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FÚTBOL. Fútbol: cuando los torneos de verano dejaron algo para la historia

La chilena del Enzo en aquel River-Polonia del 86, la "huelga" de Independiente en un clásico con Boca. Grandes partidos, equipos inesperados, proezas de antaño, papelones sin retorno y goles para siempre: un repaso por postales emocionantes de esas noches de verano.

Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola

Lunes 7 de enero de 2019 16:44

Como húngaro en la arena

Cuentan que los torneos de verano fueron una idea de Alberto J. Armando, todopoderoso presidente de Boca que deseaba que su equipo se luciera en Mar del Plata, la ciudad adonde hinchas de su cuadro (y tantos otros) iban de vacaciones.

La idea interesó a otros elencos de importancia, quienes acompañaron la propuesta con la misma intención de destacarse ante la gran masa de turistas que cada temporada procesaba hacia las playas marplatenses. Así se originó la copa Ciudad de Mar del Plata de 1968.

Pero, a pesar de que ese torneo iniciático incluía la presencia del Racing que dos meses antes ganó la primera Copa Intercontinental y de un River que buscaba cortar la sequía de diez años sin títulos (terminarían siendo 18 hasta el Metropolitano 1975), el protagonismo se lo terminó llevando un equipo de… Hungría. El Vasas de Budapest acababa de jugar un campeonato amistoso en Santiago de Chile y solo debió desviar unos kilómetros su viaje de regreso a la vieja Europa para recalar en Buenos Aires y, desde allí, bajar 400 kilómetros hacia Mar del Plata.

La dictadura de Onganía, celosa de la procedencia de estos futbolistas, impuso numerosas exigencias para admitirles el ingreso. Pero las dificultades burocráticas no hicieron mella en un plantel que dio la sorpresa y se llevó aquella copa de verano de Argentina tras ganarle 3-1 a Racing y 3-0 a River, inesperada goleada que le valió al equipo Millonario una dura crítica de su principal revista partidaria.

Minella mata San Martín

Antes de que el Ente Autárquico Mundial ’78 decidiera construir de la nada un estadio sobre la avenida Juan B. Justo para albergar nada más que seis partidos de la primera fase de ese torneo, el epicentro futbolístico de Mar del Plata transcurría sobre otra avenida importante: la Champagnat, hacia donde deriva la Ruta 2 que cada año trae millones de turistas a la ciudad.

Aunque hoy muchos lo ignoren, fue el viejo Estadio General San Martín y no el actual José María Minella quien le dio a Mar del Plata sus primeros brillos en el fútbol argentino.

Desde su inauguración, en 1952, ese estadio funcionó como casa de la Liga Marplatense para que desde allí se proyectaran al fútbol nacional equipos locales que hicieron historia como Aldosivi, Kimberley o Alvarado. Fue, sin más, donde Diego Maradona hizo su primer gol en Primera, enfrentando con Argentinos Juniors al San Lorenzo de Mar del Plata.

A partir de 1968, el San Martín anfitrionó también los torneos de verano, aunque el impulso económico y político que comenzó a tener el Mundialista lo fue corriendo primero de manera injusta y luego también asfixiante. Finalmente en 1996 el viejo estadio se demolió para levantarse en su lugar un hipermercado, tal como quince años atrás había ocurrido con el Viejo Gasómetro del barrio porteño de Boedo.

De aquel mitológico estadio General San Martín hoy solo se conservan los recuerdos de aquellos calurosos partidos de verano. Y también una pizca de memoria material: aún sigue en pie, a espaldas del estacionamiento alambrado, la angosta entrada con dos futbolistas tallados sobre pilares de ladrillo a la vista en la esquina de Champagnat y Alvarado.

Mendoza, Córdoba y la tercera posición

Aunque los torneos de verano estén históricamente referenciados con Mar del Plata, hubo sucesivos intentos por hallar plazas alternativas. En esta temporada solo aparece Salta más allá de la ciudad costera, aunque con un partido que no tiene ni equipos grandes, ni tampoco de la propia provincia: San Martín viajará desde Tucumán y Talleres desde Córdoba para jugar nada más que un amistoso, ya que ni siquiera hay trofeo en juego.

El historial arroja muchas ciudades. Allí aparecen Rosario, Tandil, Tucumán, San Juan y La Plata. Incluso Neuquén. Todos con distinta suerte, según la incidencia de los mismos factores: el financiamiento o no de estados provinciales y firmas privadas, y el interés o no de los emporios televisivos en transmitir esos torneos.

La primera que se animó a disputarle fuerte a Mar del Plata el negocio del fútbol de verano fue Mendoza. Corrían los ’90, la televisación estaba en expansión y la provincia se animaba incluso a financiar durante un año la localía de Argentinos Juniors en el único estadio mundialista de Cuyo.

Antes de la era de los massmedia, Córdoba había intentado algo similar pero apoyándose en sus equipos locales, el fuerte poder de convocatoria que estos tenían en el territorio y las performances que algunos de ellos habían alcanzado en los competitivos torneos Nacionales. Talleres fue subcampeón de 1977 y Racing tres años después. Belgrano no, pero igual en febrero de 1979 se anotó su lugar en la historia ganándole a Checoslovaquia, última campeona de Europa, en su propio estadio del barrio Alberdi.

Lo que no se sabía de la chilena de Francéscoli

La imagen más recordada de los torneos de verano por los tiempos de los tiempos fue una postal menos impensada que lo que el decurso -y el discurso- de la historia sugeriría.

Por supuesto que nadie duda de la genialidad de Enzo Francescoli y su cabriola en el aire para siempre en el final de un partido cinematográfico que, encima, marcó el inicio de ese año de realismo mágico para el fútbol argentino como fue 1986. Pero hoy sonaría exótico imaginar a una estrella criolla de proyección mundial posterizando una finta en un partido de verano ante un equipo de una zona políticamente resistida por el ocasional gobierno local.

Lo cierto es que en ese entonces no sólo los cuadros argentinos solían tomarse en serio esos partidos, lo cual sin dudas propició el fabuloso esmero de Francescoli para darle a River un épico 5-4 ante la selección Polonia en Mar del Plata. Además de aquello, era común ver en estos torneos de la costa argentina a representantes de la lejana Europa del Este, incluso en plena vigencia de la Guerra Fría, con el claro alineamiento argentino por lo general hacia el otro bloque.

El Spartak de Moscú, el Slovan Bratislava de Checoslovaquia, la selección de este país y de Hungría, que además del mencionado Vasas tuvo compitiendo en el verano argentino al MTK de Budapest, fueron algunos de los equipos rojos que cruzaron el Océano en pleno invierno europeo para jugar entre los calores del Atlántico Sur.

Pero tal vez más inesperada que una chilena de Francescoli, o la participación de un equipo al otro lado de la Cortina de Hierro, haya sido la decisión de Carlos Salvador Bilardo que hizo posible la realización del partido en cuestión.

Es que River terminó jugando contra Polonia en Mar del Plata el 8 de febrero de 1986 porque el entonces DT de Argentina desestimó a aquella selección como rival preparatorio para el inminente Mundial de México ’86. Bilardo prefirió viajar más de diez mil kilómetros y enfrentar a Noruega en Oslo. Para la alegría de los escandinavos –ganadores del partido-, de Francescoli –que así escribió su nombre en bronce a sus 24 años-, y de quienes buscan historias en estos torneos de verano.

Cuando Independiente le hizo huelga a Castrilli

El 20 de enero de 1993 encontró en Mar del Plata al Boca que el año anterior había ganado un campeonato nacional tras una década y al Independiente que un año después obtendría título argentino y Supercopa.

Pero, a pesar de tamaños contendientes, el protagonismo del partido terminó recayendo sobre Javier Castrilli, famoso desde el mayo anterior por haber expulsado en el Monumental a cuatro jugadores de River y a su propio DT, Daniel Passarella.

Faltando diez minutos para el final, Boca e Independiente empataban 1-1 en un partido que nadie recordaría si no fuera por el penal que Castrilli cobró a favor de los primeros, la protesta de Luis Islas y la insólita indicación del técnico Pedro Marchetta tras la expulsión del arquero y capitán: le ordenó al equipo que dirigía que se retiraran del campo de juego.

La determinación generó un pequeño cabildo abierto a la altura de la mitad de la cancha entre los jugadores de ambos equipos, entre ellos reclamos fuertes entre Daniel Garnero y Alberto Márcico, los dos Diez de la noche. El contertulio le rindió mucho a la transmisión televisiva, pero nada al partido: Independiente no dio vuelta atrás en su decisión y todo el plantel se dirigió al vestuario. Una huelga en protesta por un fallo cuestionado.

Quedaron esperando para siempre diez minutos por jugarse y un penal. Inolvidable la imagen del defensor xeneixe Diego Soñora frente a la pelota, sin entender por qué sus colegas se retiraban, viendo como se frustraba una de las pocas ocasiones en las que podía patear un penal.

2018 y los catorce campeones

El verano pasado hubo catorce campeones. San Lorenzo incluso lo fue tres veces. Huracán, dos. Y Boca terminó subcampeón en tres ocasiones. La temporada de liquidación de copas de tal o cual cosa duró apenas un mes.

Llegaron a haber más trofeos que equipos. Semejante milagro de la aritmética fue posible porque una firma de cerveza patrocinó una decena de torneos de verano, todos ellos resueltos en un solo partido. Así, cualquiera llega a la final…

Por eso ni siquiera los mismos hinchas deben recordar hoy, tan solo un año después, qué torneo ganó o qué partido jugó su equipo el verano pasado. Probablemente porque incluso esos partidos minúsculos, a media máquina, asumidos por equipos en formación sólo porque los compromisos comerciales así lo imponen, se podían ver únicamente en la cancha o a través del sistema codificado.

Lo mismo sucederá este verano: aquellos simpáticos torneítos que dejaron imágenes y proezas sobreviven empaquetados en la era del pague-para-ver, incluso si se trata de estos picaditos que nadie parece tomarse muy en serio.