.
A título personal sin hacer de esto una autobiografía quisiera agregar una reflexión en el camino. Puede resumirse en la inscripción de un tatuaje de una persona que alguna vez vi pasar, este decía así “el sistema te mintió”.
En eso se resume todo, en especial en los miles de jóvenes a los que han hecho creer que más allá del sistema capitalista (entiéndase no solo económica sino social, cultura, políticas, etc.) no hay nada. Sin embargo esta frase no significa que hay un callejón sin salida, la historia es cambiante y las que la hacen son los que pelean por transformarla.
Siempre hay otra alternativa, construirla no solo depende de la juventud, para llevar a adelante los procesos de transformación social es ante todo una tarea colectiva que debemos estar dispuestos a asumir y sólo mediante la lucha en las calles puede construirse.