Desde el 2016 en adelante el movimiento de mujeres conmociona al mundo y Chile no ha sido la excepción. Por el contrario, el país al fin del continente ha sido reconocido a nivel internacional estos últimos años por dos grandes gestas: la Rebelión y el movimiento feminista.
El 2016 fue el movimiento Ni Una Menos con una marcha masiva que vistió de negro a cientos de miles de mujeres a lo largo de todo el país. El 2018, el mayo feminista donde las estudiantes protagonizaron tomas contra el acoso y el abuso sexual, la educación sexista, el autoritarismo universitario, tendiendo puentes además hacia las mujeres trabajadoras subcontratadas denunciando la precarización laboral. En noviembre del 2019, en el marco de la rebelión y la lucha contra la violencia hacia las mujeres, el himno creado por Las Tesis que denunció la violencia machista, la complicidad estatal, la represión policial y el rol de la justicia patriarcal. El 2020 justo antes de la pandemia más de un millón de mujeres en todo el país coparon las calles el 8 de marzo protagonizando una jornada histórica de movilización, retomando luchas inconclusas y entonando en coro el #FueraPiñera.
El movimiento de mujeres no ha parado de avanzar incluso con el avance del neoliberalismo que buscó contener los movimientos sociales a través de la cooptación. Es el llamado capitalismo “rosa”. Es que las penurias de las mujeres están muy lejos de atenuarse, esta ha sido la denuncia de millones en todo el mundo.
Heterogéneo en su composición y, por tanto, también en sus métodos de lucha, el movimiento feminista (entendiendo este como la diversidad de agrupaciones de mujeres, políticas y activismo que ha puesto en cuestión al capitalismo patriarcal y/o su expresión en el terreno de la cultura) se ha caracterizado por guardar una diversidad de miradas en su interior cada una de las cuales busca poner énfasis en distintas reacciones contestatarias al status quo, no por arbitrio, sino a propósito de un debate de estrategias respecto a cómo acabar con la opresión de género y la violencia machista.
En este debate (a ratos fraternal, a ratos no), poco se habla de la metamorfosis que ha sufrido la estructura del trabajo y, en esta transformación, el rol de la mujer trabajadora. Ellas parecieran ser las invisibilizadas de las invisibilizadas y nos preguntamos ¿por qué? La clase obrera ha crecido y se ha fortalecido cuantitativamente, pero además se ha feminizado representando las mujeres un 40% de la fuerza laboral global hasta antes de la pandemia. En Chile la fuerza laboral femenina alcanzó su pico mas alto el 2019 con una tasa de ocupación que llegó al 48,3% respecto al total de mujeres en edad laboral (ver gráfico).
También las mujeres trabajadoras hemos jugado un rol clave en las últimas luchas. Rebelión y Movimiento de Mujeres no sólo tuvieron en común demandas anti-gubernamentales y anti-represivas, sino jornadas históricas de lucha con las mujeres trabajadoras al frente como ocurrió el 12N donde el sector que paralizó en un 90% fue el sector público, con gran protagonismo de docentes y salud, altamente feminizados. Esto en el marco de un año de recuperación de la actividad huelguística como afirma el Observatorio de Huelgas Laborales en su informe del año 2019: “El número de huelgas y cantidad de trabajadores/as implicados/as en ellas alcanzaron un nivel similar al observado antes de la implementación de la reforma laboral en 2017” [1].
Pero el imaginario de una clase obrera abrumadoramente masculina parece ganarle aún hoy a la realidad, pese a las indesmentibles cifras respecto a la fuerza laboral femenina y pese al indudable rol de las mujeres en las luchas que se desarrollan bajo los históricos métodos de la lucha de clases.
