¿Fracasa plan aguantar? Faltan dólares, se importan granos de soja pero los grandes exportadores aún guardan su cosecha

La semana pasada salió un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario en el cual se sostiene que en el 2023 se va a requerir de la importación de 10 millones de toneladas de poroto de soja dada la sequía y con el objetivo de sostener la industrialización, fundamentalmente de harina y de aceite. Es decir, esto en principio da la sensación que la Argentina enfrenta una restricción de tipo productiva cuando en realidad se trata de la falta de control del Estado en lo que respecta a la especulación de los principales productores y exportadores de soja.

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Lo cierto es que durante el año 2022 junto con el alto nivel del precio de la tonelada de soja también creció el valor de las importaciones (posicionándose como uno de los productos que más se importó en la Argentina). No es de extrañar entonces que para este año las mismas sigan aumentando, ya que en un contexto de sequía y con la desesperación de un Gobierno por hacer caja, el incentivo para exportar y especular estará más vigente que nunca empujando a la industria del procesamiento local de la soja hacia una mayor necesidad de compras al exterior.

Pero hay que diferenciar. El impacto de la sequía es histórico sin dudas, se habla de una merma en el orden de los U$S 20 mil millones en exportaciones lo que representaría un impacto del 3% en el PIB. Sin embargo, no radica ahí la causa del problema, durante el año 2022 nuestro país tuvo una gran cosecha y con precios récord que de haberse administrado correctamente en función de las necesidades productivas, hoy no sería necesario pensar en la necesidad de importar porotos de soja necesarios para la industria del procesamiento de derivados.

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Por otro lado y obedeciendo al lobby patronal del sector agropecuario, el Gobierno viene implementando una serie de beneficios (exenciones impositivas, condonación de deudas, facilidades de pago, entre otros) con el objetivo de lograr un aumento en la liquidación de divisas de un sector que ha aprovechado una sequía histórica (de la cual es ampliamente responsable a través de las prácticas extractivistas y el monocultivo) y que en el marco del Acuerdo con el FMI el país necesita imperiosamente. Sólo por estas medidas significará para el fisco un costo de $40 mil millones alimentando un déficit fiscal ya creciente y al mismo tiempo llevando adelante recortes en prestaciones sociales. Es evidente que el Gobierno sigue priorizando a los que más tienen.

En lo que respecta al "dólar agro" es una medida transitoria para complementar reservas (aunque no lo esperado) pero dado que gran parte de las economías regionales son dirigidas hacia el mercado interno, el riesgo de una nueva escalada inflacionaria será una consecuencia directa. Pero tampoco termina de convencer a los exportadores dado que en el día de hoy casi no existieron liquidaciones y el BCRA se vio obligado a vender U$S 200 millones.

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Sin embargo, en un contexto de debilidad de reservas y de una tasa de inflación creciente, existen mayores presiones de sectores relacionados con la exportación sobre todo de productos primarios para no vender (especulan con que un salto devaluatorio mejore los términos de intercambio), con el objetivo de sostener su nivel de ganancias. La soja junto con el trigo representan un poco más del 40% del valor de las exportaciones argentinas, por lo que además de dificultades en materia fiscal también es de esperar que se presenten problemas en el mercado cambiario dado que no ingresaran al país en concepto de exportaciones de granos unos 15 mil millones de dólares aproximadamente en comparación con el año 2022 producto de la sequía.

En términos de exportaciones de granos esto representa una caída cercana al 40% y teniendo en cuenta la estructura primarizada de nuestro comercio exterior esto tiene una consecuencia directa: adiós al superávit de la balanza de comercial.

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Analicemos esta situación puntualizando el caso del poroto de soja, que es uno de los principales productos del comercio exterior de la Argentina. Durante los últimos años se ha venido consolidando un proceso de extranjerización, es decir frente a la concentración en el volumen de exportación ya existente, hoy en día quienes lideran las exportaciones son Syngenta (Suiza) y CHS Argentina (EEUU) con un 40% del total exportado. Si a esto le sumamos una la situación de primarización que también se ha consolidado con este Gobierno, la dependencia - y la suerte - de las políticas públicas está sujeto a un sector que ejerce un poderoso lobby y especula a costa de las grandes mayorìas.

