“La emancipación de l@s trabajadoresserá obra de l@s trabajadores mism@s”.
La pandemia ha desafiado todo lo que entendíamos por certero. También ha tensionado nuestras formas de organización, sobre todo las más incipientes, nacidas al calor de la revuelta. Sin embargo, aún en un panorama de la más absoluta incertidumbre, aparecen ejemplos de resistencia que mantienen encendida la llama. Son las tendencias que pueden despuntar un horizonte de transformación radical. Hablamos de fenómenos de auto-organización. Este tipo de organización, tan peculiar en su forma, ocurre en un país donde las centrales sindicales y los grandes organismos sociales se han quedado en una especie de “cuarentena política” frente a la arremetida contra los sectores obreros y populares del gobierno de Sebastián Piñera.
En este artículo intentaremos explicar qué es la autoorganización, y abordaremos dos importantes experiencias en torno a este concepto para dilucidar por qué nos interesan: el comité de emergencia y resguardo de Antofagasta, y el comité de salud y seguridad del Hospital Barros Luco Trudeau. Esto, no en un afán académico, sino en el marco del debate abierto sobre cuál es la izquierda que hay que construir para los desafíos del presente.
Sobre el concepto de autoorganización
Si bien es un concepto ampliamente utilizado en la terminología marxista, se acuña por vez primera en los escritos del filósofo Immanuel Kant. [1] El prefijo “auto” en “auto-organización” refiere a la existencia de una “identidad implicada” en la organización de un sistema que “se corresponde con el sistema mismo, en contraste con el diseño o la influencia de carácter externo. [2] Más allá de la definición de diccionario, la autoorganización en el marxismo es un problema de estrategias: refiere a los procesos de articulación y acción política gestados sin ceñirse a la institucionalidad establecida; expresa la iniciativa de las masas y no se limita a los márgenes que le impone el régimen político: es la organización en manos de la propia clase trabajadora y sectores oprimidos, desde las bases, de forma democrática, sin ningún corporativismo, creando un órgano de combate que también puede avanzar a convertirse en un órgano de poder del proletariado.
A lo largo de la historia de la humanidad, la autoorganización ha tenido diversas formas. Para Marx, las lecciones de la comuna de París demostraron la potencialidad de la autoorganización obrera y popular, que debe exceder los límites que le impone el Estado burgués, y de hecho, debe destruir su maquinaria [3] para conquistar un Estado Obrero. Para Trotsky, ya en 1905, en los consejos obreros o soviets (soviet significa “consejo” en ruso) se encontraba la base del nuevo Estado Obrero y ejercían el poder “allí donde ya se encontraba en sus manos, y luchaba por él allí donde aún residía en manos del Estado militar-policiaco”. Andreu Nin lo explica de la siguiente manera:
Dichos comités, que en un principio no perseguían otra misión que dirigir el movimiento huelguístico, se transformaban paulatinamente, bajo el impulso de los acontecimientos revolucionarios, en organismos representativos de toda la clase obrera, que se ponían de acuerdo con los representantes de los distintos partidos proletarios estableciendo una coalición de combate. [4]
Es decir, la autoorganización obrera y popular es un concepto móvil que refleja cómo el proletariado, en su más amplia acepción, avanza a verse a sí mismo como sujeto político, y dicho descubrimiento se expresa en términos organizativos, donde las formas anteriores y pre-establecidas se vuelven caducas y ya no sirven para los objetivos que las masas se proponen para sí mismas.
