Sin aviso público la esposa de Macri visitó un taller que agrupa aparadores que producen calzado en sus hogares. Mientras tanto en La Matanza “la capital del calzado”, hay despidos y cierres de talleres del sector.
José Muralla @murayeando
Viernes 1ro de febrero de 2019 09:35
Una nueva modalidad de campaña se ha instalado en la política argentina: elegir ciertos lugares donde “jugar de local”, no hacer pública la visita y tomar fotos sonrientes para difundir por las redes sociales. De esta manera se pueden evitar malos tragos como los que pasó Rodríguez Larreta cuando al visitar el barrio de Lugano los vecinos le hicieron saber su enojo por el – ahora derrotado – intento de cerrar escuelas nocturnas.
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Esta modalidad fue la elegida por Juliana Awada, recién llegada de una de sus tantas vacaciones junto a su marido y su hija, y María Eugenia Vidal, quien acaba de poner fin a las especulaciones sobre si desdobla o no las elecciones bonaerenses, para desembarcar en un territorio que les interesa mucho para sus planes electorales: el populoso distrito de La Matanza.
La Matanza siempre fue conocida como “la capital nacional del calzado”. Hoy difícilmente pueda sostener este mote debido a la crisis que afecta a dicho sector con cierres de talleres, suspensiones y despidos. Así relataba su situación Flavio, joven trabajador del calzado en La Tablada: “hace meses que nos vienen reduciendo el horario de trabajo, hay días que estoy sólo dos o tres horas en el taller, hay otros que directamente me avisan que ni venga. Y ahora después de las fiestas me avisaron que por estos días no venga y en marzo voy a saber si sigo teniendo trabajo o no, porque capaz que cierran el taller”.
Casual o causalmente la primera dama visitó un taller en el barrio Puerta de Hierro que reúne a 20 aparadores, un cortador y un armador, que realizan sus trabajos desde sus hogares dentro del barrio, impulsado por el Organismo Provincial de Integración Social y Urbana del gobierno de Vidal. Según cuenta la propia Awada desde su cuenta de Instagram, uno de ellos llamado Oscar le habría confiado: “Nosotros queremos que como barrio nos conozcan, no por el narcotráfico, sino por el trabajo que hacemos y porque somos gente honesta, y ese cambio se está dando”.
Siguiendo el razonamiento “emprendedor” que exhibe la primera dama podríamos concluir que la solución al desempleo y la exclusión que llevan a la descomposición del tejido social en los barrios más postergados del conurbano sería que sus habitantes trabajen a destajo desde sus casas como lo hacían en la Inglaterra previa a la revolución industrial en el siglo XVII. Es decir, prescindiendo de todos los derechos conquistados durante los siglos subsiguientes como el salario mínimo, vacaciones, obra social, protección contra los despidos y derecho a tener una organización sindical para defenderse. ¿Le habrá preguntado a Oscar si prefería ser un trabajador con todos sus derechos o un “emprendedor” atado a los vaivenes de un mercado en retroceso?
También casual o causalmente Daniel Awada, el hermano de Juliana y cuñado del presidente, es uno de los principales interesados en transformar las normas que regulan el trabajo textil. El empresario dueño de firmas como Cheeky que fuera denunciado por reducción a la servidumbre impulsa esta verdadera contrarreforma que tiene entre sus objetivos principales introducir el “banco de horas” (extender la jornada cuando hay mucha demanda sin pagar horas extras sino que esas horas serían devueltas trabajando menos cuando baja la demanda, es decir, trabajar según el antojo del patrón) y – ¡oh casualidad! – desregular el trabajo desde el hogar para las grandes marcas.
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Quizá podríamos pensar que la primera dama se acercó a La Matanza para saludar a la familia de Luciano Arruga, al cumplirse 10 años de ser asesinado y desaparecido por la bonaerense de Scioli, y así contrapesar la furibunda campaña de mano dura y criminalización de la juventud que impulsa cambiemos. O que vino a buscar productos “pintorescos” hechos a mano por si tiene que organizar el glamour de un recibimiento de gala para quienes condenan a los pueblos desde sus lugares en el Poder Ejecutivo de los diferentes países como hizo en el G20.
También podríamos pensar que mató dos campañas de un tiro: la campaña electoral de Cambiemos para este 2019, y su propia campaña del negocio familiar que busca volver a los años dorados del siglo XVIII cuando los trabajadores no tenían derechos ni estaban organizados. Podríamos pensar muchas cosas, pero una es segura: no se animó a avisar que venía a La Matanza.
José Muralla
Nació en Arenales (BA) en 1984. Es licenciado y profesor en Ciencia Política (UBA). Trabaja como docente de nivel medio en CABA y La Matanza. Desde 2007 milita en el PTS. Vive en Lomas del mirador y es parte del staff de La Izquierda Diario de la Zona Oeste del GBA.