En el interior del Partido Comunista Mexicano (PCM) de corte estalinista, una célula llamada Carlos Marx se juntó a otras células “rebeldes” dentro de la organización en los años de 1960 e intentaron realizar una crítica radical del movimiento marxista mexicano. De sus entrañas nació la corriente Espartaquista, pero ¿qué proponían? Sabemos, al menos, que José Revueltas fue un pilar central de la crítica de la izquierda de su tiempo.
Volarle los sesos a la cultura oficial
En México, en los 60 y 70 vivimos un cruento enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución. Es la época de la producción teórica de José Revueltas, de la masacre de Tlatelolco y del Halconazo en 1971, de la guerrilla guerrerense de Lucio Cabañas y de Genaro Vázquez, del combativo maestro Misael Núñez Acosta, de las huelgas “salvajes” en Ecatepec y Xalostoc con los emblemáticos ejemplos de Spicer, Rintex, Rivetex, Ayolotla (que fue parte de la Insurgencia Obrera), así como también de la desaparición forzada de personas y la Guerra sucia, de la brigada blanca de Nazar Haro, así como de los cruentos momentos de represión del ejército y la Dirección Federal Nacional de Seguridad contra organizaciones como la Liga 23 de Septiembre.
En esta época, México vivió una década de enfrentamientos de reacción y revolución donde, luego de 1968, se nutrieron diversas estrategias políticas, no solamente armadas sino organizaciones como el estalinismo con el PCM-PSUM de Martínez Verdugo, el reformismo de Heberto Castillo o el Partido Revolucionario de las y los Trabajadores que se reivindicaba trotskista, así como el maoísmo con la Organización de Izquierda Revolucionaria y sus posiciones se pusieron a prueba en la lucha de clases.
Fue también un clima de ruptura cultural, con la emergencia infra de Mario Santiago Papasquiaro contra Octavio Paz, donde la clase obrera realizó acciones independientes y huelgas importantes (como la de Spicer, su expresión más avanzada) que generó una violenta represión estatal con la Guerra sucia (escuadrones de la muerte, desapariciones forzadas, etc.).
Esta fue la época en la que debutó la Liga Leninista Espartaco. A pesar de su marginalidad, vale la pena esclarecer cuales fueron sus principales ideas y aportaciones al pensamiento marxista mexicano de su tiempo. Podemos decir, que fue una corriente atípica en busca de cierta independencia y originalidad, pero terminó por diversos senderos.
En el principio no era el caos, era Revueltas
Dice la revista Jacobin, tras la publicación del obituario de “el último espartaquista” [1], Enrique González Rojo Arthur, en 2021, que dicha corriente fue marginal, una tradición política local. Creada en 1960 con la confluencia de las células Carlos Marx, Federico Engels y Julio Curie. Dichas células rompieron con el PCM, en un periplo breve militaron en el Partido Obrero y Campesino Mexicano de Lombardo Toledano, para después formalizar la creación de la Liga Leninista Espartaco.
En ella militaron, destacadamente, José Revueltas, Enrique González Rojo, Eduardo Elizalde, Jaime Labastida entre otros jóvenes intelectuales de esa época como Paco Ignacio Taibo II y Armando Bartra. La célula Carlos Marx donde militaba José Revueltas fue influida por dos grandes acontecimientos históricos de la época. En primer lugar, el movimiento ferrocarrilero, pues los integrantes de dicha célula proponían que la política del PCM fuera errática. En segundo lugar, el proceso conocido como “desestalinización en la URSS”, con el llamado XX Congreso del Partido, donde se criticó el culto a la personalidad.
La influencia de dichos sucesos generó un ambiente de críticas al interior del PCM, lo que generó que las células fueran expulsadas por ser consideradas liquidasionistas para la dirección de la organización. En el fondo, el debate central estaba en las tesis de Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, escrito entre 1960 y 1961; es decir: “en el principio no era el caos” como dice la Torá, la tesis de Revueltas fue el centro ideológico del nacimiento del espartaquismo.