Entre la necesidad y la experiencia
Este advenimiento de acción y consciencia, tiene un carácter semi espontáneo: es la combinación de la necesidad y la experiencia. Pueden surgir con o sin el actuar de los partidos, pero en ellos pueden intervenir con libertad todas las tendencias políticas. Un partido que interviene activamente en la lucha de clases y se propone la tarea de impulsar estos organismos y hacer política activamente, sobretodo en cuando las masas permanecen en periodos de inactividad, cumple un papel decisivo. Está fundido el horizonte de victoria de las masas con la actividad militante:
La victoria no es el fruto maduro de la “madurez” del proletariado. La victoria es una tarea estratégica. Es necesario utilizar las condiciones favorables de una crisis revolucionaria a fin de movilizar a las masas; tomando como punto de partida el nivel determinado de su “madurez”, es necesario empujarle a ir hacia adelante, enseñarle a darse cuenta que el enemigo no es omnipotente, que está desgarrado por sus contradicciones, que reina el pánico detrás de su imponente fachada. Si el partido bolchevique no hubiese conseguido llevar a buen término ese trabajo, no se podría hablar ni de revolución proletaria. Los soviets hubiesen sido aplastados por la contrarrevolución (...). [5]
Tal como el partido no puede sustituir la actividad de las masas, nada puede sustituir la actividad del partido revolucionario. Si bien es cierto que varios ejemplos históricos de autoorganización han desarrollado aspectos embrionarios de “doble poder”, también es cierto que otros tantos fenómenos no lo han hecho y han alcanzado distintos niveles de profundidad; eso no les ha restado valor como experiencias para formar una tradición de lucha de la clase, que permite tomar lo mejor de esas victorias y derrotas como lecciones para el presente. Es por eso la importancia que hoy tiene, para las organizaciones que se reclaman revolucionarias y socialistas, el impulsar organismos de este tipo, como una lucha política viva a la burocracia sindical y estudiantil que hoy empantana las fuerzas que la revuelta demostró que existían: implica dar luz de una forma distinta de hacer política en un país profundamente parlamentarizado y donde el régimen busca cooptar institucionalmente toda forma de organización alternativa, aportando en la experiencia de la clase trabajadora y construyendo una nueva tradición combativa en el proletariado del territorio que habitamos.
Autoorganización con empanada y vino tinto: el fenómeno en Chile
Chile es un país que a lo largo de su historia y territorio ha visto desenvolverse diversos mecanismos de autoorganización obrera y popular. Existen ejemplos tendientes a consejos obreros como los Cordones Industriales, que fueron “organismos de coordinación territorial surgidos durante el gobierno de la Unidad Popular, entre trabajadores de una determinada zona geográfica, de varias decenas de fábricas y empresas” [6]; y también casos más recientes y con diferentes niveles de autoorganización: las asambleas estudiantiles masivas del 2006 y 2011; las asambleas territoriales y las asambleas autoconvocadas de diversos sectores para la revuelta de octubre.
Existen dos fenómenos recientes que nos demuestran tanto cómo la auto-organización ha sido el mecanismo de lucha política frente a la desidia por parte de la CUT hacia sus trabajadoras y trabajadores, así como también la importancia de la centralidad de la clase obrera, puesto que la división de esta “es el arma más acerada de la burguesía (...) De ahí los esfuerzos de los trabajadores por suprimir esta competencia al asociarse” [7]. Con la clase obrera al centro, en momentos de pandemia sobre todo, vemos cómo la precariedad se hace más evidente, no sólo la del sistema de salud, sino la de políticas organizativas a las que la clase obrera está haciendo frente, de manera autoorganizada, superponiendo las necesidades en conjunto.
Es en ese sentido que nos parecen fundamentales y dignos de análisis los casos que presentamos en este texto, porque muestran una perspectiva completamente distinta de organización obrera fuera del margen político tradicional el que, como postula nuestro título, nace desde abajo, de manera incipiente a tomarse el cielo por asalto. Y es importante recalcar tanto experiencia como teoría, como fuerzas de doble hélice en que se vean retroalimentadas, concatenadas y entrelazadas.
El Comité de Emergencia y Resguardo: Nacido en la revuelta
“Toda lucha conjunta de trabajadores que rebasa los objetivos inmediatos y estrechamente corporativistas, plantea el problema de las formas de organización de la lucha(...)”.
