El documentalista francés está en Argentina y participa de la Muestra Internacional De Cine Documental De Buenos Aires.
Elizabeth Yang @Elizabeth_Yang_
Lunes 14 de octubre de 2019 19:46
Empezó su carrera como fotógrafo en 1989, durante la Revolución Rumana y más tarde se volcó al cine documental. Después de la realización de su primer film, La tribu du tunnel (1995), y tras la producción de Une fille contre la mafia (Marco Amenta, 1997), filmó editó y produjo él mismo todas sus películas, relacionadas siempre con la guerra, en distintos lugares del mundo.
En 2015, una muestra retrospectiva de sus trabajos fue presentada por la Cinémathèque française y, al año siguiente, su film Tomorrow Tripoli fue exhibido en el marco de la exposición Soulèvements, en el Jeu de Paume.
Marcie colabora también ocasionalmente con la prensa escrita y con medios audiovisuales como periodista independiente y es miembro de la Fundación WARM. En el último tiempo, ha estado abocado a la realización de un film acerca de la inteligencia artificial que también incluye secuencias sobre la revuelta de los Chalecos Amarillos.
Películas de la retrospectiva: Saïa (2000) - Itchkeri Kenti (2006) - Commander Khawani (2014) - Tomorrow Tripoli (2015)
El martes 15 podrán verse las dos primeras en la Alianza Francesa (Av. Córdoba 946), a las 18:00:
Saïa, 29 min., Comandante Khawani, 86 min. Duración total: 115 min.
Masterclass 20:30 también en la Alianza Francesa "La Inteligencia Artificial, en guerra"
La programación completa en Docbsas.com.ar/programacion2019/ http://docbsas.com.ar/programacion2019/
Nos encontramos con Florent Marcie para hacerle un reportaje y hablar sobre sus películas y reflexiones sobre la guerra, la violencia y el uso de las nuevas tecnologías.
Un editor tiene que elegir unas imágenes y desechar otras sin ningún problema, ¿cómo hacés para elegir las tuyas cuando todo parece importante?, ¿cómo seleccionás?, ¿cómo armás la película?
Sobre todo en el documental es el mismo problema que tenemos todos, a menudo realizamos cuarenta horas de rodaje y guardamos algunas, el mismo problema se les presenta a todos los documentalistas.
De la Revolución Libia tengo trescientas horas y solo guardé en un film el uno por ciento. La particularidad de mis películas es que son a menudo trágicas y entonces la elección es mucho más difícil, por ejemplo si estoy trabajando con la historia de alguien, esa historia puede desaparecer si yo no la ubico, al mismo tiempo no se puede hacer una película sobre todas las víctimas de la situación. Hay reglas en esa selección, cómo voy a contar eso, hay un equilibrio que mantener en la película.
Cuando uno hace un montaje siempre se genera un diálogo entre uno y el material. Los montajes toman muchos meses, entonces vivís con eso, dormís con eso y soñás con eso. Un día decís esto está bárbaro, y al otro día te parece que eso no está bien. Como una escultura, es una roca que uno tiene que tallar.
Cuando hablás de equilibrio, ¿te referís a tomar imágenes desde la tragedia y desde los momentos de calma?, ¿eso lo vas nivelando o te viene de afuera hacia adentro?
Sí, puede ser un equilibrio. En mis películas hay a veces un aspecto un poco cómico, pero que viene también de la tragedia porque así es la vida, sobre todo hablo por Francia y Europa, no sé por acá, es necesario que esa guerra se muestre de una manera trágica, tenemos un problema moral y ético respecto de eso, en mi experiencia está la tragedia pero a la vez está lleno de humanidad. Cuando le presenté mis películas a un periodista del diario Le Monde me dijo que yo no tenía derecho a mostrar la guerra de esa manera, que las imágenes eran magníficas pero que no tenía derecho a mostrarlas de ese modo. En este señalamiento aparece todo el cuestionamiento y la marca ética de nuestra civilización. Toda nuestra civilización está basada en historias de guerra: en el arte, en la escritura, en la pintura.
