Considerada la más célebre pintora en América Latina, a 65 años de su muerte, Frida Kahlo aún sigue haciendo historia con sus auténticas obras y enigmática figura de la cultura popular mexicana.
De más de un centenar de obras realizadas por Frida Kahlo, entre las más conocidas sólo destacan una veintena de ellas, muchas de las cuales, rondan el mito de dolor y amor como característica de su producción artística.
En este artículo cuestionamos el mito, para abrir una de tantas ventanas a una renovada creación que logró convertirse en tradición dentro del arte mexicano, en Latinoamérica y hoy, recorre el mundo.
Acercarse a Frida Kahlo a través de las letras, quien a rienda suelta, con ingenio, sagacidad representativa y floridos embates de creatividad transmutados en el papel, hicieron época y, con ello se volvieron parte del futuro, desprende siempre multifacéticas narrativas.
Frida vivió, pintó y creó, en las atmósferas muralista del México post-revolucionario encumbrado en el proceso modernizador de una semicolonia, donde las paredes de los palacios y recintos sólo eran intervenidas por los pinceles de los pintores. “Es un delito ser mujer y tener talento”, dijo María Izquierdo, única muralista que alcanzó renombre en vida
en aquel contexto.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón nace el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México, en el seno de una familia clase media. Tercera hija del fotógrafo alemán Guillermo Kahlo y Matilde Calderón y González, originaria de Oaxaca, México. A temprana edad, con 6 años contrajo poliomielitis, enfermedad que agravó su salud además de un accidente que sufrió en la adolescencia, causantes de intervenciones quirúrgicas y tratamientos a lo largo de su vida. Sin embargo, es de notar que, a partir de su larga recuperación del accidente de autobús que sufrió, comenzaron sus primeras incursiones como artista plástica.
Con “Autorretrato con traje de terciopelo” (1926), regalo para su novio en aquel momento, Alejandro Gómez Arias, da inicio a una larga obra.
Frida Kahlo: dos huellas
Pocas veces ocurre, dentro del ámbito artístico, que una mujer logre que su obra sea exhibida en los museos y se encuentre dentro de los expositores más representativos de una época. Frida Kahlo tomó un lugar importante en la escena artística y política en el primer tercio del siglo XX; para los años 40 ya había realizado exposiciones en Nueva York y París y figuraba como artista famosa.
Dolor y amor, es como ha sido sintetizada numerosas veces la vida y obra de Frida Kahlo, siempre acompaña de la presencia del también reconocido pintor Diego Rivera. ¿Pero cómo entender una galería de pinturas donde la vida de Frida Kahlo es su propia obra plástica?
Pintar y escribir poesía, textos epistolares —principalmente con Diego Rivera su pareja de vida, aunque no la única—, intervenciones artísticas sobre su cuerpo enfermo. indumentaria tradicional de las culturas mexicanas, colecciones de artesanías de los pueblos originarios, fotografías, sentencian una alta sensibilidad y muestran una producción artística intimista, de autorrepresentación y de polifacéticas identidades.
La proyección subjetiva y personal en cada lienzo y escrito, recrea como punto neurálgico el plasmar emociones y experiencias personales, que al volverse públicas mediante la obra, se convierten en un ejemplo del sentir colectivo desde la mirada de ser mujer, al tiempo que son una ventana a su contexto, a su identidad, pero también a su ideología política.
Y esa proyección es también contradictoria. La escena más recurrida en la vida personal de la artista, es su amor obsesivo por Diego Rivera, al que le dedica innumerables representaciones pictóricas, muchas veces de devoción, pero también de ruptura. Estos pasajes se vuelven recurrentes porque el amor romántico, abnegado y también sumiso, fueron parte de los relatos que enmarcan sus poemas, pinturas y cartas.
¡Y hay más capítulos en su obra! La maternidad, su participación política, su bisexualidad, son parte de esas experiencias del ser mujer en Frida que muchas veces son vistos como parte de una figura locuaz y escurridiza, pero que también encierran conservadurismos y está llena de ambigüedades, otras de reivindicación política.
Puestos en contexto, son expresión del sistema capitalista y patriarcal. Esto es parte también del mito: dulcifica con locura y pasión, las relaciones de opresión.
Para Frida, Diego era su Dios. ¡No hay nada más evidente en ello que el sometimiento y dominación patriarcal en su relación! Estaba sujeta como mujer a la admiración y afecto de su esposo, aceptó de forma resignada a causa del amor, cualquier acto de él, aunque estos pasarán por encima de ella. El amor romántico que Frida dedica a Diego es la más nítida evidencia en la que Frida deja de ser sujeto y sólo objeto del amor, reproduciendo así el cautiverio patriarcal de ser mujer. Reflejan ante su libre pensamiento, en su vida cotidiana, la desigualdad y enajenación. Frida no escapa a la opresión de ser mujer frente al lugar privilegiado de Diego que, además por su enfermedad y las limitaciones que le causó, son también uno de tantos ejemplos de la desigualdad frente a Diego.
Y no es tampoco para desdibujar a Frida de sus logros y obras, es más para ubicar otra vez el lugar del mito que sirve para reactualizar la ideología patriarcal, a razón de las relaciones afectivas, en este caso de Frida y Diego.
Este enfrentamiento, entre personaje y obra, deja dos huellas: una sobre su ser Frida y, otro sobre sus lienzos floridos y de heridas; una sobre la carne y otra sobre sus pinturas.
Relatos personales, autorretratos y pinturas
Quien mire con detenimiento varias de sus pinturas, notará que hay dos esferas que permanecen como símbolos constantes, aún en las que el dolor pareciera primar sobre la vida, el día sobre la noche: la representación de la dualidad, entre el dolor y su voluntad, entre su identidad y su ideología, su vida personal y el personaje público; la obra como umbral de sí misma pronto convirtió al personaje en la imagen real de la artista. André Breton, denominó su obra como surrealista, [1] Frida decía: “Pinto mi propia Realidad”. [2]
Ejemplo son, por mencionar solo algunos sus primeras obras hasta las últimas: “Autorretrato en la frontera entre México y los Estados Unidos” (1932), “Diego y Frida” (1944), “Sin esperanza” (1945), “Árbol de la Esperanza mantenme firme" (1946), “Yo, Diego y el Señor Xólotl” (1949) y “El marxismo dará salud a los enfermos” (1954).
La predominancia del autorretrato, en sus viajes, en su relación amorosa con Diego Rivera, en los momentos de postración y dolor, en su reivindicación ideológica marxista, proyectan su identidad polifacética y, sus pinturas, como relatos de su vida.
Quizá, la autenticidad y fuerza de la obra de arte en Frida, se encuentra por los vasos comunicantes entre vida y obra como forma de verdad y realidad: sus pinturas, poemas, cartas son también una extensión de sus pasajes personales.
Personaje, contexto y política
Y su cuerpo fue el más grande y nítido lienzo a partir del cual, hizo obra y sobre el cual reescribió infinitas veces en tiempos de enfermedad y recuperación, traduciendo una y otra vez sentimientos, emociones e ideales a través del color y la representación pictórica. Fue un motivo el dolor en su obra al ser tan recurrente en su vida por las múltiples operaciones quirúrgicas y de ahí una visión agonística, sin embargo para Frida eran parte de la vida como otros sentimientos y emociones. La angustia y el dolor, el placer y la muerte no son más que un proceso para existir. La lucha revolucionaria en éste proceso es una puerta abierta a la inteligencia. [3]
Durante los periodos de recuperación, Frida nunca dejó de pintar, incluso en los momentos de mayor gravedad y muchas de sus pinturas fueron creadas en esos periodos. Y ejemplo de ello también son los numerosos corsé de yeso en los cuales pintó la oz y el martillo del partido comunista por su definición política; flores y elementos de la naturaleza; el anhelo de embarazarse —con el accidente había perdido la posibilidad.
Otro elemento de la vida personal de Frida que se fundió con el personaje fue su distintiva y extravagante indumentaria referencia constante al México indígena.
