Se anunció la formación de nuevos pactos políticos, a la vez que un sector de la DC desahucia otra vez a la Nueva Mayoría, mostrando las tendencias a la reconfiguración de todo el cuadro político, que, de todos, modos, no pasa por ellos: las demandas populares siguen activas.
Sábado 23 de julio de 2016
Espacios electorales
A días del fin del plazo para la inscripción de las candidaturas a las elecciones municipales, el día lunes, la Nueva Mayoría anunció la inscripción de sus candidatos tras 10 difíciles meses.
Entre las novedades, hasta el momento, hay dos pactos de centroizquierda. El pacto liderado por Marco Enríquez- Ominami (MEO), llamado "Yo Marco por el Cambio", y que integran el Partido Progresista, Democracia Regional, el Frente Regionalista y Popular y Wallmapuwen, que llevará 60 candidatos a alcaldes y unos 1.200 a concejales, incluyendo Santiago contra Carolina Toha.
También, el pacto "Alternativa Democrática", integrado por el Partidos Liberal, Humanista y otros, con 500 candidatos a concejales y 40 a alcaldes.
En este escenario, la derecha se mostró optimista, con la centroizquierda dividida, aumentan sus posibilidades electorales.
¿Lograrán traducirlas a posibilidades políticas?
Espacios políticos
Lo que parece es lo contrario: crece la distancia entre lo electoral y lo político. Podrá re-barajarse la repartija de cargos y puestos públicos, pero todos son ajenos y distantes a las demandas populares.
La movida es netamente electoral. El pacto de MEO se estaría centrando en tomar distancia de la corrupción, pero es tan ajeno como los dos pactos dominantes, Alianza por Chile y Nueva Mayoría, a las demandas populares. La Nueva Mayoría muestra orgullosa la inscripción de sus candidatos, y el mismo día Ignacio Walker declara que el conglomerado oficialista es “una hipótesis”. La derecha puede aumentar sus posibilidades electorales, pero está tensionada, como la renuncia del senador Manuel José Ossandon a RN lo demuestra, pero sobre todo, está opuesto por el vértice a toda demanda popular.
La política, en este momento, la lucha por, de un lado, la imposición de las demandas populares, o, de otro lado, impedirlo (la Nueva Mayoría con engañosas promesas y ahora el paso a medidas abiertamente anti-populares; la derecha con cerrada intransigencia; los otros pactos haciendo como si no existieran), no pasa por estos espacios y maniobras electorales.
Los “cabildos constituyentes” de cartón, recogieron, como en una encuesta presencial, como un focus group, dos demandas centrales: el derecho a la Salud y a la Educación. Es una derrota de la persistente campaña derechista contra la lucha del movimiento estudiantil.
Pero si, estos espacios electorales, expresan, distorsionadamente, reconfiguraciones políticas en curso. Por un lado, la fragilidad de las grandes coaliciones históricas. Por otro lado, la fragmentación política. Hasta el momento, produce estas reorganizaciones electorales. Pero no responden a las contradicciones profundas de un régimen en crisis.
Las demandas populares y la lucha de clases
Vimos que el informe del Comité de Sistematización del proceso constituyente en la fase de los cabildos locales, a los que finalmente concurrió la ínfima cifra de 100.009 personas, constató dos demandas centrales, el derecho a la Salud y a la Educación, puestas por la lucha de clases de estudiantes y trabajadores en los últimos años.
La movilización estudiantil, está en este momento en un callejón sin salida, llevados a la tramposa discusión parlamentaria, sin encontrar el camino para romperlo, y con la complicidad de las dirigencias oficiales del CONFECH. Aún así, la vitalidad de sus demandas, la disposición a movilizarse, y sobre todo, el odio de la juventud, que desde estas páginas dimos cuenta que emergía activamente con las movilizaciones a propósito de la revuelta de Chiloé, no se cierran.
A las demandas estudiantiles, se suman otras. En las Regiones, siguen latentes las causas que llevaron, por ejemplo, a la revuelta de Chiloé: movilizaciones y huelgas de trabajadores del salmón en el Sur; concentraciones por incumplimientos tras la crisis de la marea roja, también en el Sur; huelgas obreras como los mineros de El Soldado en el Centro, como parte de profundos procesos de reagrupamientos en los sindicatos mineros en todo el país.
Y algo más: el impacto político de la convocatoria a una marcha nacional contra las AFP, muestra a la vez que, las impugnaciones a las herencias de la dictadura mantienen su vitalidad, y que en la clase trabajadora, a pesar de la derrota legislativa de la reforma laboral, hay un mar de fondo que la sacude. ¿Convergerá con la movilización estudiantil, en un callejón sin salida pero no derrotada?, ¿la sucederá la irrupción de la clase trabajadora? No es claro aún, pero son tendencias en curso. Uno de sus mayores límites, es que no encuentran expresión política: la conformación de estos espacios electorales, ajenos a sus demandas y luchas, lo muestra claramente. Pero llevados a un callejón sin salida los estudiantes, sin herramientas filosas de lucha los trabajadores con una dirigencia CUT como vocera del Gobierno, se desprenden sectores que sacan la conclusión de la necesidad de poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora, y agrupaciones anti-capitalistas, como las que luchan por poner en pie el Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) y la Agrupación Combativa y Revolucionaria (ACR).