Menos de 14.000 votos separaron a Ricardo Díaz, candidato de los principales partidos del oficialismo, de la candidata del Partido Radical, Marcela Hernando. El actual gobernador regional de Antofagasta ganó en la mayoría de las comunas de la zona, logrando sacar una mayor ventaja en Calama, con el apoyo de reconocidas figuras del “regionalismo”.
Jueves 28 de noviembre
Como “una figura de los viejos partidos políticos” catalogó Ricardo Díaz a la candidatura de la ex ministra de Minería y carta del Partido Radical, Marcela Hernando, durante la campaña electoral en miras del Gobierno Regional de Antofagasta. Dichos que fueron parte de una estrategia usada por Díaz para ubicarse más cercano a lo que sería “una candidatura independiente”, más “nueva” y “alejada de la vieja política”.
Postura del actual gobernador regional que no se condice con el apoyo recibido por los principales partidos políticos de la centro izquierda, sumado al FA y Partido Comunista. De todas maneras, Díaz- ex militante de Revolución Democrática- se quedó con la victoria y logró ser reelecto con el 52,18%, correspondiente a 164.863 votos, en contraposición a Hernando, quien obtuvo el 47,82%, reflejado en 151.069 preferencias.
El actual gobernador regional de Antofagasta ganó en la mayoría de las comunas de la zona, logrando sacar una mayor ventaja en Calama (11.000 votos de diferencia), con el apoyo de reconocidas figuras del “regionalismo”, como el reelecto alcalde Eliecer Chamorro y el senador Esteban Velásquez; ambos del Frente Regionalista Verde Social (FRVS).
También el gobernador se impuso en la capital regional, con poco más de 2.000 votos de diferencia, pese a que en la primera vuelta fue Hernando quien obtuvo la primera mayoría en la comuna de Antofagasta. Resultado que ha sido catalogado por analistas como “la principal derrota” de la candidata del PR, al perder el bastión que concentra la mayor cantidad de electores.
En esta campaña, además, Díaz contó con el respaldo del histórico alcalde PPD de Mejillones, Marcelino Carvajal, quien se desplegó como jefe de campaña del gobernador y destacó “la influencia política de los líderes locales”.
Mientras que Hernando fue sostenida por el Partido Radical, además de militantes de la Democracia Cristiana y figuras parlamentarias, como los diputados Jaime Araya (bancada PPD) y Sebastián Videla (bancada Partido Liberal), y el senador Pedro Araya, quienes apostaron con todo por la candidata del PR. A ellos se sumó el diputado RN, José Miguel Castro, quien se ha ubicado como un opositor directo de Díaz.
En comparación a la primera vuelta, Díaz aumentó en 100.000 votos y Hernando en 90.000, manteniéndose una estrecha votación que implicó la disputa por los votos de los candidatos de derecha. En el caso del candidato de Chile Vamos, Carlos Canteros- quien obtuvo 51.197 preferencias en la primera vuelta-, el ex RN se inclinó por Díaz, al igual que, tibiamente, la senadora Paulina Núñez. Mientras que otros candidatos ligados a la derecha, como el “independiente” Fabián Ossandón (30.004 votos) y Carolina Moscoso, del Partido Social Cristiano (26.261 votos), apoyaron a Hernando en la segunda vuelta.
En el caso de la extrema derecha de Republicanos, que obtuvo 45.022 votos con el candidato Carlos Arqueros, no existió un llamado por ninguno de los candidatos, sin embargo, militantes llamaron a votar nulo o blanco.
Por parte de analistas, durante casi toda la campaña de la segunda vuelta, la visión que hegemonizó fue que los votos de derecha estarían más asegurados para Hernando que Díaz; sin embargo, la derecha tradicional en la región también enfrentó discrepancias y sus principales figuras no tuvieron una visión común, dando “libertad de acción”.
En este sentido, la reciente elección, tanto en la región, como en el resto del país, refleja la tendencia hacia el centro y la moderación, pero con un centro político tradicional totalmente dañado y con una profunda debilidad de los partidos del régimen. Sin que ningún sector termine de hegemonizar totalmente.
Se impone “el mal menor”, se mantiene el “giro al centro” y resiste el progresismo conciliador
La región de Antofagasta tuvo la particularidad de tener un balotaje entre candidatos del mismo sector político. Especificidad que, sin duda, abrió un debate sobre “el mal menor”. Por un lado, un candidato del oficialismo, apoyado por partidos de la ex Concertación, pero que no viene de esta cuna, sino que partió como independiente “crítico de los partidos tradicionales”, haciéndose conocido en el movimiento en contra de la contaminación del Puerto ATI “Este polvo te mata” (2014), para luego ingresar a las filas de Revolución Democrática- Frente Amplio-, lugar desde el cual se postuló a la alcaldía (2016) y al Consejo Regional (2017), resultando electo consejero… En el FA militó hasta el 2020, tras renunciar por diferencias con la dirección a cargo de la diputada Catalina Pérez, y en 2021 se lanzó como “independiente” en las elecciones del Gobierno Regional, obteniendo la mayoría de las preferencias, tanto en la primera, como en la segunda vuelta, y terminando electo en el cargo, no sin fuertes cuestionamientos, a propósito de la arista ProCultura del “caso convenios”. Y, por otro lado, se presentó una candidata militante histórica del Partido Radical, uno de los pilares del viejo concertacionismo en la región, figura de un sector ligado a intereses empresariales mineros- como los Luksic y su relación con la ministra de Minería, Aurora Williams-, y funcionaria de Estado con experiencia como intendenta, alcaldesa, diputada y ministra de Minería. Una fiel representante de la “vieja política” y un rostro mucho más conocido en la región que el propio gobernador.
