Ocurrió este jueves. Mientras los empresarios de la carne se benefician con las exportaciones, sus trabajadores se exponen a los peligros del amoníaco. Un peligro que ya se ha costado vidas.
Jueves 16 de enero de 2020 21:44
Cuando un empresario de zona norte como el dueño del Frigorífico Rioplatense Rodolfo Costantini, amparado por sus amigos en el poder del Estado, solo piensa en sus ganancias. Para eso debe reducir variables y así obtener mayor beneficios.
Esas variables pueden ser reducción o quita de impuestos, subsidios del Estado, la mala remuneración de sus trabajadores, los descuentos compulsivos, tirar residuos para no invertir en cuidado ambiental, los malos olores constantes, el ruido, el maltrato animal, no invertir en mantenimiento de las instalaciones y usar amoníaco para refrigerar porque es más barato que otros métodos su control a pesar de lo riesgoso de la manipulación de este gas en este caso.
¡Es aquí donde la vida de un trabajador vale menos que la de una vaca! literalmente hablando.
Este jueves hubo un escape de amoníaco utilizado por su alta capacidad refrigerante en el Frigorífico Rioplatense de General Pacheco. ¿Fue pequeño? Es posible. ¿Fue un accidente? No porque podría haberse evitado. Generalmente pensamos que trabajar en un frigorífico incluye el alto riesgo de toxicidad grave al que nos exponemos en forma constante y que si al final salimos caminando es porque pudimos zafar. No debemos naturalizar estas situaciones.
¿Cómo sabemos si hay una fuga de amoníaco?
Porque lo olemos. Nuestro cuerpo lo huele, pero para que eso ocurra, primero debió superar el umbral de la fatiga olfatoria y cuando al fin lo detectas, la irritación del contacto con la humedad de nuestras mucosas ya hubo comenzado.
Estamos sometidos a la presión de seguir trabajando aún en presencia del gas, quieren obligarnos a la inhalación y empeorar la irritación del tracto superior respiratorio y digestivo y de los ojos. Pero estas cosas también terminan en tragedia como ocurrió en el frigorífico Cocarsa, de San Fernando, donde hace apenas unas semanas murió el operario Roberto Ruiz luego de un escape de amoníaco en el sector de mantenimiento.
Tomar medidas de precaución adecuadas, es una de las claves para reducir así, los costosos riesgos que se derivan de las intervenciones con este gas refrigerante. Un correcto programa de mantenimiento, un buen cuadro de prevención de riesgos laborales y una adecuada asignación de responsabilidades, han de cerrar el cuadro de medidas de seguridad preventiva que se ha de mantener en instalaciones dotadas con el refrigerante R-717 Amoníaco., Esto recomiendan especialistas del tema. Pero a los empresarios como Costantini no les interesan lo más mínimo la vida de los trabajadores.
Nuestras vidas valen más que sus ganancias
Una de las claves es la organización interna de los trabajadores, aparte de la capacitación en el funcionamiento, y verificar el cumplimiento de las leyes, la participación activa en hacer cumplir nuestros derechos, en unirnos para reducir al mínimo los riesgos laborales.
Poner en pie una comisión de higiene independiente dirigida por los trabajadores, sin intervención de la patronal. Tomar en nuestras manos la forma en que trabajamos para saber cuando no están dadas las condiciones para hacerlo, y defender a los compañeros que por hablar son despedidos y que dejen de echarnos la culpa de nuestra “propia” desgracia o muerte.
El peligroso amoníaco
El amoníaco anhidro es una sustancia tóxica y corrosiva que puede provocar graves quemaduras en la piel, ojos y pulmones, incrementando el efecto corrosivo cuanto mayor sea el grado de humedad debido a la gran afinidad que tiene por el agua. Va a absorber rápidamente la humedad de nuestras mucosas, o la que haya presente en el ambiente formando una nube de color blanco, densa y visible que se desplaza a ras de suelo en días frescos.
No hay que subestimar los daños que puede provocar sobre la piel si está muy húmeda o mojada, ya que es muy hidrosoluble: un exceso de humedad crea una solución alcalina corrosiva.
Los daños empeoran con la mayor exposición y concentración al ser corrosivo y quemaduras o congelamiento, matando mucho tejido en forma irreversible y producir la muerte.