Rebelión y Movimiento de Mujeres
(Fuente: Centro de Políticas Públicas UC/ "Empleo femenino y Covid-19: diagnóstico y propuestas")
Esta devaluación del rol objetivo que cumple la mujer en la economía capitalista y de su fuerza subjetiva y potencialidad manifiesta para cuestionarlo todo, relacionando la lucha contra la opresión de género y la violencia machista a la lucha contra la explotación laboral y la precarización de la vida, se expresa, desde la Rebelión del 18O, en dos ideas con las que quiero debatir: primero, que el movimiento de mujeres llegó tardíamente a la escena con la irrupción de las tesis el 25N y, en segundo lugar, que cuando llegó, la fuerza que le dio a la movilización actuó en un sentido opuesto o como un mundo diferente a los sectores de vanguardia que post 15N continuaron la lucha callejera contra la dirección del movimiento obrero y los partidos de la “oposición” que impulsaron una tregua con el gobierno que al día de hoy no encuentra fin, legitimando de esta manera “otros” métodos de movilización.
Respecto al primer problema nos preguntamos ¿irrumpió el movimiento de mujeres, tomando en cuenta el significado total del verbo que estamos utilizando? ¿apareció “violenta y repentinamente” en medio de una rebelión social que le era ajena? ¿era el movimiento de mujeres un movimiento exógeno que en determinado momento entró a la escena para romper y quebrar el curso en el que se venían dando los acontecimientos, incorporando nuevos métodos de lucha, un nuevo sujeto y nuevas reivindicaciones? ¿Qué de novedad y qué hilos de continuidad hubo en realidad?
Para Patricio Fernandez, concertacionista y escritor de Sobre la Marcha, “las dos grandes fuerzas son jóvenes de una generación posterior a la del 2011 que tuvieron mucha fuerza en el comienzo, en segundo lugar irrumpe con extraordinaria fuerza a medida que esto avanza las mujeres y yo diría que esos son los dos gigantescos motores del estallido social.” [2] Esta lectura excluye a sectores populares y territorios, excluye a sectores de la clase trabajadora que tuvieron una importante participación especialmente el 12N. Como plantea el informe del Observatorio de Huelgas Laborales (OHL), “el crecimiento de la actividad huelguista durante el 2019 puede interpretarse como un reflejo de un proceso más general de efervescencia social que se observó en el país a partir del 18 de octubre. Como se demostró, más de un tercio de las huelgas extra-legales del sector privado y público se dieron entre octubre y noviembre de ese año, coincidiendo con el peak de la revuelta social. Asimismo, se registraron cinco huelgas generales durante este año, la cifra más alta de este tipo de movilización desde la transición a la democracia en 1990.”
Fernández concibe, además, que los actos de autodefensa frente a la brutal represión que se vive con especial crudeza en las poblaciones y periferia, no tenían relación con las masas manifestándose pacíficamente. Barricadas, cortes de ruta, enfrentamientos con la policía serían anecdóticos, “mundos distintos”. La primera línea es definida como un mundo diferente donde conviven, en sus palabras “anarcos” y “un mundo más delincuencial”, criminalizándola. Esta invisibilización de la clase trabajadora y los sectores populares explica, en parte, la especial invisibilización al rol de la mujer trabajadora y una caracterización del proceso que no lee el rol de las mujeres en su dimensión orgánica, sino que como un nuevo factor que vino a dar fuerza a la movilización o, a lo más, como parte del mundo de la pacífica movilización proderechos.
La participación orgánica de la mujer trabajadora en la rebelión
No nombraré todos los antecedentes de una rebelión que cuenta con 30 años de gestación e importantes válvulas de escape de toda la rabia contenida, me centraré en cambio en el rol de la mujer trabajadora como antecedente y actriz en la rebelión, especialmente tomaré como ejemplo la lucha docente y la movilización de las trabajadoras de la salud.
Lo primero que es importante aclarar es que el movimiento de mujeres es heterogéneo y policlasista. En este universo de matices y diferencias nuestras tesis será que la mujer trabajadora ha cumplido un rol fundamental y orgánico en la rebelión: antes, durante y después.
Mayo del 2019 y se desarrolla la lucha docente que mostró la enorme fuerza docente en contra del agobio laboral, las evaluaciones estandarizadas, los bajos sueldos y, en general, en contra de la educación de mercado. La cuestión de género no sólo estuvo presente en sí misma en tanto sabemos que la composición del sector educativo es primordialmente femenino. También una de las principales demandas de la movilización fue la brecha salarial entre hombres y mujeres, discriminación solapada que salió a la luz con la denuncia del no pago de la mención a educadoras diferenciales y de párvulo, resultado del no reconocimiento de la formación profesional de un importante sector de mujeres en el mundo educativo y de la configuración patriarcal del trabajo donde las mujeres entran en su mayoría a trabajos precarios y en condiciones desventajosas.
Las profesoras demostraron su fuerza en una movilización que duró mas de 7 semanas a partir de la consulta nacional del 22 de mayo, resistiendo la persistencia de la burocracia del Colegio de profesores por deponer la paralización.
Otro antecedente son las mujeres del sector de servicio. La huelga de Walmart paralizó a nivel nacional los supermercados de la cadena estadounidense en medio del debate sobre la automatización, con la cual los empresarios pretendían reducir personal, salarios y aumentar las ganancias de la empresa a costa de la precariedad de sus trabajadores y trabajadoras. Con mayoría mujeres se desarrolló una movilización que remó tanto contra los planes precarizadores como con la división sindical al interior de la empresa. En un balance escrito por dirigentes del retail y publicado en La Izquierda Diario se lee: “Tras 6 días se depuso la huelga de Walmart, la que tuvo movilizados a 17.000 trabajadores y cerca de 140 locales paralizados, con pérdidas millonarias en venta y mermas y con un 70% de apoyo popular. Una traición en toda regla de la dirección de Juan Moreno (militante del Partido Socialista), quién, a través de un método muy utilizado por las burocracias sindicales, buscó cerrar la huelga a espaldas de la base y sin voto ni deliberación por parte de ésta.” [3]
La huelga de Walmart y la lucha docente confluyeron en el tiempo, sin embargo no unificaron su lucha en las calles o con jornadas de manifestación y paralización común que pudo haber fortalecido la pelea en curso producto del límite de las burocracias sindicales y su gremialismo.
Tras el 18 de Octubre el sector salud ya había convocado con anticipación a una paralización para el 22 de Octubre, en muchos lugares trabajadores y trabajadoras de base impusieron la unidad de la pelea por las demandas del gremio con la pelea nacional iniciada por estudiantes secundarios dando inicio a casi dos meses de paralización de emblemáticos hospitales como el Hospital Barros Luco o el Sótero del Río, y en atención primaria la paralización y organización se mantuvo pese a la insistencia por deponer la movilización por parte de la CONFUSAM. Así lo vivieron, por ejemplo, en el CESFAM Villaseca de Puente Alto, quienes forjaron un cuerpo de delegados para mantener viva una movilización de la cual cada una de ellas y ellos se sentía parte orgánica. Dicha experiencia de lucha derivó también en la creación de una comisión de género. De esta manera el sector de la salud, altamente feminizado, se convirtió en parte del sector de vanguardia ligado a la primera línea a través de la organización de las brigadas de salud, y a los sectores populares a través del trabajo cotidiano y la organización en hospitales y centros de atención primaria.
Como vemos estos tres sectores de la clase trabajadora tienen características muy relevantes que nos permiten afirmar que el movimiento de mujeres no irrumpió de la nada, sino que hubo importantes hilos de continuidad entre el mayo feminista del 2018, el 8 de marzo del 2019 y la rebelión. Una de las características es el peso objetivo de las mujeres en servicios, salud y educación, otra, las demandas relacionadas a la denuncia del sistema patriarcal y la operación específica que realiza en el sistema laboral capitalista basado en la explotación y en la extracción de plusvalía, como ocurrió con la demanda por el pago de la mención en la lucha docente. Y, finalmente, un sentirse parte de la rebelión, donde muchas trabajadoras se pusieron en primera línea contra la represión y en la organización en sus lugares de estudio y trabajo, así como se sintieron parte de la manifestación feminista impulsada por Las Tesis replicando la performance entre centenares de trabajadoras de la salud en los hospitales donde también se organizaban por las demandas de la rebelión.