Armando Bartra resumió, amablemente, su experiencia en el espartaquismo:
Clandestinos, ensimismados y sin ‘bases’ los espartaquistas mexicanos tratábamos de salir del pantano de la marginalidad tirando de nuestros propios cabellos. Militancia introspectiva y subterránea que se prolongó hasta que el multitudinario y bullanguero movimiento estudiantil del 1968 llenó calles y plazas de gritos, consignas, canciones y mentadas de madre al mal gobierno. […] Estamos condenados a ser fantasmas del 68. [2]
La más importante historiadora sobre el Espartaquismo mexicano fue, la recientemente fallecida, Paulina Fernández Christlieb en El Espartaquismo en México. Ahí propone, luego de estudiar los documentos internos del PCM y de todas las organizaciones que surgieron en los momentos que le siguieron a la expulsión de las células Marx, Engels y Curie, que los dos posicionamientos fundamentales son ideas centrales en la visión de mundo de Revueltas: la inexistencia histórica del PCM y la capitulación de los marxistas a la ideología burguesa de la revolución mexicana.
José Revueltas, por tanto, es el padre teórico de dicha corriente. Su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza se convirtió en la piedra angular teórica de la organización. Proponía, por un lado, la inexistencia de un partido en México que representara realmente a la clase proletaria, con esto criticó duramente al Partido Comunista Mexicano y su dirección. En segundo lugar, proponía que la clase obrera mexicana se encontraba enajenada y el PCM estaba lejos de aportar a su emancipación, pues Pepe proponía que el dogmatismo y esquematismo impedía romper la “ideología de la revolución mexicana”.
Revueltas propone en dicho libro:
En México se produce un fenómeno del que difícilmente puede darse un paralelo [...] la conciencia de la clase obrera ha permanecido enajenada a ideologías extrañas a su clase, y en particular a la ideología democrático burguesa, desde hace más de cincuenta años, sin que hasta la fecha haya podido conquistar su independencia. O sea, su enajenación ha terminado por convertirse en una enajenación histórica. Esto quiere decir que aún aquello que aparece en México como ideología proletaria no constituye otra cosa que una deformación de la conciencia obrera, una variante sui generis de la ideología democrático-burguesa dominante. La clase obrera mexicana, de este modo, se proyecta en la historia de los últimos cincuenta años del país como un proletariado sin cabeza, o que tiene sobre sus hombros una cabeza que no es la suya. [3]
Desde el punto de vista espartaquista esta idea significaba que el PCM no era una opción nativa, original, que lograra comprender la realidad nacional, la realidad del proletariado mexicano. Para los espartaquistas las principales tesis de la dirección del PCM eran extrañas, un intento equivocado de implantar el marxismo a un país que no lo comprendía. La tradición comunista, evidentemente, criticó esa posición. Desde los años 30, tras la subordinación política al cardenismo, el PCM logró ocupar un fuerte espacio cultural con figuras destacadas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y o Frida Kahlo convirtiéndose en propagandistas, con el muralismo y otras expresiones culturales, en ideólogos de la revolución mexicana.
Revueltas proponía, que el PCM no podía adjudicarse el nombre de la representación de la clase obrera, su dogmatismo, esquematismo, autoritarismo y burocratismo jugaban en contra de adjudicarse dicho nombre. De esta forma no puede nacer un partido, sino que se construye con la lucha adquiriendo autoridad. En ese sentido, el nacimiento del espartaquismo era la lucha contra el dogmatismo.
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Esta discusión no fue solamente político-teórica sino de táctica organizacional. En los albores del nacimiento de dicha organización, la Liga Leninista Espartaco, aunque criticó correctamente los funcionamientos internos del PCM, no logró romper con los avatares históricos de su tiempo: las purgas, las expulsiones y las discusiones teóricas y políticas desenfrenadas interrumpieron su lento crecimiento. En 1963 se desarrolló una discusión en el que el centro fue como debía interpretar el “centralismo democrático” en donde Revueltas y Lizalde fueron expulsados con métodos muy similares a los que criticaron en el PCM; es decir, con métodos estalinistas. La tesis de Revueltas era:
El centralismo democrático, como la materialización de la dialéctica de la vida partidaria no se limita exclusivamente a la vida y la disciplina de partido. Hay que continuar luchando contra las deformaciones dogmáticas y oportunistas del marxismo que quieren reducir el centralismo democrático a su aspecto mecánico y administrativo, que se concibe como pura y ciega subordinación de organismos inferiores a superiores. [4]
Para el sector de Enrique González, Revueltas y Lizalde eran unos irresponsables, pues no se sometían a la disciplina del partido. En esencia, el ala dura proponía que Revueltas tenía que controlar sus opiniones públicas y someterse a una fiscalización exagerada al partido. Se trataba de someter, controlar, fiscalizar el pensamiento de uno de los marxistas más originales de su tiempo. Un mayor control, mayor sometimiento al colectivo y con poca libertad en la crítica y en las opiniones fueron las principales causas de la expulsión de Revueltas.
