El pin heteropatriarcal ya existía, pero las derechas de siempre se baten ahora en duelo de partidos por quien se lleva el gato al agua.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 21 de enero de 2020
La postura extremista, por no decir terrorista, de Vox llama a la censura en las aulas, a dejar que todo quede en casa y que nada que no guste a la derecha más rancia pueda ser oído en una clase. Pero esto se sale no solo de la Constitución sino de todas las leyes educativas que siempre han intentado dar una imagen de progreso y de avance en cuestiones como los derechos de la mujer, LGTB, antirracismo etc., en el mejor de los casos de forma transversal en todas las asignaturas.
Pero ¿realmente existe esa unanimidad en el colectivo educativo para educar en la libertad y los valores de la diversidad? Lo dudo. Mi experiencia y la de mucha gente es que además del pin parental (que se lleva puesto) existe el pin profesoral de la docencia que no ha salido de la caverna. No basta con decir que los y las personas homo y trans existen sino también que están en el aula y que pueden estar enseñando en ese mismo momento.
Despreciamos a la derecha y sus “valores” que quieren imponernos ahora a través de la censura de una educación libre, pero también cuestionamos que exista esa libertad en todos los centros y que además de un ataque a la enseñanza pública no se esté orquestando un ruidoso duelo entre las derechas por “quién los tiene más grandes”, expresión ideal para su mundo simbólico.
Todos saben pasarse la “patata caliente” de por qué a pesar de lo enseñado sigue existiendo el bullying, la homofobia, el sexismo y el racismo en los centros educativos públicos y, por supuesto, concertados. Y aquí entra señores de la caverna que, les guste o no, no solo no nos hemos pasado, sino que nos hemos quedado, por lo general, bastante cortos.
A estas alturas hablar de simplezas como igualdad entre hombres y mujeres, convivencia, empatía hacia el diferente nos puede parecer muy bien, pero si esto no se lleva a la práctica se queda en una raíz cuadrada sin resolver. Es necesario que el profesorado (en su conjunto) y el alumnado LGTB no tenga miedo de salir del armario, que no solo se hable de Lorca sino también de Shakespeare y de Cervantes y que el antirracismo vaya más a la raíz de la cuestión del “we are the world”.
Basta escarbar un poco, y no solo en los alumnos, para ver montones de pines que desactivar y eso pasa por una lucha interseccional, que no solo nombre, sino que contemple la diversidad, que la potencie, que la valore en todas sus dimensiones mal o bien vistas.
El heteropatriarcado se perpetúa con estrategias lampedusianas ante la flaqueza del discurso. “Lorca era homosexual”. “Hombres y mujeres tenemos (deberíamos tener) los mismos derechos”. “Los gitanos deben ser respetados”. Toda una retahíla de buenismo previsible que no se salta ningún pin del heteropatriarcado.
Ya va siendo hora de que empiecen a cuestionarse los universales de género, las sexualidades mayoritarias, que se cuestione la pareja como único modelo de unión afectiva, que se explique a los autores dando importancia a todo lo que su orientación sexual ha aportado a su obra para poder conocerla, que se cuenten largas luchas como el derecho al aborto. O como decía Bea Chinaski, nos hace falta un Renacimiento marica, un Barroco trans y un largo etc.
Las construcciones racializadas y los cuerpos distintos e insumisos también deben ser abordados, no solo “ignorados”. Ya es hora de que enseñemos que un continuum de vida blanca, hetero, marital, familiar, impoluta, sumisa y productiva etc., puede ser una bomba de relojería llena de “ideología de género” para que la derechona en lugar de mirarse al espejo tenga verdaderos enemigos y así formemos gente dispuesta a luchar por la libertad y la diversidad y no sólo para aprobar una asignatura pendiente. Los pines no van a desparecer, pero podríamos oponerles resistencia. Ya que nuestras luchas nunca han empezado ni terminado en ningún aula.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.