Jerusalén se ha transformado en uno de escenarios clave del conflicto entre israelíes y palestinos. La ejecución sumaria de un joven palestino y la posterior decisión del Primer Ministro Benjamin Netanyahu de cerrar el acceso a la Explanada de las Mezquitas son solo las últimas expresiones de una extensa historia de violencia y opresión por parte del estado de Israel.
Viernes 31 de octubre de 2014
Durante la semana que está finalizando Jerusalén fue escenario de una escalada de tensiones y enfrentamientos.
El miércoles por la noche fue baleado Jeduha Glick, un rabino americano-israelí, conocido por liderar una campaña de sectores nacionalistas y religiosos que reclama para sí los lugares sagrados para los musulmanes.
Ayer las fuerzas de seguridad israelíes asesinaron a un joven palestino durante una violenta redada en barrios árabes, sospechado de ser el supuesto atacante.
A eso le siguió la medida tomada por el gobierno israelí de cerrar la Explanada de las Mezquitas y de desplegar un enorme operativo de seguridad. Netanyahu habló de que estaban frente a un “acto terrorista”, alentado por el presidente palestino M. Abbas, y comparó a las organizaciones de la resistencia palestina con el reaccionario Estado Islámico, que ha desatado una ola de terror en Siria e Irak. Para agregar leña al fuego, colonos y sectores judíos de derecha amenazan con marchar sobre la ciudad vieja. Incluso para la dócil Autoridad Palestina, esta es una “declaración de guerra”.
Estos hechos parecen repetir la provocación del fallecido Ariel Sharon, que decidió “visitar” la Explanada y con esa acción desató la segunda intifada del año 2000.
Esta nueva escalada se da en el marco de una situación regional y geopolítica cada vez más compleja. Las relaciones entre Netanyahu y el gobierno de Estados Unidos están pasando por una crisis: la administración Obama se negó a recibir al ministro de defensa israelí por los dichos ofensivos de este contra Kerry. Y en una publicación trascendieron dichos de altos funcionarios norteamericanos que se refieren a Netanyahu como un cobarde. Estas palabras subidas de tono no tienen consecuencias estratégicas. Para Estados Unidos no está en cuestión la alianza incondicional con Israel ni la generosa ayuda financiera y militar que le provee. Pero eso no quiere decir que ciertas políticas de Netanyahu, como la extensión permanente de los asentamientos de colonos en territorios palestinos, las acciones militares como la de Gaza, o la línea dura hacia Irán, sean relativamente disfuncionales para los objetivos de Estados Unidos, sumido en una guerra doble en Irak y Siria.
¿Hacia un nuevo levantamiento?
En los últimos meses, Jerusalén parece ser el escenario donde se está gestando un nuevo levantamiento popular palestino. Al menos esto es lo que viene afirmando la prensa, tanto israelí como internacional. La llaman la “intifada silenciosa”, la “intifada de los niños”, o simplemente la “tercera intifada”. Con algunas diferencias de días, le ponen fecha de nacimiento el 2 de julio de este año, cuando apareció brutalmente asesinado el adolescente palestino M. Abu Khudair, secuestrado por un grupo de colonos que lo prendió fuego cuando aún estaba con vida.
Este crimen macabro, junto con los 51 días de bombardeos por aire y tierra en la Franja de Gaza, desató una imparable ola de movilizaciones, sobre todo de jóvenes y niños, que con piedras y bombas molotov se enfrentan casi cotidianamente a las fuerzas de seguridad israelíes. Uno de los blancos de los ataques es el tren rápido con el que los colonos cruzan los barrios árabes, mientras que los palestinos no pueden circular. Por esto mismo se ha transformado en un símbolo de la ocupación y del intento de Israel de consolidar a Jerusalén como la “capital única e indivisible” de su estado.
Lo más interesante de este embrionario nuevo levantamiento es que al menos en un aspecto fundamental recuerda a la primera intifada. Como en 1987, la dirección tradicional de la OLP no tiene prácticamente control sobre estos jóvenes. Tampoco Hamas, encerrado virtualmente en el gueto de la Franja de Gaza. Consecuencia indeseada de la propia política israelí, durante la primera intifada la dirección nacionalista palestina estaba en el exilio. Ahora, por el cerco de asentamientos de colonos, Jerusalén está aislado de los cuarteles generales de la Autoridad Palestina de Ramallah. Lo que da lugar no solo a líderes locales desconocidos sino a una peligrosa espontaneidad que preocupa a ambos lados, y contra la cual la única política de Israel es escalar la represión.
No se puede aun saber con certeza si esta oleada de protestas y movilizaciones dará lugar o no a un nuevo levantamiento popular. Los resultados políticos de la operación “margen protector” no coinciden con los militares. Mientras que el Estado de Israel salió mal parado, deslegitimado a nivel internacional por haber perpetrado otra masacre y sin conseguir ningún objetivo estratégico, la resistencia palestina salió fortalecida. Es decir, las condiciones parecen estar más que maduras para un nuevo estallido.
Claudia Cinatti
Staff de la revista Estrategia Internacional, escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.