Claramente, los espartaquistas de los años 60, si bien criticaban el estalinismo del PCM no estaban exentos de reproducir los vicios de su tiempo. El propio Revueltas en su Ensayo, como propone Pablo Oprinari [5], aunque avanzó en criticar aspectos fundamentales de la política del PCM, no pudo romper con el conjunto de las concepciones teóricas del estalinismo. Fue hasta su expulsión de la Liga Leninista Espartaco, que giró definitivamente y rompió con su pasado abrazando, por un tiempo, una simpatía por los pequeños grupos trotskistas. Mientras el resto fueron los primeros difusores del pensamiento maoísta del país.
En el contexto del movimiento de 1968 Revueltas (en el cual militó a través del Comité de Huelga de la Facultad de Filosofía y Letras), se acercó a los trotskistas que, provenientes de la Liga Obrera Marxista (LOM), fundarían el Grupo Comunista Internacionalista (GCI), luego Liga Comunista Internacionalista (LCI). (4 bis)
El espartaquismo fue un intento para romper algunos vicios de la izquierda de su tiempo, pero difícilmente lograron hacerlo, pues no lograron romper con los descarríos, métodos, proyectos y formación estalinista de la que provenían. El sector mayoritario siguió su búsqueda adoptando tesis maoístas, mientras José Revueltas se acercó al trotskismo y, finalmente, a una variante de espontaneísmo. Cabe señalar que el Ensayo y sus tesis aportó, en buena manera, el crecimiento y desarrollo de un fuerte crisol de experiencias políticas de la “nueva izquierda mexicana” post 1968: en diversos teóricos del movimiento armado socialista puede rastrearse su influencia o, al menos, la coincidencia de algunos de sus postulados.
Si Revueltas viviera, con la 4T no anduviera
Algunos militantes de la Liga Leninista Espartaco decidieron incorporarse a la 4T, no solamente Taibo II sino también Enrique González Rojo Artur y Armando Bartra. ¿Como una corriente que, aparentemente, buscaba transformar el país dio un viraje al mundo de la 4T? De hecho, se han convertido en los intelectuales orgánicos del nuevo gobierno abandonando sus propias banderas. Uno de los problemas centrales es que defienden la hipótesis de que la lucha y las aspiraciones de los años 70 han sido resueltas hoy por la 4T. Hay una abierta defensa gradualista y un abandono por su parte de las banderas rojas socialistas.
En los tiempos que corren, la 4T se ha apropiado de algunas experiencias de los años 70 en la Nueva Escuela Mexicana. La revista teórica de la NEM se llama Asalto al cielo y el libro más importante del sistema lo titularon Un libro sin recetas para los maestros. Fase 6 donde agregan un balance completo de las luchas de los años 60 y 70. Ese libro jugó un papel decisivo en la formación de los nuevos planes de estudio y fue el que la derecha furibunda le dedicó sendas reseñas y críticas por comunistas. En dicho texto de la Fase 6 (nivel secundaria) en una concepción transformista, el gobierno se está reapropiando de las luchas de los años 60 y 70 para hacer ideología a todo el magisterio (los intelectuales orgánicos más importantes en un Estado ampliado) proponiendo que la 4T resolvió las ansias de libertad de aquella época por medio de una “revolución pacífica”.
Asimismo, hay una operación teórica desde el gobierno mexicano con la reivindicación de la figura de Revueltas. En las Islas Marías, el presidente anunció que el Centro de Educación Ambiental y Cultural “Muros de Agua-José Revueltas” está a tres meses de su inauguración y afirma, que “Las Islas Marías antes eran una cárcel para los opositores”; en dicha cárcel José Revueltas fue preso en un par de ocasiones.
Al respecto, hay que recordar lo propuesto por Lenin ante el gobierno alemán sobre la figura de Karl Marx:
Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. [6]
La izquierda de los años 70 tristemente desapareció, en algunos casos por la represión y en otros por la integración al régimen, y el legado de la obra teórica de algunos de dichos referentes (como es el caso de José Revueltas) nos obliga a reconstruir el camino complejo, pero loable de volver a construir una fuerza independiente en tiempos de la 4T. De ahí que la importancia crucial para los marxistas de esta época es la crítica de lo existente, a diferencia de quienes justifican lo posible. En el caso de los sobrevivientes de la corriente espartaquista es lamentable su abierta capitulación al gobierno de la 4T, mientras nos toca, a las nuevas generaciones, repensar con cabeza propia los problemas de nuestro tiempo y construir nuevas fuerzas para los complejos tiempos inciertos del futuro próximo.
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