La potencialidad hegemónica de las mujeres trabajadoras
También está la idea de que la presentación de Las Tesis de “Un violador en tu camino” vino a “restaurar la legitimidad de la protesta social frente al desdibujamiento que amenazaba una violencia vandálica sobre la que la policía y el gobierno guardan pasmosa pasividad” [4]. En la línea de Patricio Fernandez, Carlos Ruiz se pliega al discurso promovido tantas veces por el régimen de separar a los sectores más radicalizados de quienes se manifiestan en el centro de Plaza Dignidad; vanguardia, de sectores de masas. O, como dice Renovación Nacional en su página web apropósito de las declaraciones de Mario Desbordes: “Separar de manera clara: por un lado, fuerte apoyo a los manifestantes pacíficos. Merecen todo el apoyo, están pidiendo cosas razonables, hay que responder a aquellas demandas. Pero por el otro lado, es necesario hacer una condena firme y clara a la violencia.” [5]
En un contexto de graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos que ha costado muertos, mutilados, mujeres víctimas de violencia política-sexual, torturados, la derecha y los lugartenientes de la herencia de la dictadura presentes en los partidos de la Ex Concertación buscan criminalizar la autodefensa que ha surgido como una reacción por necesidad de cientos de miles, particularmente en la periferia. Carlos Ruiz, uno de los ideólogos del Frente Amplio, hace eco de este discurso bajo un argumento engañoso: la violencia estaría deslegitimando la protesta social, peor aún, en el marco del acuerdo por la paz. Y el movimiento feminista habría llegado como salvavidas, nuevamente desde afuera, a reanimar la movilización y mantener los niveles de aprobación en un sentido contrario a la lucha callejera que continuaba persistente en Plaza Dignidad y en poblaciones.
Efectivamente la performance de Las Tesis dio un importante empuje a una movilización que había decaído tras el 15N fruto del pacto entre el gobierno y los partidos de la oposición incluyendo el Partido Comunista que terminó ratificando el acuerdo. Pero, ¿su acción fue en oposición a los sectores de vanguardia y de la violencia entendida como resultado de la necesidad de defenderse frente a la represión policial? En realidad esta acción, al ser tomada ampliamente por mujeres de todas las edades y como forma de lucha también en lugares de trabajo (principalmente del sector público), permitió la articulación entre sectores de vanguardia que denunciaron el acuerdo por la paz como un pacto que aseguró la impunidad del gobierno y las capas medias. La denuncia de Las Tesis logró mantener el código y reivindicaciones propias que el movimiento de mujeres ya venía desarrollando desde el 2016 e incorporar la denuncia a la violencia estatal, a la represión policial, y a la justicia patriarcal. Dicha denuncia en manos de las mujeres trabajadoras permitió unificar los códigos de la rebelión y del movimiento de mujeres en tiempo y forma.
Por eso la potencialidad hegemónica de las mujeres trabajadoras es enorme en tanto en ellas confluye la firme denuncia contra la precariedad laboral, las pensiones de hambre, la educación y salud de mercado, la lucha por el derecho a la vivienda, situándose objetivamente en sectores claves y estratégicos que amenazaron con removerlo todo. La posición estratégica de las mujeres trabajadoras, su rol que permite la articulación entre diferentes sectores de la sociedad y movimientos y, por tanto, su potencialidad, se demostró en el 12N con la huelga general más importante desde los 90’ y que obligó al gobierno a abrirse a un acuerdo que permitiera discutir entre los partidos del régimen la constitución de Pinochet. Ese día al rededor del cual poco se ha reflexionado y que fue partero del acuerdo del 15N, mostró que era posible echar a Piñera y levantar una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. La lucha que emprendió la clase trabajadora y las mujeres trabajadoras como un sector de particular importancia por las razones antes descritas fue acallada no sólo por los partidos del régimen a través de un acuerdo tramposo, sino también por la burocracia sindical de la CUT, el Colegio de Profesores, y las principales direcciones del movimiento obrero que no volvieron a convocar a una movilización de importancia nacional.
Sin embargo la fuerza de las mujeres trabajadoras sigue ahí, latente, así como la fuerza del conjunto de la fuerza de la clase trabajadora y los sectores populares. A un año del 12N es más importante que nunca retomar la lucha de octubre pues la herencia de la dictadura aún no ha caído, esto sólo será posible recuperando los sindicatos para las y los trabajadores desplazando a las burocracias sindicales que dividen y debilitan nuestra lucha, fortaleciendo organismos de autoorganización, levantando un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y denunciando las trampas del proceso constitucional constitucional en curso.
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