Así como en el muralismo mexicano hay una narrativa en las representaciones arquetípicas del México pos-revolucionario y la construcción de la identidad nacional a través de aquellas magnas construcciones pictóricas, en Frida Kahlo, la identidad indígena es su consciente elección, arropándose con la indumentaria tradicional tehuana, principalmente, pero también rarámuri, mazahua e incluso hindú. La predominancia de la tradición tehuana, guarda relación con el lugar del que era originaria su madre.
Así, la figura de Frida se convirtió en una referencia sobre sus raíces indígenas y fuente de inspiración en su obra y en su búsqueda por personificarlas; finalmente proyectadas tanto en sus fotografías como en sus pinturas. En ese sentido, al contextualizarla, Frida Kahlo, también fue parte de ese relato de la identidad nacional.
Podríamos hablar de uno y más temas que se despenden de la figura de Frida. Hay uno final que nos interesa. Cuando se nombra a Frida Kahlo, también se menciona su militancia política. Fue una personalidad dentro de la intelectualidad y formó parte del PCM bajo la política estalinista. Esto cobra relevancia a partir del propio contexto.
Frida se decía revolucionaria y estar del lado de los pueblos oprimidos, sin embargo, la política del PCM y de la URSS no representaba eso. A finales de los años 40, la política dictada por Stalin había llevado en primer lugar al hundimiento de la Revolución Rusa de 1917 y echando atrás todas las conquistas de la dictadura del proletariado bajo “el socialismo en un solo país” y tuvo un responsabilidad decisiva en la derrota de los procesos revolucionarios en China (1924-1927), en el ascenso del nazismo en Alemania y jugar un rol contrarrevolucionario en la revolución española (1931-1937). En México la política del PCM siguió la política del Kremlin del Frente Popular para “enfrentar” el peligro fascista, apoyando al gobierno de la burguesía de Cárdenas y condujo a los sectores obreros a participar de la Central de Trabajadores de México (CTM), principal organización de cooptación del movimiento obrero.
En el marco de la persecución y asesinato de la oposición con el comienzo de los Juicios de Moscú, Frida y Diego Rivera mantuvieran relación con León Trotsky durante su exilio e incluso después del asesinato de Trotsky por Ramón Mercader enviado por Stalin, se mantuvo acrítica a la política de la URSS:
Hoy como nunca estoy acompañada. Desde hace 25 años Soy un ser yo comunista. Sé los orígenes centrales. Se unen en raíces antiguas. He leído la Historia de mi país y de casi todos los pueblos. Conozco sus conflictos de clase y económicos. Comprendo claramente la dialéctica materialista de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tsé. Los amo como a los pilares del nuevo mundo comunista. Ya comprendí el error de Trotsky desde que llegó a México. Yo jamás fui trotskista. Pero en esa época 1940 —yo era solamente aliada de Diego. (personalmente) (error político)— (…). [4]
Este sin duda, es uno de los elementos más contradictorios en su vida por lo que implicó el estalinismo para la revolución proletaria, que el mito refuerza con una figura revolucionaria y vinculada a Trotsky sólo sentimentalmente.
Frida Kahlo, probablemente la artista mexicana más importante, icónica en la narrativa de la cultura popular, ha recorrido el mundo con su obra y su personaje, pero lo ha sido también a través de una creación mítica que hoy alcanza en las subasta de arte millones de dólares por sus obras. Es también a juego del tiempo capitalista, mercantilizada en tazas, playeras, una tienda de suvenires en la Casa Azul, que reproducen la visión de la cultura mexicana como algo exótico y folclórico, que esconde las relaciones de opresión.
Una vasta obra y una personalidad singular reflejan a Frida Kahlo como un entramado complejo como artista y mujer, donde el mito ha simplificado su obra, contexto y contradicciones, para hacer una «imagen personal» vaciada y vendible.
Frida Kahlo muere en la Casa Azul el 13 de julio de 1954. Como el primer minuto, Frida sigue viva en sus floridos homenajes a 65 años de su muerte, protagonista de variadas memorias y lecturas actuales.
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