La excusa oscura de la muerte, que lleva por nombre aniversario, para salir a recordar a un compositor y cantante que marcó a fuego la historia del rock mundial. El pasado 5 de septiembre Freddie Mercury, uno de los creadores del grupo británico Queen, hubiese cumplido 71 años.
Gustavo Grazioli @Discolo1714
Viernes 8 de septiembre de 2017
Como dijo una voz en off, de una de las tantas especies de biopics que hay del cantante: un asesino silencioso, en este caso el VIH, concluyendo los años ’80, arrebató la vida de uno de los máximos intérpretes vocales que pudo haber tenido la escena rock pop. Este recuerdo trascendental que va desde grandes hits hasta hechos memorables en sus presentaciones en vivo con Queen, no debe olvidar lo que significó su postura rebelde dentro de la escena del rock, donde la homosexualidad se condena (ba) sin pudor.
Aquellos años sumidos en una dicotómica vida entre blanco y negro, no dejaba matices para idolatrar una personalidad “inclasificable”, tanto desde lo musical como desde lo que refirió la composición de su persona. Todo lo políticamente incorrecto estuvo signado en los años musicales de Mercury. La elección del nombre del grupo como vestirse de mujer. Es para pensar si sus formas no fueron más punk que los punks. Dentro de lo musical, aparece su voz inigualable, con un potencial que escapa de los parámetros de cualquier cantante de rock. Su registro quedó impregnado, por suerte, en todo lo que respecta a su material de estudio y en todos los shows que uno puede ver por internet.
Ese disco de tapa negra que los tiene a los cuatro en la portada – el famoso Queen II – forma parte del segundo álbum de Queen. En esa obra siguen saliendo a la luz los rasgos compositivos de Mercury. Imposible no recordar como abre el lado oscuro de ese disco. El grito salvaje de Ogre Battle más los poderosos riffs de May (el heavy metal le debe mucho) son la piedra angular de este tema que recorre uno de sus pasajes como si fuera un relato. Su grito es desaforado puede tragarse el mar/ con su potente lengua caza moscas/ con la palma de la mano de increíble tamaño/ un ojo enorme/ que te mira/ ha empezado la batalla, sí,sí,sí.
Su talento como compositor y sus gustos por la ópera, posteriormente lo llevan a componer (A Night at the opera) el inolvidable Bohemian Rhapsody, un hit que atraviesa todas las épocas y que incluso le da trascendencia a aquella escena del auto en la película El mundo según Wayne. Esta canción viaja por diferentes partes, las cuales todas nacieron de la cabeza de Mercury. La grabaron en tres semanas y fue un éxito comercial. Por supuesto la interpretación del resto de la banda no tiene altibajos y la intensidad del solo de Brian May conlleva a la obra perfecta.
Otra canción que podría aparecer en un posible listado introductorio, a la vida compositiva de Mercury, es Killer Queen. Tema que pertenece al primer sencillo Sheer Heart Attack. El cantante británico compone esta canción con su piano y demuestra su compromiso intenso con la música. Sin aspirar a ninguna categoría de “gran compositor”, todo su trabajo lo llevó hasta ese mote. Tal vez su recuerdo no tenga que ver con haber estado casado con el rock and roll, como sí supo declarar en algún momento Bruce Springsteen, pero su amor y compromiso por las canciones hace pensar que algo de ese lazo marital podría haber existido tranquilamente.
Hacer referencia a las canciones de Queen es meterse inmediatamente con la voz de Mercury – sin olvidar a John Deacon, Brian May y Roger Taylor –.
La puesta en escena siempre estuvo nutrida por la actuación en vivo de Freddie. No hay holograma, ni voz de reality ni casting posible que devuelva eso.
Y en este acto de recuerdo y amor, hay un verso posible para no acabar en el encierro de la nostalgia: ¡show must go on!