La Izquierda Diario Santa Fe inaugura el ciclo de entrevistas a mujeres de la ciudad de Rosario y la región que se organizan por sus derechos. La primera de estas a Liliana Gimenez fundadora del primer Sindicato de Empleadas de Casas de Familia de San Nicolás.
Miércoles 21 de septiembre de 2016
La Izquierda Diario Santa Fa inaugura un ciclo de entrevistas a mujeres de Rosario y de la región que se organizan desde diferentes espacios por los derechos de las mujeres.
Liliana Gimenez es fundadora del Sindicatos de Empleadas de Casas de Familia en San Nicolás, que también se organiza para ir al Encuentro Nacional de Mujeres. Liliana también es militante del PTS y compañera de Oscar "Chiche" Hernandez
Hace algunos años te pusiste a la cabeza de construir, junto con tus compañeras, el Sindicato de Empleadas de Casas de Familia en San Nicolás. Contanos un poco cómo fue la experiencia y qué significó para vos.
La idea de fundar el sindicato surgió cuando nos encontrábamos todas las mañanas las mujeres en el barrio esperando el colectivo para ir a trabajar y bueno... cada una comentaba cómo vivía su situación laboral y sobre el maltrato de los empleadores, las exigencias, no tener los beneficios que nos correspondían como a cualquier trabajador. Siempre fuimos muy explotadas y también discriminadas. Y comenzamos a preguntarnos, “¿por qué no organizarnos? ¿por qué no podemos tener nuestro propio sindicato?”. Y empezamos. Esto fue en el año 2012; hacíamos volantitos, convocando a reuniones, yo los tiraba por abajo de las puertas de las chicas cuando estaban solas, cuando salía a hacer los mandados llevaba los volantes conmigo para repartirlos, para invitarlas, para reunirnos. Hasta que presentamos la propuesta y la aprobaron. Nuestro sindicato está nucleado en la CTA, al principio éramos 12 compañeras que estábamos en blanco, y hoy, aunque todavía no logramos la personería jurídica, hay alrededor de 900 compañeras afiliadas.
Y ahí empezó una lucha difícil. Los empleadores se ponían cada vez más duros, cuando supieron que había un sindicato el empleador de una de las compañeras dijo “¿dónde se ha visto que las negras tengan un sindicato?”. Las compañeras sienten al sindicato como propio, la que no puede aportar dinero siempre acerca una yerba, unos bizcochos para compartir, lo que pueden... porque saben que como no entra una cuota fija hacemos todo con mucho esfuerzo. A mi, personalmente, lo que más me interesa es que todas las compañeras se puedan defender, que puedan hacer valer sus derechos y tener lo que les corresponde: el blanqueo, que no las maltraten, que no trabajen de más... y que se sientan acompañadas. El sindicato tuvo muy buen resultado... nosotras nos sentimos orgullosas porque podemos despertar en otras mujeres cosas por las que antes bajaban la cabeza. Ahora todas sabemos que hay una ley, que el empleador la tiene que respetar. Igualmente, aunque tenemos el sindicato nosotras seguimos teniendo sueldos bajos cuando nuestro trabajo es de mucha responsabilidad. Nosotras somos profesionales en lo que hacemos por más que no tengamos estudios, tenemos muchas responsabilidades en las casas en las que trabajamos, haciendo todo lo que los empleadores no hacen: limpiar, fregar, cuidar chicos... un montón de cosas. Yo pienso que eso tiene que ser muy reconocido, porque tenés que trabajar y volvés a tu casa y hacés todo lo que hiciste en tu trabajo, ¡y en tu casa lo hacés sin plata a cambio!
Te tocó vivir el histórico Villazo. ¿Cómo recordás esos días?
Yo viví la historia del Villazo porque a mi me criaron mis abuelos... con 12 años yo me iba desde donde vivía, cerca del Náutico en Villa, caminando o en bici, hasta Acindar [durante la huelga] a llevarle el bolsito de comida a mi abuelo, o iba también a [Barrio] Talleres a buscarle el bolsón de comida a mi abuela. Por las noches, los vecinos te tocaban la puerta para ofrecer cosas, llevaban comida, frazadas... había mucha solidaridad en esa época. A mi compañero, Chiche Hernández, lo conocí en el ’78, hacía muy poco del conflicto, y él había jugado un rol parecido y más importante también, él sufrió la pérdida de familiares, también muchos familiares de él fueron detenidos... su mamá, Ester, fue parte de la Comisión de Mujeres del Villazo; su marido, Helvecio, el padre de Chiche, fue parte de la Lista Marrón y después también estuvo preso. Yo de Ester aprendí mucho.
