La violencia hacia las mujeres no se detiene en medio de la crisis sanitaria y económica desatada por la pandemia. En su lugar, hay posibilidades de que incremente dicha violencia, dando como resultado embarazos no deseados y la negación al derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Costa Rica no escapa de este panorama, pues todas las semanas al menos 5 niñas menores de 14 años se ven sometidas a embarazos no deseados.
Viernes 3 de julio de 2020
Las consecuencias que se desatan con la crisis sanitaria y económica actual, las paga la clase trabajadora. Cuenta de ello dan los datos sobre desempleo, despidos masivos, rebajas salariales, que afectan a trabajadores y trabajadoras en el mundo. Mientras los empresarios resguardan sus bolsillos, somos la clase vulnerable quienes ponemos las muertes.
Dentro de este sistema que solo tiene para ofrecernos miserias, somos las mujeres quienes enfrentamos más estas consecuencias, puesto que somos doblemente explotadas y oprimidas, y en medio de la lucha contra la pandemia, las mujeres están en la primera fila.
La opresión patriarcal no se detiene frente a la pandemia, en su lugar, hay posibilidades de un incremento. Según la ONU, el confinamiento estaría provocando que aproximadamente 47 millones de mujeres se encuentren sin acceso a métodos anticonceptivos, un incremento del 30% de violencia de género, lo cual puede generar un aumento de embarazos no deseados y abortos clandestinos. Además de una baja en la atención médica, aunado a los recortes en salud, ante lo cual se estima una reducción del 10% del acceso a servicios de abortos seguros en los países más empobrecidos, produciendo 3 millones de abortos clandestinos con la muerte de alrededor de 28 mil mujeres, mientras otros 15 millones de mujeres terminarían asumiendo embarazos no deseados.
En Costa Rica, las autoridades afirman que, pese a que los embarazos no deseados no han incrementado en pandemia, cada semana 5 niñas menores de 14 años se ven sometidas a embarazos no deseados.
La normalidad patriarcal
A comienzos de la pandemia, el Gobierno, el Ministerio de Salud, e incluso Rectoría, se escudaron en el discurso de un pronto retorno a la normalidad. Sin embargo, ¿qué significa la normalidad? Para estudiantes, recortes en su educación y becas; para trabajadores, recortes en sus salarios; para las mujeres, vivir en medio de un sistema que es cómplice de la opresión patriarcal. Estas condiciones se han visto incrementadas en medio de la pandemia.
En el caso de la violencia hacia las mujeres, las autoridades parecen hacer caso omiso. Se manifiestan de manera tranquila por el hecho de que no han incrementado las llamadas telefónicas por violencia doméstica, ni los embarazos no deseados. Esta tónica parece ser parte de su normalidad.
Sin embargo, una normalidad que no nos garantiza condiciones de vida, de estudio, de trabajo, y niega el derecho al aborto legal, seguro y gratuito no es la normalidad que queremos; así como tampoco una normalidad que justifica la opresión hacia las mujeres trabajadoras, en quienes esta opresión y la explotación se ciñen particularmente.
Hay que apostar por una sociedad libre de explotación capitalista, opresión patriarcal y libre de violencia y discriminaciones, en la cual las mujeres tengamos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestra sexualidad.
En medio de la pandemia, el movimiento de mujeres no puede detenerse. Es necesario continuar la pelea para garantizar nuestros derechos, como por ejemplo arrancarle al Estado nuestro derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito.