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Goicovic, Convergencia 2 de Abril y su consigna de “constituyente popular”: ¿cómo gestar el poder de los trabajadores?

Juan Valenzuela

Goicovic, Convergencia 2 de Abril y su consigna de “constituyente popular”: ¿cómo gestar el poder de los trabajadores?

Juan Valenzuela

Ideas de Izquierda

Se aproxima el plebiscito. Para todo este año, en lo inmediato, el debate constitucional y los procesos electorales asociados a éste, concentrarán la atención de millones de personas en Chile. En este escenario hay quienes –como el historiador Igor Goicovic o el grupo Convergencia 2 de Abril- sostienen la idea de una “asamblea constituyente popular” como alternativa a los mecanismos tramposos que se establecieron para el proceso constitucional en la “cocina”.

En lo que coincidimos con sus planteamientos, es en la desconfianza en el actual proceso constituyente. De allí, nada bueno podrá salir para los trabajadores y el pueblo, porque las trabas son infinitas. Pero disentimos en la política de "constituyente popular" como programa eficaz para el desarrollo de la movilización del pueblo trabajador.

En este artículo proponemos una respuesta alternativa desde una perspectiva de izquierda y de la clase trabajadora.

La idea de una “constituyente popular”

El historiador Igor Goicovic escribía, luego del acuerdo del “Pacto por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre, que

“la burguesía y sus representantes encontraron el oxígeno que necesitaban en el Parlamento y se aprestan a retomar la iniciativa estratégica.”

Tiene razón en denunciar la “cocina” de ese pacto como una jugada destinada a “salvar” al gobierno de Piñera, a la burguesía y sus representantes políticos, dándoles tiempo y espacio para retomar la iniciativa. No obstante, aun marcando las coordenadas políticas para 2020, cuatro meses después de firmado, es claro que el pacto no ha conseguido evitar del todo el desarrollo de fenómenos de lucha de clases y organización (secundarios, manifestaciones en centros urbanos, asambleas territoriales, aplausos a la primera línea en Viña, entre otras expresiones).

Todo indica que las expectativas de los sectores populares y los trabajadores, chocarán con los límites del proceso constitucional, con sus exigencias de quórums y su “lógica del consenso” que excluyó la alternativa “Asamblea Constituyente” de la papeleta de abril. Además, el gobierno ya viene empeñado en realizar un “uso político” de la pandemia del coronavirus, restringiendo los eventos masivos de más de 500 personas, lo cual muy posiblemente será un argumento que sume para presionar la aprobación de la ley que militariza la infraestructura estratégica.

Por lo mismo, si queremos prepararnos para esos momentos, no es improductivo abrir una pregunta para todos quienes deseamos terminar con la Constitución de la dictadura, pero no confiamos en las trampas que operan en el proceso derivado de la cocina. ¿Qué tenemos que hacer para realizar las demandas populares? Goicovic responde que no “habrá Programa del Pueblo si las organizaciones sociales y políticas populares no avanzan decididamente hacia la realización de una Gran Constituyente Popular, que coloque en el centro de la discusión y del rediseño institucional la construcción de una sociedad fundada en relaciones económicas y sociales solidarias”.

Con “Programa del Pueblo”, Goicovic se refiere a cuestiones como la “nacionalización de las riquezas básicas y de la banca, el control obrero sobre los procesos productivos, una efectiva redistribución de la riqueza, la protección del medio ambiente y una creciente inversión de recursos públicos en educación, salud, pensiones y vivienda”, demandas que según constata, han aparecido sistemáticamente en las movilizaciones de los últimos años. Según el historiador, estamos en un momento en que podemos convertir la solidaridad popular “en un precepto de rango constitucional”.

Por su parte, un militante de Convergencia 2 de Abril, escribía –asemejándose a Goicovic- que:

“si las fuerzas sociales y políticas son capaces de agruparse y dar forma a un proceso deliberativo programático-constituyente, aprovechando el nuevo período político en curso, la clase trabajadora habrá logrado utilizar el momento histórico para robustecer su musculatura y prepararse para fases organizativas superiores en un futuro inmediato”. Dicho en otras palabras, el “robustecimiento” de la clase trabajadora, para C2A es una resultante derivada de impulsar en primer lugar ese “proceso deliberativo constituyente”.

La supuesta “asamblea popular constituyente”, según estos planteamientos, sería una institución diferente a una “asamblea constituyente libre y soberana”, electa por sufragio universal, con constituyentes revocables y donde podrían participar los mayores de 14 años. A grandes rasgos, se entiende que esta “constituyente popular”, más bien, tendría base en las organizaciones de los territorios y eventualmente de los lugares de trabajo y estudio.

¿Cómo podemos interpretar esa consigna más concretamente? Si es una instancia paralela o complementaria al poder estatal existente -a las instituciones, al gobierno, o a la misma Convención-, es ilusoria. ¿En qué sentido es ilusoria? en que esta asamblea podría deliberar, votar una nueva constitución incluso, pero no podría imponer lo allí resuelto en el país, si sólo participa una minoría y no cuenta con el apoyo y la capacidad de movilización de millones. ¿Cuántos serían los que realmente participarían?

Ahora bien, otra interpretación sería que esa "asamblea constituyente popular" fuese una instancia de lucha que convoca a sindicatos, asambleas territoriales, organizaciones estudiantiles, sociales, etc., para definir un programa y un plan de lucha para conquistar una nuestras demandas. Entenderla así, es entenderla como espacio de autoorganización para la lucha.

En ese caso, habría que discutir cómo constituirla realmente para que sea una verdadera fuerza social y política con un programa que de respuesta a nuestras demandas, y métodos cómo elegir delegados. Pero, en tal caso no sería "asamblea constituyente popular", sino la coordinación de distintos sectores con el fin de elaborar un programa y un plan de lucha para derrotar al gobierno y a los capitalistas. Llamar a eso "asamblea popular constituyente" tiene como efecto obvio retirar la pelea por una verdadera asamblea constituyente libre y soberana, sin ningún tipo de trabas, votada por los mayores de 14 años, apoyada por millones, consigna que a nuestro modo de ver tiende a empalmar con el sentimiento de las masas, y por lo tanto desarrollar su movilización y su experiencia con la propia democracia capitalista.

Como se puede prever, en sus distintas formas, la lucha por una asamblea popular constituyente, puede dejarnos sin intervenir con una política independiente en la trampa del plebiscito. Puede generar la ilusión de que “no hemos sido cooptados por el régimen”, de que estamos “fuera de él”. Quizá podamos dormir tranquilos, creyendo no le hacemos el juego a la trampa. Pero jamás una asamblea así, puede ser un factor que movilice a millones para derrotar a este régimen que no va otorgar al pueblo más “derecho” que el de realizar una Convención llena de limitaciones.

De lo que se trata, no es de quedar “libres de culpa”

De lo que se trata, no es de quedar “libres de culpa”, con una asamblea constituyente popular ajena a la cocina, sino, más bien, de tener una política revolucionaria que sea capaz de desarrollar la movilización de las más amplias masas.

La realidad es que hoy el pueblo quiere hacer valer su fuerza a través del voto, del sufragio universal. Los socialistas revolucionarios no creemos que las demandas populares planteadas en Chile puedan realizarse por ese camino, por eso luchamos por un gobierno de trabajadores basado en organismos de autoorganización propios de la clase obrera como fueron los cordones industriales (1972-1973).

Esos organismos, pueden ser la base de ese gobierno, si son capaces de desarrollarse y ganarse el apoyo de la mayoría de la clase obrera y el pueblo y vencer la resistencia violenta de los capitalistas que defenderán sus privilegios. Sin embargo, sería un error no ver que esa no es la opinión de la mayoría que aún confía en que podrá imponer su voluntad a través del voto por el simple hecho de ser mayoría.