Ernest Mandel [8]
El Comité de Emergencia y Resguardo es una coordinación que nace en Antofagasta, en octubre del año pasado, en base a un comité de huelga de trabajadores de la educación que levantan una asamblea unificada posterior a las primeras jornadas de revuelta popular. En esta reunión participa el sindicato de trabajadores de la educación, el Colegio de Profesores (CDP) local y asistentes de aula, que votan hacer la sede del CDP una institución que pudiera dar respuesta a la necesidad de protección frente a la represión que se vivía en contexto del “estallido social”. Es una política que impulsó la agrupación “Nuestra Clase” de Antofagasta, agrupación docente, con la agrupación Lelikelen, de trabajadores industriales y mineros. Se propone desde un comienzo coordinar sectores productivos y al movimiento obrero, con asambleas autoconvocadas.
El Comité de Emergencia y Resguardo hoy está compuesto primordialmente por sectores de la salud, educación, estudiantes y Federaciones como la del INACAP, trabajadores y sindicatos industriales, y en sus inicios, participaron activamente las poblaciones del territorio, como Cachimba del agua, Miramar, Bonilla, Homero Ávila. También participan diferentes partidos y agrupaciones políticas. El propósito: unir lo que el régimen divide.
En palabras de Lester Calderón, miembro de Lelikelen, dirigente del sindicato de Orica y parte de la comisión de enlace del Comité de Emergencia y Resguardo, el organismo se propuso:
unir estos sectores de trabajadores y estudiantes a las poblaciones, que estaban viviendo la más cruda represión. Queríamos generar una instancia de coordinación y unidad. Nuestra propuesta consistió en llevar adelante las decisiones en base a asambleas generales resolutivas, donde participaban delegados de poblaciones, sindicatos, partidos políticos y agrupaciones locales. El Comité de Emergencia y Resguardo se convirtió rápidamente en un espacio de deliberación política y acción común”.
Como Comité de Emergencia y Resguardo, impulsaron diferentes acciones a nivel regional. Surgen a su alero brigadas de auxilio con estudiantes de medicina, enfermería, técnico en salud y trabajadores de la salud, para brindar atención médica a quienes resultaran heridos de las protestas. Así mismo, se levanta una Comisión de DDHH, para responder a la represión mediante la vía legal y junto a organizaciones de Derechos Humanos, realizar asistencia a quienes fueran detenidos. También se conformó una comisión de enlace cuya función es coordinar acciones comunes entre trabajadores y pobladores, cuyo principal punto de apoyo fue movilizar a 25 mil personas en la ciudad coordinando desde esa comisión, para el llamado a paro nacional del 12 de noviembre. Para esta fecha, sindicatos, federaciones estudiantiles, y pobladores levantan acciones de protesta en toda la ciudad. Una semana antes, realizaron un encuentro de más de 500 personas en oposición a la política de la Mesa de Unidad Social.
Comité de Emergencia y Resguardo en pandemia
Entre la revuelta y la pandemia existe una continuidad en su práctica. El núcleo sector sindical se amplió. Han impulsado activamente una política contra los despidos, y por elaboración de mascarillas, alcohol gel, apoyando a las poblaciones, ampliando la capacidad sindical de responder ante las necesidades populares. El núcleo sindical sacó una declaración contra la tregua de la CUT con el gobierno, señalando los críticos ataques que está realizando la administración de Sebastián Piñera y la nula respuesta de la central sindical más importante del país. Han impulsado acciones contra los despidos, y desde las trabajadoras de la educación y la salud han mantenido la relación con pobladores, levantando ollas comunes, y buscando resolver desde abajo el problema de la alimentación.
Lo que más rescatan quienes aún son parte del Comité de Emergencia y Resguardo es el mismo proceso de coordinación y unidad, cuyos niveles de organización permitieron nuclear la acción de sectores de vanguardia, y que en palabras de Calderón “le dió un peso importante al movimiento obrero”. Esto significa que en la coordinación buscaron incluir a la mayor cantidad posible de sindicatos, tomando en cuenta el rol estratégico de las y los trabajadores en la economía y el funcionamiento de la sociedad; esto le diferenció de las asambleas territoriales que tenían centro en el lugar de vivienda, constituyendo otro tipo de organización que sumó ambas fuerzas. Desde el CER, se plantearon como respuesta a la situación de disgregación, aglutinar a parte importante de la clase trabajadora de Antofagasta y nuclear a su alrededor todos los sectores en lucha.
