El espectáculo que se desarrolló este jueves en Diputados con la caída de la sesión por la ley conocida de "ficha limpia" fue verdaderamente ilustrativo del momento actual. Se terminó transformando en ese tipo de hechos que iluminan todo el escenario y dejan expuesta la verdad de cada actor político, más allá de sus discursos. Repasemos brevemente: el proyecto de "ficha limpia" era impulsado por el PRO y otros bloques de la oposición autopercibida como "republicana", con el acompañamiento formal del oficialismo. Objetivamente, la normativa tenía un carácter antidemocrático y proscriptivo porque dejaba en manos de un Poder Judicial completamente parcial y partidizado, la posibilidad o no de que determinadas personas puedan ser candidatas si pesan contra ellas condenas que aún no están firmes. Con ese fundamento de contenido (que hoy apunta contra Cristina Kirchner, pero mañana puede ser usado contra otros adversarios políticos) se opusieron los parlamentarios de la izquierda. Hasta ahí el contenido, pero el dato político de la jornada fue que las ausencias que hicieron fracasar la sesión fueron (junto a integrantes de otros bloques) básicamente la de los diputados y diputadas de La Libertad Avanza. Para que quede claro: representantes del Gobierno en el Congreso se ausentaron para voltear una sesión en la que se podía votar una ley que afectaba política y electoralmente a Cristina Kirchner. Como ya somos todos grandes, nadie cree que este "favor" haya sido gratuito. Y ya es un secreto a voces que es parte de una negociación que incluye por lo menos dos "compensaciones": la aprobación de los pliegos de los jueces con los que el Gobierno quiere completar una Corte adicta (Lijo y García Mansilla) y la reforma política proscriptiva que tiene como bandera la eliminación de las PASO. También está la reelección de Martin Menem como presidente de la Cámara de Diputados, como un vuelto de esta negociación. Después voy a volver sobre el tema de la reforma, pero permítanme agregar un elemento más: una razón de fondo (política, en el sentido politiquero del término) que empuja al Gobierno a favorecer Cristina Kirchner es que le "conviene" que siga en carrera y que "juegue" en las elecciones legislativas del año que viene porque es una contrincante "a medida". Cuando observamos este artilugio al que recurre Milei para intentar consolidarse, sobre todo, pensando en las elecciones, pareciera que estamos asistiendo a una especie de deja vú de lo que vimos varias veces en los últimos diez años. Un periodo caracterizado por una crisis general (social, económica) que derivó en una rotunda crisis de representación política. ¿Cuáles es ese mecanismo? Bueno, la aplicación de una maniobra que permita la supervivencia política propia no en base a propuestas "positivas" de tu propio espacio ni tampoco por los resultados de un programa económico que permitan ampliar tu base social, sino todo lo contrario: se trata de dividir al otro, administrar la debilidad ajena (o creer que se la está administrando), posicionar a adversarios o enemigos "a medida" porque se considera que frente a ellos se puede lograr un triunfo propio. No es para nada nuevo, aunque se acrecentó en el último tiempo. Si me permiten, voy un poco hacia atrás en la historia reciente de la Argentina hasta la etapa final del Gobierno de Raúl Alfonsín. Se atravesaba una crisis muy importante (que luego derivó en la catástrofe hiperinflacionaria); los que competían en el peronismo contra el radicalismo hacia las presidenciales de 1989 eran Antonio Cafiero y Carlos Menem, y Alfonsín impulsó el crecimiento de Menem (algunos dicen que incluso con fondos que fluían generosamente hacia La Rioja gobernada por él) porque calculaba que era más fácil ganarle a Menem antes que a Cafiero. Bueno, ya sabemos cómo terminó esa historia. Lo que quiero resaltar es que la aspiración no era pensar cómo "enamoro" yo con mi propuesta política, sino cómo trato de posicionar con maniobras y artimañas tácticas al que presuntamente es más débil del otro lado. En los últimos años presenciamos varios intentos de maniobras similares que, en general, dieron como resultado lo opuesto al objetivo que se buscaba: primero con Cristina Kirchner respecto de Macri (en una deriva que incluyó el famoso "armen un partido y ganen las elecciones"); después a Macri con respecto a Cristina (que culminó en el armado que lo sacó del poder). Después todos, cada uno a su modo, apuntalando a Milei: primero el PRO coqueteaba con él porque ayudaba a correr el debate hacia la derecha (aunque creían que los beneficiarios finales serían ellos); después el peronismo que empujaba a Milei (Juan Grabois llegó a denunciar que Massa hasta lo ayudó a armar listas) porque "dividiría los votos de la derecha". Salió tan bien que les ganó a todos. Ahora lo vemos a Milei repetir el mismo mecanismo. El gobierno quiere que Cristina "juegue" porque creen que es más fácil porque que es una adversaria "a medida". Lo más curioso es que el Gobierno impulsa estas maniobras cuando presuntamente está fuerte, "en su mejor momento, acrecentando su potencial". Si fuera así, ¿por qué se mete en el lodo de la rosca jugándose a transar nada más y nada menos con el kirchnerismo? El hecho también ilumina una verdad sobre la consistencia política del oficialismo. El interrogante que surge y que se develará en las próximas semanas es hasta dónde llega el "cálculo" y la rosca del lado de peronismo y del kirchnerismo: ¿Hasta la aprobación de los jueces de la Corte, tema sobre el que ya dieron señales muy positivas? ¿Hasta la reforma política que impulsa el Gobierno y que es antidemocrática en general y proscriptiva, en particular con la izquierda? Recordemos el Gobierno no sólo quiere eliminar las PASO, sino también privar a los partidos del financiamiento estatal y de espacios en los medios para difundir sus propuestas, y además propone ampliar el límite del financiamiento privado para las campañas. O sea, no quiere una democracia tutelada por los dueños del país (como en cierta medida tenemos hoy), sino un régimen directamente manejado por las corporaciones con la proscripción de las minorías y especialmente de quienes luchan contras las corporaciones, es decir, la izquierda. En los próximos días o semanas veremos hasta dónde llega todo esto. Lo que hoy podemos afirmar es que, más allá de sus relatos y en el contexto no de una "correlación de fuerzas", sino de una "correlación de debilidades" en un solo día, los "casta" y los "anticasta" se encontraron para revolcarse en el mismo lodo.