Gaspar Noé, uno de los cineastasa contemporáeos más controversiales, vuelve a las pantallas con la maestría técnica que lo caracteriza y esta vez, mostrar la violencia como aforismo: el aniquilamiento de todos contra todos.
Entre “la imposibilidad de la vida” y “la sobrevivencia como ley”, es que el director y guionista Argentino Gaspar Noé ha realizado su producción cinematográfica. Ha centrado así su interés con enfática violencia en la experiencia sensorial y la crudeza dramática, en torno al sexo, el amor y las drogas.
Desde que el director cobró reconocimiento internacional con su segundo largometraje —Irréversible (2002)— en el Festival de Cannes, protagonizada por Monica Bellucci, Vincent Cassel y Albert Dupontel, ha sido provocador y controversial en el cine contemporáneo: transgredió las pantallas con la inclemente y verista escena de una violación durante 10 minutos, lo que despertó una dura crítica en la audiencia.
Vista desde la lente del director, es Francia, en primer plano, lo que juega como telón de fondo en sus largometrajes. Desde Seul Contre Tous (1998) hasta su última producción, Clímax (2018), con la excepción del viaje psicodélico de Enter the Void (2009), rodado en la ciudad neón de Tokio.
Distinción técnica y la creación de violencia
Es indudable que la realización técnica y cinematográfica de Gaspar Noé, desde su primera producción, incluyendo sus trabajos de cortometraje como “Viernes: Ritual” en la película 7 días en la Habana hasta su cinta más reciente, Climax, ha dado un salto virtuoso: en la complementariedad de los recursos de montaje y composición, su gusto por los planos secuencia. Un estilo de encuadre en constante movimiento mezclado con una banda sonora, frenética y a veces distorsionada de ritmos electrónicos dirigidos por Thomas Bangalter —miembro de Daft Punk—, privilegia la realización psicológica de los impulsos violentos de la conducta humana.
Las locaciones, tampoco son las clásicas imágenes parisinas de la ciudad bohemia y el estilo arquitectónico renacentista acompañado de la última ola del Art Decó. Priorizando la luz natural, los espacios de grabación se realizan en un París periférico, en atmósferas saturadas y asfixiantes.
¿La paleta de colores? Rojos intensos y desvanecidos negros. Anuncios altisonantes en amarillo de “ATENCIÓN” Y “PELIGRO” y cortinas de explicaciones contextuales, son recursos de intromisión para dirigir el dramatismo en los filmes del director, contraponiendo al espectador con lo que verá: una advertencia y una decisión.
Climax, presentada en Cannes 2018, ha sido calificada por los críticos de cine como la mejor de sus películas con el contenido más violento: "Climax, con sus imágenes alucinantes, a menudo horribles, su música implacable y con graves pesados y sus vertiginosos movimientos de cámara, asalta los sentidos y revuelve el cerebro”, [1]
“contiene lo mejor y lo peor de lo que puede lograr alguien que ha desempeñado el papel de villano durante veinte años”, [2]
"Clímax, la última inmersión de Noé en la zona prohibida, te permite tocar, una vez más, la llama azul caliente de su talento. Durante aproximadamente 45 minutos, es una película convincente, y con su elenco de 20 bailarines jóvenes, se siente como un nuevo sabor para este artista del escándalo”. [3]
Sin puntos medios y a los extremos, una de las características en su filmografía, introduciendo elementos no cinematográficos, de secuencias que podrían resultar inconexas para los espectadores, realiza una inversión del tiempo vinculando el final, mostrándolo en la primera escena. La película empieza con los créditos y anuncia el final con una frase concluyente de su visión. “El tiempo destruye todo” (Irréversible), "La muerte es una experiencia extraordinaria” (Clímax), “Moral y Justicia” (Seul Contre Tous).
También sorprende la corta duración del tiempo de rodaje y sus libretos de unas cuantas páginas, pues en sólo algunas semanas, sus películas son producidas. Climax fue rodada en tan solo una quincena con un guión de cinco páginas e Irreversible, rodada en seis semanas con diálogos improvisados.
El nuevo extremismo francés, como fue llamado por James Quandt, [4] sin escrúpulos y vaticinado por el horror y la disfuncionalidad de la conducta humana, contempla a directores como Gaspar Noé, François Ozon, Catherine Breillat, Bruno Dumont.
Recrear el “estado natural” de la violencia humana en el cine de Gaspar Noé —más que retratar—, hacer vivir los estertores entre la vida y la muerte, implica recobrar la intuición del momento narrativo al rodar en tiempo real y, en películas como Love, agregar el ingrediente de la visión tridimensional.
Como las diáfanas y despellejadas metáforas que incita George Bataille en su poesía, de un ser siempre discordante y siniestro, trascendido en su individualidad por la muerte:
Más arriba
que lo alto del cielo oscuro
más arriba en una loca hendidura
una estela de luz
es el halo de la muerte.
Hambre tengo de sangre
Hambre de tierra ensangrentada
Hambre de pescado hambre de rabia
Hambre de basura hambre de río [5]
Violencia o la « Imposibilidad Colectiva »
La inmediatez de la catástrofe en la cual el discurso de la posmodernidad sitúo al sujeto, individualizado, constreñido en su psique y atomizado, recurre a la anomia social como el estado latente en el que vivimos. El cine también recrea sus pasajes.
La diégesis cinematográfica y la representación de la realidad, en su forma visual, sonora pero también discursiva e ideológica, se encuentran anticipadas por la función social del arte, para vincular a través de los medios filmográficos la vida cotidiana. Al reproducirse la cinta de celuloide, se produce un «mundo visual» y, a su vez, una extensión significativa de él.