Frente a este escenario nosotros les planteamos que si quieren imponer su voluntad a partir del voto, entonces luchemos juntos para que exista una asamblea constituyente sin limitación alguna, y no aceptemos las trampas, ni nos conformemos con la Convención que impone el quórum de los dos tercios, y da poder de veto (de hecho) a una minoría. Luchemos seriamente por una asamblea constituyente libre y soberana que pueda decidirlo todo. Allí, los socialistas propondríamos medidas de fondo, anticapitalistas, para darle una salida a la crisis del país.

Pero hay que decir la verdad: esta asamblea constituyente libre y soberana no se podrá conseguir más que con una lucha revolucionaria, porque la burguesía no va a permitir que se realice por las buenas, y mucho menos si vota medidas que van contra sus intereses. En esa lucha por la asamblea constituyente libre y soberana, tendremos que recurrir a la huelga general, sobre pasar a la burocracia sindical, crear organismos de autoorganización de los trabajadores, voltear el gobierno y al régimen de conjunto y por lo tanto dar pasos para que los trabajadores vean que cuenta con la fuerza suficiente para conquistar un gobierno propio.

El porfiado problema del poder

Retomando la idea de "asamblea popular constituyente", sus autores no se plantean el problema de cómo actuaría el Estado frente a la hipótesis de que intenten imponerse algunas de sus resoluciones. Esperan que del proceso constituyente del pueblo surja un “nuevo proyecto de sociedad”. Sin embargo, no responden qué harán con los capitalistas que controlan los principales recursos y servicios del país, y su Estado -basado en el monopolio de las armas- que ha aplicado sistemáticamente la violencia contra el pueblo movilizado.

¿Cómo ellos podrían aceptar el "rango constitucional" de las definiciones de una “asamblea constituyente popular” que incluya la nacionalización de la minería u otras demandas, o dejar que se implemente un proyecto de sociedad alternativo al suyo? Ya hemos visto a militares usados como guardias privados de cadenas supermercados durante los días de toque de queda, mutilaciones y asesinatos cotidianos a manos de carabineros. Entonces es una pregunta bastante ineludible, porque esa represión permite prever cómo actúan los capitalistas cuando realmente se afectan sus intereses.

Si se le diera “rango constitucional” al control obrero de la minería, por ejemplo, sería inevitable discutir el plan de lucha para enfrentar la resistencia de los capitalistas y su aparato estatal que buscarán no reconocer algo que va contra su derecho de propiedad privada, el más sagrado de la constitución actual. Cualquier conquista seria, es con lucha de clases. Para ello hay que buscar las consignas que colaboren en que el pueblo haga su experiencia con la democracia capitalista y sus límites, para convencerse cada vez más de la necesidad de dar una lucha abierta por derrotar al estado burgués.

La lucha por preparar una huelga general

Convergencia 2 de Abril se conforma con señalar que “en el espacio de reproducción de la vida por excelencia: la población, espacio de intersección de necesidades que ha demostrado potencial organizativo” es donde se “empieza a enarbolar la bandera de un proceso constituyente de carácter popular.”

Dejando de lado la discusión sobre la fantasmagórica idea de "asamblea constituyente popular", los autores no tienen en cuenta que para cualquier transformación realmente profunda en la sociedad capitalista, es necesaria la intervención decidida de la clase obrera que controla las palancas de la sociedad y produce las ganancias de los empresarios. En este sentido, las asambleas territoriales (y las poblaciones) pueden cumplir un gran papel para dinamizar al movimiento obrero mantenido en la pasividad por sus direcciones, y así para pasar del ámbito reproductivo al productivo.

Muchas y muchos de los participantes de las asambleas territoriales son trabajadores que debaten acerca de los grandes problemas del país y que se movilizan en las calles. La burocracia sindical de Unidad Social viene de convocar un “paro” miserable de 11 minutos del que ni ellos mismos se dieron cuenta.

El hecho de que existan en todo el país, trabajadores de servicios, jóvenes con empleos inestables, profesoras, vecinos, mujeres y sectores populares, que despertaron a la vida política al calor de la revuelta, las marchas multitudinarias y la organización territorial, son elementos muy positivos. Sin embargo, los trabajadores organizados en sus lugares de trabajo y que laboran en los principales centros productivos, siguen siendo el sector que mueve los principales resortes de la economía, es decir la clase que puede parar la rueda de la ganancia de los capitalistas y la economía. Por lo tanto tiene, por así decirlo, una fuerza de lucha superior, no por un carácter “cuasi divino”, sino por el lugar que ocupa en la sociedad.

Por eso, nosotros apoyamos y somos parte de las asambleas territoriales, pero peleamos para que se unan al movimiento obrero, para que lo ayuden a sacarse de encima a la burocracia y se conviertan en un gran actor de lucha. Al mismo tiempo impulsamos la autoorganización de los trabajadores en unidad con el resto de los sectores oprimidos.

Los capitalistas, se percatan del potencial de la clase trabajadora. Vieron que la fuerza mostrada el 12 de noviembre no era igual a la de cualquier marcha y, por eso mismo, dos días después, a las 3 de la madrugada, votaron el “acuerdo por la paz” que todos conocemos.

Por esa razón, romper con la tregua de los burócratas sindicales (militantes del PC, PH, PS, DC, etc.) con el gobierno de Piñera es una tarea necesaria, pues dado que los trabajadores ponen en movimiento las palancas de la economía, tienen un “poder de fuego”, una capacidad de lucha que, de actuar, puede incrementar enormemente las oportunidades para realizar las demandas populares. Pero eso es imposible si no construimos una potente corriente de trabajadoras y trabajadores, en los lugares de trabajo, clasista, antiburocrática y revolucionaria, que busque pelear contra la burocracia sindical. Es la lucha que estamos dando como PTR en lugares como el Hospital Barros Luco o en la ciudad de Antofagasta.

Perspectivas de la autoorganización

Si la lucha de clases se profundiza en Chile, la autoorganización adquirirá un nuevo significado. Por supuesto, no se puede descartar que surjan “ensayos constituyentes” de carácter popular, como la asamblea de obreros e intelectuales de 1925. Pero para lo que necesitamos prepararnos es para la lucha de clases más aguda y poner en pie organismos de democracia directa que puedan convocar a una constituyente libre y soberana sobre las ruinas del régimen.

En Chile, lo más tendiente a organismos de democracia directa de trabajadores, fueron los cordones industriales (1972 y 1973), aniquilados por el golpe de Estado. En el proceso de lucha de clases actual, cuando los límites del desvío del pacto por la paz social se hagan evidentes, estará planteado que vuelvan a producirse “choques irreconciliables entre las dos clases”, que para Trotsky siempre son la base para el surgimiento del doble poder. En otros términos: si la lucha de clases llega a los grandes centros laborales -especialmente las posiciones estratégicas (ámbito productivo), y el país avanza a una situación realmente revolucionaria; estará más planteado que las instancias de autoorganización que se desarrollen o emerjan, puedan constituirse como poder efectivo. En perspectiva, la base de un nuevo Estado que se imponga sobre las ruinas del estado capitalista.

Las experiencias actuales de autoorganización actuales en Chile (comités de emergencia y resguardo, asambleas territoriales, asambleas populares, coordinaciones, etc.), pueden ser una gran escuela preparatoria para organismos de poder de la clase trabajadora futuros, si saben enfrentar a las burocracias sindicales que mantienen todo en la pasividad y si avanzan en la coordinación con los secundarios y los trabajadores.

Sólo si el desarrollo de organismos de este tipo, adquieren verdadera fuerza de masas en el futuro, e impulsan la alianza con los sectores populares, podrán conquistar un gobierno de trabajadores. Para eso, es indispensable a la vez, la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora que pelee desde hoy por esta perspectiva que es la que puede llevarnos al triunfo.

Empezar hoy por unir a las asambleas territoriales con los trabajadores y dar la pelea contra el rutinarismo conservador de los dirigentes sindicales burocráticos, es una tarea clave que no se puede eludir inventando una forma ideal de “asamblea constituyente popular” mientras la clase trabajadora es contenida por sus direcciones.


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Juan Valenzuela

Profesor de filosofía. PTR.
Santiago de Chile