Una lección importante que extrae Lester es que la alianza que se generó para el 12 de noviembre, de sectores del movimiento obrero en conjunto con el movimiento de pobladores, pudo poner en jaque al gobierno regional y de extenderse, podría haber provocado incluso la caída de Piñera. Sin embargo, un límite a esto es que no entraron al combate los sectores estratégicos de la economía, como la minería, y que hoy si forman parte del Comité: la mina que se encuentra en huelga, Guanaco, mina de oro. También hace hincapié en la potencialidad de los organismos de autoorganización: el Comité de Emergencia y Resguardo en Antofagasta tuvo rasgos de autoridad política, que ejemplifica con el debate público de la alcaldesa Karen Rojo con el organismo, respecto del regreso a clases en la ciudad minera.
Respecto a las proyecciones, nos señala que:
El foco actual es dar respuesta a despidos, levantando una voz disidente que plantee que la resistencia es necesaria, generando un polo político con un programa que responda ante la crisis actual; nuestra acción ante la pandemia la llevamos adelante también con la elaboración de insumos y participación en la alimentación y abastecimiento. Si la gente vuelve a la calle, queremos volver a ser un núcleo organizador. Creo que es posible establecer nueva tradición en el movimiento obrero y los sectores populares. Veo elementos de continuidad del trabajo del Comité de Emergencia y Resguardo en cuestiones como las comisiones de higiene y seguridad que impulsamos en Orica, fábrica en la cual trabajo, pero también en el sindicato siglo XXI del hospital de Antofagasta. O ahora en los comités de huelga que impulsaron trabajadores de Guanaco y Francke [9], o en la lucha contra los despidos en LATAM. También en la lucha común de SGS y Bureau Veritas [10]. Es la misma idea: unidad y solidaridad de clase, para mí eso es parte de una misma tradición.
Barros Lucos Trudeau no sólo como un ejemplo de autoorganización
La situación actual del hospital más importante del Gran Santiago, atendiendo a una población por sobre un millón de habitantes es, realmente, devastadora. Las y los trabajadores del Barros Luco evidencian el trato inhumano por parte de las autoridades del hospital, incluso en tiempos de pandemia, en donde funcionarias y funcionarios tienen turnos de hasta 24 horas sin dormir y viven un distanciamiento no sólo físico, sino también emocional hacia sus familias, producto de la presión laboral que implica la mayor cantidad de contagios y el inminente colapso del sistema de salud pública.
Lo que podría haber sido un escenario aún más catastrófico, permitió que estas mismas trabajadoras y trabajadores se propusieran una tarea como la creación de un Comité de Salud y Seguridad, impulsado en plena pandemia dada la falta de EPP (elementos de protección personal) por parte del cuerpo de salud, ejerciendo denuncia ante la desprotección y un inminente contagio. Bajo esta demanda, es como se acercan estudiantes y “Guerreros de la Salud” (encargados de la construcción de protección personal) a proponer toda la ayuda posibles para que estos no arriesguen su vida, dando claro ejemplo que las luchas se unifican, dado que los daños hacia la clase obrera no afecta sólo a ésta, sino también a otros estratos. De esta manera, es que se levanta el Comité de Salud y Seguridad por parte de las trabajadores y los trabajadores, no sólo por las necesidades inmediatas de estos, sino que también la de los pobladores.
Impulsado por la Federación Nacional de Trabajadores de la Salud (FENATS) del Hospital Barros Luco Trudeau, y parte de la Federación Nacional Coordinadora de Bases de la Salud (FENACOOR), el Comité de Salud y Seguridad, es un claro ejemplo de responder a través de una vía innovadora, de cohesión y conciencia obrera, una muestra de su potencialidad, frente a la división corporativa que imponen organismos como la CUT; o sea, que el actuar político no se viera confinado al sindicalismo, generando un sentido de identidad y unidad amplia frente al negligente actuar del gobierno (“si el gobierno no nos cuida, nos cuidamos entre tod@s”, dirán) y a la mesa por parte de la CUT con empresarios y gobierno, para velar por los intereses capitalistas en vez de los de trabajadoras y trabajadores; negligencia por parte del gobierno y traición por parte de la CUT.