Pertenezco a una generación en Francia que después de la Segunda Guerra Mundial ha sido educada en pensar que está mal la guerra y que no se debe hablar más de eso. La indagación de aquel periodista era un ataque contra mí como si yo fuera sospechoso; en lo que hicimos está mi pasado y el de todos los hombres. Hay un desfasaje entre la belleza de la noche y lo trágico que normalmente no debería ser bello, pensaba en la tragedia griega, por ejemplo.
¿Cómo te definís? ¿Documentalista independiente, periodista de guerra?
A menudo me hacen esa pregunta. Mi trabajo está impulsado al principio por la curiosidad, y esto no está incluido en ningún oficio en particular. Yo nunca pensé hacer películas ni fotografía. Cuando tenía 20 años, viajaba por aquí y por allá, haciendo “dedo” (autostop). Estuve en Brasil, me fui a la selva, conocí “garimpeiros” (NdE, buscador ilegal de piedras preciosas), pero a ese lugar me llevó la curiosidad, y también un interés fuerte por la situación y la historia. Así comencé a hacer imágenes y películas. Al inicio era una excusa para justificar por qué yo estaba allí. Pero luego se transformó en un oficio, en una profesión. Me interesaba ir a esos lugares aún sin cámara, es la historia del hombre, de la humanidad.
Te sumergís en guerras y en situaciones muy difíciles. ¿Desde qué punto de vista lo hacés? Porque hay varias trincheras, fronteras, frentes de batalla…
Es difícil responder. Yo soy como un periodista de guerra para los periodistas, y me preguntan por qué vas a filmar allí. En general un periodista diría que es importante dar testimonio, hay que mostrar el sufrimiento del mundo. Y entonces soy como un testigo, que dando ese testimonio puedo hacer que la situación cambie. Esta es la legitimidad de un trabajo de un periodista. Sino con qué derecho vas a filmar la miseria.
Pero, honestamente, esta no es mi justificación. Por ejemplo, yo no siento que los testimonios sobre una situación puedan modificarla. Podría ser, pero es muy raro.
Si observás los medios de comunicación de un siglo a esta parte, hay situaciones paradójicas. Si nos muestran demasiado una situación nos acostumbramos. En Francia se habla del acostumbramiento.
Mi primera motivación es la curiosidad e intentar comprender. Cuando era joven, encontraba sospechoso que si bien la guerra era una cosa horrible, todos la cuestionábamos, es algo que siembre tuvimos, mi abuelo murió en la Segunda Guerra, pero yo quería saber por mí mismo qué era la guerra. Y no solo por los libros. Nos dicen que hay que ser tolerante, pacifista, pero tal vez en mi interior yo no sea pacifista. Y no lo sé hasta que no esté en la misma situación.
En Francia se han hecho muchas películas sobre la resistencia. Y en todas uno se imagina que eran todos de la resistencia. Pero en la época eran casi todos colaboracionistas. Quizás la resistencia significaba el uno por ciento. Tal vez todos los que me rodean hoy son colaboracionistas, que tienen miedo de ir a ver qué es la guerra o reflexionar sobre el tema.
La guerra no es solo el combate militar, es el miedo, el miedo universal, la solidaridad, el sentimiento del hombre. Encontré gente en Afganistán que, por ejemplo, eran criminales, cómo puedo juzgar yo a una persona que creció durante veinte años en una guerra.
En la película sobre Chechenia (Itchkeri Kenti), aparece una mujer que dice “mis hijos son hermosos, ¿por qué les dicen terroristas? Los terroristas son ustedes”, refiriéndose a los rusos.
También en Chechenia, después de muchos años de guerra se transforman en “terroristas”, y no quiere decir que lo fueran al inicio. En tanto uno no va a verlo por sí mismo, no puede comprender eso.
La situación en el mundo hoy es muy complicada, y todavía será más en el futuro. El pasado si se oculta, especialmente en Europa, puede volver a aparecer.
Con el desarrollo de las nuevas derechas…
No solo. Con las nuevas tecnologías. Ahora estoy trabajando en una película sobre la Inteligencia Artificial.
Bueno, justamente quería pasar a ese tema y el de los Chalecos Amarillos, que ya no es la guerra, sino otra manifestación de lucha actual en Francia.
Debajo de esta lucha, para mí, de la reivindicación de los Chalecos Amarillos, que se organizan a partir de un smartphone, con Facebook, atrás de esas herramientas hay tecnología y hay algoritmos. Y detrás de esos algoritmos está el poder.
A mí lo que me interesa de los Chalecos Amarillos es que es la última lucha de esta forma hoy.
Porque en cinco años todos vamos a estar vigilados. Todos los teléfonos están espiados, los Chalecos Amarillos a través del GPS, del Facebook, yo también estoy espiado. El poder tiene un gran conocimiento de quiénes son esas personas, cómo se organizan.
Como en la novela 1984 de Orwell, el Gran Hermano que vigila a todos!
En el movimiento de los Chalecos Amarillos hay cosas muy fuertes que me sorprendieron. La sociedad francesa en una primera etapa rechazó ese movimiento, diciendo que eran fascistas, antisemitas …
La izquierda también los rechazaba…
Sí, sí, y al inicio eso fue muy violento, inclusive mi familia los rechazaba. Me decían para qué los vas a filmar! son vagos, tendrían que ir a trabajar. Y nadie fue a ver, ir y discutir a la calle, ver de qué se trataba.
Bueno, nosotros somos parte de una red de diarios digitales a nivel internacional. Y nuestros compañeros en Francia del diario Révolution Permanente fueron desde el inicio y participaron. Hay notas y un libro publicado.
Absolutamente, el corazón de este movimiento fue lo humano. Fueron esas relaciones de discusiones simples, directas. Una vida que en realidad se perdió.
Algunas personas se encontraban tan bien entre ellas, que no querían discutir de política, trataban de no decir yo voto a la derecha o a la izquierda, porque sentían que lo que les estaba pasando era mucho más importante.
Cómo creés que influencia la tecnología, desde internet, la inteligencia artificial, las redes sociales. Porque vienen siendo parte de las últimas rebeliones como la Primavera Árabe, los indignados en España, y los Chalecos Amarillos. Por eso algunos gobiernos cortaron internet para impedir la organización. Ahora, la pregunta es: ¿cómo funciona la tecnología, es un factor determinante o un catalizador? ¿De todos modos esa lucha sucedería tarde o temprano?
Es una gran pregunta. Voy a volver a mi historia personal, porque tiene un lazo con este tema.
En mi trabajo, después de mi primera película, comencé a trabajar solo. Con la tecnología actual, cámaras digitales, no se necesita un gran equipo que sale mucho dinero. Así que aprendí a hacer de todo. El reportaje, la mezcla, todo, cuando hacés eso podés hace un film como el de Chechenia, en el que hay un desafío político muy fuerte, cuento sobre un pueblo muy pequeño, pero contra los rusos. Yo reflexiono eso porque soy francés, y hoy tengo la suerte de tener una cámara, pero en el futuro todos los jóvenes tendrán una, y pueden quizás tomar esas herramientas y denunciar a Bush en la guerra de Irak, etc.
Hay una cierta democratización con el uso de la tecnología…
Sí. Ese es el primer momento. Todos pueden servirse de esa tecnología. Es la utopía de internet. Como con la imprenta al comienzo. Pero esto no funciona en una sola dirección, puede usarse esas mismas herramientas, ponerse la máscara de la juventud, de rebelde y servir al poder. Por ejemplo, vos estás grabando esta conversación y pueden estar escuchando. El poder necesariamente se sirve de las mismas herramientas, porque se siente amenazado por el contrapoder.
Inventaron las fake news, la posverdad…
El poder va a negar que pueda controlar eso. Se dice que el sistema Apple no se puede crackear, que es muy difícil, pero eso es la estrategia del poder.
Pero recuerdo en la guerra de Siria al comienzo, no sé por qué exactamente, todo el mundo decía que el Skype era el más seguro y que no se podía usar otra cosa. Y de donde viene esta información me preguntaba. Seguramente desde el mismo poder que quiere que creamos eso.
Ahora se dice que Telegram es más seguro que Whats App.
Todos los sistemas de mensajería son controlados. No sabemos bien qué campo va a ganar, tal vez sea una dialéctica permanente de poder vs contrapoder . Pero hoy el poder es más fuerte, ya que no cualquiera puede hacer algoritmos.
Yo en mi trabajo me sirvo de herramientas y robots, y en esta película que estoy trabajando aprendí a codificar, creé funciones.
Pero la fuerza social ¿no es capaz de superar esa tecnología?
Puede ser que sea así cada tanto en la historia. Por ejemplo, países como Rumania durante décadas la población estuvo destruida, totalmente atomizada, la gente no hablaba ni con sus vecinos. Tenían miedo de decir lo que pensaban.
Cuando el poder llega a atomizar los individuos, la fuerza social desaparece.
Bueno, eso es terrorismo de estado, nosotros lo conocemos muy bien.
En dictadura sabemos que es así, pero también pasa en democracia.
Los Chalecos Amarillos era gente que estaba sola, mujeres solas en sus casas, miraban tv y discutían muy poco entre ellos. Y no sabían que al lado les pasaba lo mismo que a ellos. Todos atomizados. Entonces esa fuerza social era muy débil.
Lo fantástico de ese movimiento es que la gente recuperó lo colectivo.
Fue a partir del ataque que recibieron.
El poder tomó medidas para romper ese movimiento, haciendo circular información y tratarlos de fachos. La policía iba a las casas a hacer control de identidad. Usan en las movilizaciones los flash balls (NdE, arma usada por la policía que lanza bolas compactas y han producido heridas terribles en los manifestantes, pérdidas de ojos, fracturas de mandíbulas, el propio Florent fue herido a pocos centímetros de un ojo).
No es seguro que la fuerza social baste para la organización. Hay que poder llegar al lugar tomar un tren, un auto, y poder aproximarse a ese lugar de encuentro.
Si se tratara de toda Francia, por ahí podría llegar a ser. Pero lo Chalecos Amarillos son una pequeña parte del país. Hay gente que se considera Chalecos Amarillos pero no salen a la calle por miedo. Y eso se conecta con lo que decía antes sobre la guerra. Pero cómo hacés para cambiar el mundo si tenés miedo y te quedás en tu casa. Nada va a ocurrir. En las manifestaciones cuando la policía tira contra la gente, las personas se quedan como que es una fatalidad lo que le pasó. No he visto reacciones hacia la policía cuando pasan estos hechos de represión. No digo que haya que matar a la policía, pero en los otros países, la gente en general, se tira contra la policía. En Francia somos tan civilizados, porque la violencia es la guerra, que las personas quedan paralizadas.
El problema central, es el problema de la violencia.
¿Podemos cambiar el mundo sin violencia?
La sociedad burguesa te dice que hay que cambiar sin violencia, tenemos que hablar, decir lo que está bien o mal, discutir en forma civilizada. Pero la sociedad burguesa es violenta, atacó a Vietnam, tiró napalm, esa es la realidad de la guerra.
Entonces el tema hoy es como organizarse para transformar este mundo.
Por ejemplo en Francia, en Volkswagen, trucaron los motores para decir que no contaminaban el ambiente. Cuando querés comprobar esto, tenés que poner un aparato especial, pero resulta que modificaban este resultado. No es un accidente sino que fue programado por ingenieros que incluyeron ese tipo de algoritmos para cambiar el resultado. Si quiero comprobar los algoritmos, no puedo hacerlo, no tengo derecho. Porque está protegido por la ley, como Microsoft, está protegido por copyright (derechos de autor). El problema es cómo se hace entonces. Bueno aparecieron los hackers y mostraron lo que pasaba.
Una multinacional tiene el poder de engañar haciendo publicidades, diciendo que tienen motores que no contaminan y son limpios. Y es una mentira total. Y podemos suponer que todas las multinacionales son iguales. Cada una a su manera. Por ejemplo, los que fabrican tabaco o Monsanto. Si voy a Volkswagen, de forma pacífica y civilizada, les pido que me digan la verdad sobre sus motores y hacer una conferencia, ¿me lo van a decir?, no, entonces cómo hacemos.
Los cambios radicales sin violencia no son posibles
Sí. Para ciertos problemas de hoy creo que no es posible lograr un cambio, sin alguna forma de violencia. Lamentablemente.
No voy a prohibirme pensar de esa manera por ingenuidad, o tolerancia civilizada.
Elizabeth Yang
Profesora de Lengua y Cultura portuguesa. Fundadora del PTS y columnista de la sección Cultura de La Izquierda Diario.