A pesar de ello, el conjunto de los productores de soja aún retienen unos 5 millones de toneladas aproximadamente, ahora bien en declaraciones en distintos medios desde el Gobierno aseguraron semanas atrás que:

“No habrá mayor producción, eso está claro. Será solo una manera de transferirles ganancias a estos sectores (...) No hay jugadores chicos que tengan soja. Lo que se está guardado está en manos de los grandes”

Así, más del 50% del total de la capacidad de acopio de granos en general (incluído el poroto de soja) está en manos de un puñado de 10 empresas (de las cuales 5 son extranjeras) y no de pequeños productores como habitualmente se quiere mostrar. Es por esta razón que disposiciones de un tipo de cambio preferencial como el dólar agro lejos está de beneficiar al conjunto de los productores (quienes se manejan en un mercado spot de entrega inmediata).

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No es de sorprender entonces que durante el año 2022 se haya producido un salto en las exportaciones de poroto de soja dado el buen nivel de los precios internacionales (tendencia que se revierte recién a partir de agosto) sino además el aumento en las existencias (almacenaje) que se sostuvo mientras los precios estuvieron altos y de las importaciones, tal cual se puede observar en los siguientes gráficos. Una vez que el mercado proyectó caídas en los precios - la muy buena cosecha de Brasil explica en parte esa tendencia - y con complicidad del Gobierno que implementó el Dolar Soja I y II, las ventas se aceleraron, y producto de ello la caída en la cantidad de soja en acopio.

Asi para el año 2022 el total de toneladas importadas de poroto de soja fue de aproximadamente 4 millones en un contexto de precios altos y buen rendimiento (sin el impacto más severo de la sequía), por lo cual la proyección de importaciones de este producto de la Bolsa de Comercio de Rosario planteada en 10 millones de toneladas para este año, sostenemos puede ser insuficiente dada la estructura económica del sector y la coyuntura actual.

Precio de la tonelada de soja en U$S.

Fuente: Agrofy.

Semejante margen de ganancias que la exportación de soja generó a las empresas durante todo el año 2022 no sólo que no propició todos los beneficios que se hubiesen esperado sino que por el contrario eligieron aumentar las existencias de granos y aprovecharse de una serie de incentivos fiscales que existen para la importación de soja (como el régimen de admisión temporaria por ejemplo) en nuestro país con el único requisito de no que sea para siembra, es decir cuyo destino sea solamente su industrialización.

Fuente: elaboración LID en base a datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca

Quienes sostienen que la importación de poroto de soja es conveniente (aún teniendo excedente de producción local) es que la proteína que contiene la misma en Paraguay o Brasil de donde proviene la casi totalidad de lo importado, permitiría alcanzar mayor cantidad de mercados de consumo, es decir frente a las profundas y graves restricciones externas que padece la Argentina, resulta un argumento poco convincente.

Fuente: elaboración LID en base a datos del INDEC

Lejos de priorizar a la mayoría de la población, las decisiones de polìtica económica pretenden establecer un puente de acá a las elecciones que les permita sostener un tipo de cambio o crawling peg, esto es una devaluación a cuentagotas con la idea de que en algún momento se producirá alguna convergencia entre el sector monetario y el productivo.

Por lo tanto, según sostenemos la dependencia y el atraso de la economía argentina no se corrige ni con medidas transitorias de carácter meramente recaudatorio (beneficios fiscales, tipo de cambio preferencial, multas, entre otros) sino con un control total del Estado sobre el comercio exterior, limitando la fuerte especulación a la que tanto los grandes productores como los exportadores someten a la Argentina y poner en primer lugar las necesidades del conjunto de la población.

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