La instancia previa de una revuelta popular frente a la auto-organización es indicador de lo señalado por Mandel en torno a la seguridad de las masas:
“En el calor de las grandes movilizaciones y de los grandes combates de masas, este miedo, este descorazonamiento, este sentimiento de inferioridad y de impotencia desaparecen bruscamente” [11]
Existe una pérdida del miedo y un aumento y potencia del trabajo autoorganizado ante el agravamiento de la catástrofe por la pandemia. Durante la semana del 19 de mayo, en que la crisis económica y la consiguiente epidemia del hambre se vio con mayor fuerza en sectores populares, como El Bosque, La Cisterna, La Pintana, Cerrillos así como también el sector surponiente de Puente Alto, a través de sus respectivas Asambleas Territoriales, en ciernes con la revuelta de octubre, quienes respondieron al desabastecimiento, producto de la cesantía y al trabajo informal, sumado a esto al tiempo en cuarentena; es en este marco, de espontaneidad de las huelgas por el hambre, que el Comité cumple un rol esencial, junto con las Asambleas se da inicio a la organización de su combate para romper con el corporativismo, unificando trabajadoras y trabajadores de la salud con trabajadores de las industrias; dando lugar a una segunda reunión del Comité de Salud y Seguridad, en la que tanto asambleas territoriales, como secundarios y medios de prensas alternativos, se vieron unidos “de forma colectiva y solidaria” [12] ante la negligencia estatal.
Al levantar la consigna “Salud, Pan y Trabajo: No más contagio por falta de insumos, ninguna familia en la calle por la pandemia”, no sólo se está forjando lo que Mandel establece como “la elevación de su nivel de consciencia mediante el incremento de su confianza en ellas mismas”, sino que también el afianzamiento de la seguridad de estos sectores, aquella que es producto de una “revolución psicológica”.
¿Cómo entendemos la idea de “revolución psicológica”? La consecuente participación del sujeto y su desenvolvimiento activo en el proceso social -en nuestro caso, la revuelta- que constituye una situación pre revolucionaria, empuja a un cambio en la autopercepción, un “salto en la consciencia” dado el contexto, se transforman tanto sujeto como su entorno colectivo; la posibilidad de salir a las calles a marchar durante meses, y ver cómo eran millones en las calles, transformó la percepción de las necesidades del sujeto y cómo manifestarlas, evocando el sentido de unidad e identificación colectiva ante una necesidad. Es por eso que el organismo surge en medio de una pandemia donde la articulación política es difícil, pero muy necesaria.
En esta línea, hay una relación con la realización de Ollas Comunes por parte de las pobladoras con el fin de paliar el hambre que está soslayando la pandemia económica; la autoorganización de la Primera Línea de la Salud en la FENATS del Hospital Barros Lucos dando origen a la Comité de Salud y Seguridad, permitiendo a través de éste alcanzar resoluciones como campañas contra los despidos, integración de las demandas de familias migrantes, un sueldo acorde o igual a las canastas básicas de 500 mil pesos para todas las trabajadoras y trabajadores y, de manera urgente, la exigencia de insumos básicos para la protección ante la pandemia.
Feminización del trabajo y autoorganización
Bajo la línea de la autoorganización, debemos considerar una victoria el que se levante este Comité de Salud y Seguridad, tomando en cuenta que el rostro de esta pandemia, así como el de la pobreza, es el de la mujer y de las feminidades, siendo éstas sus principales integrantes, haciendo frente a las labores reproductivas de la salud; la re energización de las individuas dando forma a la historia por cómo es y por sus necesidades obreras y colectivas.