En ese marco, para amplios sectores, la figura de alguien como Hernando es vista con recelo y desconfianza, más ligada a los partidos del régimen, a “los 30 años”, al viejo concertacionismo. Mientras que Díaz se ubica desde “la independencia”, su origen no es la concertación- pese a ser apoyado por sus principales partidos-, y mantiene un fuerte discurso regionalista, ligado a los caudillos más relevantes de este sector.
Elementos que toman relevancia especial si consideramos el contexto de crisis de los partidos tradicionales, de desafección política y desconfianza en las instituciones. En ese marco, votar por Díaz podía constituir “lo menos podrido” en relación a Hernando. De esta manera, bajo un discurso marcado por el consenso y la conciliación, el gobernador tomó el guante de la moderación y se posicionó como una figura responsable y obediente con los intereses empresariales de la región.
Es cierto que Díaz y Hernando no son exactamente lo mismo. El gobernador se hizo conocido desde la plataforma de un movimiento que denunció la profunda contaminación que generan grandes empresas, ubicándose como un “díscolo de la vieja política”. Mientras que Hernando es una fiel representante del concertacionismo neoliberal. Ahora bien, ¿esto significa que defienden distintos modelos económicos o hay aspiraciones que los unen?
Una fuerte crítica que ha recibido Díaz por parte de activistas medioambientales, es justamente su voltereta en temas sobre contaminación en Antofagasta y su tibio- o más bien casi nulo- cuestionamiento hacia los grandes grupos económicos que saquean la región, como BHP o la familia Luksic. Atrás quedaron sus dichos sobre “luchar por una ciudad que sea para la gente y no para las empresas”, como afirmaba en 2016. Al contrario, desde que asumió en el GORE, Díaz ha sido un obediente garante de los negocios de las grandes mineras, sin molestar, ni cuestionar los planes de saqueo del litio en el Salar de Atacama, ni otras iniciativas como el proyecto de Minera Comahue (avalado por autoridades del oficialismo). Ha sido impulsor de la Estrategia Minera Antofagasta 2023-2050 (EMRA), política regida por los lineamientos de la OCDE para garantizar proyectos mineros de inversión, supuestamente bajo una lógica “sustentable” y en “diálogo con la comunidad”, que en nada repercute en la calidad de vida de la gran mayoría de la población de la región.
Si bien, Díaz no era el candidato de las grandes mineras, su programa, de todas maneras, le da garantías a los principales grupos empresariales para continuar con el saqueo de los recursos naturales de la zona, como cobre y litio. En esta mirada estratégica, no hay mucha diferencia con Hernando. Ambos comparten el consenso de mantener este modelo capitalista y neoliberal de saqueo y explotación en función de los dueños de la región. En esto, compitieron para demostrar quién podía ser un mejor gestor de las migajas que entregan las grandes mineras y un mejor garante de los negocios empresariales para los próximos años.
Este es el centro de la gestión de Díaz, administrar lo que dejan las mineras y mantener un consenso con los dueños de la región, mientras las necesidades estructurales de la población continúan pospuestas. Durante su gestión, se ha limitado a entregar recursos para ciertos proyectos en educación y salud, pero no se ha conocido ninguna propuesta de construcción de cesfam, hospital o escuelas. Sí le ha entregado más de 45 mil millones a la institución de Carabineros.
Una posición y estrategia que, de fondo, no varía mucho de otras figuras que apuestan por mantener el modelo intacto. No por nada, Díaz, pese a no ser del mismo sector, ha mantenido cordiales conversaciones con el alcalde electo de Chile Vamos, Sasha Razmilic, y recibió el apoyo de figuras de derecha como Cantero (alcalde designado por Pinochet). Una política de colaboración de clases que coincide con representantes de los partidos del régimen, que es servicial al saqueo de los grandes empresarios, pero que se camufla en un progresismo regionalista que, supuestamente, pondría al centro las necesidades de la región y buscaría “emparejar la cancha” ante el grotesco saqueo de la zona.
Un “mal menor” que se impuso al concertacionismo histórico de la región por solo 13.000 votos, en una elección que contó con más de 70.000 nulos/blancos, y que refleja que las necesidades sociales de la grandes mayorías, las aspiraciones más sentidas, no podrán ser resueltas por ninguna alternativa que se base en la conciliación con quienes mantienen estas profundas desigualdades, el saqueo, la contaminación, la explotación y ritmos productivos acorde a las ganancias capitalistas y no a la calidad vida de trabajadores, mujeres y jóvenes.
Al contrario, este tipo de variantes camufladas, con un discurso “de independencia”, no son más que formas que tiene el régimen para renovar rostros ante los profundos cuestionamientos de la población “hacia la vieja política”. Hoy, más que nunca, es fundamental levantar “una nueva política”, desde y para la clase trabajadora, las mujeres y juventud. Una alternativa independiente de verdad, que no tenga nada qué rendir a los grandes capitalistas y que sea totalmente contraria a este modelo de saqueo y desigualdad. Una fuerza política con un programa propio de las y los trabajadores, que retome la pelea por las demandas sociales irresueltas y que tenga como perspectiva la construcción de una izquierda socialista, anticapitalista y de la clase trabajadora.