¿Cómo te decidiste a militar en el PTS?
Mirá... yo siempre acompañé. Aunque pasaba mucho tiempo en casa con mis hijas, siempre llevé muy en alto la bandera del PTS, del partido de Chiche. En casa hacíamos todos los sacrificios y lo acompañamos. Siempre llevé adelante la política, si yo me ponía a hablar o a discutir con alguien no hablaba de otro partido ni de otra política, hablaba del PTS... incluso cuando Chiche militaba en el MAS, yo acompañaba en las reuniones, en los asados, me encargaba de vender tarjetas, de hacer propaganda, mi familia se encargaba de pegar los afiches... a mi manera, como podía, militaba.
Cuando mis hijas fueron más grandes y cuando empecé a volcarme más de lleno al sindicato dije “¿por qué no seguir avanzando para defenderme a mi y a mis compañeras como trabajadoras y como mujeres?”. Fui a dos Encuentros de Mujeres (en San Juan y en Mar del Plata) y a veces me digo “¿por qué no lo hice antes?”. No estoy arrepentida... pero yo siempre supe lo que quería. Y hoy más que nunca, estoy más que convencida de que esta lucha tiene que seguir.
Nos contaste tus luchas como mujer, como trabajadora, en el sindicato... hace poco te tocó vivir una lucha muy dura que fue la enfermedad y la muerte de tu compañero. ¿Qué lecciones sacás de eso y qué te dejó haber vivido esta pelea?
Yo creo que parte de lo que fui y soy tiene que ver con Chiche. No permití que baje los brazos... desde un primer momento me dije a mi misma que era una pelea de los dos. Yo me quedo con los mejores recuerdos y también con las enseñanzas.
Cuando fue la privatización [de Somisa], que todos se llevaron las acciones y tenían autos nuevos, nosotros estábamos empeñados porque no nos alcanzaba para comer... y fue algo que lo charlamos y decidimos, había que aguantar, y él todos los días salía con su bolsito y se iba a trabajar. ¿Cómo íbamos a comprar las acciones de esos explotadores que nos estaban mandando a palear cal?
El otro día le decía a una de mis hijas: “Tu papá no pasó por esta vida desapercibido... dejó muchas cosas, dejó mucha enseñanza". Vi tantos, tantos jóvenes que me decían que están acá por Chiche. Era un obrero metalúrgico que apenas había terminado el primario y daba cursos, a estudiantes, sobre lo que él sabía: la lucha de clases. A veces mis hijas no entendían, y ahora se dan cuenta de muchas cosas... de que su papá también luchó por ellas.
¿Cómo te estás preparando para el Encuentro de Mujeres en Rosario?
Más allá de toda la situación que venía pasando ya hace rato que vengo pensando en el Encuentro. Y bueno... en el sindicato tengo muchas compañeras y también conocidas y estamos organizando para viajar. Pienso que este año va a ser muy importante, para nosotras va a ser muy bueno porque va a ser cerquita y creo que van a ir muchísimas mujeres. Cada día estamos vemos que la situación de las mujeres es peor y que necesitamos ampliar la participación. Yo creo que va a ser muy importante... ¡y sirve de mucho! A mi me sirvieron mucho las experiencias de los Encuentros anteriores, la intervención en los talleres... y también conocí muchas compañeras empleadas de casas de familia que se organizan y viajan. Este año seguro vamos a ser muchas más.
Giorgina Lo Giudici
Nació en Rosario, provincia de Santa Fe, en 1985; vive en la ciudad bonaerense de San Nicolás. Es militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y profesora de Historia. Fue coordinadora del equipo de traductores y traductoras del libro de Harold Walter Nelson titulado León Trotsky y el arte de la insurrección (1905-1917), Ediciones IPS-CEIP.