¿Qué creemos que nos brinda esta información? La aseveración de su posición estratégica como sujetas políticas claves. El peso de la pandemia el gobierno lo deja sobre las trabajadoras, pero éstas toman cuenta de su nuevo peso estratégico, frente a la renovación de la fisonomía del proletariado, donde su mayor potencial ya no está sólo compuesto por fuerza masculina, sino también por fuerza femenina quienes “sostienen la producción” al cumplir funciones reproductivas, siendo clave en el ámbito de la salud durante la pandemia. El nexo de este estamento de salud, compuesto en su mayoría por mujeres, en conjunto con, por ejemplo, el estudiantil, bien llevado por esta segunda reunión del Comité, o sea, con el estrecho lazo con el pueblo, unifica de manera estratégica a las masas nuevamente bajo el precepto de la autoorganización, sin que estos sectores se vean escindidos, además de estar generando extensiones en propuestas: la coordinación de ollas comunes y la participación en acciones de acopio por parte de las Asambleas territoriales. Las mujeres trabajadoras de la salud y la educación, en estas experiencias, se posicionan a sí mismas como sujetas que pueden realizar una labor hegemónica en torno a que no sólo están batallando frente a la pandemia, yuxtapuestamente están actuando en la orgánica auto-organizada. Estamos actuando en batalla.
Existe una transformación no sólo de masa obrera, sino también de vías, de estrategias a favor de combatir “sistemáticamente a favor de soluciones políticas y sociales en conjunto” no sólo buscando una solución duradera ante la discriminación sexista, racista y chauvinista, sino concatenando desde estos estratos oprimidos métodos eficaces de lucha que respondan no sólo a una “identidad” producto “de la hegemonía de la articulación liberal del discurso feminista” como afirma Arruzza [13], sino impulsando luchas amplias y unitarias desde los sectores oprimidos como son las mujeres y la feminidades, o sea, desde abajo en la lógica “oprimido-opresor” incluso en esta “pandemia política”, desde la vereda de la clase trabajadora, y así, ser sepulturer@s del capitalismo patriarcal.
La auto-organización en el Hospital Barros Lucos Trudeau no sólo demuestra un proceso de articulación y acción política, sino que es demostración de cómo las mujeres y feminidades, activas sujetas políticas logran dinamizar la situación política sin ceñirse a los márgenes de la institucionalidad: “francas, directas, con toda la pesada estructura política, económica y social que nos oprime”. [14]
Breves conclusiones iniciales
La situación política que atravesamos lleva signada la necesidad de la autoorganización para poder hoy incluso resguardar nuestra propia vida. Los ejemplos del Comité de Emergencia y Resguardo y el Comité de Salud y Seguridad otorgan una visión estratégica de cómo responder desde la clase trabajadora y los sectores oprimidos, en una alianza poderosa que hizo tambalear al gobierno el 12 de noviembre del año pasado y nos prepara para embates mayores de la lucha de clases.
Si bien aún no podemos hablar de organismos de poder en estos casos, ambos están proyectados en esa perspectiva y entendidas por sus participantes como experiencias políticas cualitativas. Los rasgos de autoridad política que adquirió el Comité de Emergencia y Resguardo durante la revuelta, y el potencial hegemónico que tiene el trabajo desde el Barros Luco son semillas que pueden sembrar una tradición diferente. Ambas experiencias también componen una práctica militante consciente como señalamos al comienzo, para favorecer y desarrollar al máximo una forma de organización que contiene en su germen el poder para romper con el capitalismo y dar lucha, siendo ejemplos de resistencia obrera en el marco de una revuelta que no ha sido derrotada, pudiendo cumplir con un rol importante y de calidad en la lucha de clases.
Creemos que de extenderse y profundizarse estos mecanismos, pueden ser la palanca que no sólo desestabiliza el régimen, sino que lo echa abajo, colocando de una manera más potenciada, con una conciencia de experiencia única entorno a la revuelta, a obreras y obreros, como sujetos políticos generadores de cambios, capaces de encargarse de sus necesidades incluso cuando existe un estado de catástrofe como lo es la pandemia, porque “no puede aprenderse el arte de la táctica y la estrategia, el arte de la lucha revolucionaria, más que por la experiencia, por la crítica y la autocrítica”. [15]
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