A través de un correo electrónico, cínicamente, el Ministerio de Educación porteño sugiere a estudiantes y docentes llevar “varias capas de ropa superpuesta” y mantas. Testimonios de una presencialidad congelada que se replica en todo el país.
Lunes 28 de junio de 2021 22:22
La foto lo dice todo: tres chicos apiñados sobre una estufa en un aula fría. No es la primera vez que escuchamos sufrir el frío a docentes, alumnes y auxiliares en la vuelta a las escuelas porteñas en pandemia.
El protocolo para la presencialidad prohíbe calefaccionar las aulas por medios que remueven el aire, por este motivo, y por la falta de mantenimiento y reparación de cientos de estufas, decenas de escuelas de la Ciudad abren sus puertas con la calefacción apagada. Aun en días de temperaturas bajísimas de pleno invierno, el gobierno prefiere sostener las escuelas abiertas en vez de invertir en un plan de conectividad y dispositivos para resguardar la salud de la comunidad educativa.
Lleven manta 🤦 https://t.co/7x8VR92xlZ
— Myriam Bregman (@myriambregman) June 28, 2021
Sin embargo, el cinismo de mantener las escuelas abiertas en medio del crudo invierno cruza la General Paz: en el Gran Buenos Aires también se tomó la misma medida sin invertir un peso en condiciones edilicias que estén preparadas para no congelarse en el intento de enseñar y aprender. Ambos gobiernos parecen estar pensando más en las elecciones que en las condiciones en las que se dan clases. La presencialidad se da a cualquier costo, incluso aunque implique una tortura con ventanas y puertas abiertas. En palabras de un alumno de primaria de Flores: “No sé cómo estoy escribiendo. Siento hielo en los dedos", contó su maestra a este medio.
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La bronca de quienes ponen el cuerpo por abajo
Una mamá de alumnes de una escuela pública de Palermo contó a este medio con preocupación: "Hoy le pregunté a mi hijo por donde salía el calor o donde estaba la calefacción y me dijo que la seño le contó que al ser un aparato viejo, la calefacción del aula donde estaban ellos no andaba. Me da mucha bronca”.
Una docente de Flores nos cuenta: “Si tuviese que definir cómo es dar clases con este frío lo resumiría en una palabra: tortuoso. Las bajas temperaturas se sienten por demás en las aulas con todo abierto. Hoy di clases con tres sweaters, uno arriba del otro, un sacón y una mantita echada por encima de esa pila de ropa. Los chicos estudian también con gorros, guantes, campera y aún así me preguntan: "Seño, ¿no podemos cerrar un ratito?" Todos lo sufrimos dentro de la escuela y fuera de ella también. Los días que vuelvo de la escuela a casa me lleva horas volverme a templar y no hay estufa o bolsa de agua caliente que palie esa sensación de congelamiento. Vengo teniendo contracturas severas de tanto que me paso encorvada, sin darme cuenta, para juntar calor. Y los días en que no vuelvo a casa hasta la noche el malestar se prolonga aún más, ya que muchos profesores andamos de escuela en escuela y entre el viaje y las aulas estamos sencillamente toda la jornada padeciendo el frío sin un minuto a resguardo”.
Otra docente, con la misma angustia relata: “Al mediodía casi me pongo a llorar, di clases con bufanda y con guantes, me duelen todos los huesos del cuerpo, me duele todo el cuerpo. No me puedo sacar la campera desde la mañana. No, no se puede. Encima desde el Gobierno te mandan ´recomendaciones´ como llevar triple abrigo y mantas. Están haciendo un uso político de la educación, exponiendo la vida de lxs pibes y de las maestras”.
El cinismo sin límites por arriba
En un contexto en el que un 34% de los niños, niñas y adolescentes de Argentina están en situación de emergencia alimentaria, el frío y la falta de abrigo adecuado atenta contra la posibilidad de atravesar resfríos, gripes y otras enfermedades infectocontagiosas de manera leve. Como si esto fuera poco, el Gobierno de la Ciudad, lejos de proveer refrigerios nutritivos y saludables, entrega viandas miserables de bajísima calidad que no aporta los nutrientes básicos para una dieta diaria adecuada.
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“Más educación, mejor futuro” se puede leer hacia el final del correo electrónico enviado desde el Ministerio de Educación. Nos preguntamos: ¿qué temperatura hace en los cómodos y confortables despachos de los funcionarios desde donde redactaron estas “recomendaciones para los días de frío”? ¿Enseñar y aprender con sensación térmica de 5 grados implica “más educación”? ¿Y si prueban con dejar de vulnerar los derechos de los niños y niñas brindándoles infraestructura adecuada, alimentación saludable y conectividad?
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Está claro que con este frío no se puede estudiar. Se esperan sensaciones térmicas bajísimas pero las políticas públicas en materia educativa continúan siendo improvisadas e insuficientes. En sintonía fina con el pago del Club de París, el ajuste que se está llevando adelante golpea la realidad de miles de estudiantes, docentes y familias que sin ningún tipo de medidas de fondo deben asistir a clases en temperaturas bajo cero, exponiendo su salud en medio de una pandemia que se cobra la vida de cientas personas por día. En este marco, sin inversión en alimentación saludable, infraestructura y calefacción adecuada, mantener las escuelas abiertas bajo estas condiciones es hacerle pagar la crisis a los de abajo: las familias trabajadoras que envían a sus hijes a la escuela pública.
Urge un plan de lucha para pelear contra este ajuste que se siente fuerte en la educación. CTERA debe romper la tregua con el gobierno y organizar a la docencia que denuncia junto a las familias las condiciones de esta presencialidad no cuidada y exigir un plan de inversión ya en vacunación masiva, dispositivos, conectividad e infraestructura.