La reciente apuesta de ciencia ficción de Netflix, El problema de los Tres cuerpos, abre una serie de debates sobre la ciencia, sus alcances e implicaciones en un mundo regido por la opresión de clase y las ambiciones imperialistas.
Sábado 6 de abril
El impacto de la multipremiada "Oppenheimer" de Nolan aún se siente en la industria cinematográfica, allanando el terreno para la esperada serie de Netflix que ha generado gran expectativa, aunque más no sea por su enigmático título: "El Problema de los Tres Cuerpos".
La serie dirigida por Derek Tsang y Minkie Spiro y producida por David Benioff D.B Weiss (Game of Thrones), está basada en la novela homónima de Liu Cixin. La historia transcurre en Inglaterra 2024, donde “los cinco de Oxford”, una joven y promisoria generación de físicos que vienen de la cosmología, la física teórica y la física de materiales, se ven sacudidos por trágicas muertes de algunos colegas que se encontraban trabajando en proyectos de investigación de gran interés para la ciencia y la tecnología.
Las muertes en todos los casos implican el fin de los proyectos en los que se encontraban y, entre todas, hay puntos en común que interesan a los servicios de inteligencia y en particular a Thomas Wade (Liam Cunningham) y a Da Shi (Benedict Wong), un ex agente de inteligencia encargado de comandar la investigación. En todos los casos las muertes se producían por suicidio, dándose a entender que las víctimas se encontraban repentinamente bajo un estado mental perturbado por alucinaciones o pensamientos intrusivos. En una línea paralela, la serie nos ubica en un asesinato público de un físico durante la Revolución Cultural China, a mediados de los años 60: su hija, la doctora Ye Wenjie (Rosalind Chao), tendrá mucho que ver con la historia de 2024. La serie evoca a Oppenheimer, a través de algunas referencias explícitas por ejemplo en relación a la situación de suicidio de su amante.
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La serie revigoriza la antigua incógnita sobre las invasiones extraterrestres y el encuentro de civilizaciones con muy diferentes grados de avance tecnológico. Con efectos especiales cautivantes, intenta poner en concreto a partir de argumentos científicos, la posibilidad de un choque civilizatorio entre la humanidad tal como la conocemos hoy y civilizaciones lejanas de nuestra galaxia. La serie también invita a una reflexión muy generalista sobre el desarrollo científico en un mundo regido por intereses económicos e imperialistas. La historia transcurre en un contexto donde la ciencia y la tecnología se apoyan tanto en el financiamiento privado como en el desarrollo armamentístico y de defensa. En el medio están los científicos que se mueven entre las buenas intenciones y este marco político - económico.
En el problema de los tres cuerpos, hay un evidente interés en que las explicaciones científicas cierren lo mejor posible y, a decir verdad, sale bastante bien. Aparecen ideas centrales de la física, a veces como reflexiones existenciales, otras como locura y verborragia, pero sin que el espectador se sienta abrumado por la complejidad, como podría ocurrir, por ejemplo, en la genial Dark de Baran bo Odar y Jantje Friese. El problema central en el desarrollo de la trama, es el de los tres cuerpos, que también es un problema clásico de la física: el comportamiento caótico de tres cuerpos sometidos a la interacción gravitatoria mutua (no me voy a detener hoy aquí, en Youtube y en redes se pueden encontrar muy buenas explicaciones). Aunque el desarrollo de la trama y de los personajes presentan algunas debilidades (algunos que son centrales se llegan a conocer muy superficialmente, como el de la doctora Auggie Salazar (Eiza González) y a otros menos centrales, como el caso de Will Downing (Alex Sharp) se les dedica mucho más tiempo), la serie es bastante fácil de seguir.
A continuación, tres ejes que aparecen entrelazados en la serie para abrir el debate.
Los tres cuerpos
Las tríadas, las tres dimensiones (otro paralelismo con Dark), la hipótesis de múltiples dimensiones de realidad conviviendo simultáneamente y la relación con la subjetividad y los estados de conciencia son recurrentes en esta serie. Desde la explicación de la interacción entre Júpiter, el Sol y la Tierra, ante las autoridades del ejército de Mao, hasta una eufórica explicación en la casa de los suegros de la física Jin Cheng (Jess Hong) sobre la teoría de cuerdas y las dimensiones enrolladas, se articulan con el planteo transhumanista y la relación entre los estados de conciencia, la tecnología y el soporte material en el cual habita (aquí la referencia más cercana es un tópico recurrente en la también británica Black Mirror). La serie plantea ternas por todos lados, hasta incluso bajo la forma de triángulos amorosos, o la mediación tecnológica entre los habitantes de San - Ti y los terráqueos a través de la virtualidad de un videojuego muy particular. Las tres leyes de la mecánica, marco en el cual se inscribe el problema de los tres cuerpos, o las leyes de la dialéctica que permiten comprender el cambio y la transformación de lo que existe resuenan en cada situación. La serie empuja al espectador a un remolino de preguntas clásicas sobre el espacio - tiempo y los límites entre lo real y lo virtual: ¿qué es esta realidad? La tridimensionalidad se expresa todo el tiempo, pero también es puesta en cuestión como un estado aparente.
La inteligencia y la relación con el desarrollo tecnológico
La serie revive la conocida hipótesis de que la especie humana logró un salto evolutivo gracias a la ayuda de seres extraterrestres y remite a la historia de 2001: Space Odyssey. Aquí, como en el clásico de Kubrick se aborda la pregunta acerca del origen de la inteligencia humana que le permite desarrollar herramientas y tecnología. En El Problema de los Tres Cuerpos hay mucho énfasis en la cuestión de la inteligencia materializada en los científicos y en su capacidad de resolver problemas y desarrollar tecnología, pero también sus contradicciones materiales en relación al mundo hostil y de intereses capitalistas en el que realizan sus trabajos. Estas contradicciones se expresan también a nivel interpersonal: sus vínculos, sus deseos, la soledad, la relación con adicciones, los valores humanitarios y éticos, la locura, el prestigio y la valoración de su “inteligencia”.
El lugar de la ciencia y los científicos en una realidad donde conviven la genialidad y la dominación de clase
En la China de los años 60, Ye Zhetai, el padre de la doctora Ye Wenjie, profesor de física de la universidad de Tsinghua, Pekín, es asesinado en un macabro espectáculo público: una nueva caza de brujas, donde la ciencia física es acusada de contener la creencia en un dios por fuera de este mundo. En el paralelismo entre 1966 y 2024 aparece el lugar de las ideas revolucionarias de la física en un régimen de opresión que a su vez necesita científicos disciplinados y brillantes para sus propios intereses. Para ello necesita aislarlos y ponerlos a trabajar, lejos, en lo alto de una montaña, muy lejos de la realidad de las mayorías subyugadas, tanto en la China de Mao Zedong como en el Occidente imperialista.
El problema de los tres cuerpos invita a la reflexión sobre el lugar de la ciencia y los científicos en el Capitalismo. Es en la Tierra donde está el verdadero peligro para la humanidad, no en una civilización que, según los cálculos, llegaría dentro de 400 años. En el mundo actual que la serie plantea, la inteligencia humana representa una peligrosa arma de doble filo capaz de masacrar miles de niños en segundos gracias a la tecnología desarrollada en nombre de las buenas intenciones y el progreso de la humanidad. Las subjetividades y deseos de los científicos se presentan disociados de las implicaciones político - sociales de su trabajo. Se trata de seres ingenuos, bohemios y con buenas intenciones (a lo Oppenheimer).
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La serie abre debates sobre el verdadero peligro más cerca de los poderosos y sus ejércitos, que de los seres que habitan en un mundo inestable a años luz de nosotros.
Rosario Escobar
Oriunda de Temperley, es profesora de física egresada de la UBA y doctora en el área de la didáctica de las ciencias naturales (UNICEN). Milita en la agrupación Docentes e Investigadores de Izquierda y forma parte de la redacción de ciencia y tecnología de La Izquierda Diario.