Las colosales cantidades de sucesos grotescos que se consumen en el cine son un agudo indicio de los peligros que amenazan a la humanidad a partir de las represiones que la civilización trae consigo. Las grotescas películas americanas y las películas de Disney producen una voladura terapéutica del inconsciente. [6]
Cuando Walter Benjamin hace referencia a la apropiación de la percepción individual del psicótico o el enseñador, generando una percepción colectiva, recurre al lapsus freudiano y su ampliación gracias a la cámara. Y es también, desde el surgimiento del cine, sobre todo a partir de mediados del siglo XX, que llegó para recorrer el globo con la industria cinematográfica.
El cine de Gaspar Noé, es un almanaque de ese lapsus que fija la lente en la inmediatez de acciones reactivas de la conducta humana, donde venganza, odio, ira, egoísmo, rencor, furia, animadversión, son inspeccionadas con los medios técnicos filmográficos como detonantes de la violencia, para ser transmitidos al espectador.
En este contexto, el amor aparece cual si fuese la secuela de una conducta transgresora de los márgenes morales de la sociedad contemporánea, tal como se muestra en la última imagen de Seul Contre Tous: en su soledad, padre e hija se profesan un amor carnal. En Love, continúa esa recreación del amor y la ternura, sexo y drogas, que gira en torno al recuerdo de Murphy (Karl Glusman) sobre su ex novia Electra (Aomi Muyock) tras recibir una llamada. En Irréversible, la violación y la sed de venganza, finalizando con lo que hubiera podido ser pero no será. Alex, embarazada, descansa en su cama; escena contigua, se encuentra recostada en el pasto, rodeada de niños que juegan felices. Finaliza la película con la frase: “Le temps detruit tout”. El amor nunca aparece en el tiempo real o en el tiempo socialmente aceptado.
A esta valoración simbólica se puede añadir otro elemento. La elipsis, cuya técnica narrativa cinematográfica consiste en romper la linealidad del tiempo, crea una mayor dureza e impacto de las escenas que después de la saturación de violencia, pueden resultar banales para el espectador, pero resultan descarnadas por su incorrección una vez trazadas las acciones: una y otra vez la imposibilidad de cambiar “el estado de violencia” en el que se desarrolla la narración, se muestra ante las cámaras. Como escribe el propio Noé: “La flecha siempre va en la misma dirección y nunca para. Esto es el bien contra el mal. Mueves un dedo y alguien muere. Debes elegir. Los errores no se corrigen, se acumulan”. [7] Quizás la irreversibilidad del tiempo sea una de las reflexiones más críticas a las que conducen sus frases inaugurales o corolarias.
Entre su primer largometraje, Seul Contre Tous y su último éxito con Climax. el cuidado del guión y su crítica discursiva, son desplazado por los recursos técnicos cinematográficos.
Climax, protagonizado por la actriz y bailarina argelina Sofia Boutella, se centra en un grupo de danza que queda atrapado en medio de una tormenta de nieve en un edificio, donde será parte importante de la historia tanto la música como la diversidad sexual, las drogas como detonante de la violencia, pero también de revelar sentimientos íntimamente guardados.
Los bailarines se presentan ante la cámara al estilo de un reality show expresando sus inquietudes. Se encuentran en un retiro para preparar los últimos detalles de su show. Tras presentarse bailan en un plano secuencia donde cada uno hace gala de sus habilidades, especialmente al estilo Vogue o voguing que está ligado a la resistencia LGBTTTI estadounidense en los años 80´s y pone en la palestra pública a la cultura de la comunidad LGBTTTI.
Cámara en mano seguiremos a los personajes para ser testigos de su actuar, desde la chica que disfruta su cuerpo, hasta los celos de un hermano sobre su hermana que revelan deseos ocultos, hasta la madre que en un afán de proteger a su hijo lo esconde. Todas escenas mostradas de forma tumultuaria sin desarrollar una línea argumental.
“¿Sabes qué es la moral? –Déjame decírtelo. La moral es para la gente que tiene, para los ricos. ¿Y quién tiene siempre la razón? El rico, Y el pobre es el que está jodido”. … A cada uno su vida a cada uno su moral”, es la introducción del primer largometraje de Gaspar Noe, Seul Contre Tous, narrando las dificultades de la vida de un carnicero parisino y mostrándolo en cada escena como el conflicto de un hombre marcado por una infancia de abusos y abandono.
Hay una clara intencionalidad y estilo que caracteriza la producción del cineasta, cuyo centro gravitatorio es la violencia como acto individual, repetido de forma incontrolable (casi necesario) y que, en su última película más celebrada, aparece como aforismo: el aniquilamiento de todos contra todos.
El éxito controversial del cine de Gaspar Noé es innegable. Pero es también un cambio entre el peso de su crítica discursiva y la priorización de la creatividad técnica. Pasa de un guión meticulosamente cuidado con disertaciones filosóficas sobre moral y justicia con su opera prima, a un duelo entre la sencillez y la frialdad amotina con planos secuenciales de “extravagante” violencia en su última realización, Climax, sellados con la frase “El ser es una ilusión pacífica” y “La vida es una imposibilidad colectiva”.
«Lo humano» en su forma destructiva e impulsiva toma un nuevo realce en Climax con el tratamiento e inspiración técnica, logrando mayor frialdad en las escenas para poner de manifiesto una idea, la violencia, que se halla trabajada de otra forma en